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· Los bautistas y su música (55)

 © 2025 Josep Marc Laporta

    1-     Apertura artística en los ochenta
2-    Nuevos dilemas en la himnología


1-    Apertura artística en los ochenta

Pese a que en los ochenta la Semana de Música no se celebraría por espacio cinco años (1983-1987), la década transcurrió con un fuerte impulso artístico y musical. Paralelamente a los ritmos bautistas, en 1981 se celebró en Barcelona Creación’81, el 4º Colectivo Cristiano sobre las Artes, heredero de Jesus for Rock. Organizado por las Comunidades de Vida en Burgos, con Luis Alfredo Díaz Britos (1952-) al frente, el ideario que postulaban era: «El arte es una expresión del espíritu. Y hace tiempo ya que nuestra sociedad muestra el espíritu cansado, porque en definitiva está muerto. El arte de nuestra época, como fiel reflejo de la sociedad que lo produce y consume, nace también muerto. Nosotros creemos que tal situación no debe ser así, porque creemos en el hombre y creemos también en quien la ha creado. Y si de creación se trata, creemos también de paso que quien ha creado todo este ‘tinglado’ debe tener algo que decir sobre ello».

Los talleres impartidos fueron cuatro: el taller de la palabra, el del sonido, el de la expresión y de la imagen. Todo ello junto a diversas representaciones artísticas y musicales, con Éxodo (teatro musical), Nueva Vida de Zaragoza; el teatro de Miga de Pan, Sal y Luz y Rapapolvos de Santander; Menta y la Monda de Burgos; Escaria de València; Mingo de Ibiza; y los grupos musicales Pedra Viva, Shalom y Ressò de Barcelona, además de intervenciones destacadas como Donna Hightower, The Godspel Messengers, Lorenzo Valverde (1929-2021) o Metamorfosis.

En el ámbito bautista, junto a varios grupos pop, como Shalom (Terrassa y Sabadell) y Paz (Albacete), otras experiencias artísticas se sucedieron. Ante el vacío de la Semana de Música, un grupo de músicos liderados por el grupo Paz y la Coral Al·leluia celebraron en 1983 en Dénia un encuentro denominado ‘Arte y fe’. Fue un evento puntual en fechas de Semana Santa, con sendos conciertos públicos en la Residencia Bautista y la Iglesia de La Trinitat por parte de la Coral Al·leluia, y en la Plaça de la Constitució por parte de los grupos Experiencia y Paz, y el guitarrista Adolfo Rivero. En los tres días de encuentro se celebraron espontáneamente diversos talleres de música, arte y fórums de debate.

Pese a la baja calidad de grabación realizada en directo con medios caseros, en el siguiente vídeo se puede escuchar gran parte de las actuaciones. La Coral Al·leluia (desde el principio), el grupo Experiencia (desde el minuto 15:00), a Adolfo Rivero (desde el minuto 35:05) y el grupo Paz (desde el minuto 55:22).

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En el noroeste del país, la década había empezado con la I Trobada de Corals de Catalunya, un acto organizado por la UEBC (Unió d’Esglésies de Catalunya). Celebrado el 19 de marzo de 1980 en el Auditori de Sant Francesc de Manresa, el evento fue una versión diferente de la tradicional excursión unida de iglesias, con creyentes bautistas visitando la población, mientras que por la mañana las corales ensayaban conjuntamente para preparar las participaciones públicas de la tarde. El concierto, con la presencia del alcalde de Manresa y una asistencia de más de quinientas personas, contó con la Coral Al·leluia de Sabadell, el Cor de la Barceloneta de Barcelona, las Corales Betània y Horeb de Terrassa, la Coral Bona Nova de Barcelona y la Coral Ebenezer de Barcelona, con los directores Pere Puig Ballonga (1929-2016), Elies Cortés Casanovas (1954-), Daniel Pujol Vila (1922-1995), Jordi Palacios Casanovas (1953-) y Josep Marc Laporta (1959–). La siguiente grabación recoge las composiciones interpretadas en conjunto por todas las corales, correspondiente a la segunda parte, tras las intervenciones individuales de la primera parte.

Al siguiente año, el primero de mayo de 1981, se celebró en la ciudad de Reus la segunda edición de la Trobada de Corals de Catalunya con el mismo concepto programático. En el salón de actos de la Expo de la capital del Baix Camp con el aforo repleto de 350 personas, las formaciones participantes fueron: la Coral Al·leluia de Sabadell, Coral Betània de Terrassa, Coral Bona Nova de Barcelona, Coral Creu Alta de Sabadell, Coral Familiar Horeb de Terrassa y Coral Nativitat de Terrassa, con los directores Pere Puig, Daniel Pujol, Jordi Palacios, Abel Albet y Vicenç Sorribes. El siguiente vídeo corresponde a la segunda parte del concierto, con las piezas interpretadas por todas las corales.

Los ochenta también fueron años en que diversos grupos pop extranjeros pasaron por el país con conciertos públicos de testimonio, también dejando huella en la renovación o reconversión musical autóctona. Bandas como Frontline, actuando en diversas poblaciones con presencia bautista; Master Peace y Liberación 80 en Madrid y Barcelona; Jacqueline Perkins en València; o Donna Hightower y Contrapunto en Barcelona, significaron otro punto de inflexión artístico y musical para la aparición de nuevas formaciones autóctonas como Judá en Dénia, Israel en Castelló de la Plana, Nuevo Pacto en València, Shama en Terrassa, Musical Salem en Badalona, Génesis en Alcoi, Resurrección en Elx, o solistas como Ruth Comíns en la capital de la Plana Alta.

 

2-  Nuevos dilemas en la himnología

Sin embargo, nuevas incertidumbres y dilemas planeaban sobre las iglesias bautistas a lo largo de los ochenta. En Alicante, la Comisión de Música y Canto, «consciente de la primordial e importante acción que ejerce en la iglesia y una vez pasado el periodo vacacional, convocó e invitó a cuantos hermanos ansían servir al Señor a través de la música, a una reunión para tratar de canalizar ordenadamente y dar oportunidad de participación a instrumentistas, quintetos, coro, dúos y solistas». La nota publicada en El Eco terminaba con el siguiente deseo: «¡Ojalá que de esta inquietud surja el director de canto congregacional!».

La necesidad de directores congregacionales también llevó a Antonio Aparici Díaz (1929-2022), escritor y miembro de la 1ª Iglesia Bautista de Alacant, a redactar un artículo en El Eco con el título ‘Cultura musical, ¿En dónde?’, afirmando que «nuestras congregaciones cantan mecánicamente, rutinariamente, sacrílegamente algunas veces, desviadamente. Sólo en los entierros en el interior del templo, se canta con sentimiento, con conciencia, con fervor y con deseo de participación; en las bienvenidas con alguna euforia y el resto, salvo excepciones, apáticamente, sin compás, lenta y desvaídamente». En otro apartado apuntaba: «Ciertamente no tenemos cultura musical, pero ¿cuándo empezaremos a tenerla? Los pastores tienen una gran responsabilidad en su ministerio y un trabajo exhaustivo y no podemos, porque no es justo, culparles de negligencia musical. El culpable es el sistema: la música, a nivel de formación congregacional, no cuenta con ningún tiempo en las iglesias locales para su enseñanza, ni en la predicación, ni en la escuela dominical, ni en nuestra literatura». Y terminaba su alegato con la siguiente sentencia: «Hace veinte años cantábamos igual que ahora de mal, pero cantábamos con mayor entusiasmo. ¿Cuándo empezaremos a tener cultura musical?».

Poco tiempo más tarde, en 1982, la revista denominacional bautista recogía un nuevo artículo de fondo. Débora Ginestar –muy probablemente pseudónimo de Antonio Herrera, de la Iglesia Bona Nova en Barcelona–, señalaba directamente a los himnos tradicionales y a una imperiosa necesidad de renovación hímnica: «Tenemos un hermoso himnario, hijo, fruto de una tradición musical y cantora de siglos. Algunos himnos los he leído con emoción, muchos no los conocía. Indudablemente que hemos acumulado un tesoro himnológico, ¿se dice así? Bien, pues este tesoro, patrimonio de la Iglesia, esfuerzo de generaciones de musicólogos y poetas, de hombres y mujeres y traductores que pusieron sus dones al servicio de Dios…, en una buena parte pertenece al pasado, a sus creadores, a sus autores. Más claro, siendo excelentes, no son apropiados para nuestra generación, están fuera de tiempo, los hemos arrastrado más allá de lo conveniente. Se preguntarán: Si son buenos, y son realmente buenos, ¿por qué no seguir cantándolos? La respuesta es: No basta con que sean buenos, es necesario que ‘entren’, que se adapten a la mentalidad, a la psicología, a la necesidad del hombre de nuestros días».

Tras diversas reflexiones, poco a poco el autor fue definiendo su pensamiento: «Quiero escribir despacio, ahora, que entro en el nudo de la cuestión, porque al no ser un entendido, puedo expresarme mal y me pesaría. Tenemos, y mi opinión no debe ser valorada más allá de mis escasos conocimientos, una serie de himnos que podemos considerar clásicos, inmortales, que están más allá de las sucesivas generaciones. Otra serie que debe ser actualizada en su música, adaptándole melodías actuales, más vivas. Y otra parte que debiera pasar al Mueso o Archivo de Himnología, si lo hay, como piezas que merecen ser conservadas. Finalmente debieran escribirse nuevos himnos, unos himnos que incorporaran a la Iglesia una serie de temas que son palpitantes y sobre los que nosotros debemos concretar y enseñar a las congregaciones. Diría que son himnos horizontales, que no se dirigen directamente a Dios, sino a nuestras vidas, a nuestro entorno, a nuestros hermanos, al nuevo hombre. Por ejemplo, algunos temas podrían ser:

·       Tú, Señor, amas la paz. Yo también.

·       Yo amo la vida que me has dado, la eterna y la presente.

·       El trabajo es mi delicia, me hace feliz.

·       No debo ser glotón, millones de hermanos mueren de hambre.

·       Yo amo la cultura, todas las culturas, las mayoritarias y las minoritarias.

·       Todos son mis hermanos, no importa su color.

·       Debo cuidar mi salud, Tú quieres mi felicidad.

·       Mi vida, un sacrificio de amor.

·       ¿Por qué arruinar mi vida? El alcohol es mi enemigo.

·       Recogeré la piel de plátano. El que viene detrás es mi hermano.

·       Debo respetar la Naturaleza, tu creación, que es mi hogar y el de todos.

·       Yo no aspiro a la riqueza. Mi riqueza eres Tú.

·       Soy libre, soy tu hijo, por tanto, no seré un títere de la sociedad de consumo.

·       Mis hijos son mi corona y mi sacrificio.

·       La tierra es para cosechar alimento, no venenos.

·       Etc. Etc.

Para concluir su aportación, el firmante Débora Ginestar resumía su tesis con varias ideas prácticas: «No basta con adorar a Dios y condenar el pecado, hay que hablar de la justicia, de la paz, de la convivencia, de la familia, del trabajo, de todo cuando compone nuestra vida de cada día. La Iglesia debe enseñarlo cantando y predicando, porque esto también está en la Biblia y además es de suma importancia. […] Una buena obra, una gran obra, sería un nuevo himnario, de no más de 200 himnos, que fuera el resultado del estudio y el trabajo de musicólogos, poetas, pastores, maestros. Una labor hecha en equipo y muy despacio por reconocidos expertos, que lograra en la música, en la letra, penetrar la mente, el sentir del hombre y la mujer de nuestros días. ¿Es mucho pedir? Yo creo que no, que en el mundo hay hermanos, de nuestro círculo de Iglesias y de otros, muy capaces de hacer un buen trabajo y coronar este propósito. Nuestro mal es que la mayoría de las cosas las hacen los que tienen más voluntad que ciencia. Este himnario, en las nacionalidades con idioma propio, con el mismo número y bis, podría llevar la traducción y así en todos los cultos podría cantarse en las dos lenguas. Yo puedo haber sufrido algún error, estoy muy lejos de la profundidad del tema, conozco sólo la superficie, también tengo más voluntad de ciencia, lo confieso. No obstante, represento a una mayoría, a los receptores de música, de armonía, a los consumidores, a los que no saben hacer el arroz, pero tiene olfato y paladar para saber cuándo está bien hecho».

Por otro lado, una traducción del pastor Antonio Gómez Carrasco (1936-2016) de un artículo del Southwestern News de 1982, incidía en los instrumentos participantes del culto cristiano. En el reportaje se rememoraba una exposición de la música instrumental desde el punto de vista bíblico e histórico dictada por Adoniram Joseph King (1933-), profesor asociado de Dirección Musical del Seminario de Fort Worth de los Bautistas del Sur de los Estados Unidos. La pregunta troncal era si «se debería anular el uso de instrumentos por el solo hecho que en el Nuevo Testamente no se hace mención de los mismos». La respuesta de King era muy clara: «Dios se preocupa más de nuestras actitudes que de nuestras acciones. En ningún lugar de la Biblia se condena los instrumentos. […] El uso de instrumentos ha de servir, apropiadamente, para edificar y fortalecer el culto al Padre. Su uso ha de ser verdaderamente inspiracional. Han de ser usados con gusto, evitando ruidos y distracción».

Por su parte, Elies Cortés Casanovas (1954-), director de la Coral de la Barceloneta y futuro promotor de música de la UEBE, evidenciaba en 1983 en un artículo titulado ‘¿Sobre qué has sido fiel?–La música y el compromiso con Dios’ que «es cierto que entre nuestras iglesias el nivel musical es bajo, que no hemos entendido todavía que la única posibilidad para ir ‘afuera’ es hacerlo igual o mejor que ellos, pero también es cierto que tenemos que estar batallando, como luchadores natos, entre nosotros aquellos que quizá no tenemos la mitad de conocimientos y preparación que otros tienen en nuestras iglesias, pero que no aportan al Señor, y a estos quiero hacer un llamado especial. ¡Hermano músico!, ¿qué le vas a decir al Señor cuando te enfrentes con Él y te recuerde que tu capacidad no es tuya, sino que te la dio Él para que la administraras? ¿Desenterrarás tu talento y se lo darás entonces? Nuestro nivel es bajo, sí, pero podría estar mucho mejor si los que tienen estudios y capacidades los aportan al Señor».

En otro escrito de 1984 encabezado por la simbiosis ‘Adorando juntos’, el entonces estudiante de teología Francisco Melero Renart (1943–) rememoraba a Oscar Cullmann (1902–1999), teólogo y profesor de las Universidades de París y Bale, quien aseguraba que «Los primeros cultos de la iglesia tenían una extraordinaria variedad. Frente a esta riqueza, la vida litúrgica de nuestras iglesias se me antoja pobre». A lo que Melero secundaba diciendo que «A menudo podemos ver en nuestras iglesias que el culto de adoración se ha transformado en una mera reunión que no tiene más finalidad que la de estar juntos e intercambiar parabienes». La conclusión del futuro pastor definía que «lo que edifica al cuerpo de Cristo es lo que da sentido a los cultos de adoración».

La primera mitad de los ochenta se mostraba llena de reflexiones sobre la música, la alabanza y la definición del ministerio. Desde la Església Baptista Bona Nova de Barcelona, Ambròs Monsó Celma (1952) dejaba en 1984 una tesis bien construida sobre ‘Alabanza y Música’, con muchos datos y detalles bíblicos e históricos, concluyendo con tres puntos contextuales: «En primer lugar, debemos admitir que hemos convertido el canto en algo rutinario, falto de sinceridad, que nos sirve de recurso para comenzar cualquier actividad y que, en ocasiones, lo que cantamos no llega a involucrar nuestra existencia sino que se queda en algo meramente superficial. Debemos poner el canto en su lugar y ser conscientes del compromiso que representa delante de Dios el estar cantando himnos o cantos que implican actitudes y responsabilidades que van más allá de la simple acción de cantar. Dios nos exige una adoración inteligente y ferviente». En segundo término, apuntó a que «la diferenciación entre la utilización de himnos para la adoración cúltica y cantos para reuniones especiales o juveniles tiene que ser borrada. Una mayor inclusión de cantos con ritmos y letras actuales en los cultos sería un riesgo que asumir si se quiere ministrar a los jóvenes y no sólo a los adultos. También y por no caer en el otro extremo, debemos notar la necesidad de conocer la himnología tradicional por parte de las nuevas generaciones evangélicas, haciéndolos descubrir su riqueza literaria y musical». Como último aspecto, Monsó sostenía que era «necesario un análisis crítico de la letra y música de lo que cantamos. El contenido es importantísimo y una reflexión sobre su discurso bíblico y teológico es de valor indudable. […] Asimismo, la música debe adaptarse a nuestras respectivas realidades culturales, con un ritmo que permite expresarnos con mayor libertad».

No obstante, no todo eran referencias poco alentadoras u observaciones críticas. En 1984 llegaron noticias de Lleida anunciando que la «Iglesia experimentó una vivacidad cúltica basada en la alabanza gozosa, produciéndose algunos cambios estructurales-teológicos positivos». Los nuevos tiempos también trajeron un acercamiento más contextual a la música góspel, con el jazzista y músico-compositor Erwyn Seerutton (1952-), originario de Isla Mauricio, que junto a su esposa Lydia Campà Boròbia (1950-) impulsarían nuevos estilos y grupos de espirituales negros y góspel, como la formación vocal 5+1 que inició su camino en 1993. Asimismo, en 1986, en el culto de inauguración y dedicación de la Iglesia Bautista en Gandía, el Coro de la Agrupación de Iglesias de Levante de unas 120 voces dirigido por Vicente Pastor Mut (1945-), interpretó dos himnos estupendamente acompañados de trompetas y órgano. En el noreste más septentrional del país, el 7 de junio de 1986 Figueres acogió el Primer Festival Infantil de Música y Canto de las iglesias bautistas de la provincia, constituyendo un éxito de asistencia, contando también con la intervención del Coro Infantil Unido de las diversas congregaciones. Un año más tarde, en Cartagena, José Mefford dirigió en fechas de Semana Santa el Coro Unido del Sureste, participando también el Coro de la congregación cartagenera, dirigido por Mariona Simarro Dorado (1963-).

Por otra parte, el pastor Adolfo de Silva inició en 1986 una serie de escritos en El Eco Bautista con presentaciones de himnos y una llamada a usarlos: «¿Tienes himnario, hermano? Quizá os extrae la pregunta con que comienzo mi página hoy, pero la verdad es que, estando de cara a la congregación, como yo estoy en los cultos, aunque no quiera (y quiero) he de darme cuenta de los que participan en la alabanza al Señor cantando los himnos. Veo a todos y veo quien ha tenido interés en preparar su himnario antes de comenzar a cantar, o de quien ya lo ha traído desde casa, y también quien no se ha preocupado. Es lamentable ver cómo algunos andan mirando por debajo de los bancos en busca del himnario en pleno canto y, es por eso que, sin querer acusar a nadie, dedico hoy mi comentario a algo tan importante como LA ALABANZA. No sé hasta donde será casualidad, pero es significativo que el himnario de la Biblia, el libro de los Salmos se encuentre en pleno centro de ella, como si quisiera darnos a entender su colocación que la alabanza ocupa un lugar primordial en el Culto al Señor». Y concluía: «Alabar al Señor es algo hermoso, digno, testimonial, pues con nuestros cantos hemos dado muchísimas veces testimonio de nuestra presencia a los que han pasado ante nuestro templo y hay quien ha sido atraído por ellos. ¡Unamos nuestras voces en alabanza a nuestro Dios y Salvador con verdadera unción del Espíritu!».

En otro encartado de 1987, presentó el himno ‘Santa Biblia para mí’, incidiendo en que el canto «que hoy nos ocupa, define a la Biblia como un TESORO, y así es en verdad, puesto que la Revelación de Dios es el don más preciado que podemos obtener». En uno posterior centró su alocución en el himno ‘Haz lo que quieras de mí, Señor’, indicando que si el barro pudiera hablar «nos diría de los apretones que recibe de las manos del alfarero, hasta que tiene la consistencia que éste desea para luego, cariñosamente, ir moldeándolo y del montón burdo e informe hacer salir una bella vasija». Otros artículos estuvieron basados en himnos tan conocidos como ‘Roca de la eternidad’, ‘¡Guíame, oh Salvador’ o 'Haz lo que quieras de mí, Señor'.

Siempre atento a los devenires de los tiempos, el misionero José Mefford impartió en 1987 en la Escuela de Verano del Centro de Estudios Teológicos de Levante (CET), una asignatura denominada ‘Nuevas Formas de Culto’, repasando algunas de las nuevas tendencias eclesiológicas y teológicas que empezaban a renovar la experiencia de adoración de ciertas congregaciones bautistas. Ese mismo año, La Banda de la Sal, liderada por Josep Marc Laporta participó en el Campamento Nacional de Jóvenes organizado por Eva Carbonell y Sílvia Carbonell, ofreciendo diariamente conciertos de testimonio en plazas, playas y espacios públicos de la ciudad dianense, Gandía y alrededores. También el 3 de enero, se anunciaba en El Eco Bautista que «se celebró [en Turís] el primer concierto de Año Nuevo a cargo del coro de nuestra iglesia. El acto tuvo lugar en el cine-teatro Ideal, local cedido por el Ayuntamiento para esta ocasión y con asistencia del Sr. alcalde, esposa y otros miembros del Consistorio».

A la primera producción en disco sencillo de 1980 grabada por el barítono Jesús Zazo de la Torre (1948-2022) y el organista Antonio Miguel Aparici Pastor (1957-), en 1987 se sumó un segundo álbum en casete denominado ‘Himnos’ con trece cantos clásicos. En el siguiente vídeo se puede escuchar la recopilación:

Y tras cinco años de silencio, en 1988 se reanudaría la VIII Semana de Música, dirigida por Elies Cortès Casanovas (1954-), recién estrenado Promotor de Música de la UEBE, con la subdirección de Núria Puig Mayor (1959–). Sin embargo, ante los cambios musicales, estilísticos y adoracionales que poco se iban abriendo paso en las iglesias bautistas, Esther Francés García (1934-¿), esposa del teólogo José Borràs Cerveró (1927–2002), escribió un artículo en el que describía y resumía muy bien el proceso de aquellos años. Con el título ‘Himnario de las Iglesias Evangélicas de España’ y tras unas emotivas reseñas y loas a algunos de los himnos que desde muy niña le habían impactado, –«crecí oyendo cantar a mi madre tus preciosas melodías, y tus dulces tonadas eran mis canciones de cuna…»–, se preguntaba «¿Qué corito puede expresar, con más belleza, la dulzura de la seguridad del creyente que ‘Oh, cuán dulce es fiar en Cristo y entregarse todo a Él’?, o tu bellísimo ¿‘Jesús, mi amigo y mi sostén, mi Rey, mi Salvador’…?». Y proseguía asegurando que «hay que ser realistas… Las modas se imponen, y tú, mi amado himnario, te vas haciendo cada vez más inútil (puesto que no te utilizan), y tu autoridad musical se ve cuestionada por unas frases religioso-morales que arrastran a la gente con sus palmas y aleluyas; y nuestros hijos crecen sin aprender tus músicas, y perdiendo la oportunidad de enriquecerse con un gran caudal de teología y proclamación de sus creencias». Y terminaba el escrito asegurando que «No estoy medio muerta ni soy anticuada, pero cuando otra música me haga sentir más cerca de mi Dios que tu estremecedor ‘Más cerca, oh Dios, de Ti…, aunque una dura cruz me oprima a mí’, cambiaré de opinión. Mientras tanto, te sigue queriendo y cantando tus himnos, tu buena amiga y admiradora, Esther Francés de Borràs».



Bibliografía y documentación





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