jml

· La música y las emociones

.
Chicago (United States) ©1989 Josep Marc Laporta

Sin lugar a dudas este es uno de los temas más complejos de la incidencia de la música, pues como señala R. Sterba, ¨la música no representa en sí a los objetos del mundo exterior, como la mayoría de las demás artes, sino que representa situaciones del mundo interior¨. (1) Esta definición provoca varias preguntas: ¿qué sucede en el interior?, ¿qué experiencias existen dentro del ser humano?, y ¿cómo son?, ¿racionales, intelectuales, emocionales...?.

Primeramente debemos precisar que en la creación musical, el compositor no compone especialmente impulsado por su intelectualidad, razonamientos, definiciones éticas o postulados existenciales. Normalmente lo que impulsa la composición son sensaciones, emociones, sentimientos, estados de ánimo o reacciones naturales del espíritu humano. El deseo creador es innato en ciertas personas, pero la decisión de creación no emerge desde conclusiones postulantes, analíticas, promulgadoras y proselitistas: surge desde el estado del espíritu. Y lo espiritual en el hombre y la mujer, transmitido en música, se conduce por los canales de la emotividad, lo sensorial y la expresión vivencial; otra cosa es la información que aporte una poesía musicada, la cual dará un contenido concreto y conciso, pero la música, por sí misma, seguirá expresándose por su propio medio: la sensación, el sentimiento.

Ello implica que desde la composición podemos llegar a percibir, en alguna medida, el estado emotivo del compositor en el momento de la creación o su vivencia general. En Haendel, la grandiosidad de El Mesías, compuesto en veinticuatro días, denota una estrecha vinculación con la experiencia cristiana, pero también denota un estado de explosión vivencial por la privación de composición que soportó al tener que marchar de Londres para restablecerse de una parálisis facial. La grandiosidad estética de El Mesías se generó en su interior en ese tiempo que estuvo apartado, por lo cual, cuando volvió a su tarea estalló toda su tensión en una genial obra escrita en veinticuatro días. Cuando escuchamos la célebre Sonata quasi una Fantasia, conocida por Claro de Luna, intuimos una tensa expresión de amargura y melancolía. Sabemos que Beethoven amaba apasionadamente con imposible reciprocidad a la condesa Julieta de Guicciardi. Claro de Luna es una carta musical que él mismo tituló ¨A la inmortal bien amada¨.

Desde esta perspectiva, podemos apreciar cuándo una composición nos produce tensión, alivio, angustia, melancolía, apasionamiento, alegría, despreocupación o cualquier otro sentimiento de emoción humana; porque el compositor no sólo expresó lo que pensaba, sino esencialmente transmitió lo que sentía. Sus posiciones intelectuales en cuanto a lo político, lo social o lo religioso no quedarían reflejadas si no le adjuntara una letra. Pero es que incluso, con un apoyo literario, la transmisión emocional de su música permanecería por encima de sus propios principios.

Es entonces, que no nos resultará extraño observar que las prioritarias reacciones en la escucha o interpretación musical pasen por las emociones. Inclusive aún cuando exista letra, la percepción básica será la que nos produzca la música. Es ahí cuando podemos comprender que la trascendencia de una canción depende muchísimo más de la emotividad sonora que de la transmisión literaria. Muchas canciones de hoy en día adquieren popularidad especialmente por la transmisión sensorial. Por ejemplo, en la actualidad es habitual que un himno o un coro cristiano se haya hecho muy popular gracias a una música atrayente y bonita, transmitiendo unas agradables vinculaciones emotivas, aunque ignorando levemente su aportación literaria. Incluso es muy usual cantar una bella melodía muy aceptada y popular, sin realmente apercibirse de que su letra está vacía de contenido, que es errónea en su fondo teológico, y que, además, la poesía es más bien pobre. Esto sucede porque la música se acerca al receptor por los canales sensibles y emotivos, adelantándose a la letra, que lo hace a través de un mecanismo más lento y analizador como es la racionalidad.

Todos estos atributos emotivos, son los que proporcionan a este arte una belleza sublime. Podemos recrearnos con una melodía y sentirnos vinculados a ella permanentemente; podemos disfrutar de un canto al tiempo que nos sentimos cautivados por su belleza; casi podemos oír hablar una canción, mientras nuestras emociones se unen a su discurso: esto es un atributo de la música. Sin embargo, esta cualidad no solamente se produce al oirla, también al interpretarla suceden esas beneficiosas relaciones. No sólo existe una transferencia de emociones en el proceso de la composición, sino que también hay un traspaso emotivo en la audición e interpretación.

La transmisión emotiva de la música hace de ella un medio de comunicación no verbal que supera cualquier explicación paralela. Sus cualidades sensoriales evocan constantemente implicaciones emotivas. Es por ello, que cuando escuchamos o cantamos una canción podemos notar una sensación de paz o de intranquilidad, un sentimiento de sosiego o de agobio, o una conmoción de placidez o de perturbación. Y la razón es la vinculación emotiva que ella nos proporciona.

Para entender mejor estos aspectos podemos recordar cómo la música nos proporciona una cierta seguridad emocional ante el peligro y la dificultad. Casi seguro que alguna vez habremos notado cuando al pasar por un lugar solitario, silencioso u oscuro, que la música de nuestro propio canto o silbido nos ha acompañado y liberado de la tensión ambiental. Es como si nuestra sensación emotiva de soledad y miedo fuera acompañada por otro sentimiento de confianza y seguridad a través de la música. Otro ejemplo similar es cuando dos personas que no se conocen entre sí suben en un ascensor. Es curioso observar como muchas veces uno de ellos silba una melodía, como si ese acto fuera una manera aleatoria de comunicación sensorial y emotiva, una especie de reacción ante lo desconocido, construyendo puentes que van más allá de lo verbal. Puentes que van del mundo visible al mundo invisible.

Existe una estrecha interrelación entre música y emociones. Una relación instintiva y natural que facilita la resolución emocional de las dificultades racionales. Esta correlación provoca en el hombre un equilibrio vivencial, pues sin ese escape emotivo quedaría sujeto a contradicciones subjetivas. Y la música opera en el ser humano como una fuente de emotividad, provocando experiencias que la razón no puede atesorar, rompiendo fronteras emotivas que la mente no puede censurar.

La facilidad de vincular nuestras emociones con una melodía es una forma de comunicación que traspasa los esquemas físicos de este mundo; una posibilidad de relación del espíritu del hombre y de la mujer. Es en este sentido que podemos llegar a observar la grandeza de este arte. Tal vez ninguna otra actividad humana pueda provocar este beneficio equilibrador. El filósofo griego Aristóteles (384-322 a. J.C.) nos da un análisis certero que se ajusta perfectamente a la música y a la psicología de las emociones: ¨lo semejante actúa sobre lo semejante¨. (2) Es decir, la vivencialidad emotiva del compositor se transmite en igual condición a su obra, y ésta, a su vez, traslada su esencia emotiva al intérprete o receptor, provocándole sentimientos paralelos o similares.

1) Cit. por Rolando O. Benezon - Manual de Musicoterapia - Paidós, 1981 - p. 36.
2) Aristóteles - La Política, libro VIII, capítulo V - Versión castellana de F. Gallach Palés, en Aristóteles, Obras Selectas - El ateneo, 1959

.
Licencia de Creative Commons

4 comentarios:

  1. Anónimo00:59

    No sabia que haendel compuso el mesias en 24 dia. Me parece super increible! Ni yo lo hubiera hecho en 24 meses.
    En la musica clásica los compositores costumbraban a crear en poco tiempo obras inmensas. Los clasicos tenian mas capacidad de creacionque los contemporaneos. Pienso que el romanticismo dio muy buena musica porque era musica sentida y creadores capaces. Ahora los compositores les falta sensibilidad.
    Pefiero los de antes, eran más autenticos.
    lAs emociones son basicas en la musica, porque la musica es emocion.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo23:59

    Creo que la música es emoción no podemos disociar. Cuando nos dejamos llevar por la música es increible. Creo que no haya nada tan emocionante como escuchar la música que te gusta. Cuidense..

    ResponderEliminar
  3. La cantante00:25

    Gracias por la profesionalidad con la que tratan sus articulos. He estado investigando sobre temas referentes a la música y la Biblia y con ustedes he encontrado la seriedad que se requiere. Hay algunos temas en los que aparece un anuncio "en revisión" que realmente me interesaría mucho leer, ojalá puedan checarlo para que podamos tener acceso. Los felicito y muchas gracias!
    No se si dependa de la frecuencia de los comentarios realmente no acostumbro escribir comentatios pero si es así díganmelo para hacerlo. Le he recomendado la pag. a pastores y amigos ojalá ellos si escriban comentarios

    ResponderEliminar
  4. Anónimo15:13

    Grasiasasasasaas .l. .l. .l. .l .l .l .l . l. .l. .l. .l. .l. .l .l

    ResponderEliminar