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· Los bautistas y su música (2)

© 2021 Josep Marc Laporta

1. La música bautista temprana en EUA

2. Cantos e himnarios primitivos

3. Instrumentos musicales primitivos


1- LA MÚSICA BAUTISTA TEMPRANA EN EUA

     En las colonias norteamericanas, los inmigrantes muy pronto fundaron iglesias. La primera congregación bautista en Norteamérica fue fundada en Providence, Rhode Island, en 1639, unos veinte años después del desembarco de los peregrinos que partieron de Plymouth en 1620, y aproximadamente unos diez años después de que se estableciera la primera colonia en la bahía de Massachussetts por los puritanos. La segunda congregación bautista se formó hacia 1644 en Newport, Rhode Island, y desde estas dos primeras comunidades eclesiales poco a poco se fueron fundando otras veinticuatro con unos treinta y cinco miembros cada una de media. Es decir, desde 1639 hasta 1700, casi treinta congregaciones se formaron, aunque sin dejar muchos registros de las coordenadas eclesiales ni tampoco de su música. No obstante, algunas huellas de las prácticas musicales se han podido rescatar.

     Es probable que las primeras congregaciones bautistas del Nuevo Mundo fueran Particulares, aceptando los principios de la General Six Principle Baptist de 1652, pese a que en algunos casos cambiarían frecuentemente de posición. Los preceptos generales apuntaban a que la música tendría una cierta importancia y se manifestaría creciente a pesar de contrariedades relacionales. Al ser fundadas por inmigrantes británicos, no es extraño pensar que las iglesias también estuvieran inmersas en discusiones y disputas sobre si se debía cantar, y en el caso de cantar si deberían ser salmos o himnos. Según documentos encontrados recientemente, en la First Baptist Church Providence, «la salmodia se usó por primera vez y luego se dejó de lado». Parece ser que la congregación pasó casi 120 años sin cantar hasta que en 1771 llegó el pastor James Manning (1738-1791). Se volvió a cantar. No obstante, la llegada de Manning provocó la separación de un grupo de miembros, que bajo el liderazgo del pastor Samuel Winsor estableció una nueva iglesia en Johnston. El motivo de la separación fue, precisamente, el canto congregacional.

     En la historia de las iglesias bautistas se cuentan innumerables divisiones por cuestiones básicamente teológicas y, especialmente en los primeros tiempos, por aspectos musicales. Este fue el caso de la First Baptist Church of Newport, en Rhode Island, que en sus primeros tiempos tuvo canto congregacional, pero que en 1656 un grupo de miembros se separó fundando la segunda iglesia bautista por razones del uso de la salmodia en la anterior. Sin embargo, esta misma iglesia escindida abandonó el canto poco después de la división, hasta que en 1725 llegó John Comer como copastor, quien afirmó: «No había canto público hasta que llegué, y por la bendición del cielo lo introduje». Mientras tanto, en la primera iglesia bautista no empezaron a cantar congregacionalmente hasta 1765, cuando llegó Gardner Thurston, el nuevo pastor. Es indudable que la realidad costumbrista en muchas iglesias de Norteamérica fueron las disputas por razones de la idoneidad del canto en el culto público. En Boston sucedió lo mismo; y en Swansea, en Cohansey o en Rehoboth. Que grupos se separaran de una iglesia para crear otra fue una constante histórica, muchas veces ignorada o pasada por alto por los historiadores.

     La First Baptist Church en Connecticut se estableció hacia 1705 con el pastor Valentine Wightman (1681-1747) al frente. En su ministerio, que se prolongó hasta 1747, introdujo el canto público publicando en 1725 un panfleto informativo titulado Letter and Brethen of the Baptised Churches. En esta obra Wightman denomina el canto «una ordenanza olvidada durante mucho tiempo», analizando cuatro aspectos vitales: «Es un deber de los creyentes gentiles» bajo el Evangelio, «es un deber moral», «qué es cantar» y «cómo de sebe cantar». Por lo general, los argumentos que presentaba fueron los mismos que los que usó Benjamin Keach y otros Bautistas Particulares de finales del siglo XVII. No obstante, documentalmente no se conoce ningún otro panfleto que elogiara el canto común.

          Elias Keach

     Elias Keach (1665-1699), hijo de Benjamin Keach (1640-1704), llegó a América a finales del siglo XVII, instalándose durante unos años y asociándose primeramente con la First Baptist Church de Pennepek, en Filadelphia, fundada en 1688. Pero cuando llegó al Nuevo Mundo, Elias se presentó vestido de negro y con una banda clerical para hacerse pasar por ministro bautista. La eclesial indumentaria y la buena reputación de su padre, Benjamin Keach, le llevó un día a ser invitado para predicar. Keach empezó su sermón con verbo fácil y gran elocuencia, pero cuando ya llevaba un rato de discurso se dio cuenta de la fatalidad de su acción, confesando públicamente su engaño. Consecuentemente se convirtió y fue bautizado en la iglesia de Cold Spring, siendo posteriormente el primer pastor de la First Baptist Church de Pennepek. Dada la buena reputación de su padre con la introducción del canto congregacional en las iglesias bautista inglesas, Elias siguió su práctica en Pennepek. Las actas eclesiales revelan que Elias concluía la Cena del Señor «cantando un himno de alabanza compuesto con ese propósito». Y antes de predicar también «solía cantar un salmo o una parte de un salmo». El redactado sugiere que Elias Keach pudo haber sido el autor de los himnos de comunión o, tal vez, también los podría haber escrito su padre.

     A las discusiones sobre conveniencias musicales se añadieron otras de también teológicas. Cuando Elias ya había abandonado las congregaciones bautistas de Middletown y Burlington en Nueva Jersey, regresando a Inglaterra en 1692, la iglesia de Pennepek, que anteriormente había pastoreado, recibió una gran afluencia de emigrantes de diferentes iglesias de Europa. Los recién llegados trajeron consigo controversias acerca de la predestinación absoluta, la imposición de manos, la distribución de los elementos, el sábado como día de descanso o el canto de salmos. Pero un cambio importante en las congregaciones bautistas fue la adopción de la Confesión de Fe de Londres de 1689 por la Asociación Bautista de Filadelfia, incluyendo los artículos que Benjamin y Elias Keach incorporaron sobre el canto. Poco a poco fue adoptada por otras asociaciones, como la de Charleston en Carolina del Sur en 1767. El proceso, aunque lento y con bastantes reticencias, encontró afiliación en muchas congregaciones, como en la First Baptist Church de Cashaway, que incluyó un artículo que decía: «Creemos que cantar salmos, himnos y cánticos espirituales vocalmente es una ordenanza del Evangelio que deben cumplir los creyentes y que a cada uno se le debe dar toda la libertad para usarla».

     Una de las grandes influencias para la adopción del canto por muchos bautistas fue el primer Gran Despertar, acontecido en las colonias durante el segundo cuarto del siglo XVIII. El ministerio y los escritos del congregacionalista Jonathan Edwards (1703-1758) y del presbiteriano Gilbert Tennent (1703-1764), que el metodista George Whitefield (1714-1770) expandió, significaron una gran renovación espiritual y musical para los bautistas. Tanto desde los congregacionalistas como desde los presbiterianos y especialmente de los metodistas, el pueblo bautista fue bendecido, incorporando himnos de mayor calidad musical y literaria, además de otras temáticas de la vida cristiana. Asimismo también aplacó las tensiones arminianas y calvinistas en las congregaciones bautistas que tantas disputas y discrepancias habían causado.

     Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, las diferentes ramas bautistas ya empiezan a mostrar sus futuras discrepancias y peculiaridades históricas. Si bien la mayoría de los bautistas del norte aceptaron el canto congregacional de manera muy mayoritaria hacia mediados del siglo XVIII, los del sur todavía mostraban ciertas reticencias, y hasta los dos últimos decenios de la misma centuria no se generalizaría el canto. Es entonces cuando en el siglo XIX ya se observa una cierta igualación, pese a algunas reservas en el sur en cuanto a ciertas posiciones teológicas ya mencionadas que, asimismo, influenciarán en el canto congregacional.


2- CANTOS E HIMNARIOS PRIMITIVOS

     Además de la gran importancia de la música en la adoración, la mayoría de los treinta y un grupos bautistas en América del Norte tuvieron una fuerte orientación misionera, enviando misioneros a otras partes del mundo para evangelizar y establecer iglesias. Pero el crecimiento bautista en el norte dio un gran salto adelante como parte de los movimientos de avivamiento del llamado 'Gran Despertar'. Fueron tres épocas de gran avivamiento religioso que tuvieron lugar desde la década de 1740 hasta prácticamente entrado el siglo XX: Primer Gran Despertar (décadas de 1730 y 1740); Segundo Gran Despertar (décadas de 1790 a 1840); y el Tercer Gran Despertar (de 1850 a 1900). Particularmente durante el segundo y tercer Gran Despertar, los bautistas crecieron en número muy rápidamente. Durante estos períodos, las reuniones de avivamiento produjeron poderosos predicadores del evangelio que llevaron a cabo reuniones masivas donde miles de personas confesaron su fe en Cristo, y en las que el canto y la música jugaron un papel muy importante como experiencia de fe y medio de comunicación masiva.

     Como vemos, a estas alturas de la historia el canto ya era habitual y común en el protestantismo; pero después de responder afirmativamente a la cuestión de si los bautistas debían o no cantar en el culto público, la siguiente pregunta es qué cantaron. En líneas generales, los bautistas siguieron las tendencias de canto congregacional de la época, con grandes influencias de otras denominaciones. En un primer momento las iglesias adoptaron el patrón calvinista de la salmodia de manera prácticamente exclusiva. La tesis de base era que la única música merecedora de ser cantada era la que Dios mismo había dado mediante los Salmos. Y la razón de fondo era que de esta manera la Palabra de Dios llegaría a la mente y al corazón de los fieles.

Salterio de Sternhold y Hopkins

     Los colonos trajeron consigo las primeras ediciones pautadas de los Salmos. Desde 1562 hasta 1565, unos pocos refugiados hugonotes franceses se establecieron en una colonia de corta duración en Florida, trayendo consigo el Salterio de Ginebra, y existe documentación que afirma que enseñaron las tonadas de salmos franceses a los indígenas de esa región. Sin embargo, los arribados a la costa oriental eran mayormente británicos (refugiados anglicanos, inconformistas y católicos) con algunos calvinistas holandeses y hugonotes franceses. Los protestantes de habla inglesa trajeron consigo la antigua versión del Salterio de Sternhold y Hopkins desde Inglaterra y el Salterio de Ainsworth, que los puritanos habían producido en Amsterdam en 1612. El primer libro de himnos de importancia impreso en las colonias por los puritanos, el Bar Psalm Book (1640), respondía a la gran demanda por tener una revisión de los textos de los Salmos. En la mayoría de las congregaciones, los Salmos eran recitados por un diácono o preceptor, una línea a la vez y frase por frase para ayudar a quienes no tenían libros o no sabían leer. Por lo general, todos los Salmos eran cantados con muy pocas tonadas, intercambiándose unas con otras gracias a las similitudes métricas. No obstante, dejaba mucho que desear ya que, como los salterios contenían únicamente la letra, la música fue pasando de una generación a otra mayormente por tradición oral.

     Los bautistas podrían haber cantado del Salterio de Sternhold y Hopkins (1562) o del Salterio de Ainsworth (1612), o incluso del Salterio anglo-ginebrino recopilado para los refugiados ingleses en Suiza en 1556. The Booke of Psalms de Thomas Sternhold y John Hopkins fue el más usado entre diversos grupos británicos y probablemente entre los bautistas. The Book of Psalmes Englished both in prose and Metre de Henry Ainsworth llegó gracias a los peregrinos de Plymouth y es posible que cantaran de él algunos bautistas tras la llegada al Nuevo Mundo. Y el Salterio anglo-ginebrino, que había sido compilado por un grupo de ingleses expatriados en Ginebra, pudo haberse utilizado ocasionalmente por alguna congregación bautista. Sin embargo, del Booke of Psalms in Meter de William Barton (1644), no se tienen referencias de utilización o alguna inclusión en las prácticas cúlticas de los bautistas.

     En el transcurso del siglo XVIII se vivió en las iglesias británicas una gran revolución en el canto congregacional, básicamente por la influencia de A New Version of the Psalms (1696), de Nahum Tate y Nicholas Brady; por el Hymns and Spiritual Songs de Isaac Watts (1707); y por el The Psalms of David Imitated in the Language of the New Testament (1719). Realmente los tres volúmenes significaron una eclosión musical sin precedentes en la composición y edición de canciones religiosas. Y aunque en las iglesias bautistas británicas todas aquellas publicaciones no las afectaron plenamente ni se popularizaron en demasía, paradójicamente sí que su influencia las alcanzó en Norteamérica. Algunas iglesias bautistas americanas usaron en sus reuniones el himnario de Isaac Watts; otras el de Tate y Brady; y tal vez unas pocas la recopilación de Barton. La First Baptist Church de Boston votó en 1740 a favor de «cantar esa versión de los Salmos hecha por el Dr. Bradey y Tate, siempre que no se presenten objeciones en su contra». Pero en 1771, la misma congregación adoptó los Salmos de Watts en lugar de la edición de Bradey y Tate. Y en 1791 decidieron usar en los bautismos y en la comunión la Selection of Hymns del pastor bautista londinense John Rippon, como suplemento de los himnos de Isaac Watts. Y parecidos progresos se registran en otras iglesias bautistas durante el siglo XVIII en el Nuevo Mundo. La Second Baptist Church de Boston, que se formó tras una división de la Primera Iglesia Bautista en 1743, parece que usó el libro de Sternhold y Hopkins, seguido de Tate y Brady. Pero más tarde, durante el pastorado de John David (1770-1772), comenzó a cantar los himnos de Watts. Similares secuencias de dieron en otras muchas congregaciones bautistas.

     No obstante y a pesar de los avances musicales, las divisiones de iglesias continuaron. En junio de 1770 quince creyentes fueron despedidos de la First Baptist Church de Nueva York, estableciendo la Second Baptist Church de la ciudad. Según el pastor de la Primera Iglesia, John Gano (1727-1804), la separación se produjo cuando «surgió una gran disputa en la iglesia respecto al canto de los Salmos». Sin más información que ésta, más tarde algunos apuntes sugieren que tenía que ver con el repertorio musical de la congregación en lugar de si se debía cantar o no. Otro episodio similar surgió en la iglesia de Stanford, en Nueva York, congregación hija de la First Baptist Church de Swansea, Massachusetts, cuando en 1759 tuvo conocimiento de que la iglesia madre cantaba salmos de Watts, lo que les «ocasionó mucho dolor, intentando convencer a la iglesia madre de su error, aunque sin resultados». Después de una década sin relación, ambas congregaciones volvieron a tener compañerismo cristiano, aunque algunos de los que discrepaban fundaron una tercera iglesia en Stanford. El crecimiento por división parece que fue la tónica durante gran parte de la historia antigua y moderna de la Iglesia.

Isaac Backus

     La música de Watts permeabilizó la música de los bautistas. En 1753, Isaac Backus escribió en su diario que en una conferencia de iglesias «se incluyó el canto del salmo 116 de la versión del Dr. Watts». Tres años más tarde, Backus citó una estrofa de un himno de Watts en su diario, y en 1766 registró que John Wadsworth de Milton, en Massachusetts, cantó el mismo himno en el culto familiar (el octavo del segundo libro y el número 62 del primer libro). Otros, como Samuel Jones en 1763 en Filadelfia, incluyó el himno número 14 del segundo libro y el 128 del primer libro de Watts Hymns and Spiritual Songs. Y así sucesivamente se narran numerosos casos donde los fieles habitualmente cantaban los himnos de Watts. Daniel Fristoe, un creyente bautista de Virginia, escribió en su diario de 1771 que en un bautismo que se celebró ese año «cantamos esas encantadoras palabras del Dr. Watts», y que la multitud cantaba, lloraba y sonreía entre lágrimas, levantando sus manos y rostros hacia el cielo.

Isaac Watts

     Poco a poco las composiciones del Padre de la himnología inglesa fueron los himnos de cabecera de los bautistas. A diferencia de Europa, donde los cantos de Isaac Watts no tuvieron tanta predilección entre los bautistas de los siglos XVI al XIX, en el Nuevo Mundo sus cantos copaban las reuniones. Si al principio se utilizaban en uno o dos momentos del culto como, por ejemplo, la Santa Cena, poco a poco participaron en otras, como en ordenaciones, reprensión a miembros descarriados, readmisión de miembros excluidos, en la imposición de manos o en los entierros. Si bien los salmos fueron la primera etapa musical de los bautistas, y la incorporación de cantos de Watts y otros como Sternhold y Hopkins una segunda época, no fue sino hasta la adopción de la Selección de Rippon en la década de 1790 cuando empezaron a aparecer colecciones creadas por bautistas que al mismo tiempo que se usaban en éstas, también comenzaron a usarse ampliamente en todas las iglesias estadounidenses.

     En cuanto a la manera de cantar, durante el siglo XVII los bautistas lo hicieron como las demás denominaciones. Es decir, unos poemas versificados, cantados al unísono y sin acompañamiento de ningún instrumento. El sacerdocio del creyente significaba que cada adorador era responsable de expresar su alabanza: Dios no debía ser adorado vicariamente a través de otras personas. De manera que se excluyeron los coros, los solistas y cualquier interpretación que no fuera una simple y fácil melodía, para que todos pudieran cantarla. Puesto que «toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia» (Isaías 64:5-7) y Dios no se impresiona con la apariencia exterior, el argumento era que el canto cristiano debía caracterizarse por la modestia y no por instintos ruidosos y música coral compleja.

     Tanto en Inglaterra como en América, una de las características de la práctica congregacional bautista fue el lining out, que ya se había desarrollado en Gran Bretaña a principios del siglo XVII como medio de superar la falta de libros y la capacidad de leer o entender música por parte de muchos fieles. El ‘precentor’ que generalmente era un diácono, aunque a veces la tarea la hacía el pastor, leía cantando una línea del salmo o himno, para que la congregación la repitiera lo más parecido posible. A principios del siglo XVIII la belleza del canto de muchas iglesias puritanas e inconformistas americanas había degenerado, llegando a ser calificada como «ruidos confusos y desordenados», sin una dirección congregacional ni instrumentos para ayudar a mantener el tiempo y la melodía, llegando a hacer saltos melódicos, alterando ritmos e incluso cambiando melodías. En un mismo himno se podían oír una especie de diferentes heterofonías donde cada uno podía llegar a interpretar una línea melódica distinta.

     La solución que propusieron fue patrocinar escuelas de canto en las que los fieles se reunían una o dos tardes a la semana en un período de tres meses para recibir principios básicos de notación musical y una breve instrucción sobre el canto. En realidad y a pesar de unos inicios muy dubitativos y con bastante oposición, al final esta fórmula fue muy bien aceptada, hasta el punto que cuando llegó el siglo XX muchas escuelas florecieron con éxito por distintos rincones del país. El proceso de aprendizaje fue vital para el gran salto cualitativo en lo artístico, que daría sus frutos en el tiempo, abandonando definitivamente el lining out. En un acta de la First Baptist Church de Boston de 1759 se anotaba que «en este día, la congregación comenzó a cantar sin que se leyeran los Salmos, línea por línea, considerándose muy agradable, aunque la iglesia no aprobó ningún voto al respecto». En algunos casos la figura del coro parece imponerse como guía de los cantos o, en su lugar, el director congregacional, como en la First Baptist Church de Middleborough, en Massachusetts, donde el 2 de junio de 1760 señalaron: «la congregación eligió al diácono Shaw y al hermano Daniel Snow para establecer y dirigir la melodía en nuestro culto público». En la misma reunión donde queda reflejado este apunte, también se lee lo siguiente:

    «La iglesia comprendió que nuestro anterior método de cantar en nuestra adoración pública leyendo línea por línea no es tan edificante. La iglesia acordó que tan pronto como pudieran se sumergirían en las versiones del Dr. Watts de los Salmos de David, y así entrarían en un método de cantar juntos sin leer línea por línea: y entrarían en este método al menos en los siguientes doce meses, practicando así en la mayor parte de nuestro canto público». 

     El abandono de la línea por línea se fue generalizando en muchas iglesias del Nuevo Mundo. La congregación de Wallingford en Vermont, fundada en 1780, acordó en 1801 «cantar una vez al día leyendo línea por línea». Pero pasar del lining out al canto coreado más espontáneo no sería tan sencillo, y no fue hasta el siglo XIX cuando se establecería en la mayoría de las congregaciones. Sin embargo, otro tema que repetidamente surgió en algunas iglesias bautistas fue la idoneidad de la dirección del canto. En su diario del 9 de mayo de 1776, Isaac Backus observó: «Hicimos una reunión en la iglesia, en la que tuvimos una avivada discusión sobre el empleo de cualquier persona para ordenar los salmos cantados, excepto los miembros de la iglesia». En 1813 la misma congregación de Wallingford decidió que «ninguna persona que no sea miembro de la iglesia debe ser llamada a liderar el canto o predicar en la iglesia». Más tarde, en 1816, volvieron a tratar el tema, decidiendo que si hubiera personas presentes que estuvieran calificadas para dirigir el canto, aunque no fueren miembros, podría considerarse su participación.

     Respecto al coro, aunque la mayoría de las iglesias habían rechazado su uso en todo el siglo XVII, aludiendo costumbres de funcionariado anglicano: «vicarios, corales, aparadores, organistas, cantantes, epistolarios, evangelistas y oficios similares», pasados cien años aceptaron los coros plenamente. Poco a poco se fueron introduciendo en los cultos como dirección del canto, ubicándose en el balcón o palco trasero del templo. Esta disposición invitaba a los fieles a girarse instintivamente hacia la parte trasera para seguir la melodía o para mirar curiosos lo que sucedía allá arriba, de manera que el canto se convirtió en una actividad comunitaria entretenida y de gran interés social. Realmente la aceptación del coro fue, principalmente, resultado de las escuelas de canto. Y aunque en principio surgieron serias discusiones sobre si debían ensayar dentro de las instalaciones del templo, poco a poco la práctica musical se fue normalizando siguiendo la pauta levítica.

     En el siglo XIX la música y el canto ya gozaba de gran aceptación en las iglesias bautistas del norte. Un apunte de 1797 en el diario de William Remley, pastor de la East Congregational Church de Salem, observaba que la música vocal era excelente. Nuevamente, el 25 de mayo de 1803 escribía que «la música vocal de esta congregación excede con creces a cualquier otra cosa que se haya escuchado en otro lugar». El XIX fue el siglo de los coros, que mayormente fueron cambiando su ubicación hacia la parte delantera del templo. La iglesia de Middle-borough en Massachusetts, determinaría que «nuestro bretherin (sic) Solomon Fobes y Solomon Alden junior fueron elegidos para dirigir el canto en nuestro culto público, con la ayuda que puedan obtener de los que se puedan unir a ellos, que se sentarán en las gradas delanteras». Las actas de la First Baptist Church de Provende, en Rhode Island, indican que ya en 1791 se estaban «reservando asientos para quienes pudieran unirse a la música». Dos años más tarde parece ser que surgieron algunos problemas, por lo que el 15 de julio de ese año se nombró a John Whiple «para atender a todas las mujeres de esta sociedad que ocupan ahora el asiento de coristas en el templo», e instar «a quienes han dejado el asiento a que vuelvan».

Benjamin Randall

     La introducción de coros en las iglesias bautistas del norte continuó en las primeras décadas del siglo XIX. En algunas se formaron coros para dedicaciones de nuevos templos, como en la iglesia bautista de New London, en New Hampshire, dirigiendo a la congregación con tres himnos. Lo mismo sucedió con la iglesia de Willington, en Connecticut, que ya en 1829 dedicaron su capilla con tres himnos dirigidos por un coro formado para la ocasión. Sin embargo, la oposición continuó en algunas iglesias, especialmente por razones de idoneidad de quienes debían dirigir a la congregación. La pregunta de si personas que no eran miembros de la iglesia debían dirigir la música fue una reiterativa cuestión a resolver. En New Durham, New Hampshire, Benjamin Randall (1749-1808), fundador del movimiento Free Will Baptist in the Northeast y pastor de la iglesia, señaló que «tan sólo el servicio espiritual puede agradar a Dios», y que «conociendo muy bien las reglas de la música tan sólo se puede hacer el ministerio del canto sin el espíritu, tocando solamente el oído de los hombres y no por el gran Dios que es quien escudriña el corazón». Randall concluyó diciendo: «creemos que no puede agradar a Dios que demos nuestro consentimiento para que su adoración sea dirigida por nadie más que aquéllos que son creyentes en Cristo». No obstante, su observación no parecía que iba dirigida expresamente al coro, sino a que éste estuviera formado por personas que no eran miembros de la iglesia, aunque es posible que existiera algún prejuicio contra los coros en general.

     Curiosamente, las iglesias bautistas del sur tardaron bastante más tiempo en incorporar coros al servicio cúltico. Las iglesias bautistas de Charleston, en Carolina del Sur, y Savannah, en Georgia, fueran las primeras de la región en tener coros, probablemente en la segunda década del siglo XIX. En la First Baptist Church de Richmond, Virginia, la iglesia votó para trasladar el coro a un lugar discreto del templo. La mayoría auspició que el coro estuviera en otro enclave, aunque los opositores no cejaron en su empeño de abortar su participación en la disposición que fuera. No fue hasta 1859 cuando, tras otra votación, los contrarios a las voces corales fueron derrotados contundentemente, por lo que el coro se convirtió definitivamente en parte imprescindible del culto.

     Es evidente que, históricamente, los bautistas del norte fueron más proclives a la música y al canto que los del sur. Estos, más reticentes y moralistas que los del norte, pusieron más inconvenientes a la innovación musical. En algunas iglesias incluso se llegó a impedir comprar libros de música para el coro, con votaciones realmente muy extrañas: se admitía el coro, pero no se permitían los libros de canto. Sin embargo, a mediados del siglo XIX los coros se fueron imponiendo en todas la iglesias, creando una cantera de buenos músicos y buena música que traspasaría los siglos y que sería una de las marcas distintivas de las iglesias norteamericanas. 


3- INSTRUMENTOS MUSICALES PRIMITIVOS

     Si los coros fueron un campo de batalla dialectal en el tiempo hasta lograr su implantación general, los instrumentos musicales fueron la siguiente controversia que se avecinaba. Las razones para oponerse al canto coral era que el Nuevo Testamento no lo refrendaba y que tendían a usurpar el canto congregacional. Pero cuando llegó el turno de los instrumentos musicales, la excusa era que no tenían ni alma ni voz y que tenían “intrigas mecánicas o de madera” que violaban las palabras del apóstol Pablo de no usar lenguas desconocidas en la adoración, ya que podrían formar palabras inteligibles.

     El rechazo de los instrumentos no fue un asunto exclusivo de los bautistas. Tanto los padres de la iglesia primitiva como los reformadores Calvino y Zwinglio o los puritanos ingleses y peregrinos que llegaron a América, abogaron por prohibir el uso de los instrumentos musicales. Así que la posición de los bautistas norteamericanos era parte de una dilatada herencia religiosa. El razonamiento evolucionado decía que los instrumentos no se mencionaban específicamente en el Nuevo Testamento y que las referencias en el libro del Apocalipsis se debían explicar de manera alegórica y no real. Otro de los pretextos era que el texto de Amós 6:1-5 los reprobaba: «Ay de los reposados de Sión y de los confiados en el monte de Samaria (…), que gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos musicales, como David». Si a todas estas objeciones añadimos que inicialmente las iglesias bautistas habitualmente eran pequeñas, tenían pocos recursos económicos, no tenían posibilidad de adquirir conocimientos musicales, y que los instrumentos no eran accesibles económicamente, tendremos una foto fija bastante aproximada de la situación.

     Con que a menudo los bautistas habían sido objeto de persecución por parte de otras comuniones que hacían uso de instrumentos, todo ello condujo a algunos bautistas del siglo XVII y principios del XVIII a asociarlos con la intolerancia y el fanatismo, por lo que lo más normal era rechazarlos en el culto público. No obstante, la prohibición fue deponiéndose poco a poco hacia el siglo XIX.

Bass Viol (Bridgeman Art Library)

     Uno de los primeros instrumentos en aparecer en la escena musical de muchas iglesias fue el diapasón y, seguidamente, la viola baja, la flauta de pico y más tarde una rudimentaria armónica de tonos. Con que el director congregacional no tenía suficiente instinto musical para acertar con la altura del himno y a veces le quedaba demasiado alto o demasiado bajo, para compensar esta dificultad algunos líderes empezaron a usar alguno de estos instrumentos de afinación para guiar el inicio del canto. The Bass Viol o la viola baja, antecesora del actual violoncelo, fue muy aceptada y utilizada durante el siglo XVIII y muy usada en las escuelas de canto. Probablemente por causa de su utilización en dichas escuelas fue que franqueó los muros y pasó con cierta celeridad a los templos para ayudar a dar el tono inicial de los salmos e himnos y, posteriormente, acompañar más disimuladamente el canto congregacional.

     Pero, como ya sabemos por otras innovaciones, la viola baja también encontró oposición interna. En algunas congregaciones, como en la First Baptist Church de Newport, en Rhode Island, y en la First Baptist Church de Haverhill, en 1804 y 1810 respectivamente, los que se oponían a la renovación solían manifestar su disgusto saliendo del templo durante el canto para regresar a tiempo para escuchar el sermón. El asunto incluso llegó a que en 1809 un predicador invitado amonestó a la iglesia que visitaba por «tocar y cantar con la viola baja antes de que comenzara el servicio». En otra ocasión, un miembro robó la viola baja para evitar que se tocara durante servicio.

     Por otra parte, las campanas y sus campanarios tampoco fueron aceptados, puesto que se vinculaban a las iglesias anglicanas y católicas. Así que los bautistas las rechazaron por considerarlas superfluas y nada bíblicas. Sin embargo, cuando en el siglo XIX el coro y los instrumentos fueron tomando su lugar en el canto congregacional, poco a poco las campanas anunciadoras se fueron instalando en lo alto de algunos templos, llamando a los fieles a la adoración del servicio público.

     Tanto los bautistas del norte como los del sur experimentaron parecidas dificultades respecto a la introducción de instrumentos. Pero en el sur la oposición tardó más tiempo en disuadirse. Jeremiah B. Jeter, pastor de la First Baptist Church de Richmond, Virginia, de 1836 a 1849, expresó sus opiniones respecto a los instrumentos de música:

   «No soy nada favorable al uso de la música instrumental en la adoración a Dios, ni está justificado por precepto. Por ejemplo, bajo la nueva disposición. Sobre este punto hay poca divergencia de opinión entre los bautistas de Virginia».

     Por veredictos como éste, es probable que la viola baja tuviera menos aceptación en el sur que en el norte. En realidad no fue tan popular ni su penetración fue tan rápida. En la First Baptist Church de Louisville, Kentucky, el sábado 17 de febrero de 1844 la iglesia aprobó una resolución que prohibía toda música instrumental. Pero al siguiente lunes se nombró un comité para investigar por qué se había usado una viola baja en un intermedio del culto dominical. Las relaciones eclesiales empeoraron cuando el coro renunció en masa a ejercer su ministerio como manera de protesta por la acción fiscalizadora. Finalmente regresaron a sus puestos, suponiendo que probablemente la viola baja habría sido aprobada en el culto público.

     El siglo XIX, y especialmente su segunda mitad, fue el tiempo de la aceptación de los instrumentos en los templos. Fue un proceso gradual para romper con prejuicios y obsesiones. Como un paso intermedio entre la viola baja y los instrumentos, el órgano tomó su lugar. Los bautistas se habían opuesto durante mucho tiempo al órgano debido a su asociación con la pompa de las catedrales y el poder del prelado. Pero con la creciente prosperidad económica y social de los bautistas y la influencia de otras denominaciones, los armonios y órganos acabaron instalándose en muchos templos.

    Según un eminente historiador de la época, David Benedict, el primer órgano en una iglesia bautista en América se instaló en el templo de Pawtucket, Rhode Island, hacia el año 1819. Pero el instrumento se instaló de forma inusual. La iglesia había dado permiso a la Sociedad Mozart para dar una serie de conciertos en el templo. Para la ocasión adquirieron un pequeño órgano que se ubicó en el balcón trasero. Acabado el ciclo de conciertos, la congregación vio con buenos ojos que el órgano se usara en los servicios de adoración regulares.

     Similares sucesos acontecieron en otras iglesias. La First Baptist Church de Boston adquirió en 1827 el que sería el segundo órgano de las iglesias bautistas en Norteamérica. En 1829, la First Baptist Church de Filadelfia otorgó permiso en votación cerrada para instalar un órgano sin costo alguno para la iglesia. De este suceso y de otros parecidos se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los órganos fueron donados o prestados a las iglesias por individuos. Sería lógico pensar que las objeciones de algunos miembros podrían haber influido en esta fórmula. En muchos casos el acordeón fue un eslabón hasta llegar a la instalación de un órgano. La versatilidad y maniobrabilidad del instrumento también lo hizo muy popular en acontecimientos campestres extralitúrgicos.

     El paso del órgano a los instrumentos musicales fue muy natural en algunas iglesias, aunque en otras supuso nuevas discrepancias. No obstante, en bastantes congregaciones el proceso fue a la inversa: primero se aceptaron los instrumentos, y cuando se vio que el órgano sonoramente abarcaba más y en realidad suplía la función de aquéllos, se optó por él como instrumento principal. Cuando éste obtuvo su primacía musical, poco a poco el piano fue convirtiéndose en su aliado congregacional, creando en el futuro bellos duetos musicales.

First Baptist Church de Savannah

     Como ya señalé anteriormente, las iglesias del sur tuvieron una iniciación más tardía en la introducción de instrumentos musicales. Los avances de las iglesias metodistas en la instalación de órganos, animó a que los bautistas tuvieran los suyos propios. En algunos casos, como los bautistas de Georgetown, en Carolina del Sur, «construyeron una iglesia elegante, diseñada para un campanario y un órgano», según escribía en su diario el obispo metodista Francis Asbury en 1804, recordando la anterior aversión de la denominación. Este detalle nos hace suponer que muy pronto algunas congregaciones fusionaron la arquitectura del templo con las campanas y la instalación del órgano, modelo que poco se fue implantando en otras muchas congregaciones. Otra referencia es la First Baptist Church de Savannah, en Giorgia, cuando a finales del verano de 1856 inauguraron su órgano con himnos y salmos. En la First Baptist Church de Augusta, también en Giorgia, ya en 1849 se habían iniciado conversaciones para la instalación de un órgano, pero en principio se aprobó una resolución que decía: «se considera conveniente prescindir del uso del órgano y de los servicios de un coro durante doce meses». Sin embargo no se señala el motivo de tal restricción. Aparentemente el supuesto problema acabó más rápidamente de lo previsto, puesto que la resolución prohibitiva se rescindió en octubre del mismo año.

     Pero el maridaje entre piano y órgano en algunos casos parece que fue a la inversa. Primero llegó el piano y después el órgano. En la First Baptist Church de Savannah, Giorgia, según un acta de la iglesia de 1816 parece describir que se había utilizado un piano antes de que se instalara el órgano. Estas variables fueron diversas en muchas congregaciones, con tiempos de aceptación y aprendizajes distintos.

Jeremiah B. Jeter

     El caso de la iglesia de Richmond fue curioso por la contrariedad que vivió su pastor. Jeremiah B. Jeter (1802-1880), prolífico escritor y pastor ganador de almas, había afirmado categóricamente en 1840 que los bautistas de Virgina tenían clara su posición respecto al rechazo de los instrumentos. Pero pronto se dio cuenta de que en su propia congregación las opiniones eran distintas y dispares. En 1844 se hizo una moción para introducir el órgano en el culto público de forma experimental. Jeter pronunció un enérgico sermón en contra de la música instrumental y, consecuentemente, el grupo pro-órgano fue silenciado temporalmente. Sin embargo, el asunto continuó provocando controversias. Y precisamente el órgano fue la razón de que Jeter renunciara a ser pastor de la congregación. Años más tarde, en 1849, Jeter pasó a ser pastor de la Segunda Iglesia Bautista en St. Louis, Missouri, aunque irónicamente su destino le llevó a descubrir que su nueva iglesia ya poseía un órgano ‘ruidoso’. Después de reflexionar, decidió no oponerse al uso de instrumentos donde ya estaban establecidos. Pero, curiosamente, la antigua iglesia de Jeter en Richmond, finalmente dio permiso para la instalación de un órgano en 1861, prácticamente dos décadas después del primer intento.

     En ocasiones, el pastor o el coro parece haber sido la fuerza impulsora detrás de la adquisición de un órgano. En otras, otros grupos de iglesia promocionaron el instrumento. En una iglesia rural de Kentucky, el superintendente de la escuela dominical solicitó permiso para colocar un órgano en el templo para ser usado en las clases con sus alumnos. La solicitud fue concedida, entendiéndose que no se utilizarían los fondos de la iglesia. Sin embargo, en la Iglesia Bautista Boiling de Carolina del Sur, algunos jóvenes recolectaron dinero para comprar un órgano para la iglesia y la escuela dominical. Se votó y aprobó, y la organización femenil también se sumó a la iniciativa con el fin de recaudar los fondos necesarios para la compra del instrumento.

     Aparte de las convenciones del norte y del sur, y de las occidentales, otras iglesias bautistas de menor número, como las primitivas y regulares, rechazaron el creciente arminianismo, la actividad misionera y la estructura centralizada de los bautistas de principios del siglo XIX. Asimismo la música también quedó afectada, rechazando incluso el uso de coros e instrumentos. En algunos casos, desde principios del siglo XIX hasta el último tercio del XX el costumbrismo musical se mantuvo prácticamente similar que los siglos XVII y XVIII. Los cantos mantuvieron durante bastante tiempo los lining out, y aunque se cantaban salmos de Watts, el ritmo de interpretación pausada y sin director congregacional visible fue la norma en muchas congregaciones. No obstante, el siglo XXI llegaría con cambios más sustanciales para aquellas iglesias bautistas primitivas.

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Bibliografía:

http://josepmarclaporta.com/Baptistes-musica-anglo.html

© 2022 Josep Marc Laporta

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