jml

· Semiótica del debate Rajoy-Rubalcaba

© 2011 Josep Marc Laporta


 De perfil ante la platea, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba se enzarzaron en un debate electoral que, en esencia, realmente nunca existió. El gran error escenográfico fue situarlos directamente uno frente a otro en ambos lados de un frío y amplio semicírculo, con una puesta en escena bastante anticuada. La primera imagen televisiva que los candidatos ofrecieron –de perfil–, resultó, en definitiva, una presentación gélida y atenuada. Distanciados por una anchurosa mesa, que solo pretendía ajustar sus medidas al amplio escenario, los candidatos  se miraban lejanamente, sin la suficiente proximidad como para entablar un diálogo acertado.
Los perfiles de Rajoy y Rubalcaba, dibujados en cada extremo, denotaban las diferencias de edad y porte. El popular, de esbelta estatura, erguido y cinco años más joven que el socialista, ganaba el debate de la imagen por altura y elegancia. Mientras tanto, el candidato socialista, de menor talla física, con cierta e innata joroba, calvo y ya en los sesenta años, perdía preponderancia de pantalla. Sólo quedaba observar cómo se desenvolvería cada uno en el cara a cara de los mass media.
A diferencia de los debates norteamericanos, donde los candidatos se sitúan de pie en un incompleto semicírculo, por lo que pueden interrelacionarse de manera más directa y activa, el de los aspirantes españoles propició la apatía y la ininteligibilidad. El extenso triángulo que formaban el presentador y los candidatos invitaba más a la dispersión y disgregación que a disponer las bases de un debate ágil y periodísticamente bien estructurado. Si a ello añadimos la gran mesa y la inmóvil posición de permanente asiento, se apreciará el estatismo al que hicieron gala.
La llegada de los candidatos al Palacio de Congresos de Madrid quedó condicionada por la coincidencia de colores en las corbatas. De azul tibio la del popular y de azul brillante la del socialista, la discriminadora combinación de tonalidades invitaba a suponer excesivas similitudes. Si Pérez Rubalcaba pretendía acercase empáticamente al electorado popular utilizando su color insignia, no lo logró. Es muy probable que la intención de los asesores anduviera por otros lares. La esencia de la elección residió en el matiz de prudencia que el azul posee, mientras que el color rojo invita a la acción. Sin duda, los dos interlocutores se afiliaron a la prudencia.
El primero en llegar al escenario del debate, Mariano Rajoy, dio sus primeros pasos con las manos libres y abiertas, dispuestas al saludo. Por su parte, Alfredo Pérez Rubalcaba entraba al auditorio con una mano en el bolsillo, lo que mostraba una cierta naturalidad, espontaneidad e improvisación. Ya desde sus inicios, el debate dibujaba dos perfiles bien distintos: Rajoy utilizaría un tono y talante presidencial, mientras Rubalcaba asumiría claramente el papel del aspirante. Singularmente se observó esta última asunción cuando el candidato socialista se dirigió repetidamente a Mariano Rajoy como presidente, al referenciarle con la aseveración ‘lo que usted hará…’; mientras que el presidenciable popular se dirigió a su adversario político balbuceando ‘Rodríguez Rubalcaba’, un supuesto desliz que posicionaba a su contrincante hacia un estatus políticamente desfavorable.
Ya en pleno debate se pudo observar la excesiva dependencia de Mariano Rajoy a los papeles y las anotaciones. Toda su alocución sería leída o sometida a un guión. ¿Ello revelaría que el candidato popular es un hombre preciso y metódico? No necesariamente. Más bien indica que sus asesores le insuflaron de extremada prudencia y comedimiento; es decir, le exigieron que para ganar el debate no debería salirse del guión. Otro de los aspectos significativos de cierta dependencia psicofísica fue la manipulación constante de un bolígrafo. Mariano Rajoy lo sostuvo en sus manos durante todo el debate, indicando el control que de continuo se autoimpondría.
Por su parte, Alfredo Pérez Rubalcaba confió más en sus capacidades naturales que en la preparación y previsión. De habitual dicción rápida y gestualidad ágil, el candidato socialista se presentó muy confiado de sus cualidades. Fue un craso error. La primera instantánea televisiva ya presentó a los televidentes un Rubalcaba traspuesto, sin fuerza, sin el fuelle político y dialéctico que acostumbra a mostrar. Tal vez sufrió el vértigo del directo, una supuesta bajada de azúcar o la constatación de su inconsciencia y atrevimiento. Por alguna razón, sumada a un excesivo maquillaje, su rostro apareció ante los espectadores muy desdibujado y descompuesto. Poco a poco se recuperó, aunque nunca alcanzaría su acostumbrada vitalidad y naturalidad.
En las alocuciones e interpelaciones, tanto Rajoy como Rubalcaba mostraron sus flancos comunicacionales más frágiles y característicos. El presidenciable popular respondía silenciosamente a las palabras del candidato socialista con su acostumbrado guiño del entrecejo: una mezcla de perplejidad, extrañeza y apresto. Aunque poco a poco sus asesores han conseguido aminorar este particular gesto, cada vez que aflora queda al descubierto por dónde caminan sus pensamientos. Por lo que se refiere a la presentación televisiva, a día de hoy, la mirada de Mariano Rajoy a la cámara es segura y firme, lejos de la huidiza y vaga expresión de hace unos años, cuando esquivaba el enfrentamiento directo.
Ante las cámaras, Alfredo Pérez Rubalcaba mantuvo una actitud indeterminada. Se mostró dubitativo cuando se dirigió directamente a los telespectadores. Las constantes y casi imperceptibles miradas laterales a su adversario político, declararon una cierta inseguridad y falta de convicción en sus propias capacidades y postulados. Al mismo tiempo, un acostumbrado y excesivo parpadeo delató nerviosismo y falta de solidez y persuasión. Por otro lado, la mirada supina, de abajo a arriba, con la cabeza levemente inclinada, indicaba falta de convicción y autoridad. Por su parte, la erguida testa del candidato popular fue la viva estampa de su confianza y autoestima y, cómo no, de la victoria electoral que las encuestas le preconizan.


© 2011 Josep Marc Laporta

1 comentario:

  1. Antony08:36

    buen retrato del debate electoral. muy fino

    ResponderEliminar