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· Respetar las opiniones de los demás

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Del libro "100 Propuestas para atrevidos"
Barcelona (Catalunya) © 2007 Josep Marc Laporta

Presta oído a todos, y a pocos la voz.
Escucha las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión.
(William Shakespeare)


Tener opinión nos hace valiosos, aunque no siempre nos hace más sabios. Saber de lo que hablamos es una garantía para mantener una interesante conversación; pero no siempre nos otorga la facultad de la superioridad, pues la opinión es como un derecho que ejercimos libremente mientras no choque con los derechos de la libertad de opinión de los demás.

Probablemente, alguna vez habremos caído en el error de querer imponer nuestro parecer u opinión por encima de todo y de todos. Y después, pasados unos días, cuando hemos reflexionado y hemos visto las razones de la otra parte más equilibradamente, nos hemos dado cuenta de que nos habíamos equivocado.

Querer imponer nuestra opinión es lo más sencillo. Solamente hay que ponerse una cabezada de burro y ¡adelante!, todo el mundo tiene que pensar lo mismo. Pero para respetar otra opinión distinta a la nuestra, previamente hay que hacer un pequeño esfuerzo: ponernos en la piel de la otra persona.

Los puntos de vista son complementarios


El jefe de una planta industrial conservaba una pelota de golf en su escritorio. Cuando dos de sus empleados iban a verlo con serias discrepancias, él sacaba la pelota y la sostenía entre las dos personas que estaban sentadas en los dos extremos del despacho.
—¿De qué color es la pelota? —preguntaba al que estaba sentado a su derecha.
—Blanca —respondía categóricamente.
El de la izquierda, confundido por la respuesta, decía:
—¡No!, ¡la pelota es negra!
En realidad la pelota estaba pintada de blanco por un lado y de negro por el otro. Entonces el jefe decía a sus empleados:
—A menos que cada uno de ustedes conozca el punto de vista del otro, nunca llegarán a ningún acuerdo sobre el color de la pelota o sobre cualquier otro asunto.

El escritor Ralph Waldo Emerson comparó las personas con las características que se observan en los terneros jóvenes: “Usted puede empujarlos, tirar de ellos, aguijonearlos, o aún más, darles puntadas de pie, que ellos no se moverán. Pero déles una razón que puedan entender, una que sea beneficiosa para ellos, y ellos pacíficamente le seguirán”.
Este es el poder de la razón razonada. Las opiniones respetadas, ya sean las nuestras o las de los demás, son un valioso activo en el capital del saber, y en el del respeto.
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