© 2023 Josep Marc Laporta
1- Himnos
bautismales y sus costumbrismos
2- Los instrumentos
en el primer tercio del siglo XX
3- Las orquestas
bautistas del primer tercio del siglo X
1- Himnos bautismales y sus costumbrismos
Un hecho
destacable de la himnología bautista española del primer tercio del siglo XX
fueron los himnos bautismales, aunque básicamente uno fue el que gozó de gran
aceptación. Pero como previa documentación y antes de adentrarnos en
identificar el himno en cuestión, es conveniente recordar que en Estados Unidos
ya era tradición cantar un himno o entonar alguna estrofa después de cada
inmersión. El modelo se remonta a los Camp Meetings con los Gospel
Songs,
donde los cantos cortos y animados serían muy populares en las reuniones al
aire libre, usándose también en los bautismos celebrados en los ríos o en las
albercas.
En España disponemos de una primera
referencia cuando en el siglo XIX el primer misionero bautista que arribó al
país, William I. Knapp, en una carta a la misión se refería al ministerio
musical de su esposa, Adeline Roberts, relacionándolo
con los cantos tras cada bautismo y el bien hacer litúrgico: «La
capilla está abarrotada, y tenemos entre setenta y cinco y ochenta personas de
asistencia regular en las escuelas. Mañana bautizo de nuevo. Nueve candidatos.
Hay un gran interés en el culto de bautismos, y todo se lleva a cabo con
profunda solemnidad. Mi mujer toca el órgano (o armonio), y tras cada inmersión
empieza a tocar un verso, sabiendo guiar al público y detener el canto en el
momento oportuno, para que todo transcurra con perfecta satisfacción».
La costumbre de cantar un himno o una
estrofa después de cada bautizado se extendió entre las congregaciones
bautistas de la península desde el siglo XIX. Con algunas y significativas
variables autóctonas, el formato era una copia de los modos bautismales
norteamericanos que, básicamente, tenían un himno designado tras cada
inmersión. Entre otros muchos, uno de los que se hizo más popular en Estados
Unidos fue Nothing but the Blood, escrito en 1876 por Robert
Lowry (1826-1899), que más
tarde tradujo al castellano el misionero en Perú, Howard Whittemore Cragin (1885-1947), con el texto
¿Quién
me puede dar perdón? Solo de Jesús, la sangre. Otro de los himnos
anglosajones muy apreciado fue Washed in the Blood, compuesto
en 1878 por Elisha A. Hoffman (1839-1929) y conocido en castellano como ¿Has
hallado en Cristo la gracia y perdón? Sin embargo, de los
himnos bautismales tradicionales más reseñables hay uno que en Estados Unidos
concurrió en todas las denominaciones: Bringing in the Sheaves –Vamos a segar–,
escrito
por Knowles Shaw (1834-1878), con música
de George A. Minor (1845-1904) y traducción al
castellano de Henry Cleophas Ball (1896-1989) y George Paul Simmonds (1890-1991). La siguiente
interpretación del barítono y presentador de televisión Tennessee Ernie Ford (1919-1991) nos acerca
a un interesante retrato sonoro y eclesial estadounidense.
En el primer tercio del
siglo XX los himnos bautismales en las congregaciones bautistas españolas se
reducían prácticamente a uno. En 1924, en
la iglesia bautista de Murcia cantaban «las estrofas del himno
‘En las aguas de la muerte’…, resonando en la casa del Señor, y cada vez que
salía de las aguas un nuevo bautizado resonaba en el propicio ambiente de
espiritualidad y de emoción que reinaba con el coro de dicho himno, conmoviendo
a todos los corazones». Y en otro reportaje se apuntaba: «Las notas
agudas de hermanos jóvenes juntas con las notas graves de los de más edad
formaban un agradable conjunto; porque dicho sea en honor a la verdad esta
iglesia posee voces admirables y de armoniosa entonación».
En otra ocasión, en 1925
en la iglesia de Xàtiva se efectuó similar procedimiento: «A
continuación fueron sumergidos los candidatos en el agua, al propio tiempo que
era entonado un himno especial preparado para esta ocasión». Sin embargo,
en 1926 la iglesia bautista de Terrassa parece disponer de un orden distinto: «Antes de
bajar a las aguas los candidatos, cuatro señoritas entonaron el himno ‘En las
aguas de la muerte’. Fueron momentos de intensa emoción, en que muchos
lloraban».
El Eco de la Verdad informaba que el domingo 20 de noviembre de 1927 hubo en València un «solemne acto de bautismo, el cual fue administrado por el pastor de la iglesia don Ramón López, quien previo testimonio público que cada candidato daba, les sumergía en las aguas. A cada inmersión seguía el coro del hermoso himno: ‘En las aguas de la muerte’…, que entonaba toda la congregación». Y en València, en 1928 «la joven hermana Srta. Elisa García Villalba cantó un solo referente a la conversión, entre tanto que se preparaban los candidatos para ser bautizados». Después de que cada candidato era sumergido en las aguas por el pastor Ramón López, «a cada inmersión seguía el coro del hermoso himno ‘En las aguas de la muerte’, que entonaba toda la congregación».
El himno
bautismal referido fue compuesto, tanto música como letra, por James McGranahan
(1840-1907), pero fue
Enrique S. Turrall quien en 1906 incluyó un poema distinto al texto original,
que apareció en la segunda edición de Cánticos Evangélicos y Suplemento
(Cánticos e Himnos) editado por la Misión Evangélica Inglesa (HIEE-381). La
siguiente grabación reproduce En las aguas de la muerte en una
versión instrumental más actual.
Aunque las
crónicas de la época dan claras evidencias de que el himno que gozó de absoluta
predilección fue En las aguas de la muerte, no por
ello habría que obviar uno que intentó hacerse un hueco en la himnología
bautismal de las iglesias. El Señor por su bautismo fue un
canto promocionado en la edición correspondiente al mes de noviembre de 1923 de
El
Mensajero Bautista. Joaquim Vila, tío de Samuel Vila, escribió un
texto alusivo al bautismo que, pese a ciertas deficiencias de acentuación y
ritmo poético, tuvo bastante aceptación en Terrassa y en las congregaciones
catalanas, especialmente en el Vallés. Según crónica fechada en Sabadell, «una nota
muy simpática fue el hermoso himno que entonaron a voces los hermanos de la
iglesia de Terrassa, el que había sido escrito ex profeso con motivo de estos
bautismos. Acto seguido fueron bajando a las aguas nuestros hermanos, que eran
todos jóvenes y pertenecían cuatro de ellos a la iglesia de Terrassa y los
cinco restantes a la de Sabadell».
Este canto recoge una melodía de Henri A. Caesar Malan (1787-1864) a la que Joaquim Vila adjuntó un poema libre distinto al texto original de William Hammond (1719-1783), apareciendo en el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España con el número 380. El siguiente vídeo es una interpretación del himno en inglés –Lord, We Come Before Thee Now–, aunque con la inclusión de la letra en castellano de Joaquim Vila. El audio es una deferencia del Dallas Christian Adult Concert Choir.
2- Los instrumentos en el primer tercio del siglo XX
La diversidad
musical e instrumental de las iglesias en el primer tercio del siglo XX fue una
seña de identidad bautista. Y aunque el armonio fue la preferencia musical de
las pequeñas congregaciones, otros instrumentos fueron apareciendo y tomando
algunas posiciones de cierta relevancia, como fue el caso de la guitarra con
Antoni Morral Corominas (-1920).
Ciego de nacimiento, Antonet o Tonet era conocido por ir siempre acompañado de
una guitarra que tocaba con destreza. Los reportajes de la época dejan constancia
de su ministerio entre las iglesias, especialmente en Sabadell, su ciudad
natal. En el cambio de siglo lo encontramos en Barcelona, en la Sala evangélica
de la Plaza Marquillas en un culto musical de alabanza, donde «tocáronse varios instrumentos, armonium, violoncelo, violín y guitarra;
cantáronse hermosos solos, músicas superiores de compositores extranjeros». Entre los que tomaron parte, se especifica que «solo mencionaremos al hermano Antonet
el Cec, de Sabadell y un niño de la Escuela Dominical, que tocó el violín».
Pero el denominado armonium fue el instrumento preferido y mayoritario en las congregaciones evangélicas. Tras llegar a España en 1913, Percy Buffard funda la Misión Evangélica Española, emprendiendo en 1915 un viaje por distintas provincias del país para hacer una prospección de posibles campos de misión. En contacto con la organización bautista autóctona y con el superintendente Ambròs Celma Chertó, durante unos meses Buffard se estableció en Castelló de la Plana para iniciar obra, aunque con ciertas dificultades con la administración local para consolidarse. Según cuentan las crónicas de la época, inicialmente y para ayudar en el propósito misionero, «un armonium galantemente cedido por el señor Celma (Ambròs) de Barcelona amenizaba las confortables reuniones». De esta breve reseña se puede entrever tanto la disponibilidad ministerial de Celma como el valor estratégico que tenía el armonio para el establecimiento de iglesias. Más tarde Buffard fijó su residencia y ministerio en Valdepeñas.
En la siguiente
historia, un elemento gráfico nos permitirá percibir otro contexto respecto a
la importancia del armonio en las comunidades y en los líderes y responsables
de la obra bautista. Tras su conversión en 1917, en 1923 Antoni Muniesa
Baldrich (1896-1934) fue
llamado por la Misión Bautista para encargarse de las pequeñas comunidades de
Figueres, Llançà, l’Escala y l’Estartit, ejerciendo un fructífero ministerio
pastoral en los siguientes once años que dispuso de vida. Sin embargo, un
tiempo atrás, en el Congreso Evangélico de 1919 celebrado en Madrid, Muniesa
hizo amistad con Rossend Audivert, dirigente de la congregación en l’Escala.
Fruto de esta relación, Antoni conoció a Sara, la hija mayor de Rossend, con la
que contrajo matrimonio en el mismo año de su inauguración pastoral. Sin
embargo Sara falleció al año siguiente a raíz de su primer parto, junto al
bebé. Dos años más tarde, en 1926 Antoni Muniesa se volvió a casar con la
hermana menor de Sara, Lídia Audivert. De estas segundas nupcias nacieron dos
hijos: Sara Muniesa Audivert y el futuro y querido pastor David Muniesa
Audivert (1930-2018),
que decenios más tarde pastoreará en Palamós, Las Palmas de Gran Canaria,
Figueres y Terrassa, además de servir en otros ministerios de literatura
cristiana.
En la fotografía, tomada poco después del nacimiento de la primogénita, se puede ver a Antoni Muniesa y Lídia Audivert en la casa familiar con el armonio que había tocado Sara, la difunta esposa de Antoni, bajo la foto de la misma que presidía la estancia. Lídia no tocaba ningún instrumento; no obstante Sara sí que tuvo una buena preparación musical que fue cursada en Barcelona, junto a clases de inglés y otras disciplinas académicas. Este entrañable y particular retablo nos permite vislumbrar la importancia que tuvo la música en las familias de los dirigentes bautistas y en la obra que emprendieron. Siervos como Érik Anderson Lund y Emilia Bourn, Isabel Lawrence, Gabriel Anglada Terrades, Karl August Haglund y Feliciana Armengol Simó o Antonio Esteve Palazón son claros ejemplos de la importancia del armonio en el ministerio misionero y pastoral.
Por su
practicidad sonora y armónica, el armonium fue el
medio musical más usado para la alabanza congregacional. Entre los
instrumentistas de las congregaciones bautistas de la época destaca Lídia Vila,
esposa de Samuel Vila, mujer que hasta su avanzada senectud fue organista en
Terrassa. En una crónica de Antònia Zapater de 1935 tenemos constancia de su
bien hacer: «Estuvimos en la
Convención de Terrassa y pudimos apreciar el hermoso armonio que hay en el
Templo Evangélico y que con tanta maestría toca Dª Lídia de Vila; pues bien:
oímos con satisfacción de labios de la secretaria de aquella Unión que el
armonio había sido adquirido por las unionistas, mediante el pago de una cuota
semanal de cinco céntimos. ¡Bravo por las hermanas de Terrassa! ¡Que tengan
muchas imitadoras!».
En el año 1929,
la ceremonia nupcial de Zacaries Carles Just con Rosario García Gomis en Dénia
contó con Samuel Rodrigo Mora (1918-1995) de Alicante como
maestro de la música, organista y director de coro del evento. Más tarde,
Rodrigo sería pastor en Barcelona y uno de los miembros de la Junta de
Publicaciones que daría luz en 1967 al Himnario de las Iglesias Evangélicas de España. En la capital catalana también destacó Samuel López, que fue
organista y director de coro en la Primera Iglesia Bautista, así como el
misionero sueco Nicolás J. Bengtson que habitualmente tocaba el órgano en los
servicios dominicales, también acompañando al coro.
En València,
tanto Feliciana Armengol como su hija Carin Haglund Armengol tocaron el
armonio, aunque algunos años más tarde también lo harían Dª Paca Sempere y
Teresita Nogal, hija del pastor Julio Nogal. Pero aparte de los organistas,
hubo armonios. Y una de las piezas más preciadas de la época aún subsiste en el
vestíbulo de la Primera Iglesia Bautista de València. Un distinguido armonio de
mueble alto preside la entrada, que por su procedencia es catalogado como
‘armonio americano’, que a diferencia del europeo su sonido es más suave, al
succionar el flujo interno del aire hacia adentro a través de la cámara de
lengüeta. Este instrumento llegó desde Estados Unidos a la ciudad del Túria
entre 1910 y 1920, precisamente en las postrimerías de la construcción del
modelo, puesto que el prototipo se dejó de construir hacia 1920.
En Alginet, una obra
centenaria bautista, disponían de un armonio que, además de los servicios eclesiales
propios, se transportaba a otros lugares, cargándolo en un carro de caballos y llevándolo
a las fiestas de Navidad por los pueblos. Este instrumento, que aún se
conserva, es el que el 6 de enero de 1924 El Mensajero Bautista
relataba al anunciar Ignacio Rodrigo desde Sumacàrcer que «nuestro querido hermano Expert, de Alginet, trajo el armonio
de allí, viniendo también un buen número de hermanos de Navarrés, todo lo cual
contribuyó a una gran animación que hizo resultar el local muy insuficiente
para contener a todos los que deseaban presenciar la fiesta».
Ciertamente los organistas proliferaron en las iglesias bautistas como acompañantes de los himnos congregacionales o de las intervenciones especiales de los coros. En Madrid, el joven Julio Nogal Cuadrado dirigía el coro y también tocaba el armonio, como asimismo lo hizo en la década de los treinta en Albacete durante su estancia por causa del servicio militar. Simultáneamente, Concha Girón también fue organista y directora del coro en la misma ciudad. En Carlet, Teresa Espí fue, además de tesorera, organista del grupo de jóvenes y de la congregación. En Sabadell, en 1930 la señorita Reginaldo ostentaba el puesto de organista, además de directora del coro. Y en 1934, el futuro secretario ejecutivo de la Comisión de Defensa ante el gobierno español, José Cardona, fue el organista de la iglesia en Dénia, además de secretario del grupo de jóvenes.
Pero además del
armonio, otros instrumentos gozaron de predilección bautista. En 1926 y en
València hay músicos como Daniel Martínez tocando el acordeón, los jóvenes
violinistas Eliseo Llorens y Enoc Esteve o el guitarrista Bautista Oliver que «deleitó nuestros oídos con unos solos de guitarra, ese
instrumento tan español y que tan magistralmente maneja el mencionado hermano». Desde Terrassa, el pastor Samuel Vila escribe la crónica de la
fiesta de Navidad del 26 de diciembre de 1923. Tras mencionar el gran éxito del
evento, destaca la pericia percusionista de los niños: «Los
pequeños hicieron laudables esfuerzos mentales para declamar con gracia y
seguir el compás del órgano en el toque de sus panderetas».
En Murcia, el 16 de abril de 1933 algunos hermanos de la iglesia fueron invitados por un joven recién convertido a ir a su casa para celebrar una reunión donde «se cantaron algunos himnos con música de violín, por lo que conseguimos una asistencia de unas cincuenta personas, que oyeron con marcado interés el Evangelio que les fue anunciado». En el mismo año desde Manresa se anuncia que José Niubó «tocó magistralmente el acordeón». Posteriormente la IV Convención bautista que se celebró en Terrassa en 1935 contó con «valiosos elementos musicales» que amenizaron los intermedios y acompañaron algunos de los cantos, con violines, un violonchelo y un laúd arribados desde Albacete. Y València aportó una pequeña formación instrumental.
3- Las orquestas bautistas del primer tercio del siglo XX
Las iglesias
bautistas del primer tercio del siglo XX también tuvieron gran
diversidad musical. Aparte del omnipresente armonium y de
algunos instrumentos, pequeñas orquestas de pulso y púa o de viento y cuerda
tuvieron una importante participación en la adoración musicada. Las pocas que
se reseñan en los escritos de la época reciben grandes alabanzas por su esmero
y bien hacer. Una de ellas, la de Terrassa, coincide en el tiempo con la
inauguración el 15 de agosto de 1925 del nuevo templo de la calle Galvani,
costeado íntegramente por los miembros de la congregación. La edificación en
dos plantas tenía un sala de música donde además de los atriles, armonio e
instrumentos de cuerda y viento había una pizarra pautada. Allí se realizaban
los ensayos, mientras que la esquina derecha de la parte delantera del templo era
el lugar donde se alojaba la pequeña orquesta, que constaba de contrabajo,
violonchelo, dos violines, dos clarinetes, una flauta travesera, una flauta
piccolo y un armonio. En la siguiente foto se puede identificar a algunos de
sus miembros: tocando el violonchelo, el futuro pastor de Vilafranca del
Penedés, Manresa, València y Castelló de la Plana, Feliu Simón; al clarinete,
el maestro y futuro administrador de la Librería Bautista en Barcelona, Josep
Simón; tocando la flauta travesera, Antoni Blanc; en el armonio, Lídia Vila; y
en posición de dirección con la Biblia en una mano, el pastor Samuel Vila,
futuro esposo de Lídia Vila, quien también sería profesor de música en el
Instituto bautista de Barcelona.
La inauguración y
dedicación del templo de la calle Galvani de la ciudad egarense empezó con «el canto
de un himno, acompañado de armonio y de varios instrumentos de cuerda y viento
que formaban la orquesta de la iglesia de Terrassa». Entre
diversos parlamentos, recitaciones poéticas y diálogos apropiados al acto en
que Ambròs Celma fue el oficiante y el predicador, destacó la intervención de
la misionera Eva de David, cantando un número especial. El acto concluyó con un
himno acompañado por el armonio y la orquesta, y la ferviente oración de Samuel
Vila, pastor de la iglesia.
La orquesta de Terrassa también participó en actividades más lúdicas, como en excursiones festivas al pintoresco lugar denominado Can Batlló donde se celebró una reunión con más de 200 oyentes que «acudieron al son de nuestros cantos y música instrumental». También participaron en los cultos bautismales: «Antes de ser sumergidos en las aguas por mano de D. Ambròs Celma, los candidatos, puestos en pie, escucharon un hermoso cántico alusivo al acto que fue entonado por cuatro señoritas acompañadas de la orquesta». En otra ocasión, en unos cultos especiales en el pueblo costero de Palamós la concurrencia pudo deleitarse «con el coro y orquesta de Terrassa con una composición clásica», lo que revela una notable actividad del grupo musical.
En 1930 se
celebró
en la capital manchega la II Convención bautista con «la
brillante orquesta de Albacete, hábilmente dirigida por D. Juan A. López, que
hizo las delicias del público en muchas sesiones dándose intermedios muy
agradables». Asimismo «los coros de Albacete y València cantaron
admirablemente en las reuniones públicas y fueron un buen elemento
evangelizador, y los señores Esteve, padre e hijo nos probaron también que son
verdaderos maestros en el arte arrobador». En otra ocasión del
mismo año, en la visita misionera de Florentino Tornadijo a la capital
manchega, las crónicas de época daban «las gracias a D. Juan
Antonio López que con la orquesta que dirige interpretó varios himnos». La orquesta
referida era una agrupación de las denominadas de pulso y púa, con guitarras,
laúdes y bandurrias.
En 1931, la III
Convención
bautista celebrada en Carlet también contó con la participación de la iglesia
de Albacete, «cuyo pastor predicó y cuya orquesta con sus bien
interpretadas piezas musicales, supo deleitar a todos los reunidos», además de
los himnos cantados por los coros de Carlet, València, Murcia, Albacete,
Barcelona y la música de los jóvenes Rodrigo y Esteve. Dos años más tarde, en
1933 también se aprecia «la valiosa ayuda que prestó la celosa juventud
de Albacete, tan acertadamente dirigida por nuestros entusiastas hermanos D.
Juan Antonio López y D. Julio Nogal (hijo) como directores de orquesta y coro
respectivamente, dando así más realce y solemnidad a las predicaciones». En 1934 el
director de la orquesta sigue siendo Juan Antonio López, mientras el coro de la
iglesia estaba a cargo de la «estimada organista Concha Girón, cuyos
elementos han merecido toda la simpatía de nuestros visitantes», puesto que
Julio Nogal Cuadrado participaba más esporádicamente mientras duraba su año y
medio de servicio militar en la ciudad.
La incidencia
social y espiritual de la orquesta de Albacete fue muy destacable. La loas
se multiplicaron por doquier con panegíricos como «Y ¿qué diremos de la
Orquesta que amenizó los actos con verdadera solemnidad religiosa, dirigida,
por nuestro incansable hermano don Juan Antonio López, secundado por sus
abnegados discípulos? ¿Cómo olvidar el Coro de la Iglesia, cuyas voces
melodiosas y fuertes a la vez daban muestras de espiritualidad y fervor? ¿Quién
no recuerda la orquesta y el coro infantil que con sus instrumentos y voces
angélicas deleitaban a los oyentes?». O cuando Samuel Celma destacaba
a colación de la fiesta de Navidad de 1935 en la que el «Coro y la
Orquesta interpretaron varios himnos y melodías alusivas a la fiesta,
haciéndose todos una vez más acreedores de nuestra felicitación por sus dotes
musicales».
Sin duda, la fama de
la orquesta y coro de la iglesia de Albacete fue reconocida por muchos. Sin
embargo, el director de la renombrada orquesta albaceteña, Juan Antonio López,
fue mucho más que el músico que lideraba los himnos mediante su dirección.
López fue uno de los pioneros del Evangelio en Albacete. Los primeros cultos
bautistas en la ciudad manchega se celebraron en uno de los locales de su
fábrica, que también cedió en otras ocasiones para otras actividades eclesiales
cuando la congregación ya tenía su propia capilla, la cual durante un tiempo
incluso estuvo a su nombre por ciertas trabas burocráticas. Pero viajando más
aquí en el tiempo, Juan Antonio López es el abuelo de los hermanos Pascual
López, miembros de la que en aquellos años era la Primera Iglesia Bautista de
Albacete y componentes del grupo Paz, que entre los años 70 y 80 realizaron un
bendecido ministerio musical de testimonio con conciertos en distintas ciudades
de España. Es decir, una larga saga de músicos al servicio de Dios, con
bisnietos que a día de hoy continúan con la misión musical y levítica en la
ahora denominada Iglesia Bíblica de Albacete.
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