© 2025 Josep Marc Laporta
1-
El ministerio musical
2-
Preliminares del Campamento de Música
1- El ministerio musical
El ministerio de la música era un tema de interés entre
las congregaciones bautistas de los años setenta. Bajo los efectos del auge de
la música pop, con incipientes grupos cristianos como Shalom, Proa, Buenas
Nuevas o Paz, en las iglesias se planteaba la pregunta de si, realmente, había
ministerios musicales puertas adentro. Algunos apuntes iban en la dirección de
que «realmente, no se puede hablar de
ministerio musical, en toda la extensión de la palabra, dentro de nuestras
iglesias debido a la falta de preparación musical de los creyentes. Por ello no
ha sido posible desarrollar este ministerio, salvo en algunos casos, y la
mayoría ignora en qué consiste». A la pregunta de para qué sirve, El Eco respondía anónimamente que «el ministerio musical es el trabajo de una o varias
personas, y por consiguiente dedicación de su tiempo, en el campo de la música.
Así encontramos como en algunos países más avanzados en esta materia, existe en
cada iglesia un ministro de música el cual se encarga de coordinar todas las
actividades musicales de la iglesia».
El devenir sociológico con un cierto desinterés de los
jóvenes respecto a los tradicionales e hímnicos coros de iglesia y, asimismo, el
auge de grupos pop que se formaban pero que se dirigían hacia afuera, planteaba
algunos interrogantes, especialmente en la función de la música dentro de los
templos. Una respuesta común era que «el ministerio musical es tan importante como otro ministerio cualquiera y
debemos darle la importancia que merece en todas nuestras iglesias». No obstante, la juventud tenía su mira puesta en la
actualización del lenguaje musical, e instaba a que «la música es lo que más fácilmente puede introducirse en
ambientes no cristianos, por lo que no tenemos que desaprovechar esta magnífica
forma de dar nuestro testimonio como cristianos». Estas palabras provenían de Barcelona, motor de
innovaciones artísticas.
Sin embargo y por las mismas fechas, una ponencia
presentada en la XII Convención Bautista, celebrada en Badalona, por Joan-David
Grimà Terre (1953-), secretario de la Unión de Jóvenes Bautistas de España y
Valentín Cueva Barrientos (1945-), pastor misionero en Gandía-Tabernes, destacaba la
urgencia de que los jóvenes tuvieran la libertad necesaria para desarrollar sus
dones. La ponencia fue intitulada como una ‘bomba’ en la Convención. Los
presentes se manifestaron a favor y en contra de manera muy polarizada, con
opiniones enfrentadas, como, por ejemplo: «No estoy de acuerdo con lo que los ponentes dijeron. Este aspecto negativo
como si estuvieran esclavizados, como si hubiese una inquisición que les
impidiese trabajar… Se nota una marcada tendencia desde hace tiempo entre la
juventud insatisfecha a protestar y a criticar todo lo que se hizo
antiguamente, pero no ponen nada positivo en su lugar». Tal fue el nivel de tensión, que algunos determinaron
que el lema real de la Convención era ‘La juventud ataca’, en un ejercicio de
libertad de expresión desconocida hasta entonces, con epítetos dirigidos a los
ponentes, como ‘exageraron’ o ‘dramatizaron’.
Circunscribiéndolo a la música, para los jóvenes la
disparidad de criterios tenía mucho que ver con una himnología anticuada en fondo
y forma y unos cultos excesivamente protocolarios, con liturgias anquilosadas
en un estereotipo repetitivo y reiterativo. Una de las válvulas de escape eran
los novedosos estilos pop, con movimientos sistémicos que se dirigían hacia una
renovación estilística externa que contrastaba con la música de puertas adentro
de los templos. Y aunque no se desatendían los himnos clásicos y las formas
antiguas en las respectivas liturgias, a los jóvenes gustaban más los coritos y
las nuevas formas de expresión contemporáneas. El contrapuesto modelo litúrgico
de ministerio musical de iglesia que se pretendía importar de las iglesias
anglosajonas, con un director congregacional y unos coros estandarizados en
himnos, ni complacía ni sedimentaba. Sin embargo, algunas de las propuestas más
innovadoras surgieron desde Barcelona, resumidas en siete puntos:
1- Ayudar a los jóvenes a que aprendan a
tocar algún instrumento.
2- Aprovechar a todos aquellos que ya sepan
tocar alguno.
3- Enseñar nuevas canciones para apartarnos
un poco de los himnos tradicionales.
4- Formación de dúos, tríos, cuartetos,
etc., compuestos por jóvenes.
5- Formación de un conjunto musical en el
que puedan participar todos los jóvenes de la iglesia. Algunos ya lo tienen y
los resultados han sido muy buenos.
6- Preparación de programas medio hablados
y medio cantados.
7- Representación de obras musicales. Esto
ya se hace en Barcelona desde hace tres años y un grupo de jóvenes de bastantes
iglesias de Barcelona se han unido para interpretarlas, con unos resultados muy
positivos.
La alusión en el último punto
a un grupo de jóvenes de bastantes iglesias de Barcelona, hacía referencia a
Buenas Nuevas, que de
Los años setenta se caracterizaron por una muy lenta y pausada mutación litúrgico-musical que no alcanzaría de lleno a todas las iglesias bautistas hasta entrados los noventa. La falta de preparación académica de instrumentistas, cantantes y músicos en general era un impedimento para la renovación del ministerio musical, razón por la cual la idea de hacer un campamento de música anual en las instalaciones de la Residencia Bautista en Dénia, era una apremiante necesidad.
1- Preliminares del Campamento de Música
Desde el primer y aislado intento de Campamento de Música
en julio de 1970, con José Mefford y Pere Puig Ballonga como organizadores de un evento prácticamente familiar de la Coral Al·leluia y la Iglesia Bautista de Dénia, el
binomio Mefford-Puig colaboró esporádicamente en diferentes congregaciones con sus
dones. Un ejemplo de ello lo encontramos en 1975 en Alcoi, estando presentes «en los ensayos del coro para Semana Santa, elogiando las
positivas cualidades del mismo». En otra ocasión los podemos ver en València con unas clases de música y
canto. O en Manresa, dirigiendo a la congregación y teniendo una reunión con el
coro de la iglesia. No obstante, eran colaboraciones puntuales y muy aisladas
en el tiempo, sin continuidad programática, dadas las distancias y las
responsabilidades eclesiales y musicales de Puig en su congregación Sabadell.
Pero 1974 marcó una primera fecha para un estable Campamento
de Música de la UEBE, que más tarde se denominaría Semana de Música y, seguidamente,
Semana de Música y Adoración. Errol Othar Simmons (1939-2014), pastor asociado y
director del coro de la Primera Iglesia Bautista de Panamá City en Florida,
EUA, llegó a España con el coro The One Way Singers, en
una gira por diferentes iglesias y ciudades: Iglesia Emanuel y en la 1ª IEB de
Madrid, en la IEB de València, la IEB de Dénia, la IEB de Xàtiva y la IEB de
Elx. Aquella gira significó un punto de encuentro de Errol con las iglesias
españolas y los ministerios de música autóctonos. Fue el primer contacto que allanó
el camino, bajo el llamamiento del Señor, para la venida al país de la familia
Simons como misioneros para colaborar con el programa de música de las iglesias
de la UEBE.
Un año más tarde, el 2 de mayo de 1975, llegaron a España
Errol y Mary como misioneros de la Convención de los Bautistas del Sur de los
EUA, con el propósito ya mencionado. Con sus tres hijos, Julie, David y Susi,
de 13, 12 y 7 años respectivamente, el matrimonio se instaló en Madrid, donde asimismo
Errol impartió clases de teología en el Seminario Bautista en Alcobendas.
En el mes de diciembre del mismo año, Errol Simmons
anunciaba en El Eco ‘¡Algo nuevo en nuestra vida bautista!’. Bajo este flamante
título escribió un artículo en el que hacía público el proyecto del primer
campamento de música para el mes de agosto de 1976:
«Ocho días para estudiar, cantar y tener compañerismo con
otros líderes de la música: directores de coros, miembros de coros, organistas,
pianistas y pastores. Dentro de estos días daremos clases de canto individual,
órgano, piano, teoría de música, el arte de dirigir el canto congregacional,
métodos para organizar y dirigir un coro, y tendremos tiempo para la adoración,
el estudio bíblico y el recreo. Ese ‘algo nuevo’ se realizará en agosto de 1976
en la Residencia Bautista de Dénia. Cuando hablamos del crecimiento en la
iglesia, generalmente estamos pensando cómo nuestras iglesias pueden adorar,
enseñar, testificar y servir mejor. La música puede ayudarnos a hacer mejor
todas estas cosas. Vemos como la música en España va progresando. No hace
mucho, un nuevo himnario fue publicado. Un porcentaje bastante alto de las
iglesias tienen coros. Algunas iglesias han hecho un sacrificio para proveer
instrumentos musicales adecuados. Como una persona cuya responsabilidad es
ayudar en la música, quisiera sugerir algunas líneas generales sobre las cuales
me gustaría ver crecimiento:
1- Crecer en nuestra comprensión de la necesidad de la
música en la adoración y la evangelización.
2- Organizar coros de jóvenes y niños, en algunos casos
aparte del programa de coros de adultos.
3- Oportunidades para una enseñanza en la música, dadas
en cada iglesia local.
4- Dar más atención a la música en los presupuestos y en
los edificios.
5- Mejorar la calidad de la música, lo que cantamos y
cómo lo cantamos.
Tengo mucha ilusión en cuanto a los planes y los objetivos para la música en las iglesias de España. Sería mi deseo hablar más sobre cada uno de estos puntos en futuros números de El Eco. España tiene una herencia musical muy rica. La música nos da una oportunidad magnífica para servir al Señor. Este trabajo nos es algo que una sola persona puede hacer. Es algo que todos tenemos que hacer, con la ayuda y la dirección del Señor. Trabajaremos juntos para ayudar a nuestros hermanos a crecer en un ministerio eficaz de la música».
Seguidamente, Simmons publicó diversos artículos mensuales
en El Eco donde describía aspectos importantes del ministerio musical. ‘El uso
eficaz de la música en la iglesia’ fue el primero, ahondando en tres conceptos
básicos: la música es una forma eficaz de enseñar las verdades y las doctrinas
bíblicas; es un medio de exhortación y ánimo los unos a los otros por medio de
los himnos, como hicieron Pablo y Silas en la cárcel de Filipos; y el uso de la
música en la iglesia es para alabar a Dios, alcanzando su ministerio más alto
cuando se usa en este sentido. Y concluía la exposición con el siguiente
fragmento: «Si la música,
entonces, es tan importante en el culto de adoración, en la enseñanza, en la exhortación
y en el testificar, no debemos ser descuidados en su uso. El pastor sabio y la
congregación consagrada harán planes muy cuidadosos y en el espíritu de
oración, no dejando la música a la coincidencia. ¿Está utilizando su iglesia la
música de una forma eficaz para la gloria del Señor?».
Otro de los artículos, ‘La música en la iglesia’,
apuntaba a que «No hay iglesia que
no desee tener un coro bueno. Y podemos decir sin miedo a equivocarnos que hay
excelentes coros en España. Pero el grupo que merece más atención en cuanto a
la música es la congregación. Queremos coros que canten bien, pero también
debemos esforzarnos constantemente para que la congregación cante mejor». Y bajo la pregunta ¿qué podemos hacer para mejorar el
canto de las congregaciones de nuestras iglesias?, Simmons lanzaba tres
sugerencias: que cada iglesia escogiera a alguien como responsable de música;
que las iglesias tuviesen ensayos para la congregación; y que cada iglesia
aprovechase los materiales musicales que disponía la Librería Bautista. Y
terminaba con el siguiente reto: «¿Qué dice el canto de su iglesia acerca de la congregación? Si la contestación
a esta pregunta es negativa, trabaje con el pastor y los líderes para
mejorarlo».
‘El cantar himnos en la iglesia local’ fue otra entrega
en la que para empezar preguntaba: «¿Qué lugar ocupa el cantar de himnos en su iglesia? ¿Se cantan muchos
himnos en los cultos? ¿Hay la tendencia de cantar siempre los mismos himnos? ¿O
sabe cantar su congregación la mayoría de los himnos de nuestro himnario?
¿Cuántos himnos en el himnario se conocen bien por la congregación de su
iglesia? ¿Qué sabe usted acerca de los himnos que cantamos –el significado, la
autoría, el mensaje, etc., de cada himno?». Como es de suponer, en las mismas preguntas radicaba la
respuesta y la enseñanza que pretendía.
En otro artículo aparecido a principios de 1976, ‘La
música en el servicio de adoración’, Errol Simmons apuntaba a la necesidad de
que la música no fuera un entretenimiento o de preparación «para lo que ha de seguir», preguntándose «¿por qué hacemos anuncios durante la ofrenda si la ofrenda es
adoración?». También insistía en
que «hay un gran valor en tener un mensaje
cantado por el coro o por un solista antes del sermón. Esto evita la idea que
se da un concierto. […] Si el coro canta antes del sermón, el número es una
parte importante del mensaje que se ha de dar». Asimismo, aconsejaba que el postludio fuera la
interpretación de un himno y, porqué no, incluir «un himno de decisión después del sermón y luego la
oración final».
En el mismo año y como otro de los preludios didácticos con
vistas al primer Campamento de Música que se preparaba para el mes de agosto,
Simmons tocó el tema de ‘La música en la evangelización’. En él animaba a una
mejor música en el templo para los visitantes, además de promover festivales de
música evangélica, que algunas asociaciones bautistas ya habían iniciado
anteriormente. Para finalizar el artículo, presentó algunas propuestas:
1- Coros o grupos de miembros de iglesias pueden cantar
en hospitales o en hogares de ancianos.
2- Los coros pueden presentar programas en lugares
públicos como estaciones de ferrocarril, terminales de aeropuertos y parques
públicos.
3- En programas por radio auspiciados por las iglesias
hay la oportunidad de compartir el Evangelio por medio de la música.
4- Festivales de música dentro y fuera de la iglesia
local pueden atraer a gente que nunca vendría a un culto normal de iglesia.
5- Ciudades o asociaciones de iglesias pueden organizar
coros para presentar programas especiales, tales como ‘Verdad’ y otros
programas para evangelizar. Esperamos organizar un grupo de esta naturaleza en
Madrid, en el otoño de 1976.
En el siguiente mes, el tema fue ‘La organización de
coros para jóvenes y niños’, señalando que «los coros de niños constituyen la esperanza para los coros de adultos del
futuro en España», y que «los niños pueden no solamente describir las verdades
bíblicas por medio de la música sino también pueden aprender buenos métodos del
canto y recibir inspiración de los compositores y escritores de himnos». Seguidamente dio algunas ideas para la formación de
tales agrupaciones musicales.
‘Las iglesias educando en la música’ fue otro título en
el que incidía en la idea de la educación musical dentro de las iglesias y,
también en conferencias de música regionales o desde cada asociación. En su
alegato soñaba que «la UEBE llegase un
día a tener un departamento de música para mejor poder glorificar al Señor».
Otro artículo publicado en El Eco fue ‘Mejorando facilidades
y materiales para la música de iglesia’, ahondando en la disposición del coro
en un lugar visible del atrio donde se puedan ver los rostros de los coristas,
contraponiéndolo al modelo del balcón, en la parte alta y trasera de la
congregación. Al mismo tiempo aconsejó adquirir libros de música del Himnario
de las Iglesias Evangélicas de España, para mejorar la calidad del canto con el
hábito de seguir la partitura.
Un penúltimo documento previo al primer Campamento de
Música se tituló ‘Mejorando la calidad de la música en las iglesias’. En él
incidía en que «el texto es la
parte que más importancia tiene. La letra de nuestros himnos debe comunicar un
mensaje, un mensaje que comunica lo que es correcto según la Biblia y según
nuestra teología». Y proseguía
diciendo: «Luego la música en
sí debe ser de calidad buena. Es verdad que hay distintos gustos en cuanto a la
música, hay tipos de música que no son apropiados para el uso de una
congregación en adoración. Algunas canciones espirituales que hubieran sido
excelentes 30 o 40 años atrás no comunican a las generaciones jóvenes de hoy.
Por supuesto hay himnos y composiciones de música que pueden ser utilizados por
siglos y siglos. Debemos llegar a saber de esta música y hacer uso de ella en
nuestras iglesias». Y dictaminaba que «si nuestra música es un ‘accidente’ de último momento,
no es una ofrenda digna a nuestro Señor».
Y el último artículo antes del encuentro musical del mes de agosto se titulaba ‘Utilizando la música en la adoración’. «En los cultos hay cosas que podemos hacer para ayudar a crear un ambiente de adoración y así abonar el terreno para que trabaje el Espíritu Santo», escribía Simmons, concluyendo con el siguiente párrafo: «Haced uso de la música en todos los cultos y pedid la bendición de Dios sobre ella. Mi convicción es que en hacer esto, vais a descubrir una relación más profunda y dulce con el Señor y mucha más eficacia en vuestro servicio y testimonio».
Esta serie de exposiciones publicadas en El Eco, previas a la primera edición, estuvieron acompañadas de sendos encartes de publicidad de lo que había de venir. Comúnmente conocida como Campamento de Música, previamente tuvo varias denominaciones alternativas, como Semana Nacional de Música, Semana Especial de Música o Conferencia de Verano para Líderes de Música. Con todos los artículos publicados y la publicidad encartada, Errol Simmons quiso crear un marco adecuado para que todo aquel que estuviera interesado en el ministerio de la música sintiera deseos de asistir. Pero junto al empuje directivo de Simmons, Pere Puig Ballonga fue el alma autóctona del proyecto. La semilla ya había sido sembrada.