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· La (casi) perfecta sonrisa de la Infanta


© 2014 Josep Marc Laporta

   Cristina Federica de Borbón y Grecia está acostumbrada desde la cuna a las cámaras, las fotografías, a subir y bajar de los coches oficiales con elegancia, a saludar muy educa-damente a las cámaras y andar ergui-damente mientras sonríe y dice repetidamente buenos días o buenas tardes. Ha sido un largo y perfecto aprendizaje de cincuenta años que, por causas nada ajenas a su voluntad, desemboca en una fría mañana de febrero con una comparecencia en los juzgados de Palma de Mallorca. Solamente debía bajar del coche y andar unos pocos pasos para entrar en el juzgado y salir seis horas después para desandar el mismo camino y volver a su privacidad. Y lo hizo con la habilidad del oficio real, muchas veces más cerca de photocall que de la importancia y trascendencia de su implicación.
Diez segundos de exposición ante las cámaras fueron suficientes para dejar constancia de su perfecta sonrisa. Perfecta, o casi perfecta. Porque detrás de su superficial felicidad se atisbó una incoherente mueca, prácticamente inadvertida. Si bien es cierto que su rostro simuló una franca naturalidad e incluso los ojos destellaron un sorprendente brillo, su sonrisa delató la teatralización de su puesta en escena. Lejos de flashes, la comisura de los labios dejó entrever una peculiar tensión en los músculos orbiculares de la boca. Esta micro-expresión revela que más allá de su diáfana sonrisa se aprecia una tensión lateral del músculo orbicular, concretamente en la comisura derecha. Prácticamente inapreciable, el reiterado micro-movimiento de ese músculo interno retraido hacia su lateral, manifiesta contrariamente una de estas tres emociones: miedo, tristeza o desprecio. No sabemos qué mensaje se ocultó detrás de la sonrisa real, pero sí sabemos que a pesar de su porte de perfecta, ideal y encantadora Infanta de España, la ciudadana Cristina de Borbón ofreció a la prensa una auténtica sonrisa falsa. 

© 2014 Josep Marc Laporta

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