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· Los bautistas y su música (3)

 © 2021 Josep Marc Laporta

1. Efervescencia compilatoria de cancioneros

2. Efervescencia compilatoria de himnarios

El siglo XIX fue muy prolífico. El creciente número de bautistas en los Estados Unidos y una floreciente industria editorial se combinaron para una gran proliferación de himnarios y colecciones de himnos. Algunos fueron destinados a la adoración, mientras que otros satisficieron diversas necesidades socio-religiosas, como reuniones sociales, encuentros de avivamientos y un buen número de despertares espirituales. Los himnos británicos de Isaac Watts (1674-1748), primeramente, y después de Charles Wesley (1707-1788), fueron una gran inspiración para los creadores y compiladores bautistas, hasta el punto que se podría considerar que los avivamientos espirituales también fueron avivamientos musicales o de expresión de fe musicada. A la par. Sin embargo, muchos de aquellos cantos no fueron tan pulidos y cuidados poéticamente como los de Watts y los metodistas. Eran más informales, ausentes de pausa creativa y sin pretensiones objetivas de pasar a la posteridad. El instinto inspiracional y un formato más informal les dio una pátina de espontaneidad y naturalidad que las hacían muy aceptadas. Este aspecto, junto a otros que seguidamente expondré, fueron trasladados a los proyectos misioneros extranjeros. España recibió ese influjo sociológico durante los dos primeros tercios del siglo XX, lo que dejaría una primera marca conceptual en la adoración y alabanza musicada.

1- EFERVESCENCIA COMPILATORIA DE CANCIONEROS

        Para entender bien la música de los bautistas en las misiones extranjeras, es necesario conocer la efervescencia de los cancioneros en el Nuevo Mundo. Denomino cancioneros y no himnarios, básicamente por una cuestión musicológica que en castellano nos permite entender mejor el concepto. Las primeras recopilaciones solamente contenían letra, por ello estimo mejor denominarlos cancioneros. Las de mediados del siglo XIX, generalmente ya empezaban a disponer de música y letra, lo que significaba un salto cualitativo respecto a las anteriores. Por esta razón, en este apartado haré referencia exclusivamente a los cancioneros, con solamente con texto.

        Por otra parte, la inmensa mayoría de los cancioneros de finales del siglo XVIII y primera parte del XIX eran de formato oblongo; es decir, verticalmente mucho más largos que anchos. Ya que los cancioneros se sostenían en la mano mientras estaban de pie para cantar, la forma oblonga permitía sostenerlos en una sola, e incluso disponerlos sobre una de las piernas cuando los fieles estaban sentados, ya que en aquella época los asientos no disponían ni de rodilleras ni de estantes delanteros.

     Los salmos e himnos de Isaac Watts continuaron constituyendo el núcleo central del canto congregacional bautista en la primera mitad del siglo XIX. Superadas las primeras controversias ético-espirituales entre si cantar salmos o himnos, cuando hacerlo o de qué manera, la Rippon’s Selection —originalmente Selections of Hymns from the Best Authors (1787)— se convirtió en la más preciada contribución para las iglesias bautistas americanas. John Rippon (1751-1836) fue un ministro bautista inglés, recopilador de una serie de himnos que tendría una notable aceptación en las islas británicas. Sin embargo, desde 1792 la antología de Rippon se reimprimió en los Estados Unidos con gran éxito hasta llegar a las veintidós reediciones. La gran aceptación de Rippon en el Nuevo Mundo inspiró otras ediciones, como la de Daniel Dodge (1777-1851), pastor de la First Baptist Church de Wilmington, Delaware, que en 1808 publicó una selección de himnos y salmos combinando Watts y Rippon. Sus 428 himnos y trece doxologías, duplicaba la selección original de Rippon, lo que la haría muy popular por la cantidad compilatoria.   

Recopilado por la firma editorial de Manning y Loring, la Boston Collection of Sacredand Devotional Hymns fue otra antología de himnos auspiciada por tres eminentes pastores: Thomas Baldwin, Joseph Clay y Caleb Blood. Dispuestos a dejar atrás antiguas controversias teológicas y a sentar las bases de la nueva himnología, en su introducción se refería a los himnos de la siguiente manera: «No dudamos en decir que, en la medida en que nuestra oportunidad nos ha permitido examinarlos, nos parece que abrazan las principales doctrinas del Evangelio y que están de acuerdo con la experiencia cristiana». Es indudable que la compilación estaba destinada principalmente a expresar puntos de vista denominacionales sobre el bautismo, por lo que sus primeros setenta y cinco cantos iban acorde con dicha ordenanza. Una nota al pie de la introducción advertía que «los himnos sobre el bautismo, con algunos otros sobre la Cena del Señor, etc., pueden obtenerse por separado, a un precio reducido, para aquellos que no quieran el libro completo». El resto de los 307 textos de himnos eran devocionales proporcionados como respuesta a los numerosos avivamientos que se habían producido en los últimos años, con el gran derramamiento del Espíritu en diferentes lugares.

        El espíritu editor continuó con William Parkinson (1774-1848), nacido en Maryland que después de servir como capellán del Congreso de los Estados Unidos fue pastor de la First Baptist Church de la ciudad de Nueva York, desde 1805 hasta 1840. La Colección de Parkinson, como se conocía comúnmente, contenía 579 cantos. Es decir, 420 himnos, ocho doxologías y 149 cantos espirituales. La distinción entre himnos y cantos espirituales empieza a marcar una clara línea divisoria entre la herencia de Watts y Wesley y los cantos de los avivamientos americanos. Sin embargo, una de las intenciones de Parkinson respecto a los cantos espirituales era de corrección poético-teológico:

    «Este tipo de composición ha sido objeto de un gran abuso durante varios años. Las canciones han circulado, no solo en MS, pero también impresos, que han sido tan bárbaros en el lenguaje, tan desiguales en número y tan defectuosos en la rima, que provocan disgusto en todas las personas de comprensión incluso tolerable en estas cosas; y, lo que es infinitamente peor, tan extremadamente erróneo en la doctrina, que ningún cristiano perspicaz puede cantarlos o escucharlos sin dolor. No obstante, muchos de ellos contienen ideas valiosas; y me he esforzado en hacerlo aceptable. Todavía veo en ellos muchas imperfecciones; y las personas de mejor gusto y discernimiento deben necesariamente ver en ellas muchas más; sin embargo, he aprendido, y todos los que lo intenten aprenderán, que, por fácil que sea descubrir defectos en la composición poética, es muy difícil para un hombre, que no ha nacido poeta, corregirlos».

Otros pastores, como William Staughton (1770-1829), nacido en Gran Bretaña, publicó una edición de Rippon's Selection añadiendo ochenta y dos textos en un apéndice. Buen poeta e himnólogo, Staughton hizo sus primeras composiciones de joven y fue una importante influencia en la vida bautista en los Estados Unidos. También Archibald Maclay (1778-1860), nacido en Escocia, fundador de la Iglesia Bautista Tabernacle en la ciudad de Nueva York, produjo su propia selección de himnos. Asimismo, James M. Winchell (1791-1820), pastor de la First Baptist Church de Boston, publicó su propia recopilación de Rippon con un suplemento de 327 himnos disponibles por separado, presentando un libro de melodías complementario. En 1827, Charles G. Sommers (1793-1868), pastor de la Baptist Church del Sur en la ciudad de Nueva York, y John Leadley Dagg (1794-1884), pastor de la First Baptist Church en Filadelfia, publicaron los salmos e himnos del Dr. Watts, Arranged by Dr. Rippon: with Dr. Rippon's Selection.

El éxito de la primera compilación de John Rippon, inspiró y motivó a un innumerable número de ediciones miméticas a las que, como aportaciones particularmente instructivas y recopilatorias, se añadían nuevos himnos y cantos a discreción. La vitalidad editora condujo a cancioneros cada vez con más cantos. Una colección denominada Mason y Greene contaba con 1.235 unidades: 454 salmos, 731 himnos, 25 «himnos, cánticos y otras piezas» y 25 «himnos ocasionales» (…) «para el culto público», para «dar carácter lírico» a la poesía «grave, digna y conforme a los gustos y costumbres de la época», y a textos que tienen «suficiente elevación y dignidad para hacerlos especialmente adaptados al culto público».

        La efervescencia editora de la época llevó a Josías Goddard a publicar A New and Evangelical Collection of Sacred Hymns, una recopilación donde sus 529 himnos ya están ordenados en tres grandes divisiones, subdividiéndolos de manera que 352 están catalogados en treinta y tres temas, con una segunda parte que contenía 91 himnos para el bautismo y la comunión, mientras que la tercera incluía 62 cánticos espirituales. La diferenciación temática ya es una particularidad tangible en los cancioneros e himnarios norteamericanos del siglo XIX, que trascenderá los tiempos y creará una metodología clasificatoria. En la New Selection of Hymns de William Collier (1771-1843), que se anunciaba como un suplemento de Watts, se especificaban seis secciones básicas: I. Para la parte introductoria del culto público; II. Doctrinas del Evangelio; III. Experiencia cristiana; IV. Deberes religiosos; V. Adoración social; VI: Para la conclusión del culto público. Collier, que era pastor de la First Baptist Church de Charlestown, Massachusetts, dedicó buena parte del prefacio a argumentar que estar de pie es la postura apropiada para cantar en adoración, basándose en Nehemías 9:5: «casi lleva a la desesperación el querer ver una mejora considerable de nuestras solemnidades públicas, hasta que nuestro pueblo se ponga de pie para alabar al Señor, su Dios». El cancionero de Collier anunciaba también el destino de la obra: «diseñado para el uso de reuniones de conferencias, círculos privados y congregaciones», dando a entender que postulaba los cancioneros para diversas funciones, que en las siguientes décadas alcanzaría a una de gran renombre litúrgico: el púlpito.

        Los prefacios e introducciones eran aprovechados para aleccionar sobre aspectos conductuales, éticos o morales del canto congregacional. Cada himnario disponía de su alegato introductorio, según la perspectiva o visión de cada pastor o editor. Este modelo, sobretodo norteamericano, alcanzó a las primeras ediciones hímnicas en las misiones extranjeras. Por ejemplo, los himnarios tempranos de la iglesia episcopal española también se animaban a postular instructivos prólogos.

        Los distintos avivamientos fueron muy trascendentales para la expansión editorial musical y adoracional americana. Enoch Freeman (1798-1835), de la First Baptist Church de Lowell, Massachusetts, escribió en el prefacio de A Selection of Hymns lo siguiente: «La obra de avivamiento que se ha llevado a cabo en esta ciudad durante más de tres años, y que todavía está progresando, parece pedir un mayor número y una variedad más extensa de himnos».

Sin embargo, la gran vitalidad editora del siglo XIX también invitó a la reflexión y a la precaución. Al menos esta fue la perspectiva de Gustavus Fellowes Davis (1797-1836), que durante su pastorado en South Reading, Massachusetts, compiló The Young Christian's Companion. Su breve prefacio transmite el propósito y el espíritu de la colección:

   «En esta selección no se han hecho esfuerzos por encontrar las mejores efusiones poéticas, sino por acercar en un pequeño compás esos ‘cantos espirituales’ que son de uso generalizado entre nosotros, pero ahora tan dispersos en diferentes libros que hacen inconveniente su uso. En este lugar ‘ha llegado el tiempo del canto de los pájaros’ (de nuevos y gozosos conversos). Para su beneficio, este pequeño trabajo está especialmente destinado. Se espera, sin embargo, que a medida que los avivamientos se multipliquen en esta región, que ‘The Young Christian's Companion’ pueda resultar útil en mayor medida ayudando a los hijos de Sión en otros lugares a cantar, en melodías evangélicas, las alabanzas de su exaltado Rey».

El enfoque comercial fue bastante evidente desde los inicios de las ediciones hímnicas. Un pequeño libro publicado en 1826 sugiere una estrecha relación entre los intereses bautistas y los de la comunidad protestante en general, mostrando un enfoque comercial para explotar esta característica común. John Howe (1783-1845), hijo del predicador bautista y compilador Solomon Howe, fue editor, junto a Joseph C. Royce, de The Christian’s Pocket-Companion. Se imprimieron dos versiones. En la portada de uno dice «Para uso de los cristianos, en el culto público y la devoción privada: especialmente denominación bautista». En el otro dice: «Para uso de los cristianos, en el culto público y la devoción privada: sin distinción de denominación». Por lo demás, ambos eran idénticos. En Richmond, el compilador John Courtney (1744-1824) destacó su obra de recopilación himnológica apuntando en The Christian’s Pocket-Companion que aquellas eran «las canciones espirituales más nuevas y admiradas». Es evidente que la mercadotecnia tuvo en los himnarios uno de sus aliados estructurales de la sociología norteamericana.

El calvinismo radical bautista también generó sus propios himnarios. Este es el caso de A Selection of Free-Grace Hymns, Carefully Chosen and Revised by Eben-ezer Baptist Church under the Pastoral Care of John Inglesby, in the City of New York. Tras este nombre tan largo, el comité compilador del cancionero dejó claro su punto de vista teológico. En el prefacio descubría su intención: «…se ha encontrado que [muchos himnos] contienen tal mezcla de madera, heno y hojarasca con el oro precioso, que a un creyente experimentado le resulta doloroso escucharlo […] y ello para repetir ante Dios, a modo de alabanza». La solución de Inglesby fue alterar los textos existentes según considerara necesario e incluir algunos textos originales. Es decir, cambiar a discreción poemas de otros creadores para decir lo que exactamente a ellos les convenía teológicamente. Al final, 259 de 300 himnos habían sido transformados por completo.

     Algunos cancioneros no solamente introducían cambios a discreción o prólogos aleccionadores, sino que incluyeron la confesión de fe bautista o el llamado pacto de iglesia, como es el caso de The Baptist Songster de R. Winchell, estableciendo un estrecho vínculo entre canto y doctrina. También se editaron himnarios para reuniones de oración. A principios de la década de 1840 se observa esta tendencia. Hymns for the Vestry and the Fireside, editado por Sewall S. Cutting (1813-1882), fue uno de ellos. Para distinguir su colección de las muchas que circulaban, la describió en el prefacio como «una que preserva la verdad y el fervor del sentimiento, y, al mismo tiempo, excluye los himnos que son ofensivos al buen gusto». Por su parte, Abram D. Gillette (1807-1882), pastor de la undécima iglesia bautista en Philadelphia, compiló himnos para reuniones sociales y de oración. Pero por primera vez, tanto Cutting como Gillette incluyeron cantos sobre misiones en el extranjero, asunto que despertaba gran interés entre los grupos de oración de las congregaciones. Los himnarios de devoción privada también fueron un producto destinado a un público fervoroso de su espiritualidad. Fueron editados como complemento de los libros congregacionales que se usaban en ese momento. Entre ellos se pueden encontrar Philadelphia Collection, Parkinson's Selection o Mercer's Cluster.

Sin embargo, el crecimiento de temáticas no dejó atrás la fidelidad de las fuentes. Staunton S. Burdett (1804-1852), compilador bautista y primer pastor de la iglesia de New Hope en Carolina de Sur, explicó profusamente en The Baptist Harmony su bien hacer editor:

     «No he ampliado, resumido ni alterado un solo himno; y cuando he encontrado muchos de ellos alterados en algunos de los libros de los que hice selecciones, he puesto el original en todo momento en que pudo comprobarse; y cuando no pude determinar cuál era el original, seleccioné los que más aprobaba y los inserté sin alteraciones. Cuando se conoció el autor, di su nombre; y cuando no se pudo determinar el autor, di el nombre de la Selección 1 copiada».

Y en el breve prefacio, Burdett presenta «una disculpa por multiplicar el número de himnarios; dado que hay tanta variedad entre nuestras iglesias». «Lo he hecho», afirma, «para presentar a las iglesias un libro adecuado, útil, conveniente y barato», que refleje «la cantidad de preciosos avivamientos y el gran aumento de miembros en nuestras iglesias».

       El primer himnario del sur de Virginia fue A Collection of Hymns and Spiritual Songs, de Lemuel Burkitt (1750-1807), en 1802. Pero precisamente el pastor Burkitt escribió junto a Jesse Read A Concise History ofthe Kehukee Baptist Association, donde dejó constancia de aquella colección de himnos y el contexto en que se usó:

    «Al Señor le agradó hacer uso de medios débiles y sencillos para lograr grandes propósitos, a fin de que pudiera ser manifiesto que la obra era suya y no de hombre. El canto contó con una gran bendición: Eider Burkitt publicó dos o tres folletos diferentes, que contenían una pequeña colección de cánticos espirituales, algunos de los cuales había traído de los países occidentales. Tenían una gran demanda. Se dispusieron hasta 6.000 libros en dos años. Verdaderamente podríamos decir que llegó ‘la hora del canto de los pájaros y la voz de la tortuga se escuchó en nuestra tierra’. En cada reunión, antes de que el ministro comenzara a predicar, la congregación se entretenía melodiosamente con especiales que cantaban deliciosamente, mientras que toda la congregación parecía estar animadamente complacida.

    Nada parecía atraer más la atención de la gente; y los niños y los sirvientes de cada casa cantaban estas melodiosas canciones. Por experiencia creemos que podemos asegurar a nuestros lectores que tenemos motivos para esperar que esto, con otros medios, resultó ser una bendición en este avivamiento. Dar la mano mientras se cantaba era un medio (aunque simple en sí mismo) para avanzar en la labor. Los ministros solían frecuentemente en el cierre del culto cantar un cántico espiritual adecuado para la ocasión, y pasar por en medio de la congregación, y estrechar la mano de la gente mientras cantaban; y varios al relatar su experiencia en el momento de la confraternidad de la iglesia, declararon que éste era el primer paso para su convicción. El acto parecía tan amistoso y los ministros parecían tan cariñosos, que a quien el ministro estrechaba la mano a menudo se derretía en lágrimas».

La experiencia del canto y la adoración comunitaria fue vital en el crecimiento de las congregaciones en el Nuevo Mundo. Los avivamientos se sucedieron en los siglos XVIII y XIX con la música como medio de comunicación entre creyentes y en adoración a Dios. Diversos historiadores dejaron constancia de aquellos sucesos; sin embargo, de todos ellos, Burkitt y Read parecen estar más atentos al movimiento musical de la época. Cuando relatan lo que denominaron como ‘reuniones vespertinas’, exponen los elementos básicos de la espiritualidad de la época: «Y cuando tenían necesidad de que un ministro los asistiera, por lo general predicaba un sermón; y el resto del tiempo que pasaban juntos los pasaban en exhortación, canto y oración».

2- EFERVESCENCIA COMPILATORIA DE HIMNARIOS

        Ya avanzado el siglo XIX, las organizaciones denominacionales comenzaron a entrar en la publicación de cancioneros e himnarios de manera más intensa y con mayor calidad de edición. Si al principio los compiladores individuales continuaron publicando, con respuestas dispares de la población bautista, el futuro de los himnos bautistas recayó principalmente en los comités denominacionales, las editoriales y los impresores. Sin embargo hay que recordar que los himnarios de aquel siglo no eran oficiales; es decir, no estaban directamente avalados por la correspondiente denominación bautista. Cada iglesia tenía total libertad de escoger un himnario o incluso ninguno. No obstante, las compilaciones podían ser sancionadas o autorizadas por los cuerpos bautistas que paulatinamente se iban estableciendo.

    The Psalmist (1843) fue el primer himnario bautista con un estatus denominacional, aunque todavía solamente con letra. Compilado por dos pastores de Massachusetts, Baron Stow (1801-1869) de la Baptist Church Baldwin Place de Boston y Samuel F. Smith (1808-1895) de la First Baptist Church de Newton, según una nota preliminar de J.M. Peck, secretario correspondiente de la American Baptist Publication and Sunday School Society, la organización «resolvió, en el año 1841, tomar medidas inmediatas» para publicar un himnario «que debería adaptarse a las necesidades de las iglesias en general». Con ese fin, se formó un comité compuesto por miembros de Carolina del Sur, Alabama, Tennessee, Ohio, Virginia, Maryland, Pensilvania y Nueva York. Sin embargo, cuando se recibió la noticia «de que los Sres. Gould, Kendall y Lincoln, Publishers, de Boston» habían realizado un trabajo similar bajo la dirección de Stow and Smith, la Junta de Directores de la Sociedad decidieron unirse con los editores, «particularmente en vista de la bien conocida habilidad de estos caballeros» de quienes se podía esperar «una valiosa colección». En consecuencia, el manuscrito preparado por Stow y Smith fue examinado por la Junta de Directores, que «votó, por unanimidad, adoptar y publicar la obra». Así que The Psalmist tiene la distinción de ser el primer himnario publicado por una asociación bautista nacional en Norteamérica.       

El prefacio de The Psalmist apunta a que la música de Watts, recopilada por Rippon y Winchell, «ha llenado un gran y honorable espacio en nuestra salmodia americana», pero que desde su publicación «se han compuesto muchos himnos excelentes», que tienen «un gusto correcto y elevado, y un espíritu piadoso». En la introducción también señala que los nombres de los autores de himnos se han incluido donde se conocen, y que algunos de los himnos han sido alterados, principalmente debido a una «acentuación defectuosa en el original», conservando «el espíritu del autor». Estas distinciones dieron a la compilación una masiva aceptación, sobre todo teniendo en cuenta que The Psalmist fue una colección muy voluminosa de 1.180 cantos, bien organizada y completa, aunque aún conteniendo solo texto. A pesar de este anterior detalle, la compilación puede calificarse como himnario, puesto que fue la primera en ser aceptada masivamente por las iglesias y por su vasta recopilación, con secciones bien diseñadas.

Una de las peculiaridades anecdóticas de The Psalmist es que recoge uno de los himnos más patrióticos del mundo anglosajón: My country, tis of thee, que en versión británica es el himno nacional inglés: God Save the Queen. Aún más anecdótico es que la tonada se usó en el primer himnario bautista español, el Himnario de las Iglesias Evangélicas en España, con una adaptación libre cuya primera estrofa rezaba:

«A nuestro Padre Dios,

alabe nuestra voz:

gloria a Él.

Tal nos amó, que dio

al Hijo que murió,

en quien espero yo.

Gloria a Él». 

        En una posterior compilación suplementaria, entre otros cantos, The Psalmist contiene por primera vez Amazing Grace, aunque, evidentemente, solo la letra. Hasta entonces y aún durante unos años, el texto de John Newton se cantaba con distintas melodías, hasta unas veinte. Con que la métrica de las tonadas era básicamente muy regular y sin excesivas variaciones, este aspecto facilitaba cantar un mismo poema con diferentes melodías, hasta que de manera espontánea se popularizaba una de ellas. Este primitivo proceso hímnico daba a los textos la posibilidad de encontrar la mejor música, aunque, como un proceso natural en la historia, los poetas también tuvieron la posibilidad de encontrar melodistas que musicaran textos ya escritos. La alianza entre ambos fue una fórmula que se sostuvo durante bastantes decenios, hasta que ya muy avanzado el siglo XX los músicos y los poetas coincidían en la misma persona, formando un ente indisoluble que en algunos los casos desvirtuaría la calidad poética de los textos.

        Por otro lado, The Psalmist es la primera colección en que, tanto en el índice como en el uso común, algunas primeras líneas no coinciden con el título del canto. Esta forma se utilizaría con profusión en muchas de las recopilaciones posteriores, llegando hasta nuestros días. Como una variable utilitaria y de contenido, dicha compilación es la publicación bautista más importante de la historia por dos razones. La primera es que rompió la estricta dependencia de los salmos e himnos de Watts, que hasta el momento se habían impuesto de manera muy estricta; y, como segunda, marcó un decidido avance hacia una himnología más bautista y, también, un encomiable progreso himnódico en otras denominaciones protestantes. Pero un detalle le dio un marchamo muy particular: cambió la gran dependencia de los cánticos espirituales de los avivamientos –los Gospel Songs de los Camp Meetings–, que eran más sencillos y simples, más cortos y de un cariz más improvisado. Tanto en los bautistas en general, como especialmente en la concepción teológica de los bautistas del sur del siglo XX, este aspecto de superación estilística de los Gospel Songs, con el tiempo significará una tradición prácticamente irrevocable, como una forma de ser distintiva en su contenido litúrgico.

        Una de las particularidades de la himnología norteamericana del siglo XIX y de principios del XX fue la publicación de himnarios sociales: compilaciones para reuniones de conferencias y para la adoración familiar. Cinco años más tarde después de la publicación de The Psalmist se publicó The Social Psalmist: A New Selection of Hymns, con 350 himnos, más nueve doxologías.

        Con especial difusión en el norte, The Baptist Harp apareció en 1849 amparado por la American Baptist Publication Society. Recopilado por George B. Ide y Edgar M. Levy, su peculiaridad era ser una nueva colección de himnos para la familia, el culto social y los avivamientos. Después de servir como pastor en iglesias bautistas en Vermont, Nueva York y Massachusetts, Ide (1804-1872) aceptó la llamada de la First Baptist Church de Filadelfia. Posteriormente fue pastor de la First Baptist Church de Springfield, Massachusetts. Por su parte, Levy (1822-1906) había sido ministro presbiteriano, pero Ide lo rebautizó en 1844 y se convirtió en pastor de la First Baptist Church de West Philadelphia. Con sus 583 himnos y cinco doxologías, The Baptist Harp  no tuvo una aceptación muy generalizada, a pesar de que fue promocionado directamente por el brazo oficial de la denominación, en lugar de impresores privados.

        Otra edición de especial difusión en el norte fue The Baptist Hymn and Tune Book, que está reconocido como el segundo himnario moderno tras el The Plymouth Collection Hymns and Tunes (1855). La colección de Plymouth, de los llamados Hermanos, fue el primer himnario en combinar textos y música en el mismo libro; unos 602. Al aparecer en el mercado cristiano norteamericano con esta histórica novedad, se produjo una gran demanda por parte de los bautistas que lo solicitaban para su uso adoracional. En consecuencia, se editó una colección paralela con el título The Baptist Hymn and Tune Book, adaptada y aumentada para el uso de las iglesias bautistas, siendo su editor un pastor congregacionalista de Brooklyn, John Stanford Holme (1822-1884). En la introducción de los 150 textos y 50 melodías, Holme justificó su papel en la duplicación de la obra: «Se han suprimido todos los himnos que no parecían estar en armonía con los puntos de vista y sentimientos de los Bautistas, y se han agregado un gran número, no solo los de carácter denominacional, sino los antiguos himnos familiares, que, por el uso prolongado, se han vuelto muy queridos por las Iglesias Bautistas».

        La formación de la Southern Baptist Convention en 1845 y un cierto fracaso en la incidencia de The Psalmist en el sur, llevó a muchos sureños a pedir una colección de himnos específica para ellos. Como Bautistas del Sur, quisieron tener una personalidad propia incluso en la liturgia musical.

Pero antes de avanzar, históricamente hay que tener en cuenta que el impulso común de edición himnológica tuvo su retroceso cuando después de la Triennial Convention, la primera organización nacional bautista en el Nuevo Mundo creada por un impulso misionero, topó con la disolución de la Unión Americana, creando una división entre los bautistas del norte y los del sur. Cuando el país tuvo que enfrentarse al tema de la esclavitud, la Convention comenzó a negarse a nombrar a los poseedores de esclavos como misioneros, lo que encrespó a muchos en el sur. Las diferencias culturales y organizativas entre los bautistas del norte y del sur sentenciaron la división. Los estados del norte eran más urbanos, industrializados y cosmopolitas; mientras que el sur era en gran parte rural y agrario. Además, los bautistas del norte tendían a desear más una estructura centralizada que sus colegas del sur, lo que llevó a los primeros a favorecer un método de organización de ‘sociedad’ en lugar del modelo de ‘convención’, finalmente adoptado por los segundos. El resultado de todo ello fue la constitución de la American Baptist Missionary Union en el norte, y de la Southern Baptist Convention en el sur.

     Retomando la historia himnológica, el sur optó por la publicación de The Baptist Psalmody, un recopilación de 1850. Al igual que The PsalmistThe Baptist Psalmody comenzó como una empresa privada, pero rápidamente tuvo un ámbito denominacional, convirtiéndose en el primer himnario oficial bautista del sur. Basil Manly Jr. (1825-1892), el recopilador, fue un ministro y educador bautista estadounidense y un importante, entre otros, del grupo de teólogos en la formación del Seminario Teológico Bautista, en Carolina del Sur. También, como The Psalmist, fue el himnario más grande que nunca se haya producido, conteniendo 1.294 cantos, además de secciones individuales para bautismo y doxologías. Mientras que los anteriores himnarios para los bautistas del sur solían recopilar una variedad de funciones como reuniones de conferencias, situaciones sociales, avivamientos, devocionales en el hogar, etc., The Baptist Psalmody estuvo diseñado principalmente para la adoración pública a Dios. Indudablemente, este detalle nos lleva a concluir que la música adoracional o costumbristamente denominada ‘de púlpito’, tuvo que caminar un largo recorrido de aceptación litúrgica, empezando primeramente por usos más privados, superando, paso a paso y poco a poco, muchas barreras cúlticas que le impedían su implantación. Como ya vimos en anteriores capítulos, este proceso duró prácticamente dos siglos.

The Baptist Psalmody recibió el respaldo de la Southern Baptist Convention, convirtiéndose en un himnario representativo de la mentalidad litúrgica bautista, principalmente porque algunos de sus cantos traspasaron los tiempos y han llegado hasta el día de hoy. Su éxito llevó a crear el Sacred Lute (1855), un himnario destinado a la antigua concepción de las recopilaciones sociales, aunque sin mucha notoriedad, lo que nos lleva a deducir que la música adoracional pasó de un uso más privado, tangencial y de avivamientos campestres a la liturgia del templo, de carácter estrictamente litúrgico.

Entre otros himnarios, The Southern Psalmist, con 1.020 himnos, 19 doxologías y dos ‘coros’, recopiló himnos de Watts, Newton, Steele o Doddridge. Aunque publicado antes de la guerra civil americana, en él ya se intuye una cierta consolidación hímnica, que sería la que en el siglo XX se convertiría en el estereotipo musicológico norteamericano. Publicado bajo los auspicios de la Convención Bautista de Arkansas, tiene la particularidad teológica de incidir en el bautismo como la gran base de fe de la denominación. En el texto de la séptima estrofa de un himno anónimo, The law and the prophets continued till John, se puede leer y cantar:

Si ha sido bautizado con agua, no importa lo que algunos digan,

rociando o vertiendo, o cuándo o de qué manera;

pero si apelamos al Evangelio en busca de luz,

ningún modo excepto la inmersión parecerá correcto.

Es evidente que en los himnarios bautistas de la época se advierte una soterrada lucha teológica en contra de otras denominaciones, como los congregacionalistas o los presbiterianos, que sostenían el bautismo infantil. Pero también se observa un deseo espiritual de santidad privada, valor muy defendido por la denominación. Este aspecto se puede ver en Conference Hymns: A New Collection of Hymns, una recopilación de John Dowling (1807-1878), donde por primera vez aparece Sweet hour of prayer (en castellano, ‘Dulce oración’), atribuido a William Walford (1772–1850) con melodía de William B. Bradbury (1816-186), que sería uno de los más apreciados himnos bautistas. Cuando en 1868 su recopilador John Dowling (1807-1878) hizo una nueva reedición, en el prefacio apuntó a uno de los objetivos devocionales:

   «El propósito de la publicación de la primera edición de esta sencilla colección de himnos y canciones sagradas, fue en parte preservar y perpetuar el uso de muchos de los preciosos y familiares himnos, que estaban en peligro de ser ignorados u olvidados; en parte para proporcionar un compañero de bolsillo conveniente para el cristiano espiritual, para las devociones de la sala de conferencias, la biblioteca y de la familia; y también para promover esa familiaridad que siempre debería invadir las reuniones sociales y de oración».

Es evidente que el impulso y proliferación editora de cancioneros e himnarios cristianos alcanzaba todos los aspectos de la vida social y comunitaria de los estadounidenses. Incluso en la guerra civil norteamericana, los soldados tuvieron a su disposición un pequeño cancionero con unos 150 cantos.

La efervescencia compilatoria llevó a los editores de las denominaciones bautistas del norte, del sur y a otras, a un sinfín de títulos para denominar sus himnarios. Desde Hymns for the Camp, pasando por Hymns for Christian Melody, The Primitive Hymns o el larguísimo Psalms, Hymns and Spiritual Song, Selected for the Use of the United Churches of Christ, Commonly Called Free Will Baptist, and for Saints of all Denominatios de 1823. Y, precisamente en su prefacio, Buzzell, su compilador, deja algunos consejos sobre el liderazgo del canto:

   «El canto principal en las congregaciones públicas, siempre y si es posible, debe estar entre los hermanos y hermanas, y aquellos a quienes admitan en el asiento [de los cantantes] con ellos, deben ser personas de buen carácter moral y de comportamiento decente en otros tiempos. Y, sea la persona profesora [de religión] o no, si se permite practicar esas enormidades que Dios ha prohibido en su palabra, como la embriaguez, el juramento profano, la lascivia, o permitirse hacer bromas de religión o de personas religiosas, debo dar mi opinión de que no sería mejor para ellos ir a los asientos de canto en público, hasta que se arrepientan de esos pecados. Pero no veo nada malo en admitir a cualquier persona de buena moral y conducta decente, que tenga el deseo de unirse al pueblo de Dios en este noble ejercicio».

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Bibliografía:

http://josepmarclaporta.com/Baptistes-musica-anglo.html

© 2022 Josep Marc Laporta


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