jml

· Los bautistas y su música (35)

 © 2024 Josep Marc Laporta

Aspectos resaltables en los fértiles años 50

        Además de músicos y poetas consagrados, la nueva década trajo consigo interesantes aspectos que, por un lado, serían plataforma de futuro y, por otro, se convertirían en marcadores sociomusicales de una época.

El Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de 1948 unificó criterios, proporcionando a las congregaciones bautistas una entidad himnológica. A pesar de la pretensión inicial de convertirse en el himnario unido de todas las iglesias españolas, la realidad fue otra: la ausencia de una colección propia lo convirtió en uso exclusivamente bautista, tanto de las comunidades de la UEBE como de las resultantes de la escisión de 1949. Prácticamente, no se encuentran referencias a un uso del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España en eventos comunes de ámbito nacional e interdenominacional. Tan solo en el IV Congreso Evangélico Español de 1968 celebrado en Barcelona, los himnos congregacionales fueron exclusivamente provinentes de dicha colección, insertados en el programa. Sin embargo, en el ámbito eclesial y denominacional, sólo las iglesias bautistas, tanto de la UEBE como de la futura FIEIDE, fueron las que lo implantaron como propio y único; mientras que las demás denominaciones continuaron con los de su tradición himnológica o con nueva elaboración de propios, más adecuados a las particularidades hímnicas de sus comunidades.

La Junta Bautista de Publicaciones fue un brazo importante dentro de la estructura denominacional, tanto norteamericana como en las misiones foráneas y, por ende, en España. Su faceta de edición y distribución de literatura cristiana proporcionó a las congregaciones contenido doctrinal y medios para desarrollar sus ministerios. Una de las primeras noticias que tenemos de la JBP en España nos llega de 1948, cuando J. David Hughey la esboza. Pero fue al siguiente año cuando se funda oficialmente con un capital inicial de 62.000 pesetas, donación de la Misión Bautista en España, quien asimismo se convirtió en la titular. Pero tres años después, en 1951, se produce el traspaso directivo, pasando a ser responsabilidad autóctona de la UEBE. Con la presidencia de la Junta de Samuel Rodrigo Mora (1918-1995), el depósito de libros y la consecuente distribución inicia una nueva etapa desde la sede de Barcelona, con nuevos objetivos y una remota posibilidad respecto al Himnario de las Iglesias Evangélicas de España: la de confeccionar un volumen que pudiera agrupar todos los himnos con sus respectivas partituras.

El fraccionamiento de la UEBE, producida básicamente por discrepancias entre J. David Hughey y Samuel Vila en 1949, había provocado un nuevo escenario respecto al himnario. Liderado con tesón y constancia por Samuel Vila, el HIEE fue una iniciativa de la Comisión del Himnario Unido de España auspiciada por la Alianza Evangélica Española. Pero con la primera edición en 1948, las premuras del himnario pasaron a un segundo plano. La inconsistente Comisión editorial se diluyó, si es que alguna vez tuvo un cuerpo operativo sólido; y las futuras ediciones quedaron en un limbo editorial esperando nuevas reediciones, donde Samuel Vila, como gran impulsor del himnario, presidente de la UEBE en su momento y responsable de la Misión Cristiana Española en su continuidad ministerial, quedó, de facto, como el garante ante cualquier contingencia. Pero, en realidad, fue un vacío de poder sin una explícita atribución, que Vila asumió deliberadamente y sin un compromiso definido. Sin embargo, desde la toma de posesión de su cargo como presidente de la JBP en 1951, Samuel Rodrigo vio la necesidad de realizar una edición del libro de música, aunque sin disponer de herramientas prácticas para su ejecución y culminación.

El 23 de septiembre de 1953 fue una fecha especial para los bautistas. Junto a otra familia misionera –los Wyatt–, arriban al puerto de Barcelona Joseph W. Mefford (1921-2005) y su esposa Lila Pritchard con sus tres hijos: Silvia Diane, Tony Joe y Janie Lee (más tarde nacería Susana Alicia en Barcelona). La llegada a España del matrimonio Mefford significaría un gran paso adelante en los ministerios radiales, musicales y de alabanza de las iglesias de la UEBE; y, también, para la consecución del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música. Sin embargo, aún tendrían que transcurrir algunos años, antes de tomar las primeras decisiones.

Pero, curiosamente, fue la Unión Femenina Misionera Bautista de España, fundada en 1948, quien se adelantó a los deseos respecto a un himnario de música. El Eco de la Verdad lo redactaba así: «Al reunirse el pleno de la Convención de nuevo, se eligieron los distintos cargos de la Junta Directiva para el año 1951-1952, pasándose a continuación al periodo de ruegos y preguntas donde fueron presentadas muy interesantes sugestiones y peticiones, entre las cuales podemos resaltar la proposición de que sea editado un Himnario para las Escuelas Dominicales, lo cual pasa a estudio de la Junta de Publicaciones…». A ciencia cierta no sabemos si aquella propuesta de Himnario de las Escuelas Dominicales fue la misma que la de un Himnario Infantil, impulsado por Esther Celma Ripoll, entonces presidenta de la UFMB. Es decir, si al referirse a ‘Himnario de las Escuelas Dominicales’ aludía al que años después sería Himnos para Niños. Pero por documentación cotejada, sabemos que por las fechas de aquella Convención la UFMB ya tenía la intención de confeccionar un himnario infantil. Los hechos son que Esther Celma Ripoll, junto a Maria Corbera y Noemí Celma Ripoll llevaron el peso de la edición, que incluiría las partituras. Consiguientemente, la JBP aceptó la propuesta; y en colaboración mutua –UFMB y JBP– en menos de dos años ya se empezaron a preparar las primeras partituras y a adjuntar las primeras hojas sueltas en la revista femenina Nuestra Labor que, sucesivamente y mes tras mes, se fueron publicando hasta completar Himnos para Niños. Después de unos cuantos años de inserción en la revista femenina, en 1960 se ofreció a la venta, compendiado en un solo volumen. Pero una de las paradojas de la historia denominacional es que Himnos para Niños se convirtió en el primer himnario con partituras propiamente bautista, bastantes años antes de que en 1967 llegara el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música. 

Una de las tendencias cúlticas de las congregaciones bautistas fue la elección de himnos de acuerdo al mensaje. «Los himnos deben de formar una armonía de pensamientos entre ellos y la predicación», instruía el pastor y presidente de la JBP Samuel Rodrigo, también futuro editor del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música de 1967. Respecto a la Escuela Dominical, que en aquel tiempo tenía una importante entidad cúltica, Rodrigo apuntaba: «El superintendente que escoge sus himnos delante de la ED en el último momento, no solamente destruye el efecto posible y esperado, sino que se evidencia delante de la ED como descuidado y falto de preparación». Este maridaje entre música y predicación o entre himno y temática fue una de las variables litúrgicas que poco a poco fue adquiriendo más cuerpo eclesial, proporcionando, incluso, números especiales de coros o solistas que se preparaban para un mismo fin temático.

En la década de los cincuenta los coros se convirtieron en el elemento de cohesión eclesial más fecundo, hasta el extremo de que en ciertas comunidades el coro era una congregación en pequeño que, asimismo, sustentaba el todo de la propia iglesia. Así se podía ver cómo algunos de los miembros más implicados pertenecían al coro o cómo la personalidad espiritual de la iglesia se encontraba bien representada en los coristas. En algunas congregaciones muy pequeñas se daba la paradoja de que la inmensa mayoría de sus miembros eran parte del coro. Como ejemplo de ello, la pequeña congregación de Tortosa que no llegaba a los veinte miembros bautizados, participó con su coro en una fiesta conjunta con los hermanos de Reus. Dirigido por la señorita Noemí Aldabó, el coro tortosino estaba formado, ni más ni menos, que por dieciséis personas. Otro ejemplo se localiza en Figueres, con una membresía que no superaba las veinticinco personas y un coro de quince cantores. No obstante, en las congregaciones de mayor número el coro acostumbraba a tener un ratio bastante inferior respecto a la membresía total. En estos casos, la encarnación espiritual del coro con la personalidad eclesial podría ser menor, aunque, por lo general, se observa una alta implicación.

A menudo sucede que acontecimientos o eventualidades más o menos puntuales o temporales se convierten en trascendentes, instaurando usanzas musico-sociológicas. En Catalunya se dieron varias. Una de ellas se produjo durante más de media década. En los años cincuenta, Maria Eugènia Vidal Güell (1923-1997) y Pere Inglada Sanmartí (1910-1980) –un matrimonio metodista, parientes de los Puig de Sabadell– acostumbraban a deleitar e instruir a las congregaciones bautistas catalanas sobre los orígenes del canto coral protestante y la influencia de Johann Sebastian Bach con versadas alocuciones de Vidal y distinguidas interpretaciones al órgano de Inglada. Las audiciones fueron bien recibidas y muy apreciadas, hasta el punto que generó una peculiaridad respecto a otras congregaciones del estado español. La cultura musical de las iglesias bautistas catalanas se empapó de la tradición reformada protestante, creando un caldo de cultivo artístico que en el futuro proporcionaría excelentes formaciones corales de corte clásico. Ejemplo de ello fueron los diferentes coros de Sabadell, Terrassa o Barceloneta.

Mientras tanto, otras comunidades bautistas del estado español bebieron de manera preferencial de la himnología al uso, con coros que interpretaban himnos del legado evangélico norteamericano y británico. Exceptuando alguna puntual y esforzada interpretación barroca, como el Aleluya de GF Haendel, alguna partitura clásica famosa o la Marcha Nupcial Lohengrin de R. Wagner, los coros de iglesia acostumbraban a cantar polifonía vertical con algún contrapunto o discanto de muy sencilla ejecución. Sin embargo, la ascendencia de Pere Inglada y Maria Eugènia Vidal en Catalunya fue importante en la formación contextual de algunos de los futuros músicos del ámbito bautista catalán. Fue una correa de transmisión que se transfirió de manera empática, afectando sucesivamente a intérpretes y directores corales como Pere Puig Ballonga (1929-2016), Daniel Pujol Vila (1922-1996), David Andreu Martínez (1952-), Magda Pujol Vers o Elies Cortés Casanovas (1954-) y, también, a la apreciación artística de las congregaciones.

De esta tendencia a la música reformada y clásica en Catalunya, también participaron las relaciones de músicos bautistas con el Orfeó Català, la Coral Sant Jordi y con diversos ámbitos culturales y artísticos catalanes, así como con músicos católicos de la talla de Oriol Martorell Codina (1927-1996) o Enric Ribó Sugrañes (1916-1996). Prueba de ello dan fe algunos artículos escritos por Pere Puig Ballonga (1929-2016) o Benjamí Planes Capuz (1926- 2021) en la revista bautista. En la década que nos concierne, de Puig se cuentan dos artículos sobre historia de la música reformada; y de Benjamí Planes uno, en este caso en referencia a Albert Schweitzer (1875-1965), médico, filósofo, teólogo, músico y también misionero médico en África y Premio Nobel de la Paz en 1952. Con el título ‘Albert Schweitzer y el Orfeó Català’, a finales de 1956 Planes escribía: «Schweitzer fue el organista de la Pasión del año 1921. Ahora, al repetirse el gran acontecimiento musical, el presidente del Orfeó Català, don Félix Millet ha escrito a Schweitzer. […] El edificio del Palau de la Música de Barcelona fue inaugurado el 15 de febrero de 1908. Para conmemorar el cincuentenario de este acontecimiento se dieron unas audiciones de la Pasión según San Mateo, de Juan Sebastian Bach. Por esta causa se han pronunciado, en el ambiente musical y artístico, los nombres de los más famosos intérpretes de la música bacquina, y entre ellos y de una forma destacada, el del misionero evangélico Albert Schweitzer, considerado la máxima autoridad, como intérprete y crítico, sobre la música de Bach».

Otra de las novedosas incorporaciones de la década fue el modelo de Juventud para Cristo. Iniciado en las postrimerías de los años cincuenta y consolidado en plena década, JpC irrumpió con fuerza en las comunidades evangélicas catalanas, extendiéndose también a otras ciudades españolas, como Sevilla o Madrid. De hecho, Youth for Christ vino a sustituir a un movimiento interdenominacional que antes de la Guerra Civil había experimentado un gran auge e implementación: Esfuerzo Cristiano. Los nuevos tiempos traían nuevas fórmulas y, como organización internacional fundada en Norteamérica, Juventud para Cristo cambió algunas de las tendencias eclesiales. Según relataba El Eco de la Verdad de 1950, refiriéndose a Terrassa, «El día 2 de febrero los jóvenes de esta iglesia celebraron un culto especial, según el sistema de Juventud para Cristo. Después de un tiempo de ensayo y canto de nuevos coros por el público, pudimos recrearnos oyendo solos, dúos y un cuarteto masculino; tres poesías y dos testimonios de jóvenes que refirieron su conversión, terminando con un breve mensaje por nuestro pastor». En otras palabras, un culto con mayor tiempo para la música y recitaciones poéticas, con aprendizaje de nuevos cantos, con testimonios personales de conversión y con una predicación del Evangelio más compendiada y breve por un pastor o evangelista.

Hacia 1955, Juventud para Cristo estaba en pleno apogeo en su sede principal: Barcelona. Las campañas evangelísticas conjuntas de las iglesias reunían a cientos de personas. El 2 de octubre, el templo metodista de la calle Tallers con capacidad para cuatrocientas personas fue absolutamente insuficiente para acomodar a más de mil quinientas que deseaban escuchar las participaciones musicales, con «rapsodas, violines, violoncelo, acordeones y cuartetos, y también el Coro Unido de Juventud para Cristo». Días más tarde, la Primera Iglesia Bautista de Barcelona reunió a unas setecientas personas en un local de cuatrocientas localidades. El quinteto francés Compagnions du Jordan, «cantó los famosos cantos espirituales negros a la perfección», además del Coro Unido, que reunía a miembros de las corales de las iglesias barcelonesas. En otra ocasión, en la Iglesia Bautista de Terrassa cantó el conjunto norteamericano Teen Team, junto a sendas interpretaciones del Coro Unido de JpC. En los cultos especiales de 1956 de dedicación del templo de la Iglesia Evangélica Bautista en Badalona, las crónicas reflejan la gran vitalidad y aportación musical de JpC, que «contribuyó a la solemnidad del acto […] el quinteto de cuerda de Juventud para Cristo».

Es por todo ello que, especialmente en Barcelona y comarcas, los eventos de JpC marcaron profundamente la década de los cincuenta, un tiempo en que la música dio un salto adelante en el programa de cultos, también animando aún más a las congregaciones a tener su propia formación coral, fuere cual fuere el número de miembros. Es prácticamente imposible encontrar en la historia bautista de los años cincuenta y sesenta alguna iglesia que, por pequeña que fuere, no tuviera su propio coro.

En aquellos años, algunas esposas de pastores tenían ciertas nociones de música o, en su defecto, disponían de agradables voces, por lo que a menudo las encontramos cantando solos especiales. No obstante, esta particularidad proviene de épocas anteriores, donde las esposas de los pastores participaban o incluso se instruían en música para servir mejor en el ministerio. Según Ambrosi Celma, este fue el caso de Teresa Bertrán Durán (1862-1935), esposa de Manuel Zapater Celma (1867-1947), pastor en Girona y Palamós, y considerado en su momento el decano de los pastores bautistas del país. Tras el fallecimiento de Teresa Bertrán, Celma la homenajeaba con estas palabras: «Una de las características más notables de su vida fue su afán de instruirse a fin de ser más útil en el servicio del Maestro. En aquellos primeros años de su conversión, no habiendo organista en la iglesia, excepto el pastor, quien debía tocar y predicar al mismo tiempo, nuestra hermana se propuso aprender música con el fin de ayudar, cuando ya tenía más de treinta años, logrando su deseo y encargándose de acompañar el canto de los himnos con el armonio hasta pocos domingos antes de su partida, cuando la enfermedad la retenía en el lecho, habiéndose esforzado muchas veces para cumplir con este deber que se había impuesto, hasta hacerlo con grandes sufrimientos».

Otras esposas de pastores, de la época y anteriores, también colaboraron con sus voces y talentos. Violeta Kiroff, esposa del pastor Daniel Campderrós Riba (1901-1968), era organista en la Iglesia Bautista de Terrassa. Anteriormente, en 1948, Lídia Vila, esposa de Samuel Vila, que desde los doce años ya tocaba el armonio en la iglesia y a los dieciséis acompañaba al coro con el Aleluya de Haendel, «nos recreó el espíritu con un precioso himno cantado al compás del violín, que con gran habilidad fue manejado por don José Martínez…». Más atrás, en 1931, Eva David, profesora de piano y de música en el seminario, y esposa de misionero Leroy David, «contribuyó a la solemnidad del culto con su voz, cantando un himno». Y en otra ocasión, en Barcelona «cantaría un himno, lo que hizo tan magistralmente que, para corresponder a los aplausos que se le tributaron, tuvo que cantar otro». Por su parte, en 1928 y en Carlet, la esposa de Antonio Esteve Palazón (1883-1960), Francisca (Paca) Sempere Pérez (?-1936), era profesora de piano. También en València, Feliciana Armengol Simó (1868-1950), esposa del misionero sueco Carlos A. Haglund (1854-1895), cantaba a dúo con su marido, disponiendo de una buena formación musical. Asimismo, Emilia Bourn, esposa de Erik A. Lund (1852-1933), tocaba el armonio en los servicios de la iglesia en Barcelona. Y, cómo no, Adeline Roberts, profesora de piano y esposa de William I. Knapp (1835-1908)el primer misionero bautista en llegar a España–, también fue muy importante para el desarrollo de la obra en Madrid.

Pero volviendo a la década que nos atañe, en 1952 encontramos en la ordenación de José Bonifacio Andrés (1906-2002) al pastorado en la iglesia de Elx, que su esposa, Guadalupe García Villaba «entonó un hermoso himno». También en 1955 y en la misma ciudad «los esposos señores Bonifacio deleitaron con preciosos cánticos espirituales». Por otra parte, de Manresa las fuentes periodísticas informaban que «la señora Gangonells [Blandina Simón Corbera] entonó un himno, poseída de verdadera unción cristiana». Su esposo, Josep Gangonells Cardona (1936-1994), quien posteriormente también fue pastor en la capital del Bages, dispuso de una excelente voz de barítono.

Asímismo, muchos siervos y líderes bautistas tuvieron una notable preparación musical, como José Cardona Gregori (1918-2007), organista en Dénia y posteriormente pastor y Secretario Ejecutivo de la Comisión de Defensa Evangélica ante el Estado, o Feliu Simón Sala (1909-1990), clarinetista, por aquel entonces pastor en Manresa. En una excursión unida de las iglesias catalanas a la Colònia Güell, Simón «organizó un coro unido que entonó diversos himnos». Pero en su etapa inmediatamente posterior como pastor en València, su esposa, Maria Corbera, dio señas de su bien hacer con el canto. Las crónicas de principio de década relatan que en un culto de bautismos «el coro demostró que no es vano el esfuerzo que su directora y sus muchos componentes vienen haciendo en los últimos ensayos, colaborando con eficacia a realzar el acto con sus himnos. La introducción a los bautismos fue un dúo cantado por Dña. Maria C. de Simón y Dña. Amparo a de Barba». Las fotografías siguientes muestran la congregación de València aún en su antigua sede de la calle Palma, donde se puede reconocer al pastor Feliu Simón (en el extremo izquierdo de la primera) y el coro en el palco correspondiente, con su nuevo director Elías Esteve Sempere (1921-?).


Como anteriormente apunté, la llegada a España de los esposos Mefford fue un estímulo para una mejor música y alabanza a Dios entre las iglesias. Acostumbraban a cantar juntos y acompañados de acordeón en distintas ciudades e iglesias a lo largo de la geografía española, enseñando himnos y coritos, como sucedió en Carlet el 4 de marzo de 1955: «El señor Mefford y esposa entonaron hermosos himnos». O en Dénia: «los esposos Mefford nos deleitaron con sus cantos».



· Los bautistas y su música (34)

© 2024 Josep Marc Laporta

1- Pere Puig Inglada
2- Daniel Pujol Vila
3- Maria Luisa Cantos
 

1- Pere Puig Inglada

        Los años cuarenta y cincuenta fueron muy prolíficos musical y poéticamente. Junto a Manuel Pérez del Busto, Antonio Almudévar, Josefina López Sevilla o Engràcia Ferrer Mascort, otros nombres como Pere Puig Inglada, Daniel Pujol Vila y Maria Luisa Cantos completan un destacado ramillete artístico que, entre otros, sirvieron a las iglesias en su alabanza a Dios.

        Pere Puig Inglada (1899-1959) fue el padre de uno de los músicos de la segunda mitad del siglo XX más conocido por su ministerio entre las iglesias bautistas y, especialmente, por la Coral Al·leluia: Pere Puig Ballonga (1929-2016). Fue relevante por varios aspectos: por la positiva influencia que tuvo en sus hijos, Isabel y Pere, y por la reactivación musical y coral que impulsó en la Primera Església Baptista de Sabadell.

Antes de trasladar definitivamente a su familia a la capital del Vallés Occidental en 1943, Pere Puig Inglada ya había dispuesto en Tortosa, ciudad del sur de Catalunya, una pequeña orquesta secular de pulso y púa, La Rondalla Puig, que actuaba en conciertos con fines benéficos. También fue director del Orfeó Tortosí, una asociación coral a la que Puig Inglada dirigió por poco tiempo, puesto que debido a su creencia de fe evangélica se negaba a que el Orfeó participara en ceremonias católicas. Pero su pensamiento político también le implicó en situaciones que afectarían su vida y familia. Tras terminar la Guerra Civil española se le encargó, como medio de adoctrinamiento político, organizar una rondalla para Educación y Descanso, una organización franquista de tipo cultural y recreativo denominada oficialmente Obra Sindical de Educación y Descanso. Al estar suspendido por un periodo de dos años de empleo y sueldo en la empresa donde trabajaba –Riegos y Fuerzas del Ebro– por ser considerado rojo separatista, tuvo que aceptar el cargo por la precaria situación económica que familiarmente atravesaba. Fue en esa rondalla donde sus hijos Isabel y Pere recibieron las primeras clases de música, también actuando en pasacalles y actuaciones sociales.

Cuando en el mes de agosto de 1943 se trasladaron a Sabadell, la familia Puig Inglada se integró en la iglesia bautista de la ciudad y el padre empezó a formar un coro que años más tarde, en 1967, se denominaría Coral Al·leluia. Y aunque el mencionado dato de 1943 supone la fundación de una formación coral estable en la Primera Iglesia Bautista de Sabadell, anteriormente la congregación ya había dispuesto de sendos coros. Según las crónicas de la época, en 1924 se dio principio a una reunión «con un himno a voces cantado por el humilde coro que hemos organizado». En 1928 Samuel Vila reportaba un emotivo acontecimiento fraternal, destacando que «la parte musical fue digna de la fiesta. El Coro de Sabadell cantó varios himnos a voces», con la señorita Reginaldo como directora del coro y organista. Y, por las declaraciones de un asistente, en 1929 sabemos de los logros: «No podemos dejar de mencionar el gran progreso que ha realizado el Coro de Sabadell en la parte que le compete. No nos hubiéramos cansado de escuchar aquel nutrido grupo de voces varoniles que resonaba como eco acompañado con perfecto ritmo las tiernas y delicadas de las muchachas. Bien hermanos, ¡adelante!».

Pero la llegada de la familia Puig a la ciudad sabadellense en 1943 supuso un positivo y definitivo relanzamiento musical y coral. Y aunque los cultos todavía se celebraban peregrinamente en casas particulares, el ministerio del coro fortaleció la comunidad de manera exponencial. Asimismo, y por un tiempo, se formó una rondalla en el grupo de jóvenes, tocando en la propia iglesia y en Terrassa. Las crónicas de 1945 relatan que el 26 de diciembre «la Escuela Dominical tuvo una brillante actuación. (…) Al final de la fiesta completó el programa un selecto concierto de la Rondalla del grupo de jóvenes». O en 1948, cuando, en razón de una fiesta juvenil, El Eco de la Verdad expresaba el deleite de escuchar «tres himnos que con gran afinación y maestría ejecutaron los componentes de la orquestina de instrumentos de cuerda de la Iglesia de Sabadell, dirigida por su incansable director don Pedro Puig». Sin embargo, la actividad musical de Puig Inglada no se circunscribió exclusivamente a su congregación, sino que también dirigió otras agrupaciones seculares. Una de aquellas rondallas tuvo una gran popularidad en la ciudad, lo que propició buenas relaciones y correspondencias entre la iglesia bautista y la sociedad sabadellense.

No hay duda de que la Coral impulsada por Pere Puig Inglada tomó un impulso inusitado. En poco tiempo ya participaban en las excursiones unidas conjuntas donde, junto a otras formaciones de iglesias catalanas, el repertorio del Coro de Sabadell obtenía un claro reconocimiento. En los años cincuenta se le puede ver actuando en diferentes lugares, como en Terrassa, Barcelona, Badalona o Manresa. Y, de manera destacada, El Eco de la Verdad de junio de 1953 dejó constancia en portada de su bien hacer ministerial, con Pere Puig Inglada batuta en mano y su hija Isabel tocando el órgano; arriba a la derecha se puede ver a su hijo Pere. El pie de foto lo describía así: «Traemos a nuestra portada con sumo placer y satisfacción el Coro de la Iglesia Bautista de Sabadell, el cual ha adquirido una espléndida madurez, bajo la entusiasta y hábil dirección del hermano Don Pedro Puig. La foto está tomada en la Iglesia de Manresa, donde últimamente dieron un magnífico concierto, con motivo de la fiesta dedicada a los ancianos». El programa de mano del evento recogía la interpretación de varias partes del Mesías de Haendel, así como el Aleluya de Mozart.

Las capacidades musicales de Pere Puig Inglada sobresalían en la dirección coral e instrumental y en la interpretación, con especial atención a la bandurria y los instrumentos de pulso y púa, y también con el violín, según recogen las crónicas de una velada femenina donde se oyeron «himnos a dúo cantados por la señora Samper de González y la señorita Isabel Puig, así como unos melodiosos solos de violín por nuestro director musical don Pedro Puig».

Por otra parte y coincidiendo con la etapa en que su hijo Pere era el director del rotativo bautista Entre nosotros, en sus últimos años de vida también escribió sendos artículos de carácter teológico, como Los nombres del cristiano–Amigos o Los nombres de cristiano– Siervos.

Sin embargo la vida de Pere Puig Inglada se interrumpió abruptamente en 1959 al caer de una considerable altura en un accidente laboral en la empresa donde trabajaba. Su partida fue un duro golpe para la congregación sabadellense y para todas las iglesias bautistas catalanas. En lo musical, su ausencia fue suplida por su hijo Pere Puig Ballonga, quien llevó a la formación coral a nuevas metas, siempre con el objetivo de alabar a Dios, siendo parte indisoluble de la propia comunidad.

2- Daniel Pujol Vila

        Antes de la Guerra Civil española, Lídia Vila, esposa del pastor Samuel Vila, era la directora del coro de la Iglesia Bautista Ebenezer de Terrassa. Pero tras la reapertura de los templos en 1946 un joven músico tomó la batuta.

Daniel Pujol Vila nació en Rubí el día 6 de junio de 1922, aunque el traslado de su familia a Terrassa cuando tenía dos años lo radicó en dicha ciudad hasta su fallecimiento en 1996. Desde su temprana infancia la música adquirió gran relevancia, interesándose por todo aquello que pudiera ser interpretado en un piano. Pero la definitiva decisión por la música le llegó forzada por una disyuntiva planteada por su padre, con la finalidad de desvanecer la incipiente afición al tabaco del joven Daniel. Resolutivamente le inquirió: «o tabaco, o música». Aquella objeción la resolvió a favor de la música, dedicando su juventud a estudiar solfeo y piano en la Escola Municipal de Música de la ciudad egarense, con reconocidos profesores de la época como Adela Palmí, Joan Cristobal, Ramon Serrat y Núria Serrat. Sin embargo, a causa del estallido de la Guerra Civil no pudo acabar sus estudios, aunque adquirió suficientes fundamentos musicales para la ejecución instrumental, conectándose con el piano, el órgano, la composición y la dirección del canto coral.

      Prueba de su implicación ministerial se descubre en 1946, cuando después de reabiertos los templos tras la Guerra Civil, el Coro de la Església Ebenezer de la UBJ de Terrassa entonó La Creación de Hydn y otras bellas composiciones musicales en la Fiesta de la Cosecha. El director era Daniel Pujol Vila. Un año después contrae matrimonio con Ester Vers Monfort, y el Coro de la iglesia lo dirige «el director auxiliar, señor Juan García, entonando selectas composiciones». En 1948 dirige el Aleluya de Haendel en la V Covención Bautista Española y en otras iglesias de la zona, mientras que las vueltas de la vida eclesial y cotidiana le llevaron de nuevo a su ciudad natal, Rubí, donde dirigió el coro de la congregación metodista (IEE). Más tarde, nuevos cambios le condujeron sucesivamente a otras comunidades bautistas egarenses: Bethel, Betania, Nativitat…, donde siguió dirigiendo diversos coros, para ser requerido nuevamente en la Iglesia Ebenezer en 1976, según apuntaba El Eco Bautista: «Hace unos cinco años esta iglesia quedó sin coro por haber entrado en gestación su directora, doña Lola Anglada de Abrodos, y haberse radicado después en el grupo que fue punto de misión de nuestra iglesia. (…) Los componentes del coro seguían en la iglesia y con deseos de cantar y alabar al Señor. Nos causaba tristeza ver el lugar del coro siempre vacío, frente al auditorio y a espaldas al púlpito. Por fin alguien tuvo la idea de invitar a don Daniel Pujol Vila, para organizarlo y fuera el director del mismo, y a pesar de que no es miembro de nuestra iglesia, el Señor le ha dado gran vocación por la música y con entusiasmo y buen deseo aceptó la invitación, y en la citada mañana del día 14 el nuevo coro cantó dos himnos que elevaron nuestras almas».

        Pero una de las iniciativas más relevantes de Daniel Pujol fue la Coral Familiar Horeb, integrada por miembros de los Pujol-Vila, un caso excepcional dentro del Secretariado de Orfeones de Catalunya, en el que se hallaba inscrita. La formación reunía unos quince cantantes de diferentes edades, con la peculiaridad de que todos eran parientes entre sí, actuando en iglesias desde 1977 hasta prácticamente las postrimerías de los ochenta. Este ministerio, al que se entregó en alma y cuerpo, ya había empezado muchos años antes en sus propios hijos, al enseñarles música desde la más temprana edad. Los ensayos de la Coral Familiar Horeb se realizaban en la tienda de artículos del hogar que Pujol regentaba en Terrassa, denominada por los convecinos como Cal Evangelista. A las ocho de la noche bajaba las persianas del comercio, apartaba algunas ollas y utensilios de cocina, sacaba unas sillas plegables y de esta manera empezaba el ensayo de una de las formaciones corales más peculiares del panorama bautista español. Y el órgano electrónico, del que Pujol era un gran entusiasta e incluso fue epresentante de alguna marca, aparecía debajo de una tela para su principal función: repasar las melodías de cada cuerda y tensar las voces en común para la alabanza a Dios.

   


       Entre otras actividades, Pujol organizó en la Església Baptista Bethel una banda, formada con flauta, dos clarinetes, un trombón de varas, un violín, dos trompetas y un piano. Pero una de las facetas que en Terrassa fue un elemento de cohesión entre las iglesias fue la organización de un Coro Unido. La idea nació en una excursión unida y fue impulsada por Daniel Pujol, quien animó a las iglesias a participar en unos conciertos especiales que se celebraban tanto en la Església Ebenezer y en otros templos de Terrassa, como en invitaciones de iglesias fuera de la ciudad. Habitualmente, las actuaciones se celebraban en las fechas de Navidad, y su continuidad fue desde principios de los años ochenta hasta mediados de los noventa.

Pero su aportación a la música fue aún más allá, cuando en su madurez aceptó de manera voluntaria y generosa la dirección del Cor de la Llar del Jubilat. Al Cor se inscribieron muchas personas que de jóvenes habían cantado o que tenían afición por la música. Adaptando canciones a las posibilidades de las voces o escribiendo originales, Daniel Pujol alcanzó sorprendentes resultados, convirtiendo el Cor de la Llar del Jubilat en una destacada institución egarense. En el año 1977 la formación quedó subcampeona de España en el concurso nacional de coros de la tercera edad, propiciando asimismo un movimiento coral en la ciudad egarense que desembocó en diversas actividades, como el Esmorzar cantant a la Mata, una subida al idílico paraje donde el canto coral confluía con la hermandad entre coristas de diversas formaciones egarenses.

Por otra parte, Daniel Pujol también se introdujo en la composición, básicamente musicando textos de otros autores. Algunos de esta modalidad son Joia del cant; Te vas, con letra de Teo Morchon; o Cantem a la natura, con texto de Joan Casas Durán. En el apartado de composición integral se encuentran En el pesebre, Mans a les mans o Nit de Nadal, un breve pero precioso villancico. También compuso para ocasiones más íntimas y familiares, como la presentación al Señor de una de sus nietas, en colaboración con su cuñado David Muniesa. En el siguiente vídeo se puede escuchar Mans a les mans, en una grabación de 1979.

A su faceta compositora y musical se sumaron sendos artículos que aparecieron en El Eco de la Verdad. En 1948 escribió La Biblia y la música, un artículo inspiracional y didáctico donde afirmaba: «¿Qué sería el libro santo sin los inigualables cantos de David? Nuestros corazones aún se recrean al leerlos imaginándonos la pesadumbre de corazón con que escribiría algunos, mientras en otros vibra en su letra y sin duda mucho más en su música, que desgraciadamente desconocemos, una alegría sin par por haber el Señor escuchado sus súplicas. Rebosante de gozo pulsaría con emoción reflejada en su semblante las armoniosas cuerdas, mientras su boca prorrumpía en alabanzas al divino Hacedor». El relato terminaba sus líneas con una intensa exclamación: «¡Cómo nuestra alma se regocija y recrea, Salvador nuestro, al tener la seguridad absoluta de que la música te agrada y va íntimamente ligada con las enseñanzas tuyas, Señor! Te damos gracias por tener este sublime medio para cantar tus glorias y porque con nuestros humildes cantos los corazones se conmueven y ablandan, haciéndose tanto más asequibles a la acción poderosa y benéfica de tu Santo Espíritu».

3- Maria Luisa Cantos

        Una de las particularidades de las comunidades bautistas españolas fue la promoción de la música y los músicos –tanto comunitaria como sectorialmente– como una de las formas cúlticas más elevadas de alabanza a Dios. Desde esta esencia e identidad, surgieron instrumentistas, solistas, coros y agrupaciones musicales. Y, también, se apoyaron talentos naturales de manera espontánea y empática.

María Luisa Cantos Vinuesa nació en Barcelona en 1943, iniciando sus estudios de piano a la edad de tres años y actuando por primera vez en público a los cinco, por lo que, por su precocidad, fue considerada una niña prodigio. Apoyada incondicionalmente por su madre, que era miembro de la Primera Iglesia Bautista de Barcelona, María Luisa progresó velozmente en su educación musical hasta el punto que completó sus estudios de piano a los 16 años en el Conservatorio de Barcelona, ganando por oposición el Premio Extraordinario y obteniendo el título de profesora. Esta culminación en plena adolescencia le brindó la oportunidad de tocar bajo la batuta de Eduard Toldrà el Concierto en la menor Op. 16 de Edvard Grieg con la Orquesta Munnicipal de Barcelona. Pero más allá de su futura y esplendorosa carrera musical, María Luisa Cantos vivió comprometidamente y desde niña la fe evangélica, enraizada en la comunidad bautista de Barcelona.

Con 13 años ya participaba activamente en diferentes actos, como en los cultos especiales de dedicación del templo de la Iglesia Bautista en Badalona, en 1956. Según informaba el rotativo bautista, «Contribuyó a la solemnidad del acto la colaboración musical del coro de la Primera Iglesia de Sabadell, el quinteto de cuerda de Juventud para Cristo, la pianista Srta. Luisita Cantos, el tenor don Julián García y el coro de la Iglesia». En aquel mismo año y ciudad también se celebró un concierto de Navidad a cargo de los miembros de la Iglesia de Barceloneta, con la «señorita Luisa Cantos, pianista; don Juan Oliver, violín, y don Juan Gómez, trompa, con escogidas composiciones musicales». Más tarde, las crónicas de 1957 también dejaban constancia de su talento, con elogiosos enunciados con motivo de su participación en la XI Convención celebrada en la Iglesia de la Barceloneta: «El día 27 [septiembre] tuvo lugar una velada literario-musical de tan grato recuerdo, que difícilmente olvidaremos los que a ella asistimos. La señorita Luisita Cantos, pianista, volvió de nuevo a obsequiarnos con el regalo exquisito de su arte depurado, puesto al servicio de una ejecución pianística pletórica de sensibilidad».

En aquel mismo año escribió su primer artículo en la revista Nuestra Labor, con el título ¡Iglesia ambulante!, en la que expresaba su pensamiento eclesial: «Jesucristo era acción: Si realmente somos creyentes en Jesús, si no nos avergonzamos de Él, como don natural seremos Iglesias ambulantes con la personalidad que Jesucristo nos da». Prácticamente una década más tarde, en 1965, la Iglesia de la Bona Nova de Barcelona inauguraba el nuevo órgano, que, según El Eco de la Verdad, daría «un realce extraordinario a nuestros cultos», con una actuación estelar: «El día 6 de enero tuvimos momentos agradabilísimos, aunque breves, los que pasamos escuchando música de Bach interpretada al órgano por nuestra hermana Luisa Cantos».

Dos años después, en 1965, la revista Nuestra Labor informaba que «María Luisa Cantos (Luisita) ha estado en Chile dando conciertos en las reuniones precampaña de la Cruzada Evangelística. En muchos sitios, ella tocó y el doctor Claude Rhea, de la Junta de Misiones en Richmond (EUA), cantó. Todo el mundo se ha quedado contento de la participación de la señorita Cantos en esa obra preparatoria, y los comentarios de los músicos han sido muy favorables. Alguien dijo que Mozart mismo no podría tocar tan bien la música que él compuso como la señorita Cantos».

Más tarde, los ecos seculares de 1969 localizaban su arte pianístico en Viña del Mar, Chile, donde dio «nueve conciertos en once días, ante 2.000 espectadores».  El rotativo bautista le dedicó una exclusiva entrevista tras volver de una serie de conciertos en Estados Unidos, organizados por las iglesias bautistas de Kentucky. Tras la presentación de su membresía en la Església Baptista Bona Nova de Barcelona y de sus destacables haberes académicos logrados en diferentes ciudades de Europa, el reportaje se adentraba en su periplo norteamericano: «La mayoría de los conciertos fueron dados en las mismas iglesias, las cuales reúnen unas condiciones musicales fabulosas. Tuve el honor de que el alcalde de la ciudad de Shepherdsville me concediera la llave de la ciudad como visitante distinguida; asimismo, el gobernador del Estado me otorgó el título de ‘Coronel’, cargo honorífico que allí es muy apreciado. Efectué otro concierto que fue retransmitido por la TV en color de Louisville, y en Nueva York actué también en el Carnegie Hall». Referente a los planes futuros, Cantos anunciaba que «Ahora he de volver otras vez a Suiza para dar unos conciertos que tengo programados, y de allí pasaré a Italia y Francia. El próximo año he de volver otra vez a los Estados Unidos y también realizaré otra gira por Sudamérica». Y según anunciaba la revista denominacional: «María Luisa Cantos, conocida pianista española, atendió a la invitación que le hicieron los bautistas portugueses para ayudarles en su tercera campaña de evangelismo», dando conciertos en varias de las mayores ciudades portuguesas: Lisboa, Oporto, Coimbra y Leiria.

A partir de su residencia permanente en Suiza en 1972, la carrera musical y profesional de María Luisa Cantos dio un gigantesco paso adelante con la creación de la Fundación Música Española Schweiz, a la que a partir de 1990 brindó toda su voluntad y energía, dando a conocer en el país helvético a músicos españoles, concretamente catalanes, como Soler, Albéniz, Freixenet, Granados, Mompou o Nin-Culmell. Asimismo, sus múltiples conciertos y los cursos magistrales de interpretación pianística en los Encuentros Internacionales de Música, Bözberg la catapultaron a la primera línea de la órbita pianística europea. Entre sus recitales destacan los celebrados en el Centro Schönberg de Viena, con un programa titulado Schönberg y Barcelona, presentando a compositores vinculados musicalmente con la escuela Vienesa y la escuela Catalana; o el Festival Internacional de Toulouse Piano Jacobins, al que siguieron diversos conciertos como solista con diferentes orquestas, interpretando Rachmaninoff y Katchaturian entre otros.

Su implicación en la custodia y documentación de originales le llevó en los últimos años a donar su colección privada de música –el fondo sobre música española más importante de Europa (unas 1.000 partituras y documentos)– al Instituto de Musicología de la Universidad de Zurich. Y en reconocimiento a sus méritos culturales como embajadora en el extranjero de la música española, en 1992 se le concedió el Lazo de Dama de la orden de Isabel la Católica.

Una de las últimas referencias de María Luisa Cantos en relación a las iglesias bautistas españolas data del año 1980, en los actos de inauguración del templo de la Primera Iglesia Bautista de Alacant, en la plaza Pío XII. Las crónicas del momento resaltaron la calidad musical de todos los participantes, especialmente de «María Luisa Cantos, que magistralmente interpretó composiciones de Chopin y Brahms», y que «arrancó merecidos aplausos». No obstante, de su larga carrera artística se podrían destacar numerosos eventos y acontecimientos, aunque, de todo lo alcanzado, probablemente sus alumnos darían suficientes evidencias de sus capacidades y talentos artísticos y sobre todo, humanos. Uno de ellos, Anna Cortès, su primera discípula –otrora pianista en la Església Baptista de la Barceloneta y su Coral, y actualmente en la Església Baptista del Redemptor en Sabadell– da fe de ello con emoción.



(Bibliografía)