© 2022 Josep Marc Laporta
1-
Los himnos de F. de P. Castells
2-
‘La Patria’, de Isabel Lawrence
3-
‘Mira a Jesús’, de H. D. L.
4-
Los poemas de Francesc Bardolet
5-
Karl A. Haglund: su música y poemas
6-
Los himnos de K. A. Haglund
1- Los himnos de F. de P. Castells
La figura de Francesc de Paula Castells (1867-1934) es de suma relevancia en los anales protestantes internacionales de finales del siglo XIX y principios del XX. Su biografía, recopilada por Alberto Moreno Moreno, es apasionante por la intensidad y dedicación de su vida. Descrito por el escritor como misionero, biblista y masón, aparentemente su currículum poco tendría que ver con la himnología bautista, a no ser por dos interesantes textos hímnicos que nos lo introducen. En El Eco de la Verdad aparece varias veces, ya sea traduciendo al catalán diversos capítulos de la Biblia, con algún artículo apologético o con dos certeras adaptaciones hímnicas. Esbozada primeramente en la revista denominacional bautista, la Biblioteca Nacional de Catalunya conserva de su autoría una traducción de la Epístola de san Pablo a los Romanos, la primera realizada directamente del griego al catalán. Por lo tanto, estamos ante un personaje relevante, no sólo por sus dos himnos sino por sus capacidades intelectuales e intensa vida misionera y biblista.
Nació en Mataró el 30 de mayo de 1867. Y fue en su adolescencia cuando al leer algunos textos de Érik A. Lund –probablemente en El Eco de la Verdad– y tras sendas discusiones en su casa, entró en contacto con el misionero, quien lo recibió y tuteló, convirtiéndose a la fe cristiana. En este proceso de búsqueda abandonó el hogar paterno, tal vez por serias discrepancias religiosas con sus padres o por su carácter inquieto e hiperactivo. Pasada una primera etapa de crecimiento espiritual con Lund, a los 17 años marchó a Londres para prepararse como ministro del Evangelio en el Harley College. Precisamente sería el propio Érik A. Lund quien tramitaría su estancia allí, ya que anteriormente él mismo había estudiado en dicha institución.
Ya en 1887 y con veinte años encontramos a Castells como colportor al servicio de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, partiendo como misionero a Malasia. Y a partir de esta destinación estuvo en las Filipinas, así como en Singapur o en la Conchinchina francesa, siempre realizando su ministerio colportor, con Evangelios y Biblias, sirviendo y pasando calamidades, incluso escapando de un envenenamiento. Su forma de vida fue emprendedora y resuelta. En la fecha en que aparece el texto del Himne del Sagrat Nom en El Eco de la Verdad (1983), Castells ya está en Centroamérica, designado por la Sociedad Bíblica para dirigir el trabajo misional en la zona, encargando traducciones destinadas a los mayas y otras tribus, aunque no sin algunos inconvenientes. El informe anual de la Sociedad Bíblica de 1902 dice de él: «Sus esfuerzos fueron muy criticados al principio. Los idiomas de estas tribus no eran considerados dignos de una traducción de la Biblia. Se afirmaba que cualquier traducción resultaría ser necesariamente inútil. Los indios eran considerados como demasiado ignorantes, y tanto la Sociedad Bíblica como sus miembros fueron tachados de visionarios». No obstante, su persistencia le llevó a encomendar la traducción de diversos fragmentos de las Sagradas Escrituras a diversos dialectos mayas: yucatec, maya y caribe. Precisamente, cuando aparece en El Eco de la Verdad su segunda adaptación hímnica al catalán denominada l’Esperansa del Christiá, Castells encargaba una traducción al maya quiché en Centroamérica. Era el año 1897.
Estos datos relacionados nos informan de sus convicciones de fe y, también, de que muy probablemente adaptó el Himne del Sagrat Nom y l’Esperansa del Christiá en su etapa de discipulado con Éric A. Lund o en su tiempo de formación en el Harley College de Londres, pese a que se publicarían más tarde. La creciente difusión en el país del Himnario Evangélico de Fenn y la popularidad de otros cantos de la revista denominacional bautista, pudo obstaculizar la popularidad del Himne del Sagrat Nom y l’Esperansa del Christiá, aunque muy probablemente las congregaciones de Figueres i de l’Empordà serían las que más las cantarían.
El Himne del Sagrat Nom es una composición que en castellano se conoce bien: Cuán dulce el nombre de Jesús, traducido por Juan Bautista Cabrera y publicado en el Himnario Evangélico para uso de la Iglesia Cristiana Española en 1878 (nº 65 del Himnario Evangélico de las Iglesias Evangélicas de España-1967). El original en inglés fue compuesto musicalmente por Cuthbert Howard (1856-1927) y en la letra por John Newton (1725-1807). Siguiendo los contenidos de John Newton en inglés y de la traducción de Juan Bautista Cabrera al castellano, se observa que Francesc de Paula Castells pudo haber hecho su adaptación desde cualquiera de ambos originales, puesto que la traducción de Cabrera es bastante fidedigna al texto de Newton. Con todo, no se debería obviar que la adaptación literaria al catalán de F. de P. Castells es de una gran belleza, aunque no trascendiera a los himnarios en catalán del siglo XX: Himnes i Càntics Evangèlics de Armengol Felip de 1924, y las sucesivas ediciones de Cants de Glòria a partir de 1965. La siguiente grabación retrospectiva de época nos permite conocer el texto de Castells en una forma muy usada en el siglo XIX en las iglesias protestantes: el canto alternativo de estrofas entre solista y congregación, un formato que también se usaba para facilitar el aprendizaje de himnos. En la actualidad esta práctica ha quedado en desuso.
L’Esperansa del Christiá es un himno que, por su léxico y formas gramaticales más arcaicas, Castells lo podría haber escrito en los inicios de su vida cristiana, aún en Catalunya. La publicación en El Eco de la Verdad es de 1897, aunque por la apreciación filológica y por la época en que deduzco que lo escribió, apunta a que Lund lo recuperaría tardíamente en su afán de proporcionar himnos en catalán para las misiones en el Principado. La música es de George Coles Stebbins (1846–1945), y el texto original en inglés es desconocido, aunque fue arreglado por D. S. I., siglas recombinadas de Ira David Sankey (1840-1908). Esta fórmula de las siglas intercambiadas fue usada a menudo por diferentes autores para permanecer en el anonimato. Sin ser totalmente fidedigno, el texto de Francesc de Paula Castells recoge con bastante intención la versión de Sankey. Años más tarde, en 1924, apareció en Himnes i Càntics Evangèlics de Armengol Felip con el número 37. Las sucesivas ediciones de Cants de Glòria no lo recogió.
2- ‘La Patria’, de Isabel Lawrence
De todos los
himnos atribuidos a Isabel Lawrence, La Patria es el único que tuvo el honor de ser
publicado con la partitura en El Eco de la Verdad del siglo XIX.
Primeramente se publicó en 1897 sólo con el texto; y en 1899 se repitió su
difusión con la inclusión de la partitura en la primera página. Tal distinción
tenía que ver con la buena relación de amistad y sintonía que había existido entre
el editor de El
Eco de la Verdad,
Érik A. Lund, y la Misión de George Lawrence. Aunque ya fallecido misionero
galés (1831–1894), las distintas colaboraciones ministeriales siguieron siendo
estrechas, enlazadas con sus hijas. Para observar la gran relación que había
entre los bautistas catalanes y el misionero Lawrence, este reporte de las
actividades de una de las Conferencias Anuales bautista aparecido en El Eco de la Verdad, es clarificador: «A última hora,
mientras estábamos reunidos para orar y oír discursos de despedida, fuimos
sorprendidos agradablemente por la inesperada visita del hermano señor D.
George Lawrence, quien estuvo más de una hora buscándonos por Figueres».
En cuanto a la
composición de La
Patria celestial,
tras consultar más de veinte himnarios en lengua inglesa ha sido imposible
encontrar alguna relación de la melodía con ningún autor anglosajón.
Consecuentemente, no sabemos si la música también es obra de Isabel Lawrence o
tan sólo fue una adaptación del texto. Por las condiciones de edición e
impresión de la notación musical de la época, me inclino por la probabilidad de
que la partitura fuera una copia de algún himnario foráneo por ahora no localizado.
Como detalle a
destacar de la publicación en El Eco de la Verdad es la información que
aparece a pie de página en la que aparece el nombre de su autora, la constancia
del Colegio Evangélico de la Misión de George Lawrence en Caldes de Montbui y
un escueto anuncio sobre cómo adquirir más poesías o himnos:
Colegi Evangelic
Caldas
de Montbuy / Catalunya
Tothom que vulga posseir aqueste poesie y altres més, pot demanar-les, que se li enviarán de franc. També podrán recullir-se al carrer de Rosselló, 93, pral. dreta, GRÀCIA, Barcelona.
Después de la difusión en El Eco de la Verdad, La Patria celestial fue publicada en dos himnarios del siglo XX. Apareció en 1924 en la recopilación de Armengol Felip, Himnes i Càntics Evangèlics, y en el himnario en catalán por excelencia, Cants de Glòria, aunque en este último con otra melodía, distinta a la original publicada en El Eco de la Verdad en 1899. No se incluyó traducción en ninguno de los dos himnarios oficiales de la UEBE.
3- ‘Mira a Jesús’, de H. D. L.
Se desconoce por completo quién fue H. D. L., el autor del texto hímnico Mira a Jesús. Investigados todos los actores bautistas de la época, ha sido imposible encontrar el origen de las siglas; aunque como sucedió con otros escritores de la época es posible que su autor intercambiara el orden de sus iniciales para quedar en el anonimato. Pero por ese camino tampoco aparece ninguna pista para saber quién era H. D. L. No obstante, una pequeña coincidencia abre una pequeña rendija a un posible esclarecimiento. El 13 de abril de 1894, apareció en El Eco de la Verdad el himno Mira a Jesús. Y, justamente, la semana siguiente, el 20 de abril, el pastor valenciano Vicent Mateu Gil (1869-1914) publicaba en el mismo rotativo un artículo devocional, bíblicamente muy documentado, con el título Mirando a Jesús. Cotejando ambos textos se observan algunas similitudes argumentales. Pero a pesar de las coincidencias, no hay suficiente base para asegurar si Vicent Mateu tuvo algo que ver con la autoría del texto del himno o fue una reacción articulista al poema hímnico publicado la anterior semana. No obstante, sí sabemos que los misioneros y pastores de la época acostumbraban a adaptar o traducir textos de himnos foráneos. ¿Sería éste el caso de Vicent Mateu usando unas iniciales distintas a las suyas como seudónimo? Si tenemos en cuenta que sus artículos bíblicos en El Eco de la Verdad los firmaba sólo con sus iniciales, V. M., tampoco se podría descartar que se escondiese detrás de unas siglas no identificables.
Pero asistidos por el análisis filológico del profesor JM Virgili, podemos llegar a distinguir si había más cercanía lingüística con el habla valenciana o con la del catalán central o el empurdanés. Lo filológicamente cierto es que el texto se nutre de palabras comunes de ambos territorios. Consecuentemente ha sido imposible encontrar al adaptador del texto que originalmente escribió en inglés Philip Paul Bliss (1838-1876), con música de Sidney Dyer (1814-1898). La letra en catalán de H. D. L. se publicó en El Eco de la Verdad en 1894. Y reapareció en 1924 con el número 27 en la colección de Armengol Felip, Himnes i Càntics Evangèlics, aunque con distinta música. Pero no se incluyó en el himnario en catalán por excelencia, Cants de Glòria, ni hubo traducción en ninguno de los dos himnarios oficiales de la UEBE.
4- Los poemas de Francesc Bardolet
Natural de
Barcelona y convertido en la Misión de George Lawrence, Francesc Bardolet
García (1862-) fue, primeramente,
carpintero y, posteriormente, maestro en las escuelas evangélicas de Lawrence y
miembro desde 1883 de las Asambleas de Hermanos, hasta 1886. En los archivos de
dicha iglesia consta que en dicha fecha «marchó a los bautistas», aunque previamente
había sido encomendado a la obra por el misionero suizo Alexandre Louis
Empaytaz, (1837-1926), pastor de la iglesia
presbiteriana en Barcelona. En la revista El Evangelista del 1 de julio de 1886
se afirmaba que «un
apreciado hermano en Cristo, el señor Bardolet, cuyas excelentes dotes para la
propaganda cristiana son tan conocidas, está establecido en el importante
pueblo de L'Escala (l’Empordà) con el propósito de celebrar actos litúrgicos
y fundar una escuela. Deseamos a nuestro hermano prosperidad y bendición en su
obra».
Un año más tarde, el 8 de septiembre de 1887 se formó oficialmente la iglesia
bautista de la población.
La Revista del Extranjero reproducía bajo el
título La
obra en La Escala
una carta enviada en marzo de 1889 por el pastor Bardolet al Sr. Philip Moxom
de Boston: «Aunque
es una prueba el encontrarme sólo la mayor parte del año en esta población, me
consuelo y me esfuerzo por algo. La causa de mi ánimo es mi congregación
siempre atenta y sumisa en la placentera voz del Evangelio. Comenzamos nuestras
reuniones a las siete, pero media hora antes el lugar ya está lleno. Muchas
almas que todavía no tienen el valor de dar su testimonio (el bautismo)
trabajan muy religiosamente [...]. La razón por qué todavía no se atreven a dar
este paso, tan indispensable a todo cristiano fiel y cabal, es el abuso y el
ridículo que tienen que sufrir cuando los mundanos y los católicos-romanos
sepan que han sido bautizados».
Su popularidad
en la comarca fue creciente hasta el punto de que años más tarde era de dominio
público que «los
habitantes de mayor edad hablan muy favorablemente del Sr. Bardolet, que fue
maestro de un colegio que se abrió en l’Escala». Así es que vemos a
Bardolet como pastor de la iglesia bautista de l’Escala y maestro apreciado. Su
celo evangelístico se observa cuando años más tarde, en 1893, «hubo una discusión entre
el padre Torró y el hermano Bardolet, quedando el primero bastante maltrecho,
al no poder rebatir los argumentos de Bardolet». Benet Turró Darder (1848-1895) era un misionero católico diocesano, muy
popular en la época por polemista y propagandista, que mediante la prensa de la
época insultó a Bardolet, quién asimismo le retó repetidamente por el mismo
conducto. El diario La
República
del 12 de julio de 1891 se sumaba a la polémica entre el rector de Port de la
Selva y Bardolet: «Esta
religión que profesa usted –escribía Bardolet– adora en Verona
(Italia) en la iglesia de Nuestra Señora de los órganos el esqueleto del burro
que sirvió á Cristo para hacer su entrada en Jerusalén. En Génova se adora
también la cola del mismo burro. En el monasterio de Corbie (Westfalla) guardan
con veneración la santa piel de un perro que oía misa y ayunaba espontáneamente
los viernes de cada semana. En Roma el clero presenta á la adoración de los
fieles los restos del pescado que dio á comer á Cristo. En Ladeve (Francia)
guardan reliquias de un ratón, que tuvo la osadía de comer hostias consagradas.
(...) ¿En qué se diferencia la religión de V. de la idolatría del oscuro
paganismo? En que los paganos adoraban los animales vivos y ustedes, los
católicos romanos, los adoran después de muertos».
Debido a que la
masonería defendía el progreso y la libertad, y cuestionaba el clericalismo,
muchos evangélicos formaron parte de logias y habían sido impulsores. Como
sucedía con otros pastores de la época en Catalunya y otros lugares del estado,
la conexión protestante con la masonería estaba muy presente en l’Empordà. De
la misma manera que el pastor Gabriel Anglada era Abraham y miembro de la logia Fraternidad, Francesc Bardolet era Henoc y parte en 1895 de la
logia Redención de Palamós. Con todos
estos tintes y matices se puede tener una aproximación al perfil personal y
espiritual de Bardolet, del cual sabemos que en 1895 dejó la obra en L’Escala
para trasladarse a Palafrugell con la misma finalidad misionera, teniendo a su
cargo las congregaciones de Palafrugell, Palamós y Sant Feliu de Guixols. En
ese mismo año, en el mes de junio y pocos meses después del fallecimiento de K.
A. Haglund, también se le encuentra temporalmente en Burjasot y València, desde
donde se informa: «esperamos
de su visita mucha bendición de parte del Señor Jesu-Cristo que él ha venido a
predicarnos».
Su participación
en El
Eco de la Verdad
es muy abundante, tanto con artículos teológicos y apologéticos como con poemas.
Diecisiete son las poesías que aparentemente no fueron musicadas, aunque no habría
que descartar esta posibilidad en algunas de ellas. De las diecisiete, once son
en catalán y seis en castellano, todas con notables rimas y oportunas
correspondencias con la vida cristiana. A mi Dios es un ejemplo de ello:
Eres,
¡oh Dios mío!, el refugio santo
Que
calma mi penar,
Y
entiendes la amargura de mi llanto
Con sólo suspirar.
Tú,
que el dolor conoces, toda pena
Harás desaparecer;
Ó
si el quebranto mi vida envenena,
Se trocará en placer.
En
tu Hijo Jesucristo, mi alma impura
Halló perdón y paz;
Y
en él darásme por añadidura
Con creces lo demás.
Así
pues, aunque luche mi enemigo,
Con impecable ardor,
No
temeré, porque eres Tú mi abrigo
Y mi defensor.
Y como muestra
del talento en su propio idioma es este poema, Confiansa y Seguritat, con el subtítulo Himne, dando a entender que podría
haber sido musicado e interpretado en las congregaciones de l’Empordà:
1- Qui per ventura siga
Del
Cristo partidari
No
tem al seu contrari:
Jesús
sols vencerá.
Ma voluntat rendeix
A
Ell, y es mon anhel
Que
venci la del cel
Primera
voluntat.
2- Lo bé no es tal, si falta
La
bendició divina,
Y
tota pau mesquina
Gosada
aquí sens Ell.
Més jo las glorias mevas
Veuré sortir d’ eix llot,
Si mon desitj en tot
S’uneix al desitj seu.
3- En los
eternals brassos
D’aquest Déu que ‘m perdona,
Mon sér s’ abandona
Ab fé, esperansa, amor:
Y al Déu de ma ventura
Tothom desitji amar
Per tot hont rondi ‘l mar,
Per tot hont brilli ‘l
sol.
5- Karl A. Haglund: su música y poemas
En una carta a la Misión de 1883, Érik A. Lund
informa que «un
hermano llamado Haglund, durante algún tiempo pastor de la Iglesia Bautista de
Hudiksvall, en Suecia, ha sido mi colaborador durante algunas semanas. Hace un
buen servicio entre los marineros mientras estudia el idioma español». Esta es una de las
primeras noticias que disponemos del que fuera primer misionero bautista en
tierras valencianas. Tras llegar al país, Karl (Carlos) August Haglund (1854-1895), estuvo más de dos años
junto a Lund en Catalunya (
La incipiente congregación bautista valenciana
selló su fundación con las palabras del propio Haglund: «Humilde es el principio de nuestra Iglesia. Es
como el grano de mostaza; pero este grano ha sido sembrado por el Jardinero
divino y por eso crecerá. Es como el principio humilde de un gran edificio, pero
Jehová es el arquitecto que ha colocado las primeras piedras, sobre la piedra
del ángulo que es Cristo, y Él tiene poder y sabiduría más que suficientes para
continuar y llevar a cabo su obra para gloria eterna de su santo nombre […] Así quedó constituida
esta Iglesia Evangélica Bautista en València, la cual tiene por cabeza a Cristo
solo, y por regla de fe y costumbres, únicamente la Palabra de Dios».
Pero, además de haber sido pastor en su Suecia
natal (
Feliciana era natural de Gràcia, Barcelona, e
hija de padres creyentes de la Misión de George Lawrence, en cuyo colegio se
había formado desde niña. Carlos la conoció en sus primeros años cuando estuvo
en la capital catalana con Lund, bautizándola él mismo en 1887 cuando ella tenía
19 años. Con iniciáticos conocimientos de música, educación infantil y grandes
deseos de servicio cristiano, muy pronto entablaron relaciones afectivas y el
22 de agosto de 1889 contrajeron matrimonio en Barcelona, trasladándose
seguidamente a València donde continuaron en conjunto un prolífico ministerio
pastoral, que un año antes Carlos ya había dado forma con la fundación de la
primera iglesia bautista.
El ministerio evangelístico del misionero no se
centró solamente en la ciudad del Túria, sino que visitó otras poblaciones
cercanas a la capital. Además de éstas, Haglund hizo misiones en tierras
murcianas. En su libro Un siglo de protestantismo en España, el historiador Juan
Bautista Vilar reseña la personalidad evangelística de Haglund, destacando su
paso por Águilas, «siempre
llevado de un celo misional vivo, recorriendo aldeas, cortijos y campamentos
mineros. Su paso por aquellas tierras le hizo muy popular, con su simpática
estampa de hombre alto, delgado, impecablemente vestido, amable con todos y
llevando siempre la Biblia en una mano y un armonio portátil en la otra…».
No obstante, su tiempo en Águilas anunciaría el final de su
vida y ministerio, ya que falleció el 4 de febrero de 1895 tras contraer una grave
enfermedad pulmonar al haberse empapado bajo una lluvia torrencial en su
estancia en aquellas tierras, siempre acompañado del inseparable armonio
portátil. Tras
el inesperado fallecimiento del misionero, la estela musical la continuaron ya
en el siglo XX su esposa e hijas, más específicamente Catalina (Carin), que más
tarde, en 1916, dirigirá artísticamente la Sociedad Coral Evangélica, una formación que
presidió la propia Feliciana Armengol.
No sabemos exactamente en qué momento de su trayectoria catalana, valenciana o murciana escribiría la letra de los dos himnos que de él conocemos. Pero por los años que aparecieron en El Eco de la Verdad, 1894 y 1895, es muy probable que hubieren sido escritos en su etapa valenciana. Dad gracias a Dios y Al cielo voy son los dos únicos cantos que tenemos constancia de su autoría, ya que bajo el texto aparecen sus iniciales y porque también se refleja el número del himnario en el que aparece la tonada, en los dos casos del Sacred, Songs & Solos. Pero es posible que hubiera escrito otros textos hímnicos en los que aparecen sus siglas, aunque sin ninguna referencia melódica que los identifique. El nombre de Cristo, publicado en 1894, es uno de ellos, que por su forma poética y por intercalarse con un coro, inequívocamente era un himno:
El
Salvador se encuentra aquí,
El
amoroso Cristo,
El que
en la cruz murió por mí,
Bendito
sea Jesu-Cristo.
Nombre digno de alto honor,
Nombre del divino amo,
Nombre de mi Redentor,
Cristo, Jesu-Cristo.
Llamando
está: ¡Venid á mí!»
¡Oíd la
voz de Cristo!
En
humildad seguidle aquí,
Y
reinaréis con Cristo,
La
gloria toda al Redentor,
Salvado
soy por Cristo;
Su
nombre santo infunde amor,
Su dulce
nombre, Cristo.
Venid,
cantad á nuestro Dios,
Al Rey
de gloria, Cristo.
Cantad
con corazón y voz
Al santo
nombre, Cristo.
Otro texto poético del cual no hay referencias melódicas es Obediencia al Maestro, publicado en El Eco de la Verdad en 1894:
Toda
potestad es dada
A Jesús
el Redentor;
Su
mandato obedecemos
Constreñidos
por amor.
Anunciemos
fervorosos
Que en
Jesús hay salvación,
Que por
Él encuentra el hombre
De la
vida eterna el don.
Alabemos
al Cordero
Que por
nuestro bien murió,
Que los
pecadores crean
En quien
tanto nos amó.
Bautizamos
al creyente
Cual
Jesús nos bautizó,
Al
discípulo conviene
Lo que
el Maestro le enseñó.
Sepultémosle
en el agua,
Al
pecado es muerto ya,
Y de
Cristo revestido
Vida
nueva vivirá.
Con
Jesús resucitados
Siempre
andemos de Él en pos,
Bien
guardando cuanto manda
Nuestro
Salvador y Dios.
Cada día
con nosotros
En la
lucha Cristo está;
Su
potencia la victoria
Decisiva
nos dará.
Y otro poema
de Haglund sin melodía conocida, el cual, por intercalarse con un coro, es
indudable que era un himno, es Gozo en
el cielo, también publicado en 1894 en El Eco de la Verdad:
En el
cielo hay gozo por la salvación
Del más
desdichado pecador.
Alegría
reina en celestial mansión,
Suenan
himnos de infinito amor.
¡Gloria!
¡Ángeles, cantad á Dios!
¡Gloria! –á Jesús alzad la voz.
Redentor eterno de la humanidad,
A Jesús con júbilo cantad.
En el
cielo hay gozo, que otro pecador
Hoy se
vuelve al Padre celestial.
El
perdón alcanza por el Redentor,
Salvación
que triunfa sobre el mal.
En el
cielo hay gozo; todos á Jesús
Hoy
tributan inmortal honor:
¡Gloria
á Jesu-Cristo, que murió en la cruz,
Por
salvar al pobre pecador!
Pero uno de los poemas más destacados de Carlos A. Haglund es La muerte del cristiano, un texto publicado dos años antes de su muerte en El Eco de la Verdad, en 1893, en el que parece predecir su propio viaje a la eternidad. Aparte de aparecer en el rotativo bautista, Jesús Millán incluyó en su libro Valencia Evangélica el manuscrito original de puño y letra del propio Haglund:
6- Los himnos de Karl A. Haglund
Como anteriormente anticipé, Dad gracias a Dios y Al cielo voy son los
dos únicos cantos que tenemos constancia de la autoría literaria de K. A.
Haglund, ya que bajo el texto aparecen sus iniciales y también porque queda
reflejado el número y el himnario donde aparece la tonada, en los dos casos del
Sacred, Songs & Solos.
Es casi
seguro que la composición de estos dos textos hímnicos la realizó Haglund en su
etapa valenciana. Por los dos años de aprendizaje del idioma en Catalunya y por
el rápido traslado a la capital levantina, se puede dar por sentado el supuesto.
Aún más si tenemos en cuenta que su enlace matrimonial con Feliciana Armengol
le proporcionaría un apoyo lingüístico óptimo para la creación de su obra
poética, que también quedaría registrada en su libro Estudios y Poesías.
No obstante, incluso podría ser que alguno de los
himnos evangélicos que por primera vez escuchó Luis Vidal, uno de los
convertidos y bautizados en València en 1888, fuera obra literaria del
misionero sueco, aunque es imposible tener una mínima confirmación. Jesús
Millán, en su libro Valencia
Evangélica,
da fe de la vitalidad musical de los primeros años de su ministerio en relación
con Vidal: «Las
hijas de Haglund cuentan sobre el hermano Luis Vidal que fue atraído por las
melodías de los himnos evangélicos que se cantaban en la iglesia cuando estaba
en la calle del Àngel, por donde él pasaba. Cautivado por la nueva fe invitó al
misionero a entonar dichos cánticos en su propio domicilio situado en el centro
de València».
¿Qué himnos se cantaban en València a finales del siglo XIX? Sin entrar en
profundidad ni detallar cuáles, sí se puede afirmar que la gran mayoría fueron
los mismos que cantaron y conocieron los bautistas españoles en todo el siglo
XX.
Si Luis Vidal Biendicho y los demás miembros de
la Primera
Iglesia Bautista de València cantaron los himnos de Haglund es, de momento,
una probabilidad. También lo es que el último domingo de abril de 1894, al
abrirse un nuevo local para la predicación del Evangelio en Alcàsser, a unos
O en Burjasot, donde el domingo día 3 de febrero
de 1895, precisamente un día antes de fallecer K. A. Haglund, «tuvieron los
evangelistas una agradable visita de amigos y hermanos de València en número de
17, entre grandes y pequeños. Extrañáronse mucho las mujeres de Burjasot al ver
que hasta señoras valencianas asistieran a la reunión cantando himnos». No cabe duda de que el
canto de himnos era una seña de identidad de los primeros bautistas, ni tampoco
se puede obviar la paridad de género en los cultos y, especialmente, la gran
vitalidad musical que tanto Haglund como su esposa imprimieron a la incipiente
congregación valenciana.
Tanto el primer suceso en Alcàsser como este
último en Burjasot, aportan interesantes datos para la investigación
musicológica. En el primer caso, en Alcàsser, se informa que cantó «el coro que grandemente
edifica con su excelente canto a los asistentes a los cultos en la capilla
evangélica, calle Portal de la Valldigna 22». No cabe duda que el
dinamismo musical que años más tarde formalizarían su esposa e hijas con la Sociedad Coral
Evangélica
tuvo unos inicios muy prometedores. A diferencia de Catalunya, donde no quedan
registradas formaciones eclesiales de canto coral en el siglo XIX, la iglesia
en València sí gozó de un coro desde sus inicios. De todos los misioneros
suecos que arribaron al país, Haglund parece ser que era el único que en su
tierra natal tuvo una relación más directa con el canto coral, ya que había
formado un coro en la congregación que pastoreaba. La pregunta sobre qué
cantaría aquella pequeña formación coral la aporta una de las composiciones a
la que Haglund puso letra y que seguidamente presento.
Al cielo
voy es una composición musical de Edward Herrick
Phelps (1829–1863) y poema de Jerome
McCauley, que el misionero sueco adaptó al castellano. Aparentemente, por su
forma musical y estructura, Al cielo voy
era un himno para ser cantado por un coro. Por lo tanto, podría ser que fuera
una de las primeras composiciones que cantara el coro de la congregación
bautista valenciana. Como sucedía en el siglo XIX y como asimismo fue a lo
largo del XX, los himnos que tenían una mayor dificultad de interpretación, ya
fuere por su métrica irregular o por sus variables melódicas, acostumbraban a
ser interpretados por el coro, dejando los más sencillos y métricamente más
regulares a la congregación. Este es el caso de Al cielo voy, un himno
más idóneo para ser interpretado a voces por un grupo coral que por una
congregación, sobre todo teniendo en cuenta que las crónicas desde València de
1894 dejan entrever la polifonía: «entre
los discursos se cantaron himnos de alabanza, ya por el coro de esta iglesia,
ya al unísono por toda la congregación». Si Al cielo voy fue
interpretado por el coro que dirigía Haglund, es sólo una probabilidad sin
confirmación; aunque lo que sí se puede afirmar es que la polifonía de las
primeras corales evangélicas de finales el siglo XIX no iba más allá de dos o,
a lo sumo, tres voces. La siguiente reproducción contemporánea de época nos
permite conocer la adaptación del texto que hizo Haglund y la música que
escogió para ser interpretada:
Por otra parte, el suceso descrito anteriormente de
Burjasot nos lleva a una nueva contingencia. En este caso El Eco de la Verdad no anuncia la
participación de un coro en aquella visita misionera, evidentemente por la
obligada ausencia de sus directores, con las altas fiebres que sufría el pastor
Haglund y las lógicas atenciones y cuidados que debía prestar su esposa
Feliciana. Por lo tanto, el domingo 3 de febrero de 1895 fue cuando los
hermanos de València visitaron Burjasot cantando himnos y, al día siguiente,
lunes día 4, Haglund fallecía. No disponemos de más detalles ni pormenores
sobre aquella eventualidad, sin embargo intuimos que uno de los himnos que
Haglund había adaptado, Dad gracias a Dios, se cantaría en València
y Burjasot. La publicación del texto un mes antes de su muerte en El Eco de la Verdad, indica tanto su
popularidad como su promoción. También es factible que, como se informaba en la
crónica de su entierro, la alusión a «cantáronse himnos» incluyera éste o algún
otro canto de su autoría.
Dad gracias a Dios fue compuesto originalmente en la música por Horatio Richmond Palmer (1834-1907) y por Mary Elizabeth Servoss (1849-1906) en el texto. El poema en castellano de Haglund fue una fidedigna adaptación del original de la poeta norteamericana: un animoso himno de testimonio y confianza en Dios. Pero, lamentablemente, tanto Al cielo voy como Dad gracias a Dios no fue incluido en ninguno de los dos himnarios oficiales de la UEBE del siglo XX y XXI.
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