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· El día que cambió el concepto de arte


© 2021 Josep Marc Laporta


     ¿Todo el mundo puede ser artista? Esta es la pregunta retórica que se plantea cuando, a ojos de los clásicos, el arte actual parece haber sido degradado mediante obras en las que la creatividad, el talento o la capacidad técnica de crear con alma propia brillan por su ausencia. No es ningún secreto que la perspectiva de arte de hoy no es la misma que la de hace un siglo. En tiempos pretéritos, la competencia o la rivalidad en busca de lo más difícil todavía, con su innato deseo de representar al máximo la realidad y perfeccionarla, impelía a los artistas al talento, la motivación y la superación creativa. Pero no siempre fue así.
     Hubo un momento en la historia en que hubo un clic mental donde lo que antes sólo se consideraba arte y tenía la particularidad para llamarse arte dejó de tener la exclusiva. Fue un proceso donde la percepción artística se transformó, cambiando la forma de explicar creativamente la realidad para crear otras de múltiples, aunque no siempre parecidas a la realidad. Y, por ejemplo en la pintura, aparecieron otros estilos, como el hiperrealismo, el surrealismo, el impresionismo, el expresionismo, el cubismo, el arte abstracto o el arte pop, con otros subsiguientes estilos. Pero estas formas de expresión artística tan sólo fueron la punta de lanza de un cambio más trascendente que llegaría más tarde.
     Es indudable que durante muchos siglos el arte perteneció al talento y que la competencia y la rivalidad entre artistas fue uno de los grandes acicates para la creación y superación artística. A veces más fabulados por el cine que en la realidad, como es el caso de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y Antonio Salieri (1750-1825); y en otras más reales como con Gaetano Donizetti (1797-1848) y Vincenzo Bellini (1801-1835), en que el segundo siempre estaba muy pendiente del primero de que no tuviese más éxito que él. O como Richard Wagner (1813-1883) y Giuseppe Verdi (1813-1901), dos de los más grandes compositores del siglo XIX, con gran competencia y rivalidad, especialmente en Verdi, que en algunas ocasiones viajó de incógnito a Bolonia escondido tras unas gafas y una peluca para escuchar las obras de Wagner. Eric Clapton (1945) y George Harrinson (1943-2001) también tuvieron sus tensiones de rivalidad, en este caso no sólo por la música sino por una mujer, Pattie Boyd (1944). O la que hubo en grupos modernos de música, como entre The Beatles y The Rolling Stones, Blur y Oasis o Metallica y Iron Maiden.

   Pero hay muchos más ejemplos. En el mundo de la pintura, Leonardo da Vinci
(1452-1519) y Michelangelo Buonarroti (1475-1564) tuvieron sus diferencias, lo que provocó que la creatividad de ambos se desbocase; como también sucedió con Tiziano (1490-1576) y Tintoretto (1518-1594) o Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y Francesco Borromini (1599-1667), cuya competición artística  prácticamente dio luz al barroco en Roma. En el caso de la rivalidad entre John Constable (1776-1837) y William Turner (1775-1851), se cuenta la anécdota que en 1832, en la Royal Academy de Londres se expusieron dos cuadros de ambos, uno al lado del otro. El de Constable era la inauguración del puente de Waterloo, con un más social; mientras que el de Turner era una marina, con unos barcos en un mar embravecido. Antes de que la exposición se inaugurara, Turner fue a ver dónde habían colgado su cuadro, y cuando vio que lo habían situado justo al lado del de Constable observó que el de aquél tenía mayor fuerza y colorido. Así que Turner, que quería ser considerado el primer pintor de Inglaterra, cogió su paleta de colores, que siempre llevaba encima para hacer retoques de última hora, y después de mirarlo durante bastante tiempo pintó una mancha roja que, al parecer, dio al cuadro una característica especial, ganándose la admiración del público.
     El talento y la capacidad natural creativa siempre ha sido uno de los valores intrínsecos del arte de todos los tiempos. Sin talento no habría habido creaciones artísticas tan bellas y sugerentes para el espíritu humano como las obras de Bach, Mozart, Michelangelo, Donizetti o Tiziano. Sin embargo, esta singularidad cambió en un momento dado, transformando todos los conceptos clásicos de lo que era arte y una obra bien hecha, dependientes exclusivos del talento natural y la técnica.
 
     Marcel Duchamp (1887-1968) era un artista que había probado fortuna con la pintura. Aparte de intentar ser un buen ajedrecista, su interés por el arte y por alcanzar una notable calidad pictórica le llevó a una situación límite. Se podría decir que Duchamp era pintor, escultor, jugador de ajedrez y artista, pero lo cierto es que su carrera es un ejemplo de la creación artística como ejercicio de la voluntad, del pensamiento o de la determinación, sin tener una estricta formación y sin tener ningún tipo de talento de partida. Y es que Duchamp no tenía capacidad artística: no pintaba bien, dejó los estudios de adolescente, no lo aceptaron en la escuela de Bellas Artes, tuvo que ir a una escuela privada de la que se marchó al poco tiempo, no destacó en todo aquello que se necesitara calidad y talento natural… Y lo paradójico es que, a pesar de ello, Duchamp ha pasado a la historia como uno de los artistas más grandes del siglo XX.
     Como proyecto artístico personal pasó por distintas etapas, como el postimpresionismo, deseando el éxito e intentando imitar al padre del impresionismo, Paul Cézanne, aunque no lo consiguió. Más tarde intentó pintar como los fovistas, imitando a Henri Matisse, pero no tenía lo que artísticamente habría que tener para pintar con pinceladas rápidas y colores provocativos un cuadro fovista. Después, al ver que no podía lograr su objetivo, pintó como los cubistas, imitando a Picasso, pero tampoco lo consiguió. Más tarde quiso hacerlo como los futuristas, como Tommaso Marinetti o Umberto Boccioni, pero tampoco tenía la capacidad para pintar como ellos. También pretendió introducirse en el arte abstracto, al modo de Vassily Kandinsky, pero ni lo intentó porque no llegaba a entender aquel tipo de arte. Y al final se dio cuenta de que no podía ser bueno ni destacar en ninguna de aquellas disciplinas pictóricas y que tenía que inventar otra manera de hacer, aunque fuere a expensas de la calidad creativa, el talento y la excelencia artística.
 
   Cuando Ducahmp se da cuenta que no sabe hacer nada de lo que creía que tenía capacidades, decidió vaciarse de etiquetas, estructuras y formatos, y de todo lo que, para él, significaba repetirse y copiarse a uno mismo. Así que decidió inventar su propia manera de crear sin capacidad artística. Decidió pensar en lugar de crear. Para tal fin empezó a delinear gráficamente figuras con el dibujo técnico. Con una de sus primeras obras, ‘La trituradora de chocolate’, Duchamp se da cuenta de que no hay que depender de lo que las personas vean sino que él ha de depender de lo que los demás piensen de sus cuadros. Decía que
«no es necesario que el arte sea bello y hermoso sino que es necesario que haga trabajar el cerebro y entre por todos los sentidos». Para él, el arte es el acto consciente de involucrar todos los sentidos respecto de una experiencia artística, un modelo que comenzó con Wagner y su arte total. Y añadía que tanto da si se tiene talento o no se tiene talento, «la voluntad será lo que me hará capaz de que haga arte».

   Por tanto y según su pensamiento, el arte está por todos lados y no todas las personas son capaces de encontrarlo. Como ejemplo de su pensamiento encontramos una de sus primeras obras más controvertidas: Duchamp coge un urinario, lo pone al revés y dice que aquello es una fuente. Al intentar exponerlo en una muestra de arte de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York en la que, según anunciaban, se admitirían todas las obras fueren del tipo que fueren, negaron de entrada su exposición. Aquella fuente es lo que Duchamp denominaría
objet trouvé, ‘arte encontrado’: el arte realizado mediante el uso de objetos ya existentes que normalmente no se consideran artísticos.
 
   Duchamp, con su limitación técnica y mediocre talento, creó el arte conceptual y el arte contemporáneo. Cambió la manera de ver el arte en todo el mundo y cambió toda su posterior evolución. Él era un ‘artista’ que compensaba su falta de talento con otra cosa: pensar, pensar y pensar, ponerse delante de un objeto para pensarlo hasta el final, hasta darle la vuelta. Sus obras son tan extrañas como la Gioconda, a la que le puso un bigote, o el perchero de ropa que en lugar de estar en una pared, lo puso clavado en el suelo. También inventó la instalación artística, las
performaces, modelo que muchos artistas actuales están obligados a hacer. Instalaciones artísticas que muchas veces no sabes si hay que tocar, mirar o qué hacer con ellas, porque no es cuadro o una escultura que te pones delante y ya está. Como ejemplo muy ilustrativo del proceso mental de sus creaciones conceptuales, Duchamp estuvo unos cuarenta años para realizar su última instalación, Étant Donnés, donde hay una puerta y hay que mirar por el ojo de la cerradura, donde se ve un muro y tras un boquete se ve una escultura de una mujer desnuda. En realidad sería su primera gran instalación.

    Es evidente que Duchamp cambió la percepción del arte. Es el ejemplo máximo de la creación artística como puro ejercicio de la voluntad de pensamiento y de determinación sin ninguna necesidad de una estricta formación ni talento. Suplió su falta de capacidad creativa con pensamiento, en ser capaz de pensar más que nadie, en ser capaz de encontrar nuevos caminos que nadie nunca había imaginado que existían. Y haciéndolo cambió la historia del arte. Si nos gusta más o menos, si es arte o no es arte, si todo el mundo puede ser artista o no, son cosas que dependen de la percepción de cada uno; pero sí que es cierto que Duchamp cambió la historia del arte y la forma cómo nos acercamos al arte. Y también es cierto que nuestra perspectiva de lo creativo ha ido cambiando poco a poco. Tal vez más insensibles al talento natural y a la técnica, y tal vez más abiertos a entender y ver cosas de maneras distintas a como siempre las habíamos visto, a pensar, pensar y pensar para entender el arte. Y si es arte o no, eso dependerá de las aproximaciones conceptuales que cada uno disponga.

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