jml

· Los bautistas y su música (35)

 © 2024 Josep Marc Laporta

Aspectos resaltables en los fértiles años 50

        Además de músicos y poetas consagrados, la nueva década trajo consigo interesantes aspectos que, por un lado, serían plataforma de futuro y, por otro, se convertirían en marcadores sociomusicales de una época.

El Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de 1948 unificó criterios, proporcionando a las congregaciones bautistas una entidad himnológica. A pesar de la pretensión inicial de convertirse en el himnario unido de todas las iglesias españolas, la realidad fue otra: la ausencia de una colección propia lo convirtió en uso exclusivamente bautista, tanto de las comunidades de la UEBE como de las resultantes de la escisión de 1949. Prácticamente, no se encuentran referencias a un uso del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España en eventos comunes de ámbito nacional e interdenominacional. Tan solo en el IV Congreso Evangélico Español de 1968 celebrado en Barcelona, los himnos congregacionales fueron exclusivamente provinentes de dicha colección, insertados en el programa. Sin embargo, en el ámbito eclesial y denominacional, sólo las iglesias bautistas, tanto de la UEBE como de la futura FIEIDE, fueron las que lo implantaron como propio y único; mientras que las demás denominaciones continuaron con los de su tradición himnológica o con nueva elaboración de propios, más adecuados a las particularidades hímnicas de sus comunidades.

La Junta Bautista de Publicaciones fue un brazo importante dentro de la estructura denominacional, tanto norteamericana como en las misiones foráneas y, por ende, en España. Su faceta de edición y distribución de literatura cristiana proporcionó a las congregaciones contenido doctrinal y medios para desarrollar sus ministerios. Una de las primeras noticias que tenemos de la JBP en España nos llega de 1948, cuando J. David Hughey la esboza. Pero fue al siguiente año cuando se funda oficialmente con un capital inicial de 62.000 pesetas, donación de la Misión Bautista en España, quien asimismo se convirtió en la titular. Pero tres años después, en 1951, se produce el traspaso directivo, pasando a ser responsabilidad autóctona de la UEBE. Con la presidencia de la Junta de Samuel Rodrigo Mora (1918-1995), el depósito de libros y la consecuente distribución inicia una nueva etapa desde la sede de Barcelona, con nuevos objetivos y una remota posibilidad respecto al Himnario de las Iglesias Evangélicas de España: la de confeccionar un volumen que pudiera agrupar todos los himnos con sus respectivas partituras.

El fraccionamiento de la UEBE, producida básicamente por discrepancias entre J. David Hughey y Samuel Vila en 1949, había provocado un nuevo escenario respecto al himnario. Liderado con tesón y constancia por Samuel Vila, el HIEE fue una iniciativa de la Comisión del Himnario Unido de España auspiciada por la Alianza Evangélica Española. Pero con la primera edición en 1948, las premuras del himnario pasaron a un segundo plano. La inconsistente Comisión editorial se diluyó, si es que alguna vez tuvo un cuerpo operativo sólido; y las futuras ediciones quedaron en un limbo editorial esperando nuevas reediciones, donde Samuel Vila, como gran impulsor del himnario, presidente de la UEBE en su momento y responsable de la Misión Cristiana Española en su continuidad ministerial, quedó, de facto, como el garante ante cualquier contingencia. Pero, en realidad, fue un vacío de poder sin una explícita atribución, que Vila asumió deliberadamente y sin un compromiso definido. Sin embargo, desde la toma de posesión de su cargo como presidente de la JBP en 1951, Samuel Rodrigo vio la necesidad de realizar una edición del libro de música, aunque sin disponer de herramientas prácticas para su ejecución y culminación.

El 23 de septiembre de 1953 fue una fecha especial para los bautistas. Junto a otra familia misionera –los Wyatt–, arriban al puerto de Barcelona Joseph W. Mefford (1921-2005) y su esposa Lila Pritchard con sus tres hijos: Silvia Diane, Tony Joe y Janie Lee (más tarde nacería Susana Alicia en Barcelona). La llegada a España del matrimonio Mefford significaría un gran paso adelante en los ministerios radiales, musicales y de alabanza de las iglesias de la UEBE; y, también, para la consecución del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música. Sin embargo, aún tendrían que transcurrir algunos años, antes de tomar las primeras decisiones.

Pero, curiosamente, fue la Unión Femenina Misionera Bautista de España, fundada en 1948, quien se adelantó a los deseos respecto a un himnario de música. El Eco de la Verdad lo redactaba así: «Al reunirse el pleno de la Convención de nuevo, se eligieron los distintos cargos de la Junta Directiva para el año 1951-1952, pasándose a continuación al periodo de ruegos y preguntas donde fueron presentadas muy interesantes sugestiones y peticiones, entre las cuales podemos resaltar la proposición de que sea editado un Himnario para las Escuelas Dominicales, lo cual pasa a estudio de la Junta de Publicaciones…». A ciencia cierta no sabemos si aquella propuesta de Himnario de las Escuelas Dominicales fue la misma que la de un Himnario Infantil, impulsado por Esther Celma Ripoll, entonces presidenta de la UFMB. Es decir, si al referirse a ‘Himnario de las Escuelas Dominicales’ aludía al que años después sería Himnos para Niños. Pero por documentación cotejada, sabemos que por las fechas de aquella Convención la UFMB ya tenía la intención de confeccionar un himnario infantil. Los hechos son que Esther Celma Ripoll, junto a Maria Corbera y Noemí Celma Ripoll llevaron el peso de la edición, que incluiría las partituras. Consiguientemente, la JBP aceptó la propuesta; y en colaboración mutua –UFMB y JBP– en menos de dos años ya se empezaron a preparar las primeras partituras y a adjuntar las primeras hojas sueltas en la revista femenina Nuestra Labor que, sucesivamente y mes tras mes, se fueron publicando hasta completar Himnos para Niños. Después de unos cuantos años de inserción en la revista femenina, en 1960 se ofreció a la venta, compendiado en un solo volumen. Pero una de las paradojas de la historia denominacional es que Himnos para Niños se convirtió en el primer himnario con partituras propiamente bautista, bastantes años antes de que en 1967 llegara el Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música. 

Una de las tendencias cúlticas de las congregaciones bautistas fue la elección de himnos de acuerdo al mensaje. «Los himnos deben de formar una armonía de pensamientos entre ellos y la predicación», instruía el pastor y presidente de la JBP Samuel Rodrigo, también futuro editor del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España de música de 1967. Respecto a la Escuela Dominical, que en aquel tiempo tenía una importante entidad cúltica, Rodrigo apuntaba: «El superintendente que escoge sus himnos delante de la ED en el último momento, no solamente destruye el efecto posible y esperado, sino que se evidencia delante de la ED como descuidado y falto de preparación». Este maridaje entre música y predicación o entre himno y temática fue una de las variables litúrgicas que poco a poco fue adquiriendo más cuerpo eclesial, proporcionando, incluso, números especiales de coros o solistas que se preparaban para un mismo fin temático.

En la década de los cincuenta los coros se convirtieron en el elemento de cohesión eclesial más fecundo, hasta el extremo de que en ciertas comunidades el coro era una congregación en pequeño que, asimismo, sustentaba el todo de la propia iglesia. Así se podía ver cómo algunos de los miembros más implicados pertenecían al coro o cómo la personalidad espiritual de la iglesia se encontraba bien representada en los coristas. En algunas congregaciones muy pequeñas se daba la paradoja de que la inmensa mayoría de sus miembros eran parte del coro. Como ejemplo de ello, la pequeña congregación de Tortosa que no llegaba a los veinte miembros bautizados, participó con su coro en una fiesta conjunta con los hermanos de Reus. Dirigido por la señorita Noemí Aldabó, el coro tortosino estaba formado, ni más ni menos, que por dieciséis personas. Otro ejemplo se localiza en Figueres, con una membresía que no superaba las veinticinco personas y un coro de quince cantores. No obstante, en las congregaciones de mayor número el coro acostumbraba a tener un ratio bastante inferior respecto a la membresía total. En estos casos, la encarnación espiritual del coro con la personalidad eclesial podría ser menor, aunque, por lo general, se observa una alta implicación.

A menudo sucede que acontecimientos o eventualidades más o menos puntuales o temporales se convierten en trascendentes, instaurando usanzas musico-sociológicas. En Catalunya se dieron varias. Una de ellas se produjo durante más de media década. En los años cincuenta, Maria Eugènia Vidal Güell (1923-1997) y Pere Inglada Sanmartí (1910-1980) –un matrimonio metodista, parientes de los Puig de Sabadell– acostumbraban a deleitar e instruir a las congregaciones bautistas catalanas sobre los orígenes del canto coral protestante y la influencia de Johann Sebastian Bach con versadas alocuciones de Vidal y distinguidas interpretaciones al órgano de Inglada. Las audiciones fueron bien recibidas y muy apreciadas, hasta el punto que generó una peculiaridad respecto a otras congregaciones del estado español. La cultura musical de las iglesias bautistas catalanas se empapó de la tradición reformada protestante, creando un caldo de cultivo artístico que en el futuro proporcionaría excelentes formaciones corales de corte clásico. Ejemplo de ello fueron los diferentes coros de Sabadell, Terrassa o Barceloneta.

Mientras tanto, otras comunidades bautistas del estado español bebieron de manera preferencial de la himnología al uso, con coros que interpretaban himnos del legado evangélico norteamericano y británico. Exceptuando alguna puntual y esforzada interpretación barroca, como el Aleluya de GF Haendel, alguna partitura clásica famosa o la Marcha Nupcial Lohengrin de R. Wagner, los coros de iglesia acostumbraban a cantar polifonía vertical con algún contrapunto o discanto de muy sencilla ejecución. Sin embargo, la ascendencia de Pere Inglada y Maria Eugènia Vidal en Catalunya fue importante en la formación contextual de algunos de los futuros músicos del ámbito bautista catalán. Fue una correa de transmisión que se transfirió de manera empática, afectando sucesivamente a intérpretes y directores corales como Pere Puig Ballonga (1929-2016), Daniel Pujol Vila (1922-1996), David Andreu Martínez (1952-), Magda Pujol Vers o Elies Cortés Casanovas (1954-) y, también, a la apreciación artística de las congregaciones.

De esta tendencia a la música reformada y clásica en Catalunya, también participaron las relaciones de músicos bautistas con el Orfeó Català, la Coral Sant Jordi y con diversos ámbitos culturales y artísticos catalanes, así como con músicos católicos de la talla de Oriol Martorell Codina (1927-1996) o Enric Ribó Sugrañes (1916-1996). Prueba de ello dan fe algunos artículos escritos por Pere Puig Ballonga (1929-2016) o Benjamí Planes Capuz (1926- 2021) en la revista bautista. En la década que nos concierne, de Puig se cuentan dos artículos sobre historia de la música reformada; y de Benjamí Planes uno, en este caso en referencia a Albert Schweitzer (1875-1965), médico, filósofo, teólogo, músico y también misionero médico en África y Premio Nobel de la Paz en 1952. Con el título ‘Albert Schweitzer y el Orfeó Català’, a finales de 1956 Planes escribía: «Schweitzer fue el organista de la Pasión del año 1921. Ahora, al repetirse el gran acontecimiento musical, el presidente del Orfeó Català, don Félix Millet ha escrito a Schweitzer. […] El edificio del Palau de la Música de Barcelona fue inaugurado el 15 de febrero de 1908. Para conmemorar el cincuentenario de este acontecimiento se dieron unas audiciones de la Pasión según San Mateo, de Juan Sebastian Bach. Por esta causa se han pronunciado, en el ambiente musical y artístico, los nombres de los más famosos intérpretes de la música bacquina, y entre ellos y de una forma destacada, el del misionero evangélico Albert Schweitzer, considerado la máxima autoridad, como intérprete y crítico, sobre la música de Bach».

Otra de las novedosas incorporaciones de la década fue el modelo de Juventud para Cristo. Iniciado en las postrimerías de los años cincuenta y consolidado en plena década, JpC irrumpió con fuerza en las comunidades evangélicas catalanas, extendiéndose también a otras ciudades españolas, como Sevilla o Madrid. De hecho, Youth for Christ vino a sustituir a un movimiento interdenominacional que antes de la Guerra Civil había experimentado un gran auge e implementación: Esfuerzo Cristiano. Los nuevos tiempos traían nuevas fórmulas y, como organización internacional fundada en Norteamérica, Juventud para Cristo cambió algunas de las tendencias eclesiales. Según relataba El Eco de la Verdad de 1950, refiriéndose a Terrassa, «El día 2 de febrero los jóvenes de esta iglesia celebraron un culto especial, según el sistema de Juventud para Cristo. Después de un tiempo de ensayo y canto de nuevos coros por el público, pudimos recrearnos oyendo solos, dúos y un cuarteto masculino; tres poesías y dos testimonios de jóvenes que refirieron su conversión, terminando con un breve mensaje por nuestro pastor». En otras palabras, un culto con mayor tiempo para la música y recitaciones poéticas, con aprendizaje de nuevos cantos, con testimonios personales de conversión y con una predicación del Evangelio más compendiada y breve por un pastor o evangelista.

Hacia 1955, Juventud para Cristo estaba en pleno apogeo en su sede principal: Barcelona. Las campañas evangelísticas conjuntas de las iglesias reunían a cientos de personas. El 2 de octubre, el templo metodista de la calle Tallers con capacidad para cuatrocientas personas fue absolutamente insuficiente para acomodar a más de mil quinientas que deseaban escuchar las participaciones musicales, con «rapsodas, violines, violoncelo, acordeones y cuartetos, y también el Coro Unido de Juventud para Cristo». Días más tarde, la Primera Iglesia Bautista de Barcelona reunió a unas setecientas personas en un local de cuatrocientas localidades. El quinteto francés Compagnions du Jordan, «cantó los famosos cantos espirituales negros a la perfección», además del Coro Unido, que reunía a miembros de las corales de las iglesias barcelonesas. En otra ocasión, en la Iglesia Bautista de Terrassa cantó el conjunto norteamericano Teen Team, junto a sendas interpretaciones del Coro Unido de JpC. En los cultos especiales de 1956 de dedicación del templo de la Iglesia Evangélica Bautista en Badalona, las crónicas reflejan la gran vitalidad y aportación musical de JpC, que «contribuyó a la solemnidad del acto […] el quinteto de cuerda de Juventud para Cristo».

Es por todo ello que, especialmente en Barcelona y comarcas, los eventos de JpC marcaron profundamente la década de los cincuenta, un tiempo en que la música dio un salto adelante en el programa de cultos, también animando aún más a las congregaciones a tener su propia formación coral, fuere cual fuere el número de miembros. Es prácticamente imposible encontrar en la historia bautista de los años cincuenta y sesenta alguna iglesia que, por pequeña que fuere, no tuviera su propio coro.

En aquellos años, algunas esposas de pastores tenían ciertas nociones de música o, en su defecto, disponían de agradables voces, por lo que a menudo las encontramos cantando solos especiales. No obstante, esta particularidad proviene de épocas anteriores, donde las esposas de los pastores participaban o incluso se instruían en música para servir mejor en el ministerio. Según Ambrosi Celma, este fue el caso de Teresa Bertrán Durán (1862-1935), esposa de Manuel Zapater Celma (1867-1947), pastor en Girona y Palamós, y considerado en su momento el decano de los pastores bautistas del país. Tras el fallecimiento de Teresa Bertrán, Celma la homenajeaba con estas palabras: «Una de las características más notables de su vida fue su afán de instruirse a fin de ser más útil en el servicio del Maestro. En aquellos primeros años de su conversión, no habiendo organista en la iglesia, excepto el pastor, quien debía tocar y predicar al mismo tiempo, nuestra hermana se propuso aprender música con el fin de ayudar, cuando ya tenía más de treinta años, logrando su deseo y encargándose de acompañar el canto de los himnos con el armonio hasta pocos domingos antes de su partida, cuando la enfermedad la retenía en el lecho, habiéndose esforzado muchas veces para cumplir con este deber que se había impuesto, hasta hacerlo con grandes sufrimientos».

Otras esposas de pastores, de la época y anteriores, también colaboraron con sus voces y talentos. Violeta Kiroff, esposa del pastor Daniel Campderrós Riba (1901-1968), era organista en la Iglesia Bautista de Terrassa. Anteriormente, en 1948, Lídia Vila, esposa de Samuel Vila, que desde los doce años ya tocaba el armonio en la iglesia y a los dieciséis acompañaba al coro con el Aleluya de Haendel, «nos recreó el espíritu con un precioso himno cantado al compás del violín, que con gran habilidad fue manejado por don José Martínez…». Más atrás, en 1931, Eva David, profesora de piano y de música en el seminario, y esposa de misionero Leroy David, «contribuyó a la solemnidad del culto con su voz, cantando un himno». Y en otra ocasión, en Barcelona «cantaría un himno, lo que hizo tan magistralmente que, para corresponder a los aplausos que se le tributaron, tuvo que cantar otro». Por su parte, en 1928 y en Carlet, la esposa de Antonio Esteve Palazón (1883-1960), Francisca (Paca) Sempere Pérez (?-1936), era profesora de piano. También en València, Feliciana Armengol Simó (1868-1950), esposa del misionero sueco Carlos A. Haglund (1854-1895), cantaba a dúo con su marido, disponiendo de una buena formación musical. Asimismo, Emilia Bourn, esposa de Erik A. Lund (1852-1933), tocaba el armonio en los servicios de la iglesia en Barcelona. Y, cómo no, Adeline Roberts, profesora de piano y esposa de William I. Knapp (1835-1908)el primer misionero bautista en llegar a España–, también fue muy importante para el desarrollo de la obra en Madrid.

Pero volviendo a la década que nos atañe, en 1952 encontramos en la ordenación de José Bonifacio Andrés (1906-2002) al pastorado en la iglesia de Elx, que su esposa, Guadalupe García Villaba «entonó un hermoso himno». También en 1955 y en la misma ciudad «los esposos señores Bonifacio deleitaron con preciosos cánticos espirituales». Por otra parte, de Manresa las fuentes periodísticas informaban que «la señora Gangonells [Blandina Simón Corbera] entonó un himno, poseída de verdadera unción cristiana». Su esposo, Josep Gangonells Cardona (1936-1994), quien posteriormente también fue pastor en la capital del Bages, dispuso de una excelente voz de barítono.

Asímismo, muchos siervos y líderes bautistas tuvieron una notable preparación musical, como José Cardona Gregori (1918-2007), organista en Dénia y posteriormente pastor y Secretario Ejecutivo de la Comisión de Defensa Evangélica ante el Estado, o Feliu Simón Sala (1909-1990), clarinetista, por aquel entonces pastor en Manresa. En una excursión unida de las iglesias catalanas a la Colònia Güell, Simón «organizó un coro unido que entonó diversos himnos». Pero en su etapa inmediatamente posterior como pastor en València, su esposa, Maria Corbera, dio señas de su bien hacer con el canto. Las crónicas de principio de década relatan que en un culto de bautismos «el coro demostró que no es vano el esfuerzo que su directora y sus muchos componentes vienen haciendo en los últimos ensayos, colaborando con eficacia a realzar el acto con sus himnos. La introducción a los bautismos fue un dúo cantado por Dña. Maria C. de Simón y Dña. Amparo a de Barba». Las fotografías siguientes muestran la congregación de València aún en su antigua sede de la calle Palma, donde se puede reconocer al pastor Feliu Simón (en el extremo izquierdo de la primera) y el coro en el palco correspondiente, con su nuevo director Elías Esteve Sempere (1921-?).


Como anteriormente apunté, la llegada a España de los esposos Mefford fue un estímulo para una mejor música y alabanza a Dios entre las iglesias. Acostumbraban a cantar juntos y acompañados de acordeón en distintas ciudades e iglesias a lo largo de la geografía española, enseñando himnos y coritos, como sucedió en Carlet el 4 de marzo de 1955: «El señor Mefford y esposa entonaron hermosos himnos». O en Dénia: «los esposos Mefford nos deleitaron con sus cantos».






No hay comentarios:

Publicar un comentario