© 2023 Josep Marc Laporta
1- Las Uniones
Bautistas de Jóvenes y los coros
2- El Himnario
único
3- El primer
himnario oficial bautista
1- Las Uniones Bautistas de Jóvenes y los coros
Con clara
influencia del movimiento juvenil Esfuerzo Cristiano, los referentes bautistas estadounidenses y la
propensión organizativa que caracteriza a la denominación, en 1919 en la
iglesia de Barcelona se fundó la primera Unión Bautista de Jóvenes del estado.
Y aunque la congregación contaba con escasos elementos juveniles, muy pronto
fue creciendo, convirtiéndose en un elemento muy activo en la vida comunitaria.
El principal objetivo de la creación de la UBJ fue la instrucción de los
miembros jóvenes de ambos sexos para su crecimiento en la vida espiritual y el
aumento de su servicio en la iglesia. Y el segundo propósito: la conversión de
los jóvenes que asistían a los cultos, en especial los hijos de las familias
cristianas.
El pequeño grupo juvenil de Barcelona
fue aumentando en número con una velocidad nada prevista, viniendo a ser uno de
los brazos más activos de la congregación. Entre sus logros cabe destacar la
dinamización de las pequeñas reuniones de barrio, a modo de células,
participando también en todos los trabajos misioneros emprendidos por la
iglesia, en la creación de la revista portavoz de la Unión –Proa– y, como
aspecto más logístico, en el mantenimiento y limpieza del local de cultos.
Junto a estas consecuciones es de destacar su actividad e interés en lo
artístico y musical. En este sentido es reseñable la contribución económica de
la UBJ con la mitad del importe para la compra del armonio de la vecina iglesia
de Badalona. Pero uno de los aspectos más dinámicos fue la organización de una
gran masa coral con unos 60 miembros, que según crónicas de la época
participaba «activamente en las fiestas, reuniones especiales de
predicación y en las salidas al campo o de apoyo a otras congregaciones», lo que nos
puede dar una idea de la notable capacidad musical de la Unión de Jóvenes de
Barcelona. Esta iniciativa coral, dirigida por el joven Samuel López como un
ministerio de la UBJ, sería el prototipo para otras organizaciones juveniles
del resto del estado.
Diez años después de la primera Unión de
Jóvenes, el pastor Samuel Vila Ventura (1902-1992) elaboró un borrador de
estructuración de agrupación eclesial de jóvenes bautistas. Una propuesta de
constitución en diferentes artículos. A diferencia de la primera organización
de la iglesia en Barcelona, el esquema de Vila fue nominarla Sociedad
de Jóvenes Bautistas en lugar de Unión Bautista de
Jóvenes.
El primer artículo propuesto así lo reflejaba: «El nombre de la
organización será Sociedad de Jóvenes Bautistas de la Iglesia de….». Y entre los
objetivos de la SJB, de los deberes de sus miembros, sus oficiales, los
comités, las reuniones y los grupos de edad, estaba la función de «director
de coro si fuere necesario». Siguiendo el modelo barcelonés, el esbozo
de Vila apuntaba a que el coro de la iglesia pudiera ser el coro de la SJB o
dependiera de la misma sociedad juvenil.
Este impulso dio sus primeros frutos en
el mismo año del borrador de constitución de Samuel Vila. En 1929 el grupo de
jóvenes de la iglesia bautista de Alicante se organizó en tres comisiones,
según aseguraban «para mayor actividad de todos sus miembros». Una de ellas
era la que visitaba semanalmente a los hermanos enfermos; otra era la Comisión
de Cultos de Evangelización en los barrios extremos; y finalmente la Comisión
de la Música, que se encargaba de «preparar y dirigir los
himnos que canta el coro». Pocos meses después, en la boda del pastor
Zacarias Carles Just con Rosario García Gomis, los jóvenes del grupo «cantaron
hermosos himnos a diferentes voces, ensayados ex profeso para el acto». Pero este
ministerio coral juvenil ya hacía algunos años que desempeñaba su misión, como
cuando el 5 de febrero 1922 «un grupo de unos cuarenta hermanos de
Alicante, entre ellos los jóvenes del Coro», se trasladaron a la
vecina población de Elche para inaugurar la capilla bautista. Este detalle
podría insinuar que aunque aún no dispusieran de estructura formal, los jóvenes
de algunas iglesias ya incorporaban el ministerio del coro entre sus actividades.
En Madrid, con motivo de la visita de
Ambròs Celma el 15 de abril de 1928 «el coro de jóvenes le
cantó un bonito himno de bienvenida manifestándole así nuestra gratitud y
entusiasmo». Precisamente ese mismo año se había fundado en la capital la
Unión Bautista de Jóvenes con 15 miembros, multiplicándose exponencialmente dos
años después con 42 jóvenes convertidos y con una de las mayores actividades de
la Unión con «la formación de un coro, que dirigido por el Sr. [Julio]
Nogal Cuadrado, con gran celo y pericia y con mucha paciencia, nos enseña a
cantar las bellas notas de las melodías religiosas que cautivan a muchos
jóvenes, amantes del bello arte musical».
También la Convención Bautista Española
de 1930 contó con el coro de jóvenes de Carlet que «cantó un
preciosísimo cántico adornado especialmente con la voz de la niña Juanita
Francés». Y también «los coros de diferentes iglesias
amenizaron mucho las reuniones. Emocionantes fueron los momentos en que Dª
Lídia Vila de Pujol cantó un solo con la sencillez que la caracteriza, después
de la sesión en que se trató de los himnos, que nos puso más en contacto con
Dios».
Un año después de aquella Convención, en València «el coro de jóvenes,
dirigido por D. Julio Nogal (hijo), entonó a varias voces himnos alusivos» al enlace
matrimonial entre el pastor de Xàtiva, Antonio Sanchís Esplugues, y Lola
Calvillo.
En 1932 la nueva Junta de
la UBJ de Terrassa —que desde 1923 ya había asumido el nombre original de la
UBJ de Barcelona– proponía «intensificar en la Unión la lectura y estudio
de las Sagradas Escrituras, el canto en Coro y la celebración de actos
sociales». Un año después València elegía la Junta Directiva de la UBJ,
con la asignación de organista a Teresita Nogal Cuadrado y la dirección coral a
Julio Nogal Cuadrado, ambos hijos del pastor de la congregación, Julio Nogal
Mancebo. En un mitin del mismo año en Burjasot se destaca la interpretación de
‘El himno a la Bandera’ «cantado admirablemente por el coro de jóvenes
de la Iglesia Bautista de la Palma, que fue muy aplaudido». Un año
después, en 1933, «en una reunión de negocios fue elegida para el
año actual la Junta de jóvenes» de la iglesia de Alicante, recayendo el
puesto de organista y director del coro en el futuro pastor y editor del Himnario
de las Iglesias Evangélicas de España, Samuel Rodrigo Mora (1918-1995).
En el mismo año las
elecciones de cargos de la Unión Bautista
de Jóvenes de Carlet, la función de tesorera y organista recayó en Teresa Espí.
También en aquellos meses el grupo de jóvenes de la iglesia bautista de Dénia
se reorganizó eligiendo a sus nuevos oficiales. Algunos cargos fueron para
futuros pastores y líderes de la obra evangélica en España. José Cardona fue
designado vicepresidente y organista, mientras que Joaquín Pastor fue el
vicesecretario de la agrupación juvenil.
En el mismo año, 1934,
desde Terrassa se recoge la información de que en una reunión efectuada en la
capital catalana con espléndida asistencia «el coro de la UBJ de
Barcelona cantó maravillosamente y después del discurso pronunciado por el Dr.
Maddry, varias personas se levantaron confesando haber aceptado a Jesús». En el
siguiente año, la fiesta de Navidad del día 25 de diciembre se celebró con
diálogos y poesías «que recitaron con muy buena voluntad algunos
de los alumnos de las cuatro Escuelas Dominicales que patrocina esta Iglesia». Seguidamente
la crónica afirma que «el canto de himnos corrió casi exclusivamente
a cargo del coro formado por jóvenes de nuestra Unión Bautista de Jóvenes, el
que confirmó una vez más el merecido prestigio que había logrado alcanzar en
otras ocasiones con su acertadísima actuación».
La proliferación de distintas
agrupaciones juveniles en iglesias del país dio como resultado en 1935 la Unión
Bautista de Jóvenes nacional, presidida por Samuel Celma Ripoll (1912-1999), quien entre
sus primeras directivas propuso que la organización tuviera un himno nacional.
Pero la Guerra Civil española paralizó todas las iniciativas y proyectos.
Si bien la mayoría de los coros que se organizaron en el primer tercio del siglo XX fueron auspiciados por las Uniones Bautistas de Jóvenes respectivas, también hubo congregaciones que aparentemente formaron sus coros dentro del marco de la iglesia local. Este sería el caso de Sabadell, cuyo coro, organizado en 1924, no estuvo ligado al grupo juvenil, pese a que la mayoría de sus coristas eran jóvenes. También las referencias periodísticas de la época a menudo se referían al coro de la Unión Bautista de Jóvenes como el ‘coro de la iglesia’, probablemente para una mejor concreción respecto a la procedencia. Este fue el caso de una crónica de la III Convención Bautista Española celebrada en Carlet, en el que se celebraba «un éxito en todos los sentidos» con «el canto de los himnos por los coros de Carlet, València, Murcia, Albacete y Barcelona».
2- El Himnario único
El Himnario
único
fue uno de los proyectos más deseados del protestantismo español, esencialmente apadrinado por la Iglesia Española Reformada Episcopal e impulsado por la Alianza Evangélica Española,
que a principios del siglo XX tenía en la IERE y en las iglesias metodistas sus
principales directivos. En la otra parte del arco denominacional las
congregaciones que nacieron de las misiones irlandesas e inglesas de los Plymouth Brother
tenían mucha menos proclividad hacia el proyecto hímnico unido; mientras que
las iglesias bautistas fundadas por suecos y estadounidenses creían que era una
de las propuestas más viables para una visible cooperación protestante en el
país.
Además de Cánticos Evangélicos de Enrique S. Turrall, la gran implantación del Himnario Evangélico impulsado en 1873 con el empeño editorial de Charles Edward Faithfull (1848-1924) y Albert Robert Feen (1832-1896) y sus sucesivas ediciones de 1878, 1885, 1895, 1900, 1909, 1921, 1927 y 1932, dotó a los Hermanos de una posición hímnica muy sólida y estable. Otros influyentes himnarios como las antiguas colecciones de Juan Bautista Cabrera, las metodistas e incluso algunas particulares de menor tirada editorial también alcanzaron prestigio. Por parte bautista, tras las tres pequeñas colecciones de William I. Knapp de 1870, 1871 y 1875, las traducciones de himnos en catalán de Erik A. Lund y otros en El Eco de la Verdad (1893-1899), la coedición de Càntichs Evangèlichs y los Cánticos Escogidos Priscila de 1903, la realidad más palmaria era que deseaban más tener su propia colección que de confluir en uno unido. La gran influencia que tuvo en las iglesias bautistas el Himnario Evangélico de Faithfull y Feen, Cánticos Evangélicos de Turrall, los himnarios de Esfuerzo Cristiano y algunas colecciones de Juan Bautista Cabrera, espoleó a sus dirigentes a velar por su propia identidad y a ambicionar un himnario bautista propio. Es por ello que, pese al empeño de la Alianza Evangélica, la edición del Himnario único más bien pretendía ser una forma de visibilizar externamente la unidad del protestantismo; unidad que en aspectos doctrinales o litúrgicos se presentaba mucho más compleja y difícil.
El proyecto del Himnario único
protestante, que como propuesta había nacido en el Congreso Evangélico Español
de 1929 de Barcelona, tuvo en la Conferencia
de Obreros Evangélicos de 1930 su
primera toma de contacto. En mayo de aquel año el rotativo España Evangélica
anticipaba el encuentro con el siguiente alegato: «Faltos hoy de un cuerpo eclesiástico interdenominacional,
otro asunto para ser estudiado en esa misma Conferencia de obreros sería el del
Himnario único, que integra otra de las conclusiones del Congreso. Es una
aspiración ya antigua en los evangélicos españoles ésta del Himnario único,
pero a la cual no podrá darse visos de realidad sin una desinteresada labor de
cooperación, ¿y dónde podrá realizarse ésta mejor que en una Conferencia como
la que se propone?»
Reunidos en
Sevilla del 11 al 15 de junio de 1930 con prácticamente todo el arco
denominacional, exceptuando los bautistas que excusaron su presencia por
coincidir las fechas con su Convención, se presentó una ponencia escrita que
fue defendida por Enrique Tomás de la Iglesia Evangélica Española,
proponiendo que el Himnario
único tuviera unos 300 himnos, que la
cubierta fuera en tela, que pudiera venderse a dos pesetas y que diera la
posibilidad de hacer ediciones con suplementos denominacionales. En su
exposición, Tomás rememoró: «La labor
que se ha hecho no ha sido pequeña. Se ha consultado a muchos obreros con
objeto de saber qué himnos desearían ver incluidos en el himnario único; se han
reunido las versiones españolas de un buen número de himnos para estudiar cuál
de ellos deba figurar en dicho himnario; se han consultado opiniones
autorizadas sobre himnología y se han recogido todos los himnarios cuantos ha
sido posible». Tras el
debate, la comisión aprobó la propuesta, señalando la urgencia del proyecto y
sugiriendo que la comisión correspondiente aumentara con la participación del
misionero, pastor y violinista Percy J. Buffard (1883-1958) y el pastor, teólogo y poeta Claudio Gutiérrez Marín (1902-1988). Como conclusión, el deseo y la esperanza del ponente fue que
el Himnario único fuera una realidad en unos dos o tres años.
Pero el camino
hacia el Himnario único no iba a ser nada fácil, por no decir imposible. Dos años
después de la Conferencia de Sevilla, en 1932 aparecieron dos nuevas ediciones
de dos denominaciones protestantes: la novena del Himnario Evangélico de
las iglesias de las Asambleas
de Hermanos (Plymouth Brother)
y la sexta edición del Himnario
para uso de las Iglesias Evangélicas Españolas, publicado
por Juan Fliedner Brown
(1878-1964) de la IEE. Sin
embargo, el III Congreso
Evangélico Español celebrado
en 1934 en Madrid tan solo acordaba la convocatoria de una Conferencia de Pastores
en València para el siguiente año, con el Himnario único
como uno de los tantos temas a tratar. Por parte bautista –que ya estaba valorando
seriamente la conveniencia de disponer de un himnario propio– la Conferencia contó
con la presencia de Antonio Esteve, Vicente Francés, Samuel Vila y Julio Nogal,
quien junto a la iglesia bautista valenciana que pastoreaba coordinó
logísticamente el evento. También asistieron Sixto Paredes y Percy J. Buffard
de la Misión Evangélica Española, colaboradores en parte con la UEBE. Con cerca
de medio centenar de pastores y en medio de las fiestas de las Fallas, la Conferencia
ratificó la Comisión que había sido nombrada cinco años antes en Sevilla para
la confección del Himnario
único, «añadiéndose a ella a D. Samuel Vila, para que [la Comisión] presentara
el trabajo en el término de dos años».
La ponencia defendida por Claudio Gutiérrez Marín sobre el tema Espíritu de unión, liturgia e himnario único y la breve discusión posterior, concluyó en que se estudiase
rápidamente el tema litúrgico por «una Comisión nombrada al efecto; y respecto al Himnario se
seguirá el de la Iglesia Evangélica Española hasta tanto que se ponga en vigor
el Himnario único». Es decir,
que mientras no se alcanzaba el objetivo deseado, se aconsejaba que la
colección de cantos de la IEE fuera el himnario común.
Sin embargo, pese a las buenas intenciones y al persistente interés de la Alianza Evangélica y de algunos pastores en culminar la edición, el Himnario único de letra nunca llegó a materializarse, especialmente porque el estallido de la Guerra Civil española de 1936 detuvo todos los proyectos y ministerios del protestantismo. No fue hasta finales de los años 40 cuando la Comisión del Himnario Unido de España liderada por Samuel Vila reavivó el proyecto con un equipo consultor formado por pastores de Madrid y Barcelona.
3- El primer himnario oficial bautista
Desde que en
1911 Ambròs Celma accediera a la superintendencia de las congregaciones
bautistas y desde su fundación institucional como Unión Evangélica
Bautista
en 1922,
el
deseo del secretario-ejecutivo fue disponer de un himnario propio y común para
todas las iglesias de la denominación. Hasta
aquel entonces uno de los himnarios que entre otros se había ido imponiendo en
las congregaciones bautistas, tanto por calidad como por cercanía doctrinal,
era el Himnario Evangélico. La colección de Faithfull y Feen estaba dotada de un buen número de himnos, de una
cuidada selección y una acertada presentación, abarcando todas las temáticas
litúrgicas y doctrinales.
Pero el anhelo
de tener un libro de cantos propio y de marca bautista era un camino que aún
estaba por recorrer. Circunstancialmente, en mayo de 1923 visitó
España el pastor Carlos de la Torre de la Iglesia bautista de Pergamino,
Argentina. Además de la Biblia, de la Torre llevaba consigo el flamante
himnario que la Junta Bautista de Publicaciones de la
Convención argentina había editado por primera vez aquel mismo año. Su estancia
en Barcelona fue atendida por Ambròs Celma, quien al conocer y observar las características
y excelencia del himnario argentino le pareció oportuno empezar a recorrer el
camino hacia el himnario propio. En ese mismo año Celma escribió en El
Mensajero Bautista un breve artículo titulado Bibliografía,
introduciendo, alabando y abogando por la colección argentina:
«Acaba de llegar a
nuestras manos un himnario que se titula ‘Himnos selectos evangélicos’ editado
en Argentina por la Junta Bautista de Publicaciones. El libro tiene una
presentación admirable, siendo por su acertado tamaño, buen papel e impresión
elegante, lo mejor que hemos visto hasta la fecha en cuanto a himnarios
evangélicos. Contiene 380 himnos con varios coros, presentando una gran
variedad de asuntos. Supera al de Faithfull, que usamos en nuestras iglesias,
en que tiene más himnos de evangelización, además nos da algunos de nuevos pero
bonitos, y un buen número de los más selectos que se encuentran en el himnario
de Turrall. Ahora están preparando un libro de música correspondiente, lo cual
será una grande ventaja para el uso de este himnario, pero a fin que pueda
usarse entretanto, tiene indicadas las músicas en los libros más conocidos. Los
bautistas de habla española deberíamos adquirir todos este himnario y no
necesitar tantos otros como ahora estamos usando. En otro número indicaremos
precios y condiciones».
Tal vez por la acumulación de prioridades y deberes que la puesta en marcha de la UEBE obligaba, la espontánea propuesta del secretario-ejecutivo no obtuvo gran eco y aceptación. No obstante, aquella primera exposición y alegato de Himnos Selectos Evangélicos de 1923 tuvo un largo recorrido de maduración durante ocho años. A pesar de que el himnario de Faithfull y Fenn era el de uso más común entre las iglesias bautistas, la diversidad de himnarios de letra era muy habitual en las congregaciones , además de otros con partitura para el acompañamiento instrumental. Uno de los argumentos más refractarios al cambio era que, en realidad y a final de cuentas, todas las iglesias conocían los mismos himnos, a pesar de que alguna no dispusiera los mismos himnarios. A ello también se sumó la idea de que en las Convenciones y encuentros unidos los coros eran los que interpretaban los himnos de alabanza, a los que los congregantes se unían cantando según conocimiento o aprendiéndolos. No obstante, con el paso de los años poco a poco las posturas empezaron a unificarse y a tener más clara la necesidad de disponer de un himnario bautista propio para todas las iglesias.
Solapado en el
tiempo con el proyecto del Himnario
único promovido por la Alianza Evangélica,
de manera determinante los bautistas tomaron un camino paralelo hacia su propio
libro de cantos. A las seis de la tarde del jueves día 13 de agosto de 1931,
reunidos en la Convención de Carlet se culminó lo que se había anunciado como «Una hora de conversación sobre música e himnos». El encuentro devino en un rico debate sobre la música en las
iglesias y la oportunidad de adoptar Himnos Selectos Evangélicos
como el himnario oficial de la denominación. Tras la exposición general y el
coloquio conducido por Ambròs Celma, tanto las aportaciones de los
convencionistas como las votaciones fueron favorables a la propuesta. Un mes
más tarde, El Mensajero Bautista recogía la noticia: «En la última parte de esta sesión [de la tarde], tratóse de
la música e himnos que en los cultos se deben usar; llegándose a la conclusión
de que por ahora el mejor himnario que se puede adoptar es el de Argentina:
‘Himnos Selectos Evangélicos’».
Un año más tarde, en junio de 1932, Ambròs
Celma viajó a Brasil para asistir como delegado de España en la Convención Mundial de Escuelas Dominicales. Antes de arribar a Río de Janeiro hizo escala en Buenos Aires
para visitar a algunos miembros de su familia que habían emigrado y para
estrechar amistad con las iglesias de la capital. El Expositor Bautista
argentino se hizo eco de su estancia con mucho detalle: «Hemos tenido la muy grata visita del pastor D. Ambrosio
Celma. […] En la Iglesia del Once dirigió una serie de reuniones que fueron
ricamente bendecidas del Señor. El día 12 de julio celebróse una reunión en el
templo de la Iglesia del distrito del este a la cual asistieron representantes
de todas las iglesias de la localidad. […] La tan simpática personalidad del
pastor Celma le ha granjeado muchas amistades en esta tierra. Entre Barcelona y
Buenos Aires existe ya un nuevo y muy fuerte vínculo de afecto y simpatía. […]
Recibimos con gozo que nuestro himnario también será el que usarán nuestros
hermanos españoles». La estancia del secretario de la UEBE en Argentina sirvió
para formalizar la compra de un buen número de himnarios, no superior a cien,
algunos de los cuales transportó en su propio equipaje.
Como ya relaté en el anterior capítulo, en marzo de 1935 se
celebró en València la Conferencia
de Pastores auspiciada por la Alianza Evangélica, donde
se revalidó seguir adelante con el Himnario único
para todas las iglesias protestantes del país, con la incorporación de Samuel
Vila en el equipo editor, junto a Enrique Tomás, Percy J. Buffard y Claudio
Gutiérrez Marín. Y, mientras tanto, convertir en común el Himnario para uso de las Iglesias evangélicas españolas editado por Juan Fliedner Brown. Pero dada la distancia
doctrinal de aquella colección con los postulados bautistas, concretamente en
temas bautismales o en carencia de himnos evangelísticos, la Unión siguió su
propio camino himnológico.
Coincidente en el tiempo, del 15 al 18 de agosto del mismo
año se celebró la IV Convención bautista en la ciudad de Terrassa, con esta
previa circular a todas las iglesias: «El Himnario que se usará en la Convención será el titulado
‘Himnos Selectos Evangélicos’. Rogamos lo lleven consigo aquellos hermanos que
lo poseen. Aunque mucha parte de los cánticos serán entonados por los coros de
Terrassa, Barcelona y Badalona que está preparándose con gran entusiasmo, habrá
ocasiones en que tendrá necesidad de ellos la asamblea entera».
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Bibliografía:
http://josepmarclaporta.com/Baptistes-musica-hispan.html
© 2022 Josep Marc Laporta
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