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Del libro "100 Propostes per a agosarats"
Barcelona © 2007 Josep Marc Laporta
En las grandes cosas los hombres se muestran como les conviene,
en las pequeñas se muestran como son.
(Nicolàs-Sebastien Roch Chamfort)
“¡Las apariencias engañan!” Esta frase creó fortuna cuando en el siglo XVIII gran parte de la alta sociedad inglesa pasaba por problemas económicos. El pueblo sencillo inventó la expresión que rápidamente pasó de boca en boca hasta llegar a oídos de los poderosos. No les hizo demasiada gracia, ¡sin duda! Pero tal vez nunca se ha explicado con tanta sencillez y brevedad una verdad tan cierta.
El mundo está hecho de grandes apariencias que muchas veces no concuerdan con la realidad. Pero no solamente en sentido negativo, sino también en sentido positivo, porque serían innumerables las veces en las que alguien ha dado un aspecto deplorable y de desconfianza, y cuando lo hemos conocido ha sido rotundamente todo lo contrario.
Las apariencias siempre engañan porque nunca sabes por donde saldrán; no sabes qué es lo que hay escondido detrás de un rostro, una manera de vestir o una forma de ser y comportarse. Como dijo Heinrich Heine: “Si nos fijamos bien, todos nos ocultamos, completamente desnudos, en los vestidos que utilizamos”. Es decir, la realidad de lo que somos es desnuda.
Locuras de las apariencias
Imaginemos que hemos de escoger a un líder mundial y nuestro voto contabiliza. Estos son los tres candidatos:
Candidato A: Se le asocia con políticos corruptos y acostumbra a consultar a oráculos y videntes. Ha tenido dos amantes. Fuma un cigarro detrás de otro y bebe de 8 a 10 copas de licor al día.
Candidato B: Lo despidieron del trabajo dos veces. Duerme hasta tarde. Tomaba opio en la universidad y bebe un cuarto de botella de güisqui cada noche.
Candidato C: Es vegetariano y no fuma. Toma de vez en cuando una cerveza y no ha tenido relaciones extramatrimoniales.
¿Cuál de los tres candidatos elegiríamos?
El candidato A es Franklin D. Roosevelt, presidente de los EE.UU. entre 1933 y 1945. El candidato B es Winston Churchill, primer ministro de la Gran Bretaña entre 1940 y 1945, y del 1951 al 1955. Y el candidato C, pues... es Adolph Hitler. ¿Necesitamos más datos?
No todo es lo que parece. En este caso, descubrir la realidad nos ha dejado con un extraño contrasentido: tanto negativo como positivo. Lógicamente no podemos escoger sólo por lo que vemos externamente en las personas, ni por su pasado ni por su apariencia. Lo más importante de las personas son ellas mismas.
Nosotros también somos actores de las apariencias. Podría ser que nos juzgaran por la apariencia y no nos vieran como realmente somos. Podría ser. Alguien dijo que es mejor que te odien por quién eres a que te aprecien por lo que aparentas. Bien, mejor que nadie nos odie y que nos amen mucho. Pero, aún mejor sería no fiarse excesivamente de las apariencias.
Aparentar es poner en un escaparate... Pues... ¡será cuestión de entrar en la tienda!
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Muy en linea con lo que Jesús advirtió a los que querían matarle: "No Juzgueís según las apariencias, sino juzgad con justo juicio."
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