© 2016 Josep Marc Laporta - Conferencia pronunciada en el Seminario Conciliar de Barcelona; mayo de 2016.
1- Secular y secularización
2- Estados Unidos y la secularización
3- La particularidad española
4- Las diferencias internas europeas
5- Individualización y globalización
6- Espiritualidad y pluralismo religioso
La Ilustración fue el movimiento de renovación
intelectual,
cultural, ideológica y política que surgió en Europa como resultado del progreso y difusión de los nuevos conocimientos científicos y las nuevas ideas relacionadas con aquellos avances.
Simbólicamente iluminaron la mente de los hombres, a la vez que contribuyeron a
modificar su espíritu, alcanzando su mayor desarrollo en el siglo XVIII,
llamado, por ello, «Siglo de las Luces».
Las características de la Ilustración fueron el predominio
de la razón, el libre examen, el libre pensamiento, estableciéndose como norte
exclusivo, no sólo en la búsqueda del saber y el incremento de los
conocimientos sino, también, en el estudio de su época, su cultura y de su
relación con lo religioso y la divinidad. Tuvo una clara tendencia a apartarse
de lo abstracto en las ciencias, de lo incomprensible, de lo revelado, de las
verdades absolutas de la religión, propendiendo a la tolerancia, huyendo de la
tradición o del absolutismo en las ciencias y la socialización humana.
Pero pretender tratar directamente la Ilustración como
enemiga directa de la religión y del cristianismo implicaría la negación de
la razón humana por su propia existencia. Y aunque muchos pensadores cristianos sitúan la
Ilustración en el campo de la hostilidad con la fe, la realidad es que razón y
fe fueron inicialmente de la mano. Así que el término de «Ilustración religiosa»
debería ser parte integral y constitutiva del principio y primer desarrollo de
la Ilustración, sustentado en la Reforma protestante. En este sentido es
evidente que el mismo protestantismo y algunos imprecisos movimientos de
renovación católicos que desde el siglo XVI en adelante fueron apareciendo en
Europa, formaron un corpus ideológico e incluso filosófico que contribuyó en los
cimientos de la Ilustración. Sin embargo, su desarrollo sí que supuso un
encontronazo directo con el cristianismo y con la fe. De ahí surge la tensión entre
lo secular y sus efectos socializadores.
1-SECULAR
Y SECULARIZACIÓN
Uno de los efectos de la Ilustración fue la secularización
de la sociedad. Pero para entender mejor el alcance ético de lo secular es
necesario atender a la distinción entre sociedades seculares y sociedades
secularizadas, en cuanto a que todas las sociedades modernas son sociedades
seculares, en el sentido de que las instituciones, tanto la economía de mercado
como el estado de derecho democrático, la esfera pública y la ciencia son
instituciones seculares; es decir, funcionan como si Dios no existiera. Sin embargo esto no significa que las sociedades —la
gente que las forma, la población—
también deban ser seculares en el sentido de ser secularizadas, de perder la fe
o la religión y de funcionar también como si Dios no existiera.
Es sabido que el corpus de la sociología académica definió
la secularización como sinónimo de secular. Quiere decir que las sociedades
modernas no sólo eran seculares sino también secularizadas, así que cuanto más modernas
fueran, también se convertirían en más secularizadas. Esta era una tesis que se
sostenía en la generalidad, aunque con una sola excepción: Estados Unidos, una
sociedad muy secular —tal vez paradigma de primera sociedad moderna y secular—, pero
muy religiosa, o sea, muy poco secularizada.
Desde el academicismo europeo se veía la sociedad
norteamericana como una excepción temporal, esperando el día en que dejara de
ser poco secularizada y abandonara la religión. Sin embargo, al observar
desde la globalización otras realidades, se advierte que hay otras muchas culturas
o sociedades que se modernizan sin secularizarse. En Europa, las instituciones
de mercado, el estado de derecho, el nacionalismo o la ciencia son seculares y por
lo general tienden a la secularización, pero en otras culturas hay un
renacimiento religioso. La religión no decrece sino que se revitaliza y se
transforma.
2-ESTADOS
UNIDOS
Y LA SECULARIZACIÓN
Estados Unidos es una realidad compleja que parece no
encajar en el binomio secular y secularización por defecto. Normalmente los norteamericanos
mienten cuando en las encuestas les preguntan si son o no religiosos, o con qué
frecuencia asisten a actos religiosos, oran o tienen una vida devota. Normalmente
se exceden y afirman que van a la iglesia más a menudo de lo que en realidad lo
hacen, porque piensan que deberían ser más religiosos de lo que son y, de
alguna manera, quieren ocultar esta falta de vocación creyente. Esto significa
que los estadounidenses quieren ser muy modernos, pero también quisieran seguir
siendo religiosos.
Una explicación de esa variable puede entenderse por un
crucial hecho histórico: el declive de finales del siglo XVII y principios del
XVIII que llevó a los Estados Unidos de Norteamérica a un gigantesco colapso
religioso en favor de los postulados seculares de la Ilustración. Las iglesias se
quedaron vacías y la fe quedó absolutamente desacreditada. La Biblia llegó a
ser prácticamente un libro olvidado para el pueblo. Se ha descrito aquella
época como el período de mayor oscuridad moral y espiritual en la historia del
cristianismo americano. El trágico declive religioso tuvo varias causas, entre
ellas la inestabilidad política, una economía muy fluctuante y la introducción
en el país del racionalismo francés. Los libros de Voltaire eran leídos con
avidez por los norteamericanos de cultura media y por las élites intelectuales.
También se leía y discutía a Volney, Paine, Rousseau y otros. Pero todo cambió a
partir de 1792, año del histórico despertar espiritual —fecha fijada
por el doctor Edward O. Griffin, presidente del Williams College.
El gran avivamiento religioso durante el siglo XIX que se
prologó hasta los años inmediatos a la Primera Guerra Mundial, ya en el siglo
XX, no fue un asunto menor: empezó en Nueva Inglaterra y se extendió como un gran
incendio por todo el país, alcanzando tanto a Iglesias como centros educativos,
significando una gran revolución ética y espiritual. Entre los avivantes más
conocidos figuran Jonathan Edward, uno de los precursores; Barton W. Stone;
William McGree; William Hodge; Robert Marshall; John Rankin o James McGready.
Precisamente, describiendo los efectos del avivamiento, este último apuntaba: «En
el Estado de Kentucky, las multitudes se reunían al aire libre en verano y en
los locales cerrados en invierno y permanecían durante días y noches orando y
escuchando la Palabra de Dios. Los hombres se arrodillaban durante horas». Los
relatos de la época son de gran avivamiento y vuelta masiva a Dios y, por ende,
a lo religioso.
De aquel episodio histórico se pueden sacar múltiples
conclusiones. Pero una de ellas es que en la psicología histórica de los
norteamericanos, la modernidad y la religión —o las
diversas religiones del país— no tienen problema para ir de
la mano porque los postulados de crecimiento y progreso fueron compatibilizados
y posesionados culturalmente. Esto explica la doble militancia norteamericana
con la modernidad y un Estado de corte secular aunque sin una implícita
secularización de la población. La nación que en su día fue fundada
constitucionalmente bajo los principios de Dios, compatibiliza modernidad y
religión porque en sus entrañas y en un momento vital de su historia confrontó
la Ilustración más secular y antirreligiosa con la fe. No es que hayan
mantenido una religión tradicional a pesar de la modernidad, sino que las
religiones cristianas norteamericanas se han formulado, formado o reformado junto
a la modernidad, con la democracia y la movilización política. Por ello podemos
ver cómo tanto la población como las altas instancias del poder y la
administración norteamericana proclaman la libertad como seña de identidad de
la nación junto a su afiliación religiosa. A modo de ilustrativo ejemplo, la
composición actual del Tribunal Supremo estadounidense consta de seis hombres y
tres mujeres, repartidos así: cinco católicos (John G. Roberts, Samuel Alito,
Clarence Thomas, Sonia Sotomayor y Brett Kavanaugh); tres judíos (Ruth
Ginsburg, Stephen Breyer y Elena Kagan) y un único protestante, Neil Gorsuch.
Las afiliaciones religiosas públicas en los cargos de mayor responsabilidad del
Estado son muy representativas de la sociología norteamericana, aunque en este caso no se
ajusten a la realidad confesional de la población, mayoritariamente protestante
(43%), donde católicos (20%) y judíos (2%) son minoría, junto a otras
religiones y aconfesionalidades.
3-LA
PARTICULARIDAD ESPAÑOLA
Sin embargo, en Europa parece que las respuestas a la
religiosidad individual son a la inversa que en Estados Unidos. Normalmente,
ante la pregunta de si es religiosa, en España las personas mienten en sentido contrario:
«¿Cómo? A veces he ido a misa, pero no tengo religión. Soy
una persona moderna, actual y vivo al día». Es decir, validan su
modernidad con la secularización. No obstante, en principio no tenemos tantas pruebas
como en Estados Unidos porque no se han realizado este tipo de estudios. Pero
según una de las últimas encuestas religiosas de la Fundación Bertelsmann, en
España había habido un gran descenso de asistencia a celebraciones
religiosas. Sin embargo, una tercera parte de la población española seguía
yendo a misas frecuentemente, menos del 20% se definía a sí misma como
religiosa y un alto porcentaje de más del 55% sigue considerándose socialmente católica,
lo que analizado en conjunto parece indicar que hay una tendencia a eludir identificarse con la religiosidad propia o dejarla al ámbito folclórico o nacional, admitiendo una secularización por contraste.
En este caso es necesario apuntar que, históricamente, España vivió la
Ilustración y la modernidad como una carga y como una empresa que debía ser
catolizada. Fue la construcción de una modernidad sin un Estado secular y, consecuentemente,
sin secularización, por lo que fácilmente se puede entrever que, en realidad,
la Ilustración y la modernidad arribaron al país lateralmente y
coyunturalmente, sin mayor afectación que la más pura contigüidad geográfica y
su coyuntura estratégica. Por tanto, es evidente que la estricta
confesionalidad católica del Estado comprimió las vías socializadoras de la Ilustración
y la modernidad. Es entonces cuando este tipo de modernidad tan dependiente de
la catolicidad ha producido en el español postmoderno un gran contrapeso en la balanza,
resolviéndose en un pensamiento liberador y muy secularizador respecto a la religión,
pese a mantener resilientes atisbos de identidad religiosa folclórica y sociocultural.
Todo ello indica que en España, y también en Europa, la
gente es secularizada, no necesariamente porque es moderna, sino porque cree
que para ser moderno hay que ser secular. Así que se puede llegar a afirmar que
la definición de la modernidad norteamericana es religiosa, pero la de la
modernidad europea es secularizada. Y también se podría afirmar que la gente
deja la religión y se seculariza porque quiere ser moderna y actual.
4-LAS
DIFERENCIAS INTERNAS EUROPEAS
En Europa, lo moderno o la postmodernidad acostumbra a implicar
secularización. Pero no es del todo cierto que sea una regla común en todo el
continente. Dentro de las sociedades europeas, las diferencias entre niveles religiosos
no se pueden explicar en clave exclusiva de modernidad. Una de las sociedades
más secularizadas de toda Europa es la Alemania Oriental, donde según
estadísticas el 51% de la población se define como atea, que es el doble que en
Alemania Occidental. Pero por la propia historia germánica nadie diría que la
Alemania Oriental es más moderna que la Occidental. Otro ejemplo es la
República Checa y Polonia, dos sociedades históricamente prosoviéticas, pero
distintas entre sí. La República Checa es una de las más secularizadas; la polaca,
una de las más religiosas. Aquí tampoco se puede explicar la religiosidad por
la modernidad ni la secularización.
Francia e Italia son dos polos opuestos. Francia es uno de
los países más secularizados; Italia, uno de los más religiosos de Europa. En
este caso son dos sociedades latinas, de fuerte influencia católica, con
niveles similares de modernidad, pero con cotas religiosas muy diferentes. El
caso de Holanda es paradigmático. Es una sociedad tradicionalmente
biconfesional —católica y protestante—, pero muy
secularizada. No obstante, Suiza, católica y calvinista, es una de las más
religiosas. Todo ello implica que ni siquiera dentro de Europa la diversidad
religiosa no se puede explicar con simples análisis de modernidad, secularidad
y secularización.
5-INDIVIDUALIZACIÓN
Y GLOBALIZACIÓN
Este análisis general nos lleva a tener que repensar la
relación entre secularización, europeidad y cristiandad. En otros tiempos
habíamos pensado que cuanta más secularización —en el
sentido de la expansión de las instituciones modernas, económicas, políticas,
sociales y científicas—, menos religión, pero hoy en día sabemos que no, que puede
haber una expansión de estas instituciones seculares junto a movimientos
religiosos. En todo el mundo vemos claramente dos tipos de movimientos
religiosos. Uno es la individualización, el individualismo religioso, la
búsqueda de la identidad religiosa personal al margen de las instituciones
eclesiásticas: una cierta desconfesionalización. De alguna manera en Europa se
ha ido perdiendo la religión para la gente que no quiere seguir las confesiones
obligatorias que se les imponían desde arriba, desde el clero o las jerarquías.
Entonces, la secularización en Europa está relacionada con liberarse de la
confesionalidad homogénea. Pero en otras partes del mundo hay mucho más
pluralismo religioso y no hay esa necesidad de liberarse de una religión obligatoria y, por tanto, no hay desconfesionalización sino una búsqueda mucho mayor de
identidades religiosas particulares. Lo vemos en todas las religiones, aunque
esta búsqueda individual de religiosidad personal se produce dentro del
catolicismo, dentro del hinduismo, dentro del confucianismo y también dentro
del Islam.
No obstante, es obligado subrayar que la individualización religiosa
comenzó precisamente con el protestantismo y sus múltiples denominaciones,
muchas de ellas consumadas por enardecidas divisiones internas. Sería largo
especificar cuántas de las denominaciones protestantes han sido fruto de disensiones
pastorales, teológicas y costumbristas, muy a menudo promovidas, dirigidas y ejecutadas
por los mismos pastores. Así que la individualización de la fe no solo es un
aporte de la modernidad y un efecto de la Ilustración, sino una contribución
del protestantismo en su pendiente de atomización religiosa.
El otro movimiento religioso al que me refería son las
identidades globales religiosas; es decir, la comunidad imaginaria religiosa,
la formación de identidades religiosas globales comunes de reconocimiento
mutuo, lo que se llama una umma global musulmana, una umma
global hindú, y un reconocimiento mutuo de hindúes, de musulmanes, de
cristianos, de budistas y de confucionistas. Así pues, la globalización
conlleva un renacimiento de las identidades religiosas colectivas, pero no como
confesiones territorializadas —esta fue la norma europea del
estado confesional—, sino como identidades colectivas, escogidas y mantenidas
voluntariamente en un intercambio de reconocimiento mutuo a escala mundial.
Unas identidades colectivas que, como sucede en el neoprotestantismo, son
alianzas transnacionales, fruto de emigraciones y vínculos mudables, lo que
provoca un gran refuerzo de la identidad religiosa a escala mundial. Pero
también sucede en el Islam o en el judaísmo, conformando asociaciones
internacionales y empáticas por afinidades regionales, particularidades
teológicas o simplemente litúrgicas.
No obstante, la religión que ha sido capaz
de sacar más partido de las identidades colectivas a escala mundial es el evangelicalismo
y el neoprotestantismo, muy probablemente por su gran capacidad de
individualización de la religión y por el imperativo bíblico de «id
por todo el mundo y predicar el Evangelio» sin ninguna adicionada
disposición de carácter aliancista. Por lo general hay una especie de
redescubrimiento de las identidades colectivas religiosas comunes por
afinidades sectoriales —una individualización colectivizada—, que
ha dado vida a una religiosidad que en muchos casos ha secularizado sus
comportamientos sociales hasta el punto de llegar a desdibujar la magnitud y
significancia cósmica de la fe. Es decir, mediante una socialización secularizada
de la fe, el mensaje que subyace es una pérdida del sentido espiritual de lo
trascendente, de lo divino y del misterio revelado. La mirada expectante y
sobrecogida ante la divinidad ha perdido absolutos en lo religioso. Así pues,
la fe ha adquirido muchos más matices humanos que la han desprotegido de magnitudes
divinas.
6-ESPIRITUALIDAD
Y PLURALISMO RELIGIOSO
Y, finalmente, tenemos el concepto de espiritualidad. Junto
a la secularización se ha producido un descubrimiento de un nuevo modo de
religiosidad llamada espiritualidad. Es posible que esta locución sea un
resultado directo o indirecto de lo secular, la secularización y la necesidad
de desprendimiento de la carga semántica y dogmática de la religión o lo
religioso. De manera instintiva se ha instalado en el argot social como una
manera de identificar todo aquello que quiere desasirse de lo instituido
formalmente, individualizando no solo la experiencia de fe sino sus
aplicaciones a la vida diaria. Sin embargo, no se debería de obviar que los
primeros en defender su no religiosidad fue el evangelicalismo. La sustitución
del concepto religión por relación fue el
leitmotiv para reclamar, por un lado,
un deseo de distinción social y, por otro, una peculiaridad del cristianismo
reformado: el acceso directo e inmediato a la divinidad a través de la oración,
la lectura de las Escrituras y la alabanza.
Cada vez más crecen con fuerza las encuestas en que las
personas se definen no como religiosas sino como espirituales. En el
evangelicalismo es absolutamente preceptivo en el marco de la confesión de fe,
pero incluso aquellos que de alguna manera se posicionan conscientemente en
contra de la religión tradicional, quieren definir una búsqueda espiritual
individual propia liberada de sus propios miedos o rechazos a la institución de
corte clerical. Esto también se observa en el arte moderno, que descubre un
lenguaje espiritual contra la religión como una forma de trascendencia, de dar sentido
a la vida. También lo vemos en el movimiento del medio ambiente o la ecología,
de unión con la naturaleza en una alianza espiritual y cósmica para dar sentido
al universo y a la individualidad. En definitiva, hay una búsqueda espiritual
que aparentemente va en contra de las religiones tradicionales, pero que muy habitualmente
forma parte de la transformación social y personal de la identidad religiosa.
El pluralismo religioso es otra de las vertientes de las
sociedades seculares, estén o no secularizadas. A escala planetaria, estos procesos
de secularización, pero de renacimiento religioso, de espiritualidad, de
profundidad o de búsqueda individual espiritual, no son movimientos que se
contradigan unos con otros sino que están interrelacionados como parte de este
proceso de formación de una sociedad global humana pluralista. Y el fenómeno
del pluralismo religioso es quizás uno de los más importantes, del cual debemos
ser conscientes. Los estados modernos, a pesar de su chauvinismo y
etnonacionalismo, ya no pueden mantener una homogeneidad religiosa dentro de
sus fronteras. Esto es comprobable en muchos países de África donde el
cristianismo convive con el islamismo en una coexistencia altamente pacífica,
dejando aparte, claro está, las acciones punibles de algunos grupos
extremistas. Así que los estados modernos ya no pueden sujetar la uniformidad
religiosa. Primero porque son seculares y pese a los deseos de algunos
gobiernos de conservar ciertos privilegios tradicionales religiosos, su
posición ya no es concurrente con la modernidad.
Evidentemente queda muy lejos el año 1942 cuando España expulsó
a judíos y musulmanes con el fin de formar un homogéneo Estado católico.
Incluso en Estados Unidos, y a pesar de la poca incidencia de la secularización
en los cargos públicos, se mantiene una aparente concordancia con la modernidad
secular. Así pues, ya no solo se toleran las minorías religiosas sino que se
las acoge, conformando un escenario muy plural y multidiverso. A día de hoy,
las sociedades europeas se encuentran ante la necesidad de reconocer el
pluralismo religioso como factor fundamental de convivencia, de la sociedad global,
a pesar incluso de su identidad secular y de intenciones secularizadoras. Porque
la individualización y la pluralidad también es una herencia de la Ilustración,
como también lo es del protestantismo.
© 2016-2020 Josep Marc Laporta
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