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· Educados para no preguntar



© 2014 Josep Marc Laporta

1. La pregunta ante el mito y el dogma
2. La pregunta ante la democracia
3. Educar es responder la pregunta del otro

        Por lo general, la pregunta acostumbra a ofender la oratoria del orador. La educación restrictiva, que faculta al educador el derecho a la retórica de su
discurso mientras reprime la duda y, consecuentemente, la pregunta, es una histórica imposición en las estructuras sociales de la educación. No hemos sido educados para preguntar y plantear interrogantes, sino instruidos a admitir respuestas construidas por preguntas anteriores, bajo conceptos previamente conocidos.
        El ejercicio de la duda, tan denostado desde una monolítica y particular percepción religiosa, es el alma del saber y del conocimiento experimental. Sin dudas no hay preguntas, ni tampoco respuestas. Sin embargo, la duda necesita también de un ejercicio dialéctico interno para un buen planteamiento de la cuestión. La pregunta moviliza el mecanismo de la duda y la duda ejercita la capacidad de formulación.

1- LA PREGUNTA ANTE EL MITO Y EL DOGMA

        Desde siempre, el ser humano se ha cuestionado la realidad de su existencia sobre el origen del universo y sobre miles de cuestiones que le afectaban diariamente. En cada época encontraron respuestas a esas preguntas según el nivel de la evolución de su pensamiento. En los tiempos más ancestrales de la historia se creía que la realidad era exclusivamente sagrada y que una multitud de dioses representaba esa realidad. Se preguntaba sobre el origen del cosmos y sobre la naturaleza, y esas cuestiones eran respondidas por medio de la analogía de los mitos. Los mitos eran relatos que simbolizaban aspectos profundos de la naturaleza del universo y de la vida humana. Hasta el siglo XVIII, los mitos se consideraban tradiciones con un contenido moral que representaban verdades religiosas intuidas.
        Sin embargo, en la antigua Grecia, los filósofos presocráticos ya se preguntaban por la naturaleza del cosmos y se interesaban en el estudio del universo. Trataban de explicar el origen de todas las cosas a partir de una sustancia elemental, utilizando el método de la intuición. Pero a partir de Sócrates, los filósofos griegos se preguntaron cómo llegar a conocer la verdad, cómo llegar a saber que un conocimiento es verdadero, y se centraron en el hombre, considerando que el modo de conocer la realidad debía ser utilizando la razón y la discusión. Es decir, la pregunta atrevida y audaz, incluso imprudente.
        No obstante, en la Edad Media la pregunta sobre la verdad se basó en el dogma. Es una etapa en la cual el cuestionamiento sobre la naturaleza de la realidad, el origen del cosmos y el hombre tiene una respuesta básicamente religiosa. Aceptado el dogma, se acallaba la duda y cualquier pregunta quedaba derogada por la autoridad del principio doctrinal. Consecuentemente, las preguntas se reducían a cómo aceptar mejor y con mayor capacidad de fe los postulados revelados.
        Posteriormente, en su ‘Crítica de la razón pura’, Immanuel Kant se pregunta si es suficiente la lógica para conocer, concluyendo que sólo se puede conocer en la relación del sujeto objeto, afirmando que los juicios tienen que ser sintéticos y a priori, es decir, comprobables por la experiencia y lógicos. El momento álgido del saber hará que el pensamiento de Kant sea la base del conocimiento científico.
        Preguntar y preguntarse es la interlocución propia de aquellos que han roto con los mitos y el dogma y se adentran en la duda y la pregunta como fórmula de comprensión dinámica. Es por ello que las sociedades que mantienen fuertes dependencias a los mitos y los dogmas suelen adolecer de rigor científico. Muchas de ellas ven cercenadas su libertad de pensamiento por la supremacía social del mito y el dogma, reduciendo y estrechando el círculo de sus preguntas.

2- LA PREGUNTA ANTE LA DEMOCRACIA

        La educación formal descriptiva va muy unida al concepto de democracia, como valor social y supremo de participación y relación. En democracia, el estado traspasa al pueblo la responsabilidad de decidir y determinar ciertos aspectos de la vida en común, mediante mecanismos de participación directa o indirecta. En esencia, en el modelo democrático es el estado quien pregunta al pueblo. Esta es la esencia más primigenia del sentido democrático: preguntar para convivir. La ecuación es sencilla: si no se participa socialmente por medio de formas democráticas no se promocionan dinámicas individuales y colectivas; y si no se pregunta, no hay respuestas; y si no hay respuestas, tampoco hay participación.[1]
        El valor democrático es el hilo de plata que revela la madurez de una sociedad y que despliega por su misma esencia la interpelación didáctica y el interrogante aclarativo. A sociedades menos democráticas, más incapacidad de preguntar, más proclividad a imponer y más dogmatismo sin cuestionamientos. Al contrario, a colectividades culturales más democráticas, más disposición a la duda, la alternativa y múltiples respuestas. La historia de las democracias occidentales constata el alcance de esta realidad.

3- EDUCAR ES RESPONDER LA PREGUNTA DEL OTRO

        Las preguntas solo tienen carácter real y verdadero cuando nacen del pensamiento propio de los individuos. La pregunta insinúa, acentúa la reflexión; pero la respuesta nos brinda seguridad de elección, dando sentido a lo conocido y lo desconocido. Desde la clásica educación institucional, el saber tiene al sujeto como depositario pasivo, en muchos casos paralizado ante respuestas ya preescritas. No obstante, desde la educación abierta e implicada, preguntar se torna en un sujeto activo, cuestionando el conocimiento y la certeza preestablecida como medio de llegar a entender.[2] Por consiguiente, aunque lo más fácil para el alumno es aceptar para comprender, en la reeducación social y pedagógica de la educación es exactamente lo contrario: se predispone mejor a la comprensión cuando se duda, no se entiende y se precisa de aclaración.
        A través de los años lectivos de vida educacional por las instituciones escolares y académicas de un alumno, se constata que se nos educa más para aprender a responder cuestiones y problemas que para preguntar. Por lo general, el sistema educativo se basa en la aceptación de postulados académicos y en la consecuente respuesta afirmativa de los mismos. Desde esta sobriedad estética y educacional, la pregunta aparece como un recurso de afiliación al enunciado dogmático. Es decir, la pregunta solo vale como mediación que debe conducir obligatoriamente a una respuesta finalista y concreta. No obstante, la pregunta debería surgir porque no hubo comprensión parcial o total de los enunciados, no solo porque pudiera existir cuestionamiento o discrepancia. Es por ello que la inseguridad de la duda o la incertidumbre del no saber es aliviada con la pregunta y las sucesivas respuestas que clarifican y ordenan los propios procesos psicológicos y cognitivos.
        En una sociedad que cree disponer de más respuestas de las que tiene y que reduce el saber a contestaciones formales, preguntar es el único proceso para romper el círculo cerrado de la incompetencia social. En consecuencia, educar es responder a la pregunta del otro. Un acto social que, lejos de minusvalorar la figura e incidencia del profesor, pretende ante todo hacer de la educación una función implicada y personal. Es decir, un maestro que enseña y educa, que hábilmente suscita preguntas en el alumno, sacándole de la indiferencia y provocándole el interés y el gusto por saber sobre sí y sobre el mundo, por conocerse y por aprender a interpretar el mundo que le rodea.
Consecuentemente, no hay educación si no hay pregunta; y no hay educación si no hay respuesta a una persona concreta y singular.


[1] Escámez, J. 2003. “La educación para la participación en la sociedad”, en Revista de Educación, número extraordinario, 191-211.
[2] Mèlich, J. C. 2002. “Filosofía de la finitud”. Barcelona; Herder.

© 2014 Josep Marc Laporta


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2 comentarios:

  1. Xabi FR.07:15

    Grandisimo! Necesito tener correpondencia con ud. xabifn64@hotmail.com

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  2. Floren Garrido03:55

    Los que fuiemos educados en pleno franquismo notamos el miedo a preguntar a cuando algo no entendemos perguntarlo. Creo que tenemos una cuenta pendiente con nosotros mismos. nos quisieron callar demasiado y no nos dieron voz. Claro que estoy de acuerdo que la democracia hace unos ciudadanos mas libres de pensamiento..... Las democracias mas avanzadas nos tienen mucha ventaja.. en todos los niveles, intelectuales , sociales y de todo tipo. Esty de acuerdo y gracias por todo

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