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· Jordi Roig Cots (1948-1994)

  —Semblanza biográfica de la época compositora de Jordi Roig—

  © 2021 Josep Marc Laporta

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1-El Contexto
2-La Esencia
3-El Disco
4-Las Canciones
5-La Herencia


      Para muchos de los cristianos evangélicos españoles de los años 70 del siglo pasado, el nombre de Jordi Roig les es gratamente conocido. Pero sobre todo su voz y sus canciones.

      Una de las primeras grabaciones evangélicas en vinilo, difundida mediante una de las pocas librerías cristianas que había en el país —la Librería Evangélica de la calle Camèlies de Barcelona—, tenía en su portada la imagen de un joven bien parecido tocando una guitarra y cantando. El disco, titulado Jorge Roig—Me siento feliz [VÍDEO: Jorge Roig-Me siento feliz], se convertiría en un pequeño fenómeno de masas evangélico de la época. Después llegarían otras grabaciones fonográficas, y sus canciones se entonarían en muchas congregaciones. En medio de las difíciles circunstancias sociopolíticas del país y con unas iglesias firmes ante las adversidades, la elegancia y distinción de su agradable voz llevó el mensaje eterno de salvación a muchos hogares. Y resonó por décadas. Aún hoy se le recuerda con cariño.

 
1- EL CONTEXTO
 
      Allá por los años 60 y principios de los 70, las iglesias protestantes españolas vivían su fe preferentemente dentro de las capillas. Tras la guerra civil (1936-1939), el régimen dictatorial del general Franco, cobijado en el nacionalcatolicismo, impuso al protestantismo una férrea clandestinidad que poco a poco iría deponiendo hasta permitir una libertad más o menos vigilada. Pero en medio de las dificultades y restricciones sociopolíticas, el testimonio cristiano era vivo, las congregaciones crecían y «el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos» (Hechos 2:47). Asimismo, en el proceso español de conciliación social con un Occidente en progreso y desarrollista de grandes cambios sociales, económicos y culturales, las congregaciones también evolucionaron en su manera de presentar el Evangelio, renovando contenidos estéticos y formas de testimonio. Y aunque fue un proceso tímido y lento, poco a poco empezaron a acercarse, aunque sin mezclarse, a una sociedad que evolucionaba a otra velocidad. Pero viajemos momentáneamente dos décadas atrás.
      Después de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, la Europa de los años 50 vivió un decenio de acelerada reconstrucción y progreso, aunque España quedaría rezagada por su aislamiento político. No obstante fue una época de esperanzas en vistas a un futuro que se vislumbraba, cuanto menos, inacabable. Y en medio de las nuevas oportunidades de desarrollo social y cultural Occidental, la industria norteamericana descubrió los jóvenes como objeto de mercado. Las empresas discográficas vieron en ellos un nicho de negocio importante, aprovechando la revolución musical que protagonizarían grandes iconos de la música como Nina Simone, Jerry Lee Lewis o Elvis Presley. Si bien los años 40 había sido la década del Jazz, los 50 supuso una explosión musical en la que géneros como el Rock and Roll, el Pop, el Swing, el Rhythm and Blues y el Blues dominaron y definieron la música de esa década.
      Fue en los años 60 cuando la aparición del grupo británico The Beatles marcaría un nuevo hito en la historia de la música. Su influencia sería determinante en las sociedades occidentales, sobre todo en los jóvenes y en una multitud de grupos que imitaron el descaro y bien hacer artístico de los cuatro músicos de Liverpool. Esta década también fue la de las protestas juveniles del Mayo del 68, que participó definitivamente en un cambio de mentalidad de la juventud, contraria a la sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo y el autoritarismo, provocando un empoderamiento de la cultura popular y una revolución de las formas. Asimismo, el movimiento hippy empezó a tener una gran influencia sobre la juventud, hasta el punto de introducirse en muchos ámbitos de la sociedad, incluso en la estética de algunos jóvenes cristianos. Pero, ¿cómo afectaron o influyeron todos estos cambios en las iglesias evangélicas de la época?
 
      En Cataluña, y concretamente en Barcelona, las congregaciones asistían a un lento despertar en cuanto a las formas y la estética comunicacional, por otro lado bastante al margen de los grandes cambios sociales que se estaban produciendo. Por lo general, las relaciones y actividades de las iglesias evangélicas catalanas permanecían en un cierto ostracismo. Su voz profética se escuchaba dentro de las capillas, con todas las particularidades de una subcultura reprimida pero muy viva de puertas adentro. Asimismo se producía una reproducción en paralelo de algunos de los vectores sociológicos externos, como el idioma de uso, las relaciones sociales o las formas de comunicación interna.  
      Una extraña particularidad estaría presente en las congregaciones catalanas: el culto se realizaba totalmente en lengua castellana, mientras que las conversaciones entre los creyentes antes y después de la reunión eran mayoritariamente en catalán. Es decir, al llegar a las capillas, una inmensa mayoría de los creyentes hablaban catalán entre ellos. Pero cuando daba comienzo el culto, todos aquellos que se relacionaban en catalán pasaban a hacerlo en castellano, tanto la presidencia de la reunión, los cantos, las predicaciones, las oraciones, etc. Y cuando acababa el culto volvían a hablar en catalán, relacionándose en esa lengua. Lo todavía más inverosímil e insólito era que en la gran mayoría de hogares en los que la lengua íntima y familiar era única y exclusivamente el catalán, cuando oraban, tanto devocionalmente como en las comidas, lo hacían en castellano. A pesar de que el franquismo empezaba a consentir algunas libertades sociolingüísticas menores, básicamente fue una conducta de temerosa obediencia frente a un régimen político fiscalizador, aunque dentro de las iglesias también era en deferencia a la migración de habla castellana que masivamente llegaba a Cataluña desde otros territorios del Estado español. Aquella realidad sociolingüística originó en los evangélicos catalanes una extraña derivación de carácter psicoespiritual: para hablar con Dios y de Dios, la lengua correcta era el castellano. Una insólita discordancia. Las formas relacionales psicolingüísticas familiares no armonizaban con las íntimas de la espiritualidad con Dios.
      Otra de las particularidades de las iglesias, más concretamente en la denominación de las Asambleas de Hermanos, tenía relación con la música. En el culto dominical y matutino el llamado Partimiento del pan o Cena del Señor , el canto era exclusivamente a capela; es decir, sin ningún instrumento de acompañamiento, ni tan solo el tradicional órgano. Los himnos se cantaban a viva voz. Cuando en el tiempo de culto libre alguien se levantaba para solicitar el canto de un himno haciendo al mismo tiempo una pequeña introducción alusiva o leyendo las primeras líneas del mismo , habitualmente un hermano que tenía un buen oído o una mínima capacidad musical levantaba la voz introduciendo las primeras notas. Así se iniciaba el canto congregacional. Tan solo entonar las primeras palabras del himno era suficiente para que todos los congregantes se añadieran como un solo cuerpo a capela. Esta tradición de las Asambleas de Hermanos permaneció durante años, descubriendo una posición teológica y costumbrista que en la década de los 80 empezaría a decrecer.
      Y, como último, cabe recordar que fuera de los himnos congregacionales la única música especial eran los coros de iglesia que cantaban himnos tradicionales a cuatro voces, con todas las estrofas interpretadas de la misma manera o, a lo máximo, con alguna pequeña variación o arreglo. Como que en el culto de la mañana solo estaba permitido el canto congregacional sin el acompañamiento de instrumentos, en la reunión de predicación del Evangelio de la tarde era donde se consentía su participación. No obstante, entre finales de la década de los 50 y principios de los 60 empezarían a florecer algunos cuartetos de armónicas o de voces varoniles, e incluso algunas femeninas, que darían un nuevo impulso a la musicalidad evangélica. Cuartetos como Jericó, Voces de Nueva Vida, Bethel o Maranatha, que interpretaban himnos y espirituales negros a cuatro voces, significaron un paso adelante en la expresión y comunicación musical evangélica.
      Todos estos aspectos socioculturales, socioeclesiológicos y costumbristas fue el caldo de cultivo en el que creció Jordi Roig (1948-1994) y que de alguna forma influirían o participarían en su música y composición. Sin lugar a dudas, el llamado ‘catalán de la voz tierna’ —mote que le puso un locutor de radio barcelonés al escucharlo cantar— marcó un hito en la particular historia evangélica del país. En realidad fue uno de los primeros cantantes evangélicos que compuso canciones, tanto letra como música. Y, asimismo, al interpretarlas, se le denominaría cantautor. Hasta entonces la mayoría de las participaciones de músicos evangélicos españoles del siglo XIX y XX había sido poner letra a himnos foráneos o traducirlos directamente del inglés o alemán, pero hay poquísimas referencias a la creación autóctona en un sentido completo. Algunos ejemplos son Mateo Cosidó (1825-1874) o, más prolífico que Cosidó, Enrique Turrall (1867- 1953), de origen británico y naturalizado español. Aunque la mayoría de su obra fueron traducciones de originales ingleses y textos libres, es de destacar algunas muy contadas creaciones hímnicas completas. Así que, en realidad, Jordi Roig fue un auténtico pionero en la composición de canciones. Pero este honorífico título no implica que su obra musical fuera de menor categoría o de baja calidad. Al contrario, sus canciones fueron y son extremadamente bellas, tanto musicalmente como poéticamente. Y también teológicamente.
 
2- LA ESENCIA
 
      Más allá de las ascendencias socioculturales y generales que influyeron en su música y composición, Jordi Roig provenía de una familia en la que el arte estaba presente de manera constante e incondicional. Hijo único de Abdón Roig y María Cots, Jordi recibió una gran influencia artística de sus progenitores. Sus padres se dedicaban profesionalmente al mundo de la farándula, viajando por toda Cataluña y también por España con diferentes espectáculos con una compañía de teatro. Es por ello que, desde pequeño, Jordi recibió la semilla artística y una gran sensibilidad hacia todo aquello que tuviera relación con el arte. Así que no es nada extraño que su madre compusiera algún canto que incluso se entonaría en su iglesia de Santa Coloma de Gramanet, cuando él todavía era un niño. Indudablemente el núcleo familiar le proporcionó un inmejorable contexto artístico sobre el que desplegaría sus talentos.
      Sin embargo, una realidad particularmente trascendente que fue de gran ascendencia en su niñez, adolescencia y como futuro compositor, fue el alma poética de su madre. Tan buena poeta como rapsoda y con una declamación excelente, Maria Cots desarrolló este arte desde joven, aunque su eclosión llegaría en la madurez. Con un timbre grave, vigoroso, una dicción bien articulada y un notable sentido de la métrica libre, Maria Cots escribió diversas poesías que no serían publicadas. Pero ya a finales del pasado siglo editaría un poemario textual y sonoro que sería uno de sus grandes legados: Semillas de eternidad–Poesía mística.

      El testigo artístico lo recibiría Jordi de una manera más práctica cuando hacia los 11 años sus padres le regalaron una guitarra. Rápidamente tomó el instrumento y por su propia cuenta empezó a ensayar los primeros acordes y a hacer sus primeras interpretaciones familiares. Animado e inspirado por algunos discos de intérpretes españoles y extranjeros que había adquirido, empezó a cantar, reproduciendo también algunas canciones. Si bien nunca estudió guitarra regladamente, su habilidad y desenvoltura con el instrumento le llevó a dominar los acordes con destreza. Y aunque años más tarde recibiría algunas clases particulares de piano con David Andreu —encuentros en los que preferentemente compartiría sus composiciones, recibiendo guía y consejos prácticos de su profesor—, su vínculo artístico con la guitarra fue prioritario. Poco a poco esta predilección le llevaría a introducirse en otros tipos de música más alejados de los clásicos himnos de la iglesia.
 
      La madre de Jordi se había convertido a la fe evangélica  en una iglesia de las Asambleas de Hermanos de Santa Coloma de Gramanet, población colindante con Barcelona, donde junto a su esposo tuvo residencia permanente. En realidad, la congregación de Santa Coloma era hija de otra iglesia de la Asamblea de Hermanos de la capital catalana que se reunía en la avenida Mistral. Durante un tiempo María Cots compartió asistencia dominical en las dos congregaciones, hasta que poco a poco se fue integrando en la de la capital barcelonesa. Al principio Jordi no asistía muy regularmente a las reuniones que se celebraban en la iglesia de la avenida Mistral. Y si lo hacía, normalmente era en los cultos de la tarde, habitualmente acompañado de un amigo. Pero desde que Jordi conoció a Marisa Sala, que posteriormente sería su esposa, progresivamente empezó a integrarse en el círculo de jóvenes de la congregación y en las actividades.
      En este tiempo de noviazgo con Marisa fue cuando se formó un grupo de amigos de entre algunas parejas de la iglesia de la avenida Mistral. Los más habituales, Enrique Pérez y Carme Mundó; Carles Rodríguez y Encarna Viles; Rafael Garay y Mª Rosa Rebollo; y Jordi Roig y Marisa Sala, iban algunos sábados o días festivos a pasar el día en una segunda residencia que Carles Rodríguez tenía a las afueras de Barcelona, en la provincia de Lleida. Allí, entre veladas y conversaciones, descubrieron que Jordi tocaba la guitarra y cantaba con pasión y gran destreza. Así que aquellas informales reuniones rápidamente se amenizaron con música y con algunos de los éxitos pop-rock de la época que Jordi interpretaba notablemente.
      Entre todas las ascendencias musicales que había recibido en su adolescencia y juventud, uno de sus grandes referentes fue John Gary. El cantante norteamericano que gozó de una larga discografía y que cantó en películas, en Broadway y que además tuvo su propia serie de variedades de televisión en horario estelar, interviniendo también con diferentes orquestas en centenares de conciertos, fue para Jordi un modelo y también una positiva inspiración artística. Entre ambos habían algunas particularidades vocales muy coincidentes. John Gary tenía un timbre dócil y claro, con un control de la respiración excelente y un rango de voz excepcionalmente amplio de tres octavas y media: prácticamente desde un barítono robusto hasta un tenor alto y dulce, a menudo en la misma canción. Jordi Roig también disponía de manera natural parecidas condiciones vocales. Tanto podía entonar unos graves firmes y cálidos, como un registro de tenor ligero y limpio, hasta incluso alcanzar un falsete de bella factura con gran seguridad. Este amplio registro tonal, junto a la docilidad y expresividad de su voz, le daría una personalidad única y una capacidad de comunicación inigualable. Ambos, John y Jordi, gozaban de similares cualidades vocales, así que no resultó nada extraño que, al descubrirlo, el catalán se fijara en él y de alguna manera se identificara musicalmente con el norteamericano.
 
      Jordi era un chico muy apreciado por todos. De carácter algo tímido pero muy cercano, agradable, sociable y siempre de trato exquisito, su afición por la música y buen carácter le llevó a ser muy querido. Y de la misma manera que descubrieron que tocaba la guitarra, también descubrieron que componía y que lo hacía muy bien. Pronto sus canciones traspasaron el pequeño círculo del grupo de amistades, llegando al ámbito público de la propia iglesia sita en la avenida Mistral de Barcelona. Tanto las diversas influencias musicales seculares como la ascendencia poética y espiritual de su madre, pronto se hicieron notar en sus primeras composiciones. Las melodías y los poemas desbordaban belleza. Junto al inquebrantable apoyo de su pareja, Marisa Sala, y también animado por el afecto de sus amigos y la aprobación de los ancianos de la iglesia, poco a poco empezó a cantar en los cultos dominicales. Como que en las mañanas tanto
otra música que no fueran los himnos como cualquier instrumento musical estaban vetados, tuvo que ser en el culto de la tarde cuando se le permitió interpretar sus cantos. Asimismo, en otras reuniones eclesiales en días festivos, cuando por la tarde se celebraba un culto conducido exclusivamente por los jóvenes, era otra de las ocasiones en que Jordi participaba.
      Muy pronto sus canciones traspasaron las paredes de su iglesia y llegarían invitaciones de otras muchas congregaciones, algunas hijas de Mistral, como la sita en la calle Jaume Roig, y, especialmente, de Juventud para Cristo. Esta entidad interdenominacional que en aquellos tiempos estaba presidida por Juan Gili, más la participación, entre otros, de Ángel Blanco o Benjamí Angurell, fue el mejor aparador para las canciones de Jordi Roig. Las actividades evangelísticas que se realizaban en algunas de las iglesias de mayor aforo de Barcelona, como la de la calle Verdi o la de Bona Nova, tenían como denominador común una gran afluencia. Una actividad especial para los jóvenes de las iglesias era La Hora de la Juventud. Impulsada y dirigida primeramente por Josep Monells y después por Jaume Triginé, se celebraba regularmente cada mes. Fue en esas magnas reuniones donde Jordi era invitado a cantar y donde su música y poemas cautivaron a numerosos creyentes, muchos de ellos, los más adultos, aún reticentes a aceptar ciertos estilos que no fueran los clásicos himnos y, también, la guitarra. Si tenemos en cuenta que en el culto matutino de la mayoría de las iglesias el canto aún era a capela y solo se cantaban himnos pietistas traducidos del inglés o del alemán, la mayoría del siglo XVIII y XIX, se podrá percibir la reticencia de algunos cristianos a admitir ciertas novedades. La guitarra entraba dentro de ellas.
      No obstante, Jordi Roig tenía a su favor tres virtudes que le permitieron ser muy aceptado y bien recibido. Por un lado tenía una gran habilidad para tocar la guitarra de manera delicada y nada estridente. Para algunas mentalidades tradicionalistas, la guitarra aún se relacionaba con fiestas mundanas y bailes folklóricos, ambos rechazados en la moral protestante de la época. Por otra parte Jordi tenía en su haber unas melodías aparentemente sencillas pero muy bien construidas, que llegaban con credibilidad a corazones de creyentes e inconversos. Y, como último, tanto poéticamente como teológicamente los textos en castellano estaban muy bien escritos. Así que todas estas virtudes abrieron de par en par una puerta para que su música llegara a todos los oyentes.
 
3- EL DISCO
 
      En 1967 el Estado español dio un importante paso en las libertades sociales promulgando la llamada Ley de Libertad Religiosa. Después de décadas de rígida hegemonía de la Iglesia Católico-Romana se abrían algunos indefinidos horizontes. Con la visión de las oportunidades que esta nueva Ley ofrecía, Juan Gili, empresario, hombre de negocios, evangelista y hasta entonces presidente de Juventud para Cristo (1948-1968), fundó en ese mismo año 1967 una nueva entidad interdenominacional denominada Evangelismo en Acción. Este paso de fe y compromiso de Juan Gili, junto a la participación de otros creyentes como Ángel Blanco, dio un nuevo impuso a la evangelización, con una dedicación intensiva al uso de la radio, música, campañas, equipos evangelísticos, películas y prensa secular, todo puesto al servicio de la iglesia local. Consecuentemente, al año siguiente Juan Gili dejó sus responsabilidades en Juventud para Cristo para dedicarse exclusivamente al ministerio de Evangelismo en Acción.
      Por aquellos años unos misioneros norteamericanos, Harold J. Kregel y su esposa Esther, abrirían en Barcelona la primera librería evangélica. Corría el año 1965. Situada frente a frente y esquina con esquina con el Hospital Evangélico, la librería se convirtió en obligado lugar de encuentro para la adquisición de Biblias y libros cristianos. Al visitar a sus enfermos en el hospital, muchos creyentes pasaban, previamente o posteriormente, por la tienda evangélica para ver, ojear y adquirir artículos cristianos. La apertura de la Librería Evangélica en 1965, junto a la fundación de Evangelismo en Acción en 1967, propició la primera grabación de Jordi Roig, a finales de 1969. Precisamente en junio de ese mismo año había cantado en el majestuoso y modernista auditorio del Palau de la Música de Barcelona, en un acto de testimonio organizado conjuntamente por Evangelismo en Acción y Juventud para Cristo. Fue el primer cantante de la pequeña historia evangélica española en actuar en un escenario de tan alto nivel musical. Gracias a que su voz y sus composiciones ya eran bien conocidas y queridas por los creyentes de las iglesias barcelonesas, en algunos momentos sus cantos fueron coreados por los asistentes.
   Jorge Roig–Me siento feliz
(1969)  fue una producción de  Evangelismo en Acción que distribuiría en exclusiva la Librería Evangélica de la calle Camèlies de Barcelona. [VÍDEO: Jorge Roig-Me siento feliz] La imagen de Jordi en la portada, tocando la guitarra y en posición de cantar, se convertiría en un icono de la música evangélica de la época. La primera edición del single se agotaría en tan solo cinco meses. Su transparente voz, acompañada por el Trío Ebenezer, compuesto por tres misioneras norteamericanas (Carolina de Fasold, Bárbara de Kenny y Jolene Wilson), el contrabajo de Ambròs Monsó y el órgano de Víctor Mirón, fue un hito musical para el pueblo evangélico catalán. Un antes y un después. En la contraportada del álbum se podía leer esta preliminar reseña a cada una de las cuatro canciones del álbum:

      «Vivimos en un mundo de sombras. Aquí y allá se levantan altares, monumentos o mausoleos. Cada uno proyecta la sombra de su mensaje: científico, tecnológico, político, filosófico o religioso. A su sombra se escribe, se discute, se pelea, se cree o se niega, se acepta o se rechaza. El hombre vive afanosamente su intensa vida horizontal y a través de ella busca la solución a sus problemas. Pero la busca de espaldas a la sombra vertical de la Cruz. Olvida que la Sombra de la Cruz es el lugar donde Dios habla al hombre por medio de su Hijo Jesucristo.
      Es allí donde Él nos ofrece descanso, paz y salvación eterna. De ahí el consejo de la melódica canción: Déjate mecer por tu Salvador. Porque en los brazos de Cristo está la respuesta de Dios al cansancio del hombre. Y si hay alguna esperanza, viene de Él. Si ha paz, sólo Él la puede dar. Si hay salvación, sólo Él la ofrece.
      Y cuando toda la creación rinde gloria a su Creador y el hombre lanzado a la conquista del espacio tiene que admitir: ¡la creación es maravillosa!, con más razón el que se ha cobijado a la sombra de la Cruz y ha descansado en su Salvador ha de exclamar con Gratitud: ¡Gracias, Dios mío!
      Porque es entonces cuando cambia los dioses temporales por el Dios eterno. Cuando su incertidumbre se transforma en fe. Cuando la Cruz no es sólo un signo religioso, sino una vivencia constante que le hace exclamar de corazón: ¡Me siento feliz!».
 
      Estas primeras cuatro canciones fueron la gran tarjeta de presentación de los discos que posteriormente llegarían. La poesía de ‘Déjate mecer’ relataba con la tierna analogía de una mecedora el gran descanso que hay en Dios, parafraseando en sus estrofas pasajes bíblicos como Mateo 6:34 o Lucas 12:20-32. ‘Gratitud’ describía un sueño, rememorando cómo las aves de cielo ni siembran, ni siegan, ni recogen, pero Dios las cuida y viven agradecidamente, parafraseando en parte el pasaje de Mateo 6:26-33. O ‘La sombra de la Cruz’, una exposición poética de los sucesos cumbres del Calvario y la resurrección, según Mateo 27. Y ‘Me siento feliz’, un testimonio gozoso de confianza y esperanza en su Salvador.
      Todas las composiciones tenían claros ecos de las Escrituras, un alto contenido poético y una melodía aparentemente sencilla pero colmada de musicalidad. El ensamblaje de estos tres elementos de tanta calidad y calidez artística y espiritual fue la gran virtud de Jordi Roig. En la pequeña historia de unas iglesias evangélicas que poco a poco salían del ostracismo y seguían luchando por su visibilidad social, nadie hasta entonces había sido capaz de expresarse con un lenguaje tan actual y contextualizado en todas sus variables. En el interior del disco se podía leer la identidad del autor:
      «Jorge Roig es un joven universitario, autor e intérprete de sus propias canciones. Aparte de una facilidad extraordinaria en la composición de las melodías, hace de sus canciones algo más que una simple interpretación: el deseo de comunicar. Así lo expresó en una entrevista para la radio: ‘Lo que deseo es transmitir el testimonio de mi propia experiencia acerca de Dios’. Así lo entendió también la mayoría de los que llenaron el Palacio de la Música de Barcelona, un día del mes de junio de 1969 en el que Jorge cantó algunas de las canciones que se ofrecen en este disco. Esta vivencia espiritual que él siente es la que le hace cantar ‘Me siento feliz’».
 
4- LAS CANCIONES
      

     Tras aquel emblemático primer disco sencillo, llegaron cuatro más. Primeramente uno de plástico, con una sola canción,   Mi Navidad (1971) [VÍDEO: Mi Navidad]seguidamente otros tres: Jorge Roig–Creo en Jesús (1973) [VÍDEO: Jorge Roig-Creo en Jesús], Jordi Roig–El amor de Dios (1974) [VÍDEO: Jordi Roig-El amor de Dios] y Favoritos de Jordi Roig (1975) [VÍDEO: Favoritos de Jordi Roig], siendo este último una recopilación de los anteriores. Aparte hizo sendas colaboraciones en otros dos álbumes: Melodías para el alma (1971) [VÍDEO: Melodías para el alma] y ‘Encuentros con la Biblia’ (1976) [VÍDEO: Encuentros con la Biblia], ambos editados por Evangelismo en Acción. En el primero interpretaría cuatro canciones ya conocidas, completándose el Lp con algunos himnos de una coral reunida para la ocasión, el Trío Ebenezer y el cuarteto Cantores del Rey. Y en el segundo de 1976 participaría con dos temas inéditos respecto a las anteriores grabaciones, junto a un mensaje evangelístico de Daniel González (1939-2018).

      En las distintas producciones y con diferentes responsabilidades e implicaciones según fueran las necesidades, Jordi contó con un elenco de destacados músicos cristianos de la época: Ambròs Monsó, contrabajista y organista de la iglesia bautista de la Bona Nova; David Andreu, pianista de la congregación bautista que se reunía en la calle Verdi; Samuel Muñoz, bajista y armonicista también de esta misma iglesia; Josep Ventura, guitarrista y flautista de la iglesia metodista de Sants; Javier Olmos, batería perteneciente a la congregación de las Asambleas de Hermanos que se reunía en el Passeig Maragall; y Víctor Mirón, organista, de la misma iglesia.
      Aparte de la discografía publicada, Jordi Roig también participó en los programas de radio Maravillosa Gracia y Momentos Devocionales , que se presentaban semanalmente por Radio Montecarlo. El polifacético predicador, profesor y escritor Miguel Valbuena Cabarga (1919-2010) grababa los programas en un pequeño estudio de grabación que tenía en un apartamento de Barcelona. Acabadas de grabar y editar, las cintas magnetofónicas viajaban cada semana a Mónaco por distintos conductos para ser emitidas en onda corta por radio, esquivando así las restricciones comunicativas del régimen dictatorial de Francisco Franco. Entre otros, Jordi era uno de los músicos solicitados para ir al pequeño estudio y grabar algunas de sus composiciones. Y una de las amistades de Roig fue, precisamente, el hijo del misionero, Miguel Valbuena Heredia, con quien tuvo una dilatada relación y quien es depositario de algunos de aquellos registros sonoros. Asimismo, en las grabaciones musicales del pequeño estudio participaría Samuel Muñoz al bajo, cuñado de Valbuena Heredia.
 
      Las composiciones de Jordi Roig tuvieron la estimable participación de unos instrumentistas que también fueron pioneros de un nuevo lenguaje musical pop, ajeno al tradicional canto a capela de sus iglesias. Pero junto a sus bellas melodías, el alma de las canciones de Roig radicaba en sus poéticos textos, llenos de sentido espiritual y mensaje eterno. La poesía tan bien cultivada por su madre, María Cots, tendría su reflejo inspiracional y mimético en la obra de Jordi, incluso con la participación de la progenitora. Dos breves fragmentos de la canción La sombra de la cruz [VÍDEO: La sombra de la cruz] dejan constancia de su solidez poética:
      «El sol sus rayos de oro manda ya,
      las sombras de la noche traspasó.
      Y el día al despuntar tres cruces perfiló,
      y de una dicen que brotó el amor».
      […]
      «El día en negra noche se volvió,
      los cielos no escondieron su dolor.
      Y cielo y tierra fue testigos de su amor,
      pues todo estaba escrito y se cumplió».
      […]
 
      Otra de las particularidades de la composición de Jordi Roig era la implícita invitación a seguir Jesús en sus textos. En Creo en Jesús (1973), cantaba: [VÍDEO: Creo en Jesús]
      […] «Detente al escuchar
      ahora que hay tiempo y lugar;
        la historia debes saber,
      la oíste tal vez, seguro será,
       la oíste más de una vez.
      […]
      Escucha mi canción,
      despierta tu corazón,
      elévate en oración
      y clama y verás,
      también sentirás
      la gracia de su perdón».
      […]
 
      Todas sus composiciones fueron muy apreciadas por los creyentes de la época, pero dos de ellas serían, además, queridas y cantadas en muchas iglesias catalanas y de todo el país. Una de ellas se titulaba Mi mejor amigo, aunque también se la conocía por la primera línea del canto, Al cruzar los valles: [VÍDEO: Al cruzar los valles]
      «Al cruzar los valles, en el río o en el mar;
      entre las estrellas y también en la ciudad,
      siento su presencia, a mi lado Cristo está.
      Él es mi alegría y le quiero así cantar:
      Mi mejor amigo, mi Jesús, mi Libertad,
      guías Tú mis pasos en la vida al caminar,
      tenme de tu mano, no me dejes resbalar,
       llévame contigo donde quiera que Tú vas.
 
      Cristo es mi esperanza y mi libertad.
      Es mi compañero, con Él quiero andar.
      […]
 
      Otra composición también muy popular entre las iglesias españolas fue Me siento feliz [VÍDEO: Me siento feliz], un canto a la esperanza en la que Jordi Roig deletreaba su experiencia de fe: 
      «Me siento feliz, hoy puedo cantar.
      Sé que para mí existe un lugar
      donde no tendré que sufrir jamás,
      donde reinará la felicidad.
 
      Es algo que no se puede explicar,
      se debe sentir, se debe notar.
      Es como la luz del sol que al salir
      calienta tu ser y te hace vivir».
      […]
 
      Por lo general, en sus cantos se observa un triple cometido. Primeramente, alabanza y confianza en Dios, presentando un Salvador en quien se puede descansar plenamente. Ejemplo de ello son las composiciones Confiado estoy, Solo en Ti, Déjate mecer, Gratitud, Creo en Jesús, Me siento feliz, En Ti confío, Mi mejor amigo, Salmo 23, Si hay desesperación, Alabad o Yo soy feliz.
      En segundo término, un vivo y claro testimonio: ¿Dónde estabas tú?, Recuerda esta canción, La sombra de la cruz, Amor de Dios, Hay otra vida, Sigue la senda, Si hay desesperación o Mi Navidad.
      Y, en tercer lugar, una evocación de la eternidad, con algunas composiciones alusivas como Ciudadano del cielo, Juicio final, Jerusalén o Hay otra vida. Junto a estos tres tipos, también escribió dos canciones relacionadas con la Biblia –Lámpara es a mis pies y Solo en la gran ciudad– por una solicitud de Juan Gili para un disco sencillo de Evangelismo en Acción.
      Respecto al ámbito lingüístico de sus textos, la inmensa mayoría fueron en castellano, por lo que su mensaje y voz llegó a otros lugares del Estado español, Sudamérica y algunos países europeos. Sin embargo, algunas escritas en su lengua más íntima, cercana y familiar, la catalana, se perdieron sin dejar rastro discográfico ni tampoco fonográfico. Algunas fueron traducidas del castellano gracias al cancionero Música Jove, recopilado por Ambròs Monsó. Y solo una ha perdurado en su versión original en catalán, de la cual se conserva la partitura: A l'igual que el vent. [PARTITURA] La realidad es que por una razón u otra no ha sido posible disfrutar de otras canciones extraordinariamente bellas y que asimismo habrían sido de bendición.
 
      Una de las grandes virtudes de la composición de Jordi Roig era su alta capacidad narrativa. La facilidad con que desarrollaba un argumento bíblico, dándole sentido y contenido, le permitía explicar historias de tal manera que al oyente le llegara el mensaje eterno en toda su dimensión espiritual. Además de la facilidad descriptiva plasmada en la canción Mi Navidad , uno de los ejemplos más bellos y explícitos de su discografía es En Ti confío [VÍDEO: En Ti confío], del álbum El amor de Dios (1974). La excelente adaptación y unión de dos destacados pasajes bíblicos Mateo 14:22-33 y 26:69-75 , junto al excelente arreglo musical al piano de David Andreu, es una joya literaria, musical y espiritual que sobresale con luz propia:
      «Hazme andar sobre el mar»,
      dijo Pedro una vez.
      Y Jesús sin dudar,
      le escuchó y dijo: «Ven».
      Pero pronto se hundió, poco lejos llegó,
      le faltaba más fe, le invadía el temor.
 
      «¡Que perezco Señor, por favor, sálvame!
       ¡No te alejes de mí, que sin ti moriré!».
      Y Jesús se acercó y su mano le dio.
      Y tan solo exclamó: «¡Hombre de poca fe!».
 
      ¿Cuántas veces le diremos:
      «Señor, perdón. Ten mi mano,
      porque hundiéndome estoy»?
      ¿Cuántas veces le diremos:
      «Señor, caí. Sálvame,
      que yo confío en Ti»?
 
      «Siempre te seguiré, donde vayas iré».
      «Pedro, me negarás,
      por tres veces lo harás».
      Y al mirarle el Señor, él lloró con dolor.
      Entendió que Jesús iba sólo a la cruz.
 
      «Velad siempre y orad»,
      dijo lleno de amor.
      «No dudéis nunca más,
      no tengáis más temor,
      porque yo he de volver,
      yo soy vuestro Pastor
      y por siempre será,
      con vosotros estoy».
 
      Yo confío en tu promesa, sé que vendrás,
      sigo andando por la senda de paz.
      En mi vida no hay tinieblas, Tú eres la luz,
      resplandece por los siglos tu cruz.
      En mi vida no hay tinieblas, Tú eres la luz,
      resplandece por los siglos tu cruz.   

     
Recorrer la obra musical de Jordi Roig es transitar por una poesía muy descriptiva, aunque aparentemente poco inflamada. Pero es un espejismo. Sus composiciones tuvieron la virtud de relatar los caminos de la fe reflexivamente y en toda su profundidad, sin embargo confiando las emociones al receptor. El legado materno de una mujer muy apasionada y llena vida en la declamación de cada palabra y verso, en Jordi fue más matizado y más sereno. No obstante, su manera de recitar las verdades eternas a través de las melodías ofreció al oyente la facultad de descifrar emocionalmente, comprender espiritualmente y discernir bajo la acción del Espíritu Santo. El legado aún perdura.
 
5- LA HERENCIA
 
      La actividad musical evangélica de Jordi Roig fue breve en el tiempo y en el cómputo total de su vida. Diversas circunstancias personales y actividades profesionales le impidieron desarrollar sus dones y talentos como habría deseado. En algunos momentos, su aprendizaje de vida le llevó a experiencias difíciles y contradictorias. Como el hijo pródigo de la parábola de Jesús, pasó por la experiencia de marchar fuera de casa y sentir sequedad en el alma. Sin embargo, tras unos años de duras pruebas, su fe en el Salvador revivió, volviendo al Padre eterno, aunque sin retomar la composición de canciones cristianas. Pero circunscribiéndonos brevemente al ámbito secular de su trayectoria profesional, a lo largo de los años le podemos ver en diferentes facetas, tanto como emprendedor empresarial, presentador, artista y creativo. Con el tiempo su proceso de vida le llevó a ser la voz y la imagen de un programa de máxima audiencia de la televisión pública catalana, TV3. En 1993 fue el presentador de Vostè mateix–Dilemes. [VÍDEO: Vostè mateix-Dilemes] La aparición en la pequeña pantalla coincidió con un momento ascendente en su itinerario personal. No hacía mucho tiempo que había actuado como alcalde de un pueblo en una película del cineasta Bigas Luna y, también, con su buena voz y excelente dicción tuvo oportunidades como doblador de estudio, además de que como actor iniciaba una carrera profesional en una obra de teatro de nivel. Con 45 años empezaba a cumplir sus sueños profesionales.
      Su paso por la televisión le dio una cierta fama en Cataluña y, especialmente, en Sant Hilari de Sacalm, un municipio a unos sesenta kilómetros de Barcelona en el cual disponía temporalmente de una segunda residencia. Su vinculación con dicha población y su popularidad televisiva le llevó a ser el pregonero de una edición de la fiesta mayor. Deleitó a la gran concurrencia con su habitual sencillez y afabilidad, sorprendiendo a todos al cantar el pregón. Sin embargo la cima profesional que empezaba a acariciar se frenó bruscamente un caluroso día de septiembre del año 1994. Un fulminante infarto debido a un aneurisma acabó con su vida terrenal. La noticia fue de gran impacto y corrió velozmente entre el desconcierto de todos los que le amaban. Sin embargo, el multitudinario acto de despedida en Sant Hilari de Sacalm, presidido por el pastor Roberto Velert, fue un testimonio lleno de mensaje y esperanza para la población y para los creyentes que asistieron desde Barcelona y otras localidades catalanas. Tras el sentido acto, sus restos descansaron en el cementerio del mismo municipio, con el dolor a flor de piel de padres, sus cuatro hijos y su segunda esposa; pero también con la confianza puesta en las eternas promesas del Salvador.
 
      La herencia más querida de Jordi Roig no sólo fueron sus canciones, que sin duda impactaron en los corazones de creyentes y no creyentes. Sus dos hijos mayores, gemelos, recibieron muy especialmente el testigo musical y poético del padre. Y junto a él, el espíritu creativo de la madre fue y es otro de los grandes legados. De carácter positivo y con una fuerza y alegría vital constante, Marisa Sala fue y sigue siendo una gran ascendencia para sus hijos, con su pasión por el teatro, el dibujo y la poesía. Isaac y Rubén han seguido la senda de sus padres, componiendo, cantando y sirviendo a otros, ya fuere como dúo, en musicales cristianos o en el ministerio de alabanza en la Iglesia Protestante de Salou (Tarragona). Como pareja artística, durante un tiempo exploraron caminos seculares con la música y el espectáculo, pero el Creador del arte orientó sus deseos artísticos hacia Él, renovando ambiciones y ofreciéndoles una nueva y eterna canción.
      Un día Dios les hizo ver a través y en medio de un programa secular de televisión de éxito, al cual se presentaron, que debían abandonar aquello y empezar a componer para el Señor de la música y de sus vidas. Se dieron cuenta de que Dios les había dado un don y que debían usarlo para Él. Así que ante la determinante voz divina en sus corazones, renunciaron a una hipotética carrera profesional y empezaron a disponer sus vidas en sometimiento al Señor. Sus voces, de gran parecido y registro vocal con la del padre, fueron puestas a los pies de la cruz.
      Muchos años atrás, cuando los dos hermanos eran aún adolescentes, Jordi les regaló un guitarra. Aprendieron a tocarla y con el tiempo compartieron íntimos momentos familiares cantando aquellos antiguos cantos que habían impactado a tantas vidas allá por los años 70. Algunas de sus preferidas, como Al cruzar los valles o Gratitud, las entonaban los tres juntos, a tres voces y a tres guitarras, en la intimidad familiar. Pero decenios más tarde, ya en ausencia del padre, Isaac y Rubén entendieron que debían dejar de cantar para otros intereses y entregar sus talentos al Salvador. Fue entonces cuando el universo artístico cambió. Si antes vivían más centrados en alcanzar un cierto éxito terrenal, ahora solo les importaba el nombre de su Señor y Salvador. Así que hicieron algo que nunca antes habían hecho: orar antes de componer, pidiendo a Dios que les ayudara a escribir nuevas canciones. Con este cometido en mente, Isaac compró un piano eléctrico y sin nunca haber estudiado el instrumento empezó a aprender los primeros acordes. Y compuso de manera diferente. En el año 2012, una de las primeras canciones que escribió para Dios fue Sólo Tú [VÍDEO: Sólo Tú], un bello canto de alabanza y testimonio de poesía antitética:
      Acaso pintó Picasso el color del cielo;
      Acaso Van Gogh pintó la Creación o el Universo;
      Acaso Beethoven creó mayor canción que su perdón.
      Acaso Gaudí creó el templo en mí que me libera.
      Acaso Newton con la gravedad hizo que Él le extendiera.
      Acaso Shakespeare escribió mayor historia que su amor.
 
      Sólo Dios, el Creador,
      pinta mi alma con su amor,
      es Maestro y es Autor.
      Sólo Tú, mi Jesús,
      limpiaste mi alma en la cruz,
      pero es autor de salvación.
      Sólo Tú, mi Jesús,
      eres música, eres luz;
      eres cada nota en la Creación,
      sólo Tú, Señor.
 
      Acaso el Big Bang o la evolución hicieron que yo existiera;
      Acaso Rembrandt, Beethoven o Dante me dieron fe verdadera;
      Acaso Albert Einstein cambió su vida por mi salvación.
 
      Sólo Dios, el Creador,
      pinta mi alma con su amor,
      es Maestro y es Autor.
      Señor, oh, sólo Tú,
      Señor, oh, sólo Tú.
      Señor, oh, sólo Tú,
      Señor, oh, sólo Tú.
      Sólo Tú, sólo Tú.
      Sólo Tú, mi Jesús,
      limpiaste mi alma en la cruz,
      pero es autor de salvación.
      Sólo Tú, mi Jesús,
      eres música, eres luz;
      eres cada nota en la Creación.
      Sólo Tú, Señor,
      sólo Tú, mi Dios,
      sólo Tú, Señor.
      
     Sin duda, el poema es una profunda y bella expresión de alabanza a Dios, quien en Jesús les salvó y redimió. Pero, además,
Sólo Tú recoge de manera simbólica el impulso de la herencia familiar. Toma la fuerza poética de la abuela, María Cots; la vitalidad creativa de la madre, Marisa Sala; y la excelente síntesis melódica y literaria del padre, Jordi Roig. Sólo Tú es el legado de una promesa concedida en el silencio de muchas oraciones. Un testamento invisible que quedó entretejido en las entrañas de sus vidas. Una herencia eterna.
        
     Isaac y Rubén grabaron Sólo Tú en su primer cedé, publicado en el 2015 y que asimismo le dio nombre. Pero poco tiempo después, al acabar una de las actuaciones en su congregación de Salou, una mujer española que muchos años atrás había emigrado a Alemania, se les acercó para hablarles de su padre. Nunca lo conoció, nunca lo escuchó en directo y nunca supo nada más de él que un casete que llegó a sus manos y que escuchó innumerables veces. En los años 70, aquella mujer, aun viviendo lejos de su país y sin más contacto con la fe que un casete, conoció al Señor y le entregó su vida mientras escuchaba a Jordi Roig. Era el álbum
El amor de Dios (1974).
      La semilla del pan de vida de Jesús es sembrada por doquier sin saber donde caerá ni tampoco prever cómo germinará. Es una semilla viva que dará su fruto a su tiempo. Y pese a los devenires  de la vida y sus afanes, en la contraportada de aquel disco de las diez semillas cantadas el joven Jordi escribió de su puño y letra el deseo y la intención de su corazón. Aquellas palabras escritas en 1974, que no tenían música ni eran una canción, también siguen hablando hoy:
      […]
     En el disco que ahora sostienen tus manos, yo, humildemente agradecido, le canto a Dios. Canto al Dios Creador que no se limita a crear y desentenderse luego de su creación, sino que se preocupa por ella, la ama y muere por ella. Canto al Dios poderoso, tonante, sublime, eterno y justiciero, que al mismo tiempo es amoroso, humilde, tierno, cariñoso y amigo. Le canto porque necesito alabarle y Él lo merece. Y lo hago con humilde gratitud porque sé, que aun no siendo nada, me ama tanto que soy muy importante para Él.
      Es por todo ello, querido amigo, por lo que no deseo aburrirte con mis datos personales ni mi currículum vitae, como las costumbres al uso lo exigen en estos casos. Yo no soy importante. Tampoco fue mi intención al grabar este disco el que me conozcas a través de mi música. Mi mayor anhelo se verá cumplido si al escuchar estas melodías se despierta tu curiosidad por Aquél a quien le canto, si sientes interés por Él y tratas de hallarle. Te aseguro que lo tienes muy cerca.
      Ahora no te esfuerces por entenderme. Si algún día recibes a Cristo en tu vida, quizá, entre las maravillosas perspectivas que se abrirán ante ti, recordarás de modo fugaz estas canciones y entonces sí comprenderás el por qué dedico en ellas todo mi amor al Creador.
      Es mi más sincero deseo que este disco te ayude a abrir tu corazón al AMOR DE DIOS.
      Afectuosamente,
      Jordi Roig


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     Consultores documentales & Agradecimientos: 

Rubén Roig Sala, Isaac Roig Sala, Marisa Sala, Carles Rodríguez, Rafael Garay, Esther Muñoz, Miguel Valbuena Heredia, Jaume Triginé, David Andreu, Jordi Palacios, Ambròs Monsó, Roberto Velert i Pere Puigvert.

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3 comentarios:

  1. Pepi Vallejo17:22

    Muchas gracias por su escrito de JORGE ROIG. No conocia nada de su vida y he descubierto la persona que había detras de sus canciones tan inspiradas por Dios. Bendito sea el Señor.

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  2. Anónimo14:31

    Aunque se agradece la explicación, debo corregir algún aspecto de su descripción histórica, pues un gran número de creyentes evangélicos de Barcelona en los 80 y 90 éramos y somos castellano parlantes, de hecho diría que la mayoría, por lo tanto les ruego sean veraces y honestos y no dejen colar al nacionalismo en nuestra historia. Que también es “dels altres catalans” como nos denominan sus representantes políticos.

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  3. Anónimo12:08

    Muchas gracias👌 ojalá los hijos hagan más discos 👌 lo de ellos es un don hermoso gracias

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