© 2022 Josep Marc Laporta
1-
Cántichs Evangélichs
2- El
Eco de la Verdad
3-
Himnario Evangélico
Hasta hace dos decenios, el himnario
fue, junto a la Biblia, el libro imprescindible en la vida de las iglesias de
todo el mundo. Los bancos de las congregaciones estaban surtidos de himnarios,
a fin de que creyentes y visitantes pudieran seguir el canto. Desde que Johann
Gutenberg inventó la imprenta en el siglo XV, la producción pautada de
himnos fue acaparada por el protestantismo. Uno de los primeros himnarios de la
nueva era fue Etlich Cristlich Lieder / Lobgesang un Psalm (Algunos
cantos cristianos / Cánticos y salmos), también denominado Achtliederbuch (Libro
de ocho cantos), publicado en 1524 por Martin Lutero. La
importancia histórica del Achtliederbuch fue
tanta, que muy pronto hubo una cierta competición entre las imprentas para la
producción de colecciones de himnos. En tan sólo quince años el
incipiente luteranismo ya disponía de más de veinte ediciones
distintas, porque para Lutero era prioritario que el pueblo pudiera cantar los
himnos y los salmos en plena conciencia. Un
legado que ha traspasado los siglos.
Como ya presenté en
capítulos anteriores, a partir de la Revolución de La
Gloriosa de 1868, en España proliferaron los himnarios
protestantes en lengua castellana. Ejemplo de tímidos pero decisivos intentos
es la colección de trasfondo bautista de 1870: Himnos
para uso de la Iglesia Presbiteriana en Madrid de
William Ireland Knapp. Pero otros de mayor calado, como los himnarios de Albert
Robert Feen y Juan Bautista Cabrera, tuvieron una gran incidencia, no
sólo en las propias congregaciones sino en las de otras denominaciones.
En nuestro país
tenemos dos documentos imprescindibles para
la investigación himnológica, que nos ha permitido disponer de una buena pauta
historiográfica sobre los himnarios del siglo XIX. Tanto Sandra Myers Brown en
su libro Historia, arte y alabanza. La música protestante en la
España del siglo XIX (1998), como Josué Aguiar Rodríguez con su
tesis ‘Suenen dulces himnos’. Orígenes de los himnarios
evangélicos en España (2015), delinearon la ruta de los himnarios del
país. Pero ambos obviaron los himnos en
cualquier otro idioma del estado que no fuera el castellano. Craso error, por
cuanto el título y la leyenda de ambas investigaciones
indican claramente que sus investigaciones himnológicas se
centran en España. Es evidente que para abarcar correctamente
los límites de la investigación, en este caso sería obligado apostillar ‘en
lengua castellana’. Esta torpeza académica es
trascendente y preocupante, revelando
también un pensamiento sociológico y
sociopolítico uniformador. Si tenemos en cuenta que
en el siglo XIX otros himnarios aparecieron en otras lenguas, con sus autores,
traductores y editores, como es el caso que nos ocupa, observaremos cómo detrás
y delante de la historia contada siempre ha de existir la historia revisada, pues
siempre deberemos volver a examinar una y otra vez todo lo
investigado y escrito.
Los tres himnarios que contribuyeron musicalmente a la vida bautista catalana del siglo XIX esconden algunas sorpresas. Dos de ellos son los que recogieron los cantos en catalán de la época: Càntichs Evangèlichs y El Eco de la Verdad; y, el tercero, el Himnario Evangélico de A. R. Feen, de los Hermanos de Plymouth. La gran mayoría de los autores de los himnos ya han sido presentados y expuestos, por tanto ahora me centraré en estos tres himnarios.
1- Càntichs Evangèlichs (Lawrence)
El pequeño himnario que editó
la Misión de George Lawrence es una muestra del empeño por acercar el Evangelio
a la sociedad de su época, absolutamente catalanohablante, con un 99’9% de uso
social cotidiano. El castellano, obligado en los documentos oficiales, en las
transacciones comerciales, en los centros educativos y en las publicaciones,
imponía una doble personalidad social. En las casas y en la calle el único
idioma de uso social era el catalán; no obstante, en cualquier otra función
pública de los mismos ciudadanos el idioma obligado por la administración
central era el castellano.
Numerosas prohibiciones se acumularon en
aquellos años. En 1846 la Junta Suprema de Sanidad
prohibía que las recetas médicas se hicieran en otro idioma que no fuera el
castellano; en 1857 la Ley Moyano de
instrucción pública solamente autorizaba el castellano en las escuelas; en 1862
la Ley del Notariado prohibió las escrituras
públicas en catalán; en 1881 la Ley de Enjuiciamiento hizo
lo mismo en los juzgados; en 1896 la Dirección general de
Correos y Telégrafos prohibió hablar catalán por teléfono en todo el estado
español; y, entre otras muchas más, en 1867 un edicto de González Bravo,
ministro de gobernación, impidió que las piezas teatrales se escribieran «en
los dialectos de las provincias de España», asimismo como todas
las publicaciones regulares o esporádicas.
Estas prohibiciones determinaron que
El Eco de la Verdad apareciera en castellano, por ser un medio público que
debía pasar el control de las autoridades; sin embargo, dado que la lengua de
la calle era el catalán, muy pronto se incluyeron himnos en este idioma,
transgrediendo las disposiciones administrativas. Por su uso cotidiano más
circunscrito a las pequeñas iglesias, Càntichs Evangèlics
dispuso de cierta independencia para esquivar la vigilancia gubernamental.
Saltándose la legislación vigente, incluso El Eco de la Verdad
anunció en sus páginas Càntichs Evangèlics en
1896, el mismo año que salió por primera vez y póstumamente tras la muerte de
George Lawrence. La colaboración entre las misiones bautistas y la Misión de
Lawrence se aprecia nítidamente en aspectos como éste, o como cuando pocos años
antes George Lawrence viajó a la Conferencia Anual bautista que se celebraba en
Figueras, llegando cuando ésta estaba a punto de acabar, tras buscarlos
incansablemente durante varias horas por la población.
Càntichs Evangèlics se anunció repetidamente en El Eco de la Verdad. En el mismo año de su aparición, 1896, informaba: «Por fin llegaron los Càntichs Evangèlichs de modo que podemos servir los pedidos que se nos han hecho. Repetimos que dichos himnos catalanes, en número de 18, son los más populares que acostumbramos a cantar y vale la pequeña colección 5 céntimos». La nota publicitaria expone con bastante nitidez el costumbrismo himnológico de las pequeñas misiones bautistas, que acostumbraban a entonar aquellos himnos que se incluían en Càntichs Evangèlichs y que bastantes de ellos habían sido traducidos por Erik A. Lund. Más tarde, en 1899, la colección se volvió a anunciar en El Eco de la Verdad en primera persona del plural, dando a entender que el rotativo bautista tenía alguna responsabilidad en la edición: «los cantos que hemos preparado…» o «hemos añadido ocho himnos nuevos a la colección». Estos detalles y el hecho de que un número importante de cantos tuvieran la firma traductora de Lund, invitan a pensar que Càntichs Evangèlichs podría haber sido una coedición entre la Misión de Lawrence y los bautistas.
Càntichs Evangèlics abre
su primera página con uno de los himnos más populares de la época, cantado en
aclamación en las bienvenidas, cuando los misioneros y colportores llegaban a
los pueblos: Alcem, cristians, la palma de victoria, un
himno escrito por Isabel Lawrence, hija de George Lawrence. Y el número dos es
el otro himno más popular entre las misiones bautistas de la época: Al
traball, al traball, som obrers dels Senyor, del misionero
bautista Erik A. Lund. Con el cuatro aparece un himno del cual no tenemos
ninguna seguridad respecto a su autoría, aunque por el uso de Cristo en lugar
de Crist, bien podría ser de Isabel Lawrence, que lo acostumbraba a usar. El
cinco, ¿Desitjas la pau, oh trist pecador? también
es de Lund, como el ocho, el nueve y el trece: Vina,
pecador, vina sens temor, El dia excels de la salut y Oh,
ànima dolorida, respectivamente. De los demás himnos no tenemos
constancia directa de las autorías. Sólo tenemos evidencias registradas de los
himnos atribuidos a Erik A. Lund, mientras que de los asignados a Isabel
Lawrence tan sólo disponemos de referencias tentativas de posible información
oral o contextual histórica, pero sin ninguna confirmación documental que los
acredite. Pero no por falta de suficientes datos contrastados se debería
empequeñecer la importancia de Isabel Lawrence en la himnología en catalán de
finales del siglo XIX.
El siguiente pdf recoge íntegramente Càntichs Evangèlichs, con los 18 himnos de la primera edición de 1896:
Aparte de Alcem, cristians, la palma de victoria, de los atribuidos a Isabel Lawrence hay un himno que destacó por su popularidad, el 12, ya que según la revista bautista era muy cantado y apreciado en las misiones de l’Empordà, Sabadell y Barcelona. Atribuido a Isabel Lawrence, el himno es Nos encontrarem al riu, cuyo homónimo en castellano es Nos veremos en el río, apareciendo en el Himnario Evangélico de Feen con el número 91. Como ejemplo de su popularidad, desde l’Estartit se informaba que cantaron dicho himno al finalizar las exequias de un difunto en el cementerio de la población. Tanto Himnes i Càntics Evangèlics de Armengol Felip en 1924, como Cants de Glòria en sus sucesivas ediciones, lo incluyeron; con el número 9 y el 155 respectivamente. También el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España lo recogió con el número 202. Seguidamente se puede escuchar una versión contemporánea, bastante distinta en estilo al común de las congregaciones de la época:
2- El Eco de la Verdad (bautista)
Que fuera una revista periódica
y también un himnario itinerante no fue ninguna novedad ni una exclusividad de El
Eco de la Verdad. Otras publicaciones protestantes de la época también lo
hicieron. Una de las primeras en usar este método fue La
Estrella de Belén, un opúsculo norteamericano nacido en la década de 1860
donde aparecieron por primera vez partituras de himnos que posteriormente
serían tan conocidos y apreciados como A nuestro Padre Dios, Oh,
Salvador, tierno Jesús o una primera versión de Dulce
oración. Y en España otras revistas o rotativos protestantes
también usaron el modelo, como El Amigo de la Infancia en
Madrid, de la misión de Fliedner en las décadas de 1880 a 1900; o La
Estrella de Gracia en la década de 1870, en Barcelona, de la imprenta de
George Lawrence.
A diferencia de otras publicaciones periódicas,
El Eco de la Verdad no incorporó
partituras en sus ediciones, sino sólo texto. Esta peculiaridad fue por
conveniencia editorial y, básicamente, porque los cantos tenían un destinatario
muy definido, conocedor de ellos. Es decir, los himnos ya eran entonados
habitualmente por las pequeñas congregaciones mediante la memorística,
retroproyección con la linterna mágica u hojas sueltas. Así que el rotativo
bautista básicamente los incluyó para ser usados como un himnario itinerante de
recurso misionero ante otras opciones himnológicas que se presentaban. Pero
cada vez más el Himnario Evangélico de Feen en
castellano crecía en popularidad en todo el estado español por su diversidad
temática, el gran número de himnos en letra, las referencias musicales y la
atrayente presentación. Su implantación fue aumentando imparablemente hasta el
punto que, paulatinamente, en las Conferencias Anuales bautistas se fueron
sustituyendo los cantos en lengua catalana por los de dicha colección, mientras
que en las congregaciones de Barcelona, l’Empordà y Sabadell la lengua y los
himnos más usados eran en catalán. Sin embargo, en València los himnos en
castellano tuvieron preferencia.
El siguiente fichero en pdf recoge una
selección de todos los himnos publicados en El
Eco de la Verdad desde 1893 a 1899.
Aparte de una mayoría
en catalán, ya expuestos, y otros sin autoría como una traducción al mismo
idioma de Santa Biblia para mí o Biblia
preciosa, de Dios enviada, en El Eco de la Verdad
también se incluyeron algunos pocos himnos en castellano. Dos de ellos merecen
destacarse por ser la primera traducción que conocemos y que himnarios
posteriores situaron su origen en la primera o segunda década del siglo XX. Por
lo tanto, hay dos himnos que en la revista bautista no consta ningún nombre que
identifique su autoría, pero que la primera versión que descubrimos es de
origen bautista.
Cada momento,
también titulado Por mis pecados pagaste Jesús, es
uno de ellos. La curiosidad de este himno es que El
Eco de la Verdad de 1898 lo incluyó dos veces y con dos traducciones
distintas, en abril y agosto. Con que a pie de texto no aparece el nombre de
ningún autor, se podría suponer que distintas personas hicieron dos versiones
del mismo himno al mismo tiempo, y que los editores del rotativo decidieron
incluir ambas. Es una posibilidad. Pero hay un dato que podría dar más luz a
por qué se habrían hecho dos traducciones al castellano en un mismo año. La
composición original en inglés es de Daniel Wevbster Whittle (1840-1901) en
la música y de May Whittle Moody (1870-1963) en la parte poética, y data
de 1893 o 1894, mientras que las traducciones al castellano en El
Eco de la Verdad son de 1898, lo que parece indicar que la novedad y
belleza del himno pudo estimular dos traducciones en muy poco tiempo, en tan
sólo cuatro años: de 1894 a 1898. No obstante, esta hipótesis tan sólo es una
conjetura, porque también una traducción podría ser la mejora de la otra, ya
que algunas pequeñas coincidencias en el texto podrían avivar este supuesto.
La versión que en 1967
recogió el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España y
que posteriormente Adoración XXI incluyó en el 2006,
provino de una de ellas. El siguiente vídeo recoge una versión actual de
Cada momento, con piano y voz:
El otro canto que himnarios posteriores
situaron su traducción al castellano muy posteriormente es Dios
te guarde hasta volverte a ver. El Himnario
Cristiano de 1910 es la referencia que hasta el día hoy hemos
tenido como primera. Pero en 1898 El Eco de la Verdad
publicó la que se puede calificar como primera versión al castellano, con
algunas diferencias respecto a la que se conoció decenios más tarde.
Concretamente, el coro menciona de protegerse del tentador e insiste en la
obediencia del cristiano, mientras que las versiones posteriores, como la del Himnario
Evangélico de las Iglesias de España de 1967, inciden en el
servicio y la abnegación de la misión. Siendo ésta la primera traducción del
himno que hemos podido encontrar, todo indica que su autor podría haber sido
alguno de los misioneros o colportores bautistas de finales del siglo XIX.
Compuesta originalmente en inglés
en 1880 por William Gould Tomer (1833-1896) en la música y Jeremiah
Eames Rankin (1828-1904) en la letra, la siguiente interpretación es una versión
actual del himno:
3- Himnario Evangélico (Fenn y Faithfull)
De las colecciones aparecidas en España,
el Himnario Evangélico de los Hermanos
de Plymouth es el ejemplo más claro de bien hacer y excelencia. Lo
tuvo todo: una buena encuadernación, una acertada selección de cerca de 300
himnos, buenas traducciones, referencias al libro de partituras en inglés para
conocer la música, un índice temático específico y una presentación clara y
moderna. Impulsado por Albert Robert Feen (1832-1896) en 1878 y 1885, y con
posteriores reediciones de Charles Edward Faithfull (1848-1924), la
edición que usaron los bautistas catalanes y que empezó a cambiar
definitivamente la dinámica himnológica y lingüística de las iglesias fue la de
1895, y probablemente ejemplares remanentes de 1885.
El siguiente pdf recoge la portada y una
selección de páginas de aquel himnario de 1895, que a partir de
ese año fue el que se impuso en las misiones bautistas del Principado,
sustituyendo paulatinamente a Càntichs Evangèlichs y
los himnos insertados en El Eco de la Verdad.
La Conferencia Anual de las misiones
bautistas catalanas que reunió en 1894 a las congregaciones de
Barcelona, l’Empordà, Sabadell y València con una asistencia de unas cuarenta
personas, ya recogió la interpretación de un himno en castellano: Promete
a los suyos el Salvador. Pero esto no indica que proviniera del Himnario
Evangélico de 1885, puesto que dicho himno no aparecía en aquella
colección ni en la de 1895, siendo atribuido a Isabel Lawrence.
En la IV Conferencia Anual de 1895 que se celebró en Figueras y que congregó a las mismas iglesias que el anterior año, se cantaron solamente himnos en catalán, concluyendo las reuniones del primer día con el número 12 de Càntichs Evangèlichs: No só meu, ab sanch preciosa, oh Jesús, me’n has comprat. Una reproducción de época nos permite conocer este himno, que en 1924 se incluyó con el número 25 en Himnes i Càntics Evangèlics de Armengol Felip. Por su parte, en Cants de Glòria aparece con el número 89, con una música distinta de la que se cantaba a finales del siglo XIX.
Siguiendo el orden de la IV Conferencia
Anual de 1895, al día siguiente, a las siete de la mañana se reanudaron las
sesiones presididas por Manuel C. Marín con el canto Alcem,
cristians, la palma de victoria, un himno de Isabel Lawrence
muy querido por los bautistas:
A las nueve de la mañana,
las crónicas informan: «pasado el intervalo de descanso nos
reunimos de nuevo para la oración con el canto del himno favorito, Al traball,
y procedimos a la presentación de delegados…». Y
después de todas las sesiones de la Conferencia «nos
despedimos con el himno ¡Al traball! ¡Al traball! Som obrers del Senyor», revelando
la popularidad del canto con la traducción que realizó Erik A. Lund:
Pero en tan sólo
dos años, el flamante Himnario Evangélico de Feen y Faithfull
se impuso. La Conferencia Anual de 1897 refleja el vuelco
himnológico de las comunidades bautistas del Principado: del catalán al
castellano, y de Càntichs Evangèlichs y El
Eco de la Verdad al Himnario Evangélico. La
transformación pudo haber sido inducida por diversas variables: por la novedad
y utilidad de la última edición de la colección de los Hermanos
de Plymouth, por obligadas adaptaciones sociales y lingüísticas y/o
por exigencias legales. En la Conferencia se cantaron una gran mayoría de
himnos en castellano, todos del Himnario Evangélico,
como el 147: Amémonos, hermanos; el 122: Soldados
de Cristo, tened precaución; el 82: Mi
delicia tu ley es; el 38: Despertad, despertad, oh
cristianos; o el 41: Despierta, triste pecador.
En el siguiente vídeo se puede escuchar, en modo
instrumental, dos estrofas de cada uno de ellos:
Esta radical metamorfosis
lingüística y de uso himnológico en tan solo dos años, invita a pensar que hubo
una confluencia de causas que desconocemos; aunque por el comportamiento de
posteriores directivas bautistas en el siglo XX, el deseo de tener un consolidado
himnario de referencia que unificara el canto de todas las congregaciones,
también podría ser una de las razones. Pero no se pueden descartar otras, como
la imposición administrativa del castellano en las actividades públicas, pese a
observarse cierta permisividad por parte de los censores.
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Bibliografía:
http://josepmarclaporta.com/Baptistes-musica-hispan.html
© 2022 Josep Marc Laporta
APRECIADO, SABIO Y GENROSO hermano:
ResponderEliminarEstoy agradecido y emocionado por tu inmenso y singular conocimiento de nuestra HIMNOLOGÍA.
Que propondré aprovechar en la propuesta EXPOSICIÓN ITINERANTE EN TORNO A LAS MINORÍAS RELIGIOSAS, por la Fundación Pluralismo y Convivencia.