—Semblanza biográfica de la época compositora de Jordi Roig—
1-El Contexto
2-La Esencia
3-El Disco
4-Las Canciones
5-La Herencia
Para muchos de los cristianos
evangélicos españoles de los años 70 del siglo pasado, el nombre de Jordi Roig
les es gratamente conocido. Pero sobre todo su voz y sus canciones.
Una de las primeras grabaciones evangélicas en vinilo, difundida mediante una de las pocas librerías cristianas que había en el país —la Librería Evangélica de la calle Camèlies de Barcelona—, tenía en su portada la imagen de un joven bien parecido tocando una guitarra y cantando. El disco, titulado Jorge Roig—Me siento feliz [VÍDEO: Jorge Roig-Me siento feliz], se convertiría en un pequeño fenómeno de masas evangélico de la época. Después llegarían otras grabaciones fonográficas, y sus canciones se entonarían en muchas congregaciones. En medio de las difíciles circunstancias sociopolíticas del país y con unas iglesias firmes ante las adversidades, la elegancia y distinción de su agradable voz llevó el mensaje eterno de salvación a muchos hogares. Y resonó por décadas. Aún hoy se le recuerda con cariño.
1- EL
CONTEXTO
Allá por los años 60 y
principios de los 70, las iglesias protestantes españolas vivían su fe
preferentemente
dentro de las capillas. Tras la guerra civil
(1936-1939),
el
régimen dictatorial del general Franco, cobijado en el nacionalcatolicismo,
impuso
al protestantismo una férrea clandestinidad que poco a poco iría deponiendo
hasta permitir una libertad más o menos vigilada. Pero en medio de las
dificultades y restricciones sociopolíticas, el testimonio cristiano era vivo,
las
congregaciones crecían y
«el Señor añadía cada día a la Iglesia
los que habían de ser salvos»
(Hechos 2:47).
Asimismo,
en el proceso español de conciliación social con un Occidente en progreso y
desarrollista
de grandes cambios sociales, económicos y culturales, las congregaciones
también evolucionaron en su manera de presentar el Evangelio, renovando
contenidos estéticos y formas de testimonio. Y aunque fue un proceso tímido y
lento, poco a poco empezaron a acercarse, aunque sin mezclarse, a una sociedad
que
evolucionaba a otra velocidad. Pero viajemos momentáneamente dos décadas atrás.
Después de la Guerra Civil Española
y la Segunda Guerra Mundial, la Europa de los años 50 vivió un decenio de
acelerada
reconstrucción y progreso, aunque España quedaría rezagada por su aislamiento
político. No obstante fue una época de esperanzas en vistas a un futuro que se
vislumbraba,
cuanto menos, inacabable. Y en medio de las nuevas oportunidades de desarrollo
social y cultural Occidental, la industria norteamericana descubrió los jóvenes
como objeto de mercado. Las empresas discográficas vieron en ellos un nicho de
negocio importante, aprovechando la revolución musical que protagonizarían
grandes iconos de la música como Nina Simone, Jerry Lee Lewis o Elvis Presley.
Si
bien los años 40 había sido la década del Jazz, los 50 supuso una explosión
musical en la que géneros como el Rock and Roll, el Pop, el Swing, el Rhythm
and Blues y el Blues dominaron y definieron la música de esa década.
Fue en los años 60 cuando
la aparición del grupo británico The Beatles marcaría un nuevo hito en la
historia de la música. Su influencia sería determinante en las sociedades
occidentales, sobre todo en los jóvenes y en una multitud de grupos que imitaron
el descaro y bien hacer artístico de los cuatro músicos de Liverpool. Esta
década también fue la de las protestas juveniles del Mayo del 68, que participó
definitivamente en un cambio de mentalidad de la juventud, contraria a la
sociedad de consumo, el capitalismo, el imperialismo y el autoritarismo,
provocando un empoderamiento de la cultura popular y una revolución de las
formas. Asimismo, el movimiento hippy empezó a tener una gran influencia sobre
la
juventud, hasta el punto de introducirse en muchos ámbitos de la sociedad,
incluso en la estética de algunos jóvenes cristianos. Pero, ¿cómo afectaron o
influyeron todos estos cambios en las iglesias evangélicas de la época?
En Cataluña, y
concretamente en Barcelona, las congregaciones asistían a un lento despertar en
cuanto a las formas y la estética comunicacional, por otro lado bastante al
margen de los grandes cambios sociales que se estaban produciendo. Por lo
general, las relaciones y actividades de las iglesias evangélicas catalanas
permanecían
en un cierto ostracismo. Su voz profética se escuchaba dentro de las capillas,
con todas las particularidades de una subcultura reprimida pero muy viva de
puertas adentro. Asimismo se producía una reproducción en paralelo de algunos
de los vectores sociológicos externos, como el idioma de uso, las relaciones
sociales o las formas de comunicación interna.
Una extraña particularidad
estaría presente en las congregaciones catalanas: el culto se realizaba
totalmente en lengua castellana, mientras que las conversaciones entre los
creyentes antes y después de la reunión eran mayoritariamente en catalán. Es
decir, al llegar a las capillas, una inmensa mayoría de los creyentes hablaban
catalán entre ellos. Pero cuando daba comienzo el culto, todos aquellos que se
relacionaban en catalán pasaban a hacerlo en castellano, tanto la presidencia
de la reunión, los cantos, las predicaciones, las oraciones, etc. Y cuando
acababa el culto volvían a hablar en catalán, relacionándose en esa lengua. Lo
todavía más inverosímil e insólito era que en la gran mayoría de hogares en los
que la lengua íntima y familiar era única y exclusivamente el catalán, cuando
oraban, tanto devocionalmente como en las comidas, lo hacían en castellano. A
pesar de que el franquismo empezaba a consentir algunas libertades
sociolingüísticas menores, básicamente fue una conducta de temerosa obediencia
frente a un régimen político fiscalizador, aunque dentro de las iglesias también
era en deferencia a la migración de habla castellana que masivamente llegaba a
Cataluña desde otros territorios del Estado español. Aquella realidad
sociolingüística
originó en los evangélicos catalanes una extraña derivación de carácter
psicoespiritual: para hablar con Dios y de Dios, la lengua correcta era el
castellano. Una insólita discordancia. Las formas relacionales
psicolingüísticas familiares no armonizaban con las íntimas de la espiritualidad
con Dios.
Otra de las
particularidades de las iglesias, más concretamente en la denominación de las
Asambleas de Hermanos, tenía relación con la música. En el culto dominical y
matutino
—el llamado Partimiento del pan o Cena del Señor—
, el
canto era exclusivamente a capela; es decir, sin ningún instrumento de
acompañamiento, ni tan solo el tradicional órgano. Los himnos se cantaban a
viva voz. Cuando en el tiempo de culto libre alguien se levantaba para
solicitar el canto de un himno
—haciendo al mismo tiempo una
pequeña introducción alusiva o leyendo las primeras líneas del mismo—
, habitualmente
un hermano que tenía un buen oído o una mínima capacidad musical levantaba la
voz introduciendo las primeras notas. Así se iniciaba el canto congregacional.
Tan solo entonar las primeras palabras del himno era suficiente para que todos
los congregantes se añadieran como un solo cuerpo a capela. Esta tradición de
las Asambleas de Hermanos permaneció durante años, descubriendo una posición
teológica
y costumbrista que en la década de los 80 empezaría a decrecer.
Y, como último, cabe
recordar que fuera de los himnos congregacionales la única música especial eran
los coros de iglesia que cantaban himnos tradicionales a cuatro voces, con
todas las estrofas interpretadas de la misma manera o, a lo máximo, con alguna
pequeña variación o arreglo. Como que en el culto de la mañana solo estaba
permitido el canto congregacional sin el acompañamiento de instrumentos, en la
reunión de predicación del Evangelio de la tarde era donde se consentía su
participación. No obstante, entre finales de la década de los 50 y principios
de los 60 empezarían a florecer algunos cuartetos de armónicas o de voces
varoniles, e incluso algunas femeninas, que darían un nuevo impulso a la
musicalidad evangélica. Cuartetos como Jericó, Voces de Nueva Vida, Bethel o
Maranatha, que interpretaban himnos y espirituales negros a cuatro voces,
significaron un paso adelante en la expresión y comunicación musical evangélica.
Todos estos aspectos
socioculturales, socioeclesiológicos y costumbristas fue el caldo de cultivo en
el que creció Jordi Roig
(1948-1994)
y que de alguna forma influirían o
participarían en su música y composición. Sin lugar a dudas, el llamado
‘catalán de la voz tierna’ —mote que le puso un locutor de radio barcelonés al escucharlo cantar— marcó un hito en la particular historia evangélica
del país. En realidad fue uno de los primeros cantantes evangélicos que compuso
canciones, tanto letra como música. Y, asimismo, al interpretarlas, se le
denominaría cantautor. Hasta entonces la mayoría de las participaciones de
músicos evangélicos españoles del siglo XIX y XX había sido poner letra a himnos
foráneos o traducirlos directamente del inglés o alemán, pero hay poquísimas
referencias a la creación autóctona en un sentido completo. Algunos ejemplos son
Mateo Cosidó
(1825-1874)
o, más prolífico que Cosidó, Enrique
Turrall
(1867-
1953), de origen británico y naturalizado español. Aunque
la mayoría de su obra fueron traducciones de originales ingleses y textos
libres, es de destacar algunas muy contadas creaciones hímnicas completas. Así que, en realidad, Jordi Roig fue un auténtico pionero en la
composición de canciones. Pero este honorífico título no implica que su obra
musical fuera de menor categoría o de baja calidad. Al contrario, sus canciones
fueron y son extremadamente bellas, tanto musicalmente como poéticamente. Y
también teológicamente.
2- LA
ESENCIA
Más allá de las ascendencias
socioculturales y generales que influyeron en su música y composición, Jordi
Roig provenía de una familia en la que el arte estaba presente de manera
constante
e incondicional. Hijo único de Abdón Roig y María Cots, Jordi recibió una gran
influencia
artística de sus progenitores. Sus padres se dedicaban profesionalmente al
mundo de la farándula, viajando por toda Cataluña y también por España con
diferentes espectáculos con una compañía de teatro. Es por ello que, desde pequeño, Jordi recibió la semilla artística y una gran sensibilidad hacia todo aquello que
tuviera relación con el arte. Así que no es nada extraño que su madre compusiera algún canto
que incluso se entonaría en su iglesia de Santa Coloma de Gramanet, cuando
él todavía era un niño. Indudablemente el núcleo familiar le proporcionó un
inmejorable contexto artístico sobre el que desplegaría sus talentos.
Sin embargo, una realidad particularmente
trascendente que fue de gran ascendencia en su niñez, adolescencia y como
futuro compositor, fue el alma poética de su madre. Tan buena poeta como
rapsoda y con una declamación excelente, Maria Cots desarrolló este arte desde
joven, aunque su eclosión llegaría en la madurez. Con un timbre grave,
vigoroso, una dicción bien articulada y un notable sentido de la métrica libre, Maria Cots escribió diversas poesías que no serían publicadas. Pero ya a finales del pasado siglo editaría un poemario textual y sonoro que sería uno de sus grandes legados: Semillas de eternidad–Poesía mística.
El testigo artístico lo
recibiría Jordi de una manera más práctica cuando hacia los 11 años sus padres le
regalaron una guitarra. Rápidamente tomó el instrumento y por su propia cuenta
empezó a ensayar los primeros acordes y a hacer sus primeras interpretaciones
familiares. Animado e inspirado por algunos discos de intérpretes españoles y
extranjeros
que había adquirido, empezó a cantar, reproduciendo también algunas canciones.
Si bien nunca estudió guitarra regladamente, su habilidad y desenvoltura con el
instrumento le llevó a dominar los acordes con destreza. Y aunque años más
tarde recibiría algunas clases particulares de piano con David Andreu
—encuentros en los que preferentemente compartiría sus composiciones,
recibiendo guía y consejos prácticos de su profesor—, su vínculo artístico
con la guitarra fue prioritario. Poco a poco esta predilección le llevaría a
introducirse en otros tipos de música más alejados de los clásicos himnos de la
iglesia.
La madre de Jordi se había
convertido a la fe evangélica en una iglesia de las Asambleas de Hermanos de Santa Coloma de
Gramanet, población colindante con Barcelona, donde junto a su esposo tuvo
residencia permanente. En realidad, la congregación de Santa Coloma era hija de
otra iglesia de la Asamblea de Hermanos de la capital catalana que se reunía en
la avenida Mistral. Durante un tiempo María Cots compartió asistencia dominical
en las dos congregaciones, hasta que poco a poco se fue integrando en la de la
capital barcelonesa. Al principio Jordi no asistía muy regularmente a las
reuniones que se celebraban en la iglesia de la avenida Mistral. Y si lo hacía,
normalmente era en los cultos de la tarde, habitualmente acompañado de un
amigo. Pero desde que Jordi conoció a Marisa Sala, que posteriormente sería su
esposa, progresivamente empezó a integrarse en el círculo de jóvenes de la
congregación y en las actividades.
En este tiempo de noviazgo
con Marisa fue cuando se formó un grupo de amigos de entre algunas parejas de
la iglesia de la avenida Mistral. Los más habituales, Enrique Pérez y Carme
Mundó; Carles Rodríguez y Encarna Viles; Rafael Garay y Mª Rosa Rebollo; y
Jordi Roig y Marisa Sala, iban algunos sábados o días festivos a pasar el día
en una segunda residencia que Carles Rodríguez tenía a las afueras de Barcelona,
en la provincia de Lleida. Allí, entre veladas y conversaciones, descubrieron
que Jordi tocaba la guitarra y cantaba con pasión y gran destreza. Así que aquellas
informales reuniones rápidamente se amenizaron con música y con algunos de los
éxitos pop-rock de la época que Jordi interpretaba notablemente.
Entre todas las
ascendencias musicales que había recibido en su adolescencia y juventud, uno de
sus grandes referentes fue John Gary. El cantante norteamericano que gozó de
una larga discografía y que cantó en películas, en Broadway y que además tuvo su
propia serie de variedades de televisión en horario estelar, interviniendo
también
con diferentes orquestas en centenares de conciertos, fue para Jordi un modelo
y también una positiva inspiración artística. Entre ambos habían algunas
particularidades vocales muy coincidentes. John Gary tenía un timbre dócil y
claro,
con un control de la respiración excelente y un rango de voz excepcionalmente
amplio de tres octavas y media: prácticamente desde un barítono robusto hasta
un tenor alto y dulce, a menudo en la misma canción. Jordi Roig también disponía
de manera natural parecidas condiciones vocales. Tanto podía entonar unos
graves firmes y cálidos, como un registro de tenor ligero y limpio, hasta
incluso
alcanzar un falsete de bella factura con gran seguridad. Este amplio
registro tonal, junto a la docilidad y expresividad de su voz, le daría una
personalidad única y una capacidad de comunicación inigualable. Ambos, John y
Jordi, gozaban de similares cualidades vocales, así que no resultó nada extraño
que, al descubrirlo, el catalán se fijara en él y de alguna manera se
identificara musicalmente con el norteamericano.
Jordi era un chico muy
apreciado por todos. De carácter algo tímido pero muy cercano, agradable,
sociable y siempre de trato exquisito, su afición por la música y buen carácter
le llevó a ser muy querido. Y de la misma manera que descubrieron que tocaba la
guitarra, también descubrieron que componía y que lo hacía muy bien. Pronto sus
canciones traspasaron el pequeño círculo del grupo de amistades, llegando al
ámbito público de la propia iglesia sita en la avenida Mistral de Barcelona.
Tanto
las diversas influencias musicales seculares como la ascendencia poética y espiritual de su madre, pronto se
hicieron notar en sus primeras composiciones. Las melodías y los poemas
desbordaban belleza. Junto al inquebrantable apoyo de su pareja, Marisa Sala, y
también animado por el afecto de sus amigos y la aprobación de los ancianos de
la iglesia, poco a poco empezó a cantar en los cultos dominicales. Como que en
las mañanas tanto
otra música que no fueran los himnos como cualquier
instrumento musical estaban vetados, tuvo que ser en el culto de la tarde
cuando se le permitió interpretar sus cantos. Asimismo, en otras reuniones
eclesiales
en días festivos, cuando por la tarde se celebraba un culto conducido
exclusivamente por los jóvenes, era otra de las ocasiones en que Jordi
participaba.
Muy pronto sus canciones
traspasaron las paredes de su iglesia y llegarían invitaciones de otras muchas
congregaciones,
algunas hijas de Mistral, como la sita en la calle Jaume Roig, y,
especialmente, de Juventud para Cristo. Esta entidad interdenominacional que en
aquellos tiempos estaba presidida por Juan Gili, más la participación, entre
otros, de Ángel Blanco o Benjamí Angurell, fue el mejor aparador para las
canciones de Jordi Roig. Las actividades evangelísticas que se realizaban en
algunas de las iglesias de mayor aforo de Barcelona, como la de la calle Verdi
o la de Bona Nova, tenían como denominador común una gran afluencia. Una
actividad especial para los jóvenes de las iglesias era
La
Hora de la Juventud.
Impulsada y dirigida primeramente por Josep Monells y
después por Jaume Triginé, se celebraba regularmente cada mes. Fue en esas
magnas reuniones donde Jordi era invitado a cantar y donde su música y poemas
cautivaron a numerosos creyentes, muchos de ellos, los más adultos, aún
reticentes a aceptar ciertos estilos que no fueran los clásicos himnos y,
también, la guitarra. Si tenemos en cuenta que en el culto matutino de la
mayoría de las iglesias el canto aún era a capela y solo se cantaban himnos
pietistas
traducidos del inglés o del alemán, la mayoría del siglo XVIII y XIX, se podrá
percibir la reticencia de algunos cristianos a admitir ciertas novedades. La
guitarra entraba dentro de ellas.
No obstante, Jordi Roig
tenía a su favor tres virtudes que le permitieron ser muy aceptado y bien
recibido. Por un lado tenía una gran habilidad para tocar la guitarra de manera
delicada y nada estridente. Para algunas mentalidades tradicionalistas, la
guitarra aún se relacionaba con fiestas mundanas y bailes folklóricos, ambos
rechazados
en la moral protestante de la época. Por otra parte Jordi tenía en su haber
unas melodías aparentemente sencillas pero muy bien construidas, que llegaban
con credibilidad a corazones de creyentes e inconversos. Y, como último, tanto
poéticamente como teológicamente los textos en castellano estaban muy bien
escritos.
Así que todas estas virtudes abrieron de par en par una puerta para que su
música llegara a todos los oyentes.
3- EL
DISCO
En 1967 el Estado español
dio un importante paso en las libertades sociales promulgando la llamada
Ley
de Libertad Religiosa.
Después de décadas de rígida hegemonía de
la Iglesia Católico-Romana se abrían algunos indefinidos horizontes. Con la
visión de las oportunidades que esta nueva Ley ofrecía, Juan Gili, empresario,
hombre
de negocios, evangelista y hasta entonces presidente de
Juventud
para Cristo
(1948-1968),
fundó en ese mismo año
—1967—
una nueva
entidad interdenominacional denominada
Evangelismo en Acción.
Este
paso de fe y compromiso de Juan Gili, junto a la participación de otros
creyentes
como Ángel Blanco, dio un nuevo impuso a la evangelización, con una dedicación
intensiva al uso de la radio, música, campañas, equipos evangelísticos,
películas y prensa secular, todo puesto al servicio de la iglesia local.
Consecuentemente,
al año siguiente Juan Gili dejó sus responsabilidades en
Juventud
para Cristo
para dedicarse exclusivamente al ministerio de
Evangelismo
en Acción.
Por aquellos años unos
misioneros norteamericanos, Harold J. Kregel y su esposa Esther, abrirían en
Barcelona la primera librería evangélica. Corría el año 1965. Situada frente a
frente y esquina con esquina con el Hospital Evangélico, la librería se
convirtió en obligado lugar de encuentro para la adquisición de Biblias y libros
cristianos. Al visitar a sus enfermos en el hospital, muchos creyentes pasaban,
previamente o posteriormente, por la tienda evangélica para ver, ojear y
adquirir artículos cristianos. La apertura de la
Librería
Evangélica
en 1965, junto a la fundación de
Evangelismo
en Acción
en 1967, propició la primera grabación de Jordi Roig, a
finales de 1969. Precisamente en junio de ese mismo año había cantado en el
majestuoso y modernista auditorio del Palau de la Música de Barcelona, en un
acto de testimonio organizado conjuntamente por
Evangelismo
en Acción
y
Juventud para Cristo.
Fue el primer cantante
de la pequeña historia evangélica española en actuar en un escenario de tan
alto nivel musical. Gracias a que su voz y sus composiciones ya eran bien
conocidas y queridas por los creyentes de las iglesias barcelonesas, en algunos
momentos sus cantos fueron coreados por los asistentes.
Jorge Roig–Me siento feliz
(1969)
fue una producción de
Evangelismo
en Acción
que distribuiría en exclusiva la
Librería
Evangélica
de la calle Camèlies de Barcelona. [VÍDEO: Jorge Roig-Me siento feliz] La imagen de
Jordi en la portada, tocando la guitarra y en posición de cantar, se
convertiría en un icono de la música evangélica de la época. La primera edición
del single se agotaría en tan solo cinco meses. Su transparente voz, acompañada
por el Trío Ebenezer, compuesto por tres misioneras norteamericanas (Carolina
de Fasold, Bárbara de Kenny y Jolene Wilson), el contrabajo de Ambròs Monsó y
el órgano de Víctor Mirón, fue un hito musical para el pueblo evangélico
catalán.
Un antes y un después. En la contraportada del álbum se podía leer esta
preliminar reseña a cada una de las cuatro canciones del álbum:
«Vivimos en un
mundo de sombras. Aquí y allá se levantan altares, monumentos o mausoleos. Cada
uno proyecta la sombra de su mensaje: científico, tecnológico, político,
filosófico o religioso. A su sombra se escribe, se discute, se pelea, se cree o
se niega, se acepta o se rechaza. El hombre vive afanosamente su intensa vida
horizontal y a través de ella busca la solución a sus problemas. Pero la busca
de espaldas a la sombra vertical de la Cruz. Olvida que la
Sombra de la Cruz
es
el lugar donde Dios habla al hombre por medio de su Hijo Jesucristo.
Es allí donde
Él nos ofrece descanso, paz y salvación eterna. De ahí el consejo de la
melódica canción:
Déjate
mecer por tu Salvador.
Porque en los brazos de Cristo está la
respuesta de Dios al cansancio del hombre. Y si hay alguna esperanza, viene de
Él. Si ha paz, sólo Él la puede dar. Si hay salvación, sólo Él la ofrece.
Y cuando toda
la creación rinde gloria a su Creador y el hombre lanzado a la conquista del
espacio tiene que admitir: ¡la creación es maravillosa!, con más razón el que
se ha cobijado a la sombra de la Cruz y ha descansado en su Salvador ha de
exclamar con
Gratitud:
¡Gracias, Dios mío!
Porque es
entonces cuando cambia los dioses temporales por el Dios eterno. Cuando su
incertidumbre
se transforma en fe. Cuando la Cruz no es sólo un signo religioso, sino una
vivencia constante que le hace exclamar de corazón:
¡Me siento feliz!».
Estas primeras cuatro
canciones fueron la gran tarjeta de presentación de los discos que
posteriormente llegarían. La poesía de
‘Déjate mecer’
relataba con la tierna
analogía de una mecedora el gran descanso que hay en Dios, parafraseando en sus
estrofas pasajes bíblicos como Mateo 6:34 o Lucas 12:20-32.
‘Gratitud’
describía un sueño, rememorando cómo las aves de cielo ni siembran, ni siegan,
ni recogen, pero Dios las cuida y viven agradecidamente, parafraseando en parte
el pasaje de Mateo 6:26-33. O
‘La sombra de la Cruz’,
una exposición poética de los
sucesos cumbres del Calvario y la resurrección, según Mateo 27. Y
‘Me siento feliz’,
un
testimonio gozoso de confianza y esperanza en su Salvador.
Todas las composiciones tenían
claros ecos de las Escrituras, un alto contenido poético y una melodía
aparentemente sencilla pero colmada de musicalidad. El ensamblaje de estos tres
elementos de tanta calidad y calidez artística y espiritual fue la gran virtud
de Jordi Roig. En la pequeña historia de unas iglesias evangélicas que poco a
poco salían del ostracismo y seguían luchando por su visibilidad social, nadie
hasta entonces había sido capaz de expresarse con un lenguaje tan actual y
contextualizado en todas sus variables. En el interior del disco se podía leer
la identidad del autor:
«Jorge Roig es
un joven universitario, autor e intérprete de sus propias canciones. Aparte de
una facilidad extraordinaria en la composición de las melodías, hace de sus
canciones algo más que una simple interpretación: el deseo de comunicar. Así lo
expresó en una entrevista para la radio: ‘Lo que deseo es transmitir el
testimonio de mi propia experiencia acerca de Dios’. Así lo entendió también la
mayoría de los que llenaron el Palacio de la Música de Barcelona, un día del
mes de junio de 1969 en el que Jorge cantó algunas de las canciones que se
ofrecen en este disco. Esta vivencia espiritual que él siente es la que le hace
cantar ‘Me siento feliz’».
4- LAS
CANCIONES
Tras aquel emblemático primer disco sencillo, llegaron cuatro más. Primeramente uno de plástico, con una sola canción, Mi Navidad (1971) [VÍDEO: Mi Navidad], seguidamente otros tres: Jorge Roig–Creo en Jesús (1973) [VÍDEO: Jorge Roig-Creo en Jesús], Jordi Roig–El amor de Dios (1974) [VÍDEO: Jordi Roig-El amor de Dios] y Favoritos de Jordi Roig (1975) [VÍDEO: Favoritos de Jordi Roig], siendo este último una recopilación de los anteriores. Aparte hizo sendas colaboraciones en otros dos álbumes: Melodías para el alma (1971) [VÍDEO: Melodías para el alma] y ‘Encuentros con la Biblia’ (1976) [VÍDEO: Encuentros con la Biblia], ambos editados por Evangelismo en Acción. En el primero interpretaría cuatro canciones ya conocidas, completándose el Lp con algunos himnos de una coral reunida para la ocasión, el Trío Ebenezer y el cuarteto Cantores del Rey. Y en el segundo de 1976 participaría con dos temas inéditos respecto a las anteriores grabaciones, junto a un mensaje evangelístico de Daniel González (1939-2018).
En las distintas producciones
y con diferentes responsabilidades e implicaciones según fueran las necesidades,
Jordi contó con un elenco de destacados músicos cristianos de la época: Ambròs
Monsó, contrabajista y organista de la iglesia bautista de la Bona Nova; David
Andreu, pianista de la congregación bautista que se reunía en la calle Verdi;
Samuel
Muñoz, bajista y armonicista también de esta misma iglesia; Josep Ventura,
guitarrista y flautista de la iglesia metodista de Sants; Javier Olmos, batería
perteneciente a la congregación de las Asambleas de Hermanos que se reunía en el Passeig Maragall; y Víctor Mirón, organista, de la misma iglesia.
Aparte de la discografía
publicada, Jordi Roig también participó en los programas de radio
Maravillosa
Gracia
y
Momentos Devocionales
, que
se presentaban semanalmente por Radio Montecarlo. El polifacético predicador,
profesor y escritor Miguel Valbuena Cabarga
(1919-2010)
grababa
los programas en un pequeño estudio de grabación que tenía en un apartamento de
Barcelona. Acabadas de grabar y editar, las cintas magnetofónicas viajaban cada
semana a Mónaco por distintos conductos para ser emitidas en onda corta por
radio, esquivando así las restricciones comunicativas del régimen dictatorial
de Francisco Franco. Entre otros, Jordi era uno de los músicos solicitados para
ir al pequeño estudio y grabar algunas de sus composiciones. Y una de las
amistades de Roig fue, precisamente, el hijo del misionero, Miguel Valbuena
Heredia, con quien tuvo una dilatada relación y quien es depositario de algunos
de aquellos registros sonoros. Asimismo, en las grabaciones musicales del
pequeño
estudio participaría Samuel Muñoz al bajo, cuñado de Valbuena Heredia.
Las composiciones de Jordi
Roig tuvieron la estimable participación de unos instrumentistas que también
fueron
pioneros de un nuevo lenguaje musical pop, ajeno al tradicional canto a capela
de sus iglesias. Pero junto a sus bellas melodías, el alma de las canciones de
Roig radicaba en sus poéticos textos, llenos de sentido espiritual y mensaje
eterno. La poesía tan bien cultivada por su madre, María Cots, tendría su
reflejo inspiracional y mimético en la obra de Jordi, incluso con la participación de la progenitora. Dos breves fragmentos de la canción
La
sombra de la cruz [VÍDEO: La sombra de la cruz]
dejan constancia de su solidez poética:
«El sol sus
rayos de oro manda ya,
las sombras de
la noche traspasó.
Y el día al
despuntar tres cruces perfiló,
y de una dicen
que brotó el amor».
[…]
«El día en
negra noche se volvió,
los cielos no
escondieron su dolor.
Y cielo y
tierra fue testigos de su amor,
pues todo
estaba escrito y se cumplió».
[…]
Otra de las
particularidades de la composición de Jordi Roig era la implícita invitación a
seguir Jesús en sus textos. En
Creo en Jesús
(1973),
cantaba: [VÍDEO: Creo en Jesús]
[…] «Detente al
escuchar
ahora que hay
tiempo y lugar;
la
historia debes saber,
la oíste tal
vez, seguro será,
la oíste más de una vez.
[…]
Escucha mi
canción,
despierta tu
corazón,
elévate en
oración
y clama y
verás,
también
sentirás
la gracia de su
perdón».
[…]
Todas sus composiciones
fueron muy apreciadas por los creyentes de la época, pero dos de ellas serían,
además, queridas y cantadas en muchas iglesias catalanas y de todo el país. Una
de ellas se titulaba
Mi mejor amigo,
aunque también se la conocía por
la primera línea del canto,
Al cruzar los valles: [VÍDEO: Al cruzar los valles]
«Al cruzar los
valles, en el río o en el mar;
entre las
estrellas y también en la ciudad,
siento su
presencia, a mi lado Cristo está.
Él es mi
alegría y le quiero así cantar:
Mi mejor amigo,
mi Jesús, mi Libertad,
guías Tú mis
pasos en la vida al caminar,
tenme de tu
mano, no me dejes resbalar,
llévame contigo donde quiera que Tú vas.
Cristo es mi
esperanza y mi libertad.
Es mi
compañero, con Él quiero andar.
[…]
Otra composición también muy
popular entre las iglesias españolas fue
Me siento feliz [VÍDEO: Me siento feliz],
un
canto a la esperanza en la que Jordi Roig deletreaba su experiencia de fe:
«Me siento
feliz, hoy puedo cantar.
Sé que para mí
existe un lugar
donde no tendré
que sufrir jamás,
donde reinará
la felicidad.
Es algo que no
se puede explicar,
se debe sentir,
se debe notar.
Es como la luz
del sol que al salir
calienta tu ser
y te hace vivir».
[…]
Por lo general, en sus
cantos se observa un triple cometido. Primeramente, alabanza y confianza en
Dios, presentando un Salvador en quien se puede descansar plenamente. Ejemplo
de ello son las composiciones
Confiado estoy, Solo en Ti,
Déjate mecer, Gratitud, Creo en Jesús, Me siento feliz, En Ti confío, Mi mejor
amigo, Salmo 23, Si hay desesperación, Alabad
o
Yo
soy feliz.
En segundo término, un vivo
y claro testimonio:
¿Dónde estabas tú?, Recuerda esta canción, La sombra de la
cruz, Amor de Dios, Hay otra vida, Sigue la senda, Si hay desesperación
o
Mi
Navidad.
Y, en tercer lugar, una
evocación de la eternidad, con algunas composiciones alusivas como
Ciudadano
del cielo, Juicio final, Jerusalén
o
Hay
otra vida.
Junto a estos tres tipos, también escribió dos canciones relacionadas
con la Biblia
–Lámpara es a mis pies
y
Solo
en la gran ciudad–
por una solicitud de Juan Gili para un disco sencillo de
Evangelismo
en Acción.
Respecto al ámbito
lingüístico de sus textos, la inmensa mayoría fueron en castellano, por lo que
su mensaje y voz llegó a otros lugares del Estado español, Sudamérica y algunos
países europeos. Sin embargo, algunas escritas en su lengua más íntima, cercana
y familiar, la catalana, se perdieron sin dejar rastro discográfico ni tampoco
fonográfico. Algunas fueron traducidas del castellano gracias al cancionero Música Jove, recopilado por Ambròs Monsó. Y solo una ha perdurado
en su versión original en catalán, de la cual se conserva la partitura:
A l'igual que el vent. [PARTITURA]
La realidad es que por una razón u otra no ha sido posible
disfrutar de otras canciones extraordinariamente bellas y que asimismo habrían
sido de bendición.
Una de las grandes virtudes
de la composición de Jordi Roig era su alta capacidad narrativa. La facilidad
con que desarrollaba un argumento bíblico, dándole sentido y contenido, le
permitía explicar historias de tal manera que al oyente le llegara el mensaje
eterno en toda su dimensión espiritual. Además de la facilidad descriptiva
plasmada
en la canción
Mi Navidad
, uno de los ejemplos más
bellos y explícitos de su discografía es
En Ti confío [VÍDEO: En Ti confío],
del
álbum
El amor de Dios
(1974).
La
excelente adaptación y unión de dos destacados pasajes bíblicos
–Mateo
14:22-33 y 26:69-75–
, junto al excelente arreglo musical al piano de David
Andreu, es una joya literaria, musical y espiritual que sobresale con luz
propia:
«Hazme andar
sobre el mar»,
dijo Pedro una
vez.
Y Jesús sin
dudar,
le escuchó y
dijo: «Ven».
Pero pronto se
hundió, poco lejos llegó,
le faltaba más
fe, le invadía el temor.
«¡Que perezco
Señor, por favor, sálvame!
¡No te alejes de mí, que sin ti moriré!».
Y Jesús se
acercó y su mano le dio.
Y tan solo
exclamó: «¡Hombre de poca fe!».
¿Cuántas veces
le diremos:
«Señor, perdón.
Ten mi mano,
porque
hundiéndome estoy»?
¿Cuántas veces
le diremos:
«Señor, caí.
Sálvame,
que yo confío
en Ti»?
—«Siempre
te seguiré, donde vayas iré».
—«Pedro,
me negarás,
por tres veces
lo harás».
Y al mirarle el
Señor, él lloró con dolor.
Entendió que
Jesús iba sólo a la cruz.
«Velad siempre
y orad»,
dijo lleno de
amor.
«No dudéis
nunca más,
no tengáis más
temor,
porque yo he de
volver,
yo soy vuestro
Pastor
y por siempre
será,
con vosotros
estoy».
Yo confío en tu
promesa, sé que vendrás,
sigo andando
por la senda de paz.
En mi vida no
hay tinieblas, Tú eres la luz,
resplandece por
los siglos tu cruz.
En mi vida no
hay tinieblas, Tú eres la luz,
resplandece por
los siglos tu cruz.
Recorrer la obra musical de
Jordi Roig es transitar por una poesía muy descriptiva, aunque aparentemente
poco inflamada. Pero es un espejismo. Sus composiciones tuvieron la virtud de
relatar los caminos de la fe reflexivamente y en toda su profundidad, sin
embargo confiando las emociones al receptor. El legado materno de una mujer muy
apasionada y llena vida en la declamación de cada palabra y verso, en Jordi fue
más matizado y más sereno. No obstante, su manera de recitar las verdades
eternas a través de las melodías ofreció al oyente la facultad de descifrar
emocionalmente, comprender espiritualmente y discernir bajo la acción del
Espíritu Santo. El legado aún perdura.
5- LA
HERENCIA
La actividad musical
evangélica de Jordi Roig fue breve en el tiempo y en el cómputo total de su
vida. Diversas circunstancias personales y actividades profesionales le
impidieron desarrollar sus dones y talentos como habría deseado. En algunos momentos, su aprendizaje de vida le llevó a experiencias difíciles y contradictorias. Como el hijo pródigo de la parábola de Jesús, pasó por la experiencia de marchar fuera de casa y sentir sequedad en el alma. Sin embargo, tras unos años de duras pruebas, su fe en el Salvador revivió, volviendo al Padre eterno, aunque sin retomar la composición de canciones cristianas. Pero circunscribiéndonos brevemente al ámbito secular de
su trayectoria profesional, a lo largo de los años le podemos ver en diferentes
facetas, tanto como emprendedor empresarial, presentador, artista y creativo.
Con
el tiempo su proceso de vida le llevó a ser la voz y la imagen de un programa
de máxima audiencia de la televisión pública catalana, TV3. En 1993 fue el
presentador
de
Vostè mateix–Dilemes. [VÍDEO: Vostè mateix-Dilemes] La
aparición en la pequeña pantalla coincidió con un momento ascendente en su
itinerario
personal. No hacía mucho tiempo que había actuado como alcalde de un pueblo en
una película del cineasta Bigas Luna y, también, con su buena voz y excelente
dicción
tuvo oportunidades como doblador de estudio, además de que como actor iniciaba
una carrera profesional en una obra de teatro de nivel. Con 45 años empezaba a
cumplir sus sueños profesionales.
Su paso por la televisión
le dio una cierta fama en Cataluña y, especialmente, en Sant Hilari de Sacalm,
un municipio a unos sesenta kilómetros de Barcelona en el cual disponía
temporalmente
de una segunda residencia. Su vinculación con dicha población y su popularidad
televisiva le llevó a ser el pregonero de una edición de la fiesta mayor.
Deleitó
a la gran concurrencia con su habitual sencillez y afabilidad, sorprendiendo a
todos al cantar el pregón. Sin embargo la cima profesional que empezaba a
acariciar se frenó bruscamente un caluroso día de septiembre del año 1994. Un
fulminante infarto debido a un aneurisma acabó con su vida terrenal. La noticia
fue de gran impacto y corrió velozmente entre el desconcierto de todos los que
le amaban. Sin embargo, el multitudinario acto de despedida en Sant Hilari de
Sacalm, presidido por el pastor Roberto Velert, fue un testimonio lleno de
mensaje
y esperanza para la población y para los creyentes que asistieron desde
Barcelona y otras localidades catalanas. Tras el sentido acto, sus restos
descansaron en el cementerio del mismo municipio, con el dolor a flor de piel
de padres, sus cuatro hijos y su segunda esposa; pero también con la confianza puesta en las eternas
promesas
del Salvador.
La herencia más querida de Jordi Roig
no sólo fueron sus canciones, que sin duda impactaron en los corazones de
creyentes
y no creyentes. Sus dos hijos mayores, gemelos, recibieron muy especialmente el
testigo musical y poético del padre. Y junto a él, el espíritu creativo de la
madre fue y es otro de los grandes legados. De carácter positivo y con una
fuerza y alegría vital constante, Marisa Sala fue y sigue siendo una gran
ascendencia
para sus hijos, con su pasión por el teatro, el dibujo y la poesía. Isaac y
Rubén han seguido la senda de sus padres, componiendo, cantando y sirviendo a
otros, ya fuere como dúo, en musicales cristianos o en el ministerio de alabanza
en la Iglesia Protestante de Salou (Tarragona). Como pareja artística, durante
un tiempo exploraron caminos seculares con la música y el espectáculo, pero el
Creador del arte orientó sus deseos artísticos hacia Él, renovando ambiciones y
ofreciéndoles una nueva y eterna canción.
Un día Dios les hizo ver a
través y en medio de un programa secular de televisión de éxito, al cual se
presentaron, que debían abandonar aquello y empezar a componer para el Señor de la música y de sus vidas.
Se dieron cuenta de que Dios les había dado un don y que debían usarlo para Él.
Así que ante la determinante voz divina en sus corazones, renunciaron a una
hipotética
carrera profesional y empezaron a disponer sus vidas en sometimiento al Señor.
Sus
voces, de gran parecido y registro vocal con la del padre, fueron puestas a los
pies de la cruz.
Muchos años atrás, cuando
los dos hermanos eran aún adolescentes, Jordi les regaló un guitarra.
Aprendieron a tocarla y con el tiempo compartieron íntimos momentos familiares
cantando aquellos antiguos cantos que habían impactado a tantas vidas allá por
los años 70. Algunas de sus preferidas, como
Al cruzar los valles
o
Gratitud,
las
entonaban los tres juntos, a tres voces y a tres guitarras, en la intimidad
familiar. Pero decenios más tarde, ya en ausencia del padre, Isaac y Rubén
entendieron que debían dejar de cantar para otros intereses y entregar sus
talentos al Salvador. Fue entonces cuando el universo artístico cambió. Si
antes vivían más centrados en alcanzar un cierto éxito terrenal, ahora solo les
importaba el nombre de su Señor y Salvador. Así que hicieron algo que nunca
antes habían hecho: orar antes de componer, pidiendo a Dios que les ayudara a
escribir nuevas canciones. Con este cometido en mente, Isaac compró un piano
eléctrico y sin nunca haber estudiado el instrumento empezó a aprender los
primeros acordes. Y compuso de manera diferente. En el año 2012, una de las
primeras canciones que escribió para Dios fue
Sólo Tú [VÍDEO: Sólo Tú],
un
bello canto de alabanza y testimonio de poesía antitética:
Acaso pintó
Picasso el color del cielo;
Acaso Van Gogh
pintó la Creación o el Universo;
Acaso Beethoven
creó mayor canción que su perdón.
Acaso Gaudí
creó el templo en mí que me libera.
Acaso Newton
con la gravedad hizo que Él le extendiera.
Acaso
Shakespeare escribió mayor historia que su amor.
Sólo Dios, el
Creador,
pinta mi alma
con su amor,
es Maestro y es
Autor.
Sólo Tú, mi
Jesús,
limpiaste mi
alma en la cruz,
pero es autor
de salvación.
Sólo Tú, mi
Jesús,
eres música,
eres luz;
eres cada nota
en la Creación,
sólo Tú, Señor.
Acaso el Big
Bang o la evolución hicieron que yo existiera;
Acaso
Rembrandt, Beethoven o Dante me dieron fe verdadera;
Acaso Albert
Einstein cambió su vida por mi salvación.
Sólo Dios, el
Creador,
pinta mi alma
con su amor,
es Maestro y es
Autor.
Señor, oh, sólo
Tú,
Señor, oh, sólo
Tú.
Señor, oh, sólo
Tú,
Señor, oh, sólo
Tú.
Sólo Tú, sólo
Tú.
Sólo Tú, mi Jesús,
limpiaste mi
alma en la cruz,
pero es autor
de salvación.
Sólo Tú, mi
Jesús,
eres música,
eres luz;
eres cada nota
en la Creación.
Sólo Tú, Señor,
sólo Tú, mi
Dios,
sólo Tú, Señor.
Sin duda, el poema es una profunda y bella expresión de alabanza a Dios, quien en Jesús les salvó y
redimió. Pero, además,
Sólo Tú
recoge de manera simbólica el impulso de la herencia familiar. Toma la fuerza
poética de la abuela, María Cots; la vitalidad creativa de la madre, Marisa
Sala; y la excelente síntesis melódica y literaria del padre, Jordi Roig.
Sólo
Tú
es el legado de una promesa concedida en el silencio de
muchas oraciones. Un testamento invisible que quedó entretejido en las entrañas
de sus vidas. Una herencia eterna. Isaac y Rubén grabaron Sólo Tú en su primer cedé, publicado en el 2015 y que asimismo le dio nombre. Pero poco tiempo después, al acabar una de las actuaciones en su
congregación de Salou, una mujer española que muchos años atrás había emigrado
a Alemania, se les acercó para hablarles de su padre. Nunca lo conoció, nunca
lo escuchó en directo y nunca supo nada más de él que un casete que llegó a sus
manos y que escuchó innumerables veces. En los años 70, aquella mujer, aun
viviendo lejos de su país y sin más contacto con la fe que un casete, conoció
al Señor y le entregó su vida mientras escuchaba a Jordi Roig. Era el álbum
El
amor de
Dios
(1974).
La semilla del pan de vida
de Jesús es sembrada por doquier sin saber donde caerá ni tampoco prever cómo
germinará. Es una semilla viva que dará su fruto a su tiempo. Y pese a los devenires de la vida y sus afanes, en la
contraportada
de aquel disco de las diez semillas cantadas el joven Jordi escribió de su puño y
letra el deseo y la intención de su corazón. Aquellas palabras escritas en 1974,
que no tenían música ni eran una canción, también siguen hablando hoy:
[…]
En el disco que ahora sostienen tus manos, yo, humildemente agradecido, le canto a Dios. Canto
al Dios Creador que no se limita a crear y desentenderse luego de su creación,
sino que se preocupa por ella, la ama y muere por ella. Canto al Dios poderoso,
tonante, sublime, eterno y justiciero, que al mismo tiempo es amoroso, humilde,
tierno, cariñoso y amigo. Le canto porque necesito alabarle y Él lo merece. Y
lo hago con humilde gratitud porque sé, que aun no siendo nada, me ama tanto que
soy muy importante para Él.
Es por todo
ello, querido amigo, por lo que no deseo aburrirte con mis datos personales ni
mi currículum vitae, como las costumbres al uso lo exigen en estos casos. Yo no
soy importante. Tampoco fue mi intención al grabar este disco el que me
conozcas a través de mi música. Mi mayor anhelo se verá cumplido si al escuchar
estas melodías se despierta tu curiosidad por Aquél a quien le canto, si
sientes interés por Él y tratas de hallarle. Te aseguro que lo tienes muy
cerca.
Ahora no te
esfuerces por entenderme. Si algún día recibes a Cristo en tu vida, quizá,
entre las maravillosas perspectivas que se abrirán ante ti, recordarás de modo
fugaz estas canciones y entonces sí comprenderás el por qué dedico en ellas
todo mi amor al Creador.
Es mi más
sincero deseo que este disco te ayude a abrir tu corazón al AMOR DE DIOS.
Afectuosamente,
Jordi Roig
__________________
Consultores documentales & Agradecimientos:
Rubén Roig Sala,
Isaac Roig Sala, Marisa Sala, Carles Rodríguez, Rafael Garay, Esther Muñoz,
Miguel Valbuena Heredia, Jaume Triginé, David Andreu, Jordi Palacios, Ambròs
Monsó, Roberto Velert i Pere Puigvert.
_______________________
PARTITURAS:
(1969) Me siento feliz (Partitura) ~ (Vídeo)
(1969) La sombra de la Cruz (Partitura) ~ (Vídeo)
(1969) Déjate mecer (Partitura) ~ (Vídeo)
Muchas gracias por su escrito de JORGE ROIG. No conocia nada de su vida y he descubierto la persona que había detras de sus canciones tan inspiradas por Dios. Bendito sea el Señor.
ResponderEliminarAunque se agradece la explicación, debo corregir algún aspecto de su descripción histórica, pues un gran número de creyentes evangélicos de Barcelona en los 80 y 90 éramos y somos castellano parlantes, de hecho diría que la mayoría, por lo tanto les ruego sean veraces y honestos y no dejen colar al nacionalismo en nuestra historia. Que también es “dels altres catalans” como nos denominan sus representantes políticos.
ResponderEliminarMuchas gracias👌 ojalá los hijos hagan más discos 👌 lo de ellos es un don hermoso gracias
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