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· Los bautistas y su música (44)

 © 2024 Josep Marc Laporta

La preparación del himnario de música (HIEE)

El 9 de octubre de 1965, Baptist Press, el órgano informativo de los Bautistas del Sur de los Estados Unidos, publicó la siguiente reseña bajo el título ‘Joe Mefford prepara el primer himnario en español’:

   «España: los bautistas españoles tendrán su primer himnario con letra y música en diciembre. Este es el compromiso de Joseph W. Mefford, misionero bautista del sur de Fort Collins, Colorado, que espera completar sus cinco años de trabajo en este proyecto monumental antes de Navidad.

    Joe Mefford, secretario de música eclesial de la Misión Bautista en España, dijo que las escuelas de música en las iglesias serán factibles cuando el himnario esté listo. En el pasado fue imposible porque no había un libro de música. El nuevo himnario será útil para este propósito.

    Los bautistas españoles, que cantan con el arrebato más espontáneo de cualquier pueblo en la Tierra, se regocijarán de poder seguir la música en el nuevo himnario. Anteriormente, su pequeño y grueso himnario solo contenía letra. Sin embargo, los más agradecidos serán los pianistas y organistas. A lo largo de los años han tenido que echar mano a varios himnarios en los que encontrar las partituras para los himnos que cantan. En cada página del antiguo himnario de letra se incluye en código los nombres de varios himnarios de música donde se puede encontrar la partitura para ese himno en particular. Mefford afirmó que se necesitan no menos de 23 himnarios para encontrar las melodías de las selecciones que se enumeran en el himnario actual.

    La tarea de compilar el primer himnario bautista español ha sido más dificultosa, dijo Mefford, por la necesidad de mantener los 450 cantos del himnario actual, en el mismo orden. Asimismo, se pretende añadir 50 más para redondear el número de 500 himnos. Ha sido difícil encontrar música para algunos himnos que no se cantaban en 15 años.

    La Misión Bautista Española asignó la tarea del himnario a Mefford hace cinco años. Tuvo que llevar adelante esta obra junto con sus deberes como misionero de campo. En agosto de este año cedió a las reiteradas peticiones de convertirse en el director de música eclesial de la Misión, sin que se le relevaran las responsabilidades de campo. Graba un programa musical y evangelístico semanal que se transmite en español por la radio internacional de Monte Carlo.

    Mefford dispone de un comité para trabajar conjuntamente, formado por el pastor Samuel Rodrigo y un laico, Pedro Puig. Joe Mefford, alto y afable, no tiene formación especial en música. ‘Simplemente la adquirí con los años’, dijo. ‘En algún lugar leí que en la economía de Dios nada se pierde nunca; sin duda esto se aplica al campo misionero’.

    Graduado de la Universidad de Ouachita (Bautista), Arkadelphia, Arkansas, y del Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans, ha estado en España desde 1953».

La reseña redactada por Gainer E. Bryan Jr. expuso las líneas maestras de la preparación del himnario de música del HIEE, aunque, en realidad, la primera iniciativa fue del pastor Samuel Rodrigo, quien, como responsable de la Junta Bautista de Publicaciones, desde mediados de los años cincuenta ya tenía en mente el proyecto. Después de unos años de adaptación y aprendizaje del idioma tras su llegada en 1953, José Mefford se sumó a la idea de Rodrigo, surgiendo de facto un equipo tentativo, aunque sin ningún proyecto concreto que determinara plazos de ejecución. No fue hasta 1960 que el dual equipo se consolidó hacia un proyecto más definido, auspiciado por la Misión Bautista en España, quien también sustentó económicamente el proyecto. Pero como ya apunté en el anterior capítulo, hasta enero de 1961 no se incluyó en el proyecto Pere Puig Ballonga. En 1959 había fallecido en accidente laboral el padre de Puig Ballonga, Pere Puig Inglada, por lo que su heredero musical fue tomando un resuelto protagonismo en la dirección del Coro de la Primera Iglesia Bautista de Sabadell y en diversos ámbitos de la obra bautista, como en la dirección de la revista denominacional bautista.

A finales de los años cincuenta la idea del himnario de música ya estaba bien establecida como proyecto, aunque no fue hasta 1961 que se empezaron a concretar contenidos, diseño de partituras, formas de edición e impresión. El año sabático que la familia Mefford emprendía en junio de 1963, que los llevaría a los Estados Unidos desde su residencia y ministerio en València, retornaría a mediados de 1964 con el traslado a Barcelona, cambio muy influido por la necesidad de coordinar mejor el proyecto del himnario de música, ya que Samuel Rodrigo y Pere Puig Ballonga residían en Barcelona.

Una de las preguntas previas que surgieron con vistas a la edición del nuevo himnario era si había alguna posibilidad de editarlo en Estados Unidos, para después importar los libros a España. Dadas las circunstancias sociopolíticas, con la falta de libertades y tolerancia religiosa, se desestimó la producción externalizada y la consecuente introducción al país de los nuevos himnarios. En 1963 el Ministerio de Información español autorizó la importación legal de un reducido número de ejemplares de literatura evangélica, lo que facilitó la entrada de algunos libros de la Casa Bautista de Publicaciones. Pero pensar en traer al país gruesos volúmenes de más de 500 páginas podría inducir a que la aduana española los advirtiera y, consecuentemente, los requisara. Al tomar esta decisión se desaprovechaban las ventajas de una edición de mayor calidad, con la tipografía de notación móvil. Por el contrario, la opción de hacer lo mismo en España supondría tener que entablar contacto con alguna imprenta especializada en este tipo de tipografía, lo que encarecería la edición y prácticamente resultaría inviable, aparte de que ninguna imprenta se habría prestado a editar un himnario protestante por las posibles delaciones que habrían comprometido el proyecto.

El círculo se estrechó hasta el punto de que la edición del himnario de música sólo era viable dibujando las notas en papel y transfiriéndolas a las placas de impresión. Para este menester era necesario la participación de dos elementos básicos: un dibujante y una imprenta. El primero se encontró gracias a un contacto en la calle Tallers de Barcelona: un delineante no cristiano y de vida licenciosa, pero con buena voluntad para, por un precio muy ajustado, copiar y dibujar pentagrama a pentagrama y nota a nota cada partitura de cada himno. Al no ser músico ni tener unos mínimos conocimientos, su labor tuvo que recibir la escudriñadora mirada de Rodrigo, Mefford y Puig, convirtiéndose este último en un experto en la revisión de originales, devolviéndolos al delineante para múltiples rectificaciones. Excepto unos 20 himnos que fueron fotocopiados de himnarios extranjeros, aproximadamente 480 son obra del dibujante. El minucioso trabajo, realizado por las noches tras acabar su jornada laboral regular, quedó estampado para siempre en algunos detalles, como en pequeños gazapos en los trazos, que aún hoy se pueden observar en algunas páginas del HIEE.

A partir de 1964 el proyecto del himnario empezó a adquirir cierta urgencia y velocidad, aunque lo que se preveía completar en un plazo de dos o tres años se alargó hasta siete por lo laborioso del proceso. Adjudicado el montaje y la edición a la imprenta Salvadó de Barcelona, los viajes a la calle Tallers y a la calle Vallirana fueron constantes. A las idas y venidas para recoger los himnos pautados y tras múltiples revisiones y rectificaciones, la siguiente misión de Rodrigo, Mefford y Puig consistía en escribir debajo de cada nota el texto hímnico, letra por letra, palabra por palabra, a modo de referencia para el siguiente paso. Una vez más el proceso sería largo y colmado de nuevas dificultades. Tras ello, un cajista debía introducir las letras de plomo en el lugar correspondiente, emplazarlas respecto a las notas con una precisión milimétrica, para finalmente hacer el grabado de cada página y proceder a la impresión. Pero este nuevo paso obligaría a nuevas supervisiones, a fin de comprobar que el cajista ajustaba correctamente cada sílaba debajo de cada nota. Para este fin se contrató a un señor de avanzada edad que, después de su jornada laboral en otra empresa del sector, sumaba diariamente algunas horas nocturnas en la imprenta Salvadó.  

La preparación del himnario fue un trabajo de pura artesanía, muy laborioso y de máxima atención. Cada himno pasaba por un minucioso proceso, con sus consecuentes revisiones, para finalmente hacer las placas en acetato de cada página, que definitivamente se convertirían en el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España y que, básicamente, sería el himnario por excelencia de los bautistas españoles.

Para observar mejor la globalidad del proyecto del himnario, qué mejor que leer a José Mefford en un artículo escrito en 1992 en El Eco Bautista, donde pasados los años narraba algunos interesantes pormenores de la historia musical de las iglesias y del HIEE:

     «El himnario de letra que se usaba en las iglesias tenía con cada número de himno un código que indicaba en cual de los 27 himnarios de música representados se encontraba el número del himno en cuestión. Entonces, al anunciarse el himno en el culto, al organista le tocaba buscar en su ‘biblioteca’ el himnario de música correspondiente, para acompañar a la congregación en el canto de dicho himno. Era un sistema torpe e inconveniente, sobre todo porque casi ninguna de las iglesias tenía en su poder todos los himnarios de música. Como resultado evidente, no se cantaban todos los himnos del himnario de letra. Era necesario compilar todas estas músicas en un solo volumen.

     La primera tarea fue la de proveerse de todos los himnarios de música: ‘Himnos Selectos Evangélicos’ (Código HSE), ‘Sacred Song and Solos’ (código HSE), ‘Broanman Hymnal’ (código BH), etc. Esta tarea de investigación no fue nada fácil, pero al final se hizo toda la colección. Tuvimos que escoger un modelo, porque algunos se los himnarios tenían músicas muy adornadas, etc., de otra época. Elegimos el ‘Broadman’. Pudimos fotocopiar algunas páginas de este libro, aunque las fotocopiadoras de aquel entonces no eran como las de ahora. Pero ¿qué haríamos con los muchos himnos que no aparecían en el ‘Broadman’? Buscamos un delineante, dispuesto a trabajar con nosotros. No era evangélico ni músico, pero le pagamos un salario mínimo para que copiase la música de los demás himnos que no apareciesen en el ‘Broadman’. El hombre hacía nuestro trabajo después de su horario profesional normal, a medianoche y con poco conocimiento musical, y el resultado fue de muchos errores. Pero los corregimos, se los devolvimos, los volvió a hacer, pero ya que todo era a mano, otros errores que no aparecían antes ahora aparecieron. Era frustrante y el trabajo se eternizaba. Hay que tener presente que todo este trabajo de la confección del himnario se hizo en la clandestinidad. Y a pesar de sus muchos errores, tuvimos que agradecer al dibujante su labor, porque era peligroso lo que hacía. ¡Fijaos!, un himnario que contenía música para alabar a Dios, ¡un libro peligroso! Pero todo lo que hacíamos en aquellos tiempos era peligroso.

     Entonces, después de que el delineante nos diera sus trabajos de música, sacamos fotocopias de las partituras y escribimos a mano las sílabas correspondientes a las diferentes notas, debajo de ellas. Luego el Sr. Salvadó [en realidad, el cajista anteriormente mencionado] pasaba estos borradores de letra a letra de imprenta. Tuvimos que pegar estas letras de imprenta, sílaba por sílaba, debajo de las notas, y de todo este tinglado se hizo la copia de cada himno en una especie de acetato… ¡y a imprimir! Aún me acuerdo de los montones de páginas en la imprenta Salvadó a medida que se iba confeccionando nuestro himnario. Añadimos índices y las lecturas antifonales, pero ya que habíamos tardado nada menos que siete años en hacer todo lo que he descrito arriba, no tuvimos tiempo, ni ganas, de hacer más investigaciones para incluir los nombres de los compositores de la música ni de la letra…, cosa que lamentamos, pero estábamos en las catacumbas. Nos reuníamos el Sr. Rodrigo, el Sr. Puig y yo las veces que nuestros trabajos lo permitiesen en casa de Pere en Sabadell para trabajar. Núria, su esposa, nos preparaba unas cenas muy suculentas que, de ese modo, hacia la labor mucho más atractiva.

     Se presentó el producto terminado en la Convención del año 1967, en Albacete. Habían sido años de mucho trabajo de parte de todos los que tomaban parte, pero la satisfacción de tener por fin toda la música de todos los himnos en un solo libro fue muy grande».

En la XVI Convención Bautista Española se presentó la edición en partitura del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España. Y un año más tarde se procedió a la reedición del himnario de letra, mejorándolo con las lecturas antifonales, un nuevo índice y la ampliación a los 500 himnos del himnario de música. En 1967, la promoción y publicidad del himnario de música en la revista denominacional bautista daba fe de las grandes dificultades que conllevó el proceso de edición:

     «Han sido muchos los años que han transcurrido desde que empezamos a trabajar en la recopilación de las músicas de los himnos de nuestro himnario. Ha salido ya a la luz. No es una obra perfecta ni mucho menos, pero cumple holgadamente el principal propósito de su edición. Recopilar 500 himnos es una tarea ímproba y hemos de reconocer que la labor desarrollada por don José Mefford y don Samuel Rodrigo ha sido ardua e ingrata. Tenemos pues, al fin, en nuestras manos un libro que recopila las músicas que estaban esparcidas por casi una docena de himnarios editados en el extranjero y otros hace largos años y agotados completamente.

     Los organistas están de enhorabuena. Pero no es esto lo más importante. Creo que poner al alcance de todos los miembros que posean, aunque sea una breve noción de solfeo, las músicas de los himnos ha de mejorar en mucho la interpretación de estos. Lo mismo decimos a los pastores o dirigentes que deben marcar el ritmo, hasta hoy completamente desprovistos de ayuda. Aprovéchenlo en lo que vale. Claro que si hacemos un análisis crítico saldrán a relucir muchos, muchísimos defectos. Pero pensemos que éste es el primer intento serio que hacemos los bautistas españoles en pro de un himnario. Nos falta experiencia».

Bibliografía y documentación



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