© 2021 Josep Marc Laporta
1. La música bautista temprana en EUA
2. Cantos e himnarios primitivos
3. Instrumentos musicales primitivos
1- LA MÚSICA BAUTISTA TEMPRANA EN EUA
En las colonias norteamericanas, los
inmigrantes muy pronto fundaron iglesias. La primera congregación bautista en
Norteamérica fue fundada en Providence, Rhode Island, en 1639, unos veinte años
después del desembarco de los peregrinos que partieron de Plymouth en 1620, y
aproximadamente unos diez años después de que se estableciera la primera
colonia en la bahía de Massachussetts por los puritanos. La segunda
congregación bautista se formó hacia 1644 en Newport, Rhode Island, y desde
estas dos primeras comunidades eclesiales poco a poco se fueron fundando otras
veinticuatro con unos treinta y cinco miembros cada una de media. Es decir,
desde 1639 hasta 1700, casi treinta congregaciones se formaron, aunque sin
dejar muchos registros de las coordenadas eclesiales ni tampoco de su música.
No obstante, algunas huellas de las prácticas musicales se han podido rescatar.
Es probable que las primeras
congregaciones bautistas del Nuevo Mundo fueran Particulares, aceptando los
principios de la General Six Principle Baptist de 1652, pese a que en algunos
casos cambiarían frecuentemente de posición. Los preceptos generales apuntaban
a que la música tendría una cierta importancia y se manifestaría creciente a
pesar de contrariedades relacionales. Al ser fundadas por inmigrantes
británicos, no es extraño pensar que las iglesias también estuvieran inmersas
en discusiones y disputas sobre si se debía cantar, y en el caso de cantar si
deberían ser salmos o himnos. Según documentos encontrados recientemente, en la
First Baptist Church Providence, «la salmodia se usó por primera vez y luego se
dejó de lado». Parece ser que la congregación pasó casi 120 años sin cantar
hasta que en 1771 llegó el pastor James Manning (1738-1791). Se volvió a
cantar. No obstante, la llegada de Manning provocó la separación de un grupo de
miembros, que bajo el liderazgo del pastor Samuel Winsor estableció una nueva
iglesia en Johnston. El motivo de la separación fue, precisamente, el canto
congregacional.
En la historia de las iglesias bautistas
se cuentan innumerables divisiones por cuestiones básicamente teológicas y,
especialmente en los primeros tiempos, por aspectos musicales. Este fue el caso
de la First Baptist Church of Newport, en Rhode Island, que en sus primeros
tiempos tuvo canto congregacional, pero que en 1656 un grupo de miembros se
separó fundando la segunda iglesia bautista por razones del uso de la salmodia
en la anterior. Sin embargo, esta misma iglesia escindida abandonó el canto
poco después de la división, hasta que en 1725 llegó John Comer como copastor, quien
afirmó: «No había canto público hasta que llegué, y por la bendición del
cielo lo introduje». Mientras tanto, en la primera iglesia bautista no empezaron a
cantar congregacionalmente hasta 1765, cuando llegó Gardner Thurston, el nuevo
pastor. Es indudable que la realidad costumbrista en muchas iglesias de
Norteamérica fueron las disputas por razones de la idoneidad del canto en el
culto público. En Boston sucedió lo mismo; y en Swansea, en Cohansey o en
Rehoboth. Que grupos se separaran de una iglesia para crear otra fue una
constante histórica, muchas veces ignorada o pasada por alto por los
historiadores.
La First Baptist Church en Connecticut se
estableció hacia 1705 con el pastor Valentine Wightman (1681-1747) al frente.
En su ministerio, que se prolongó hasta 1747, introdujo el canto público
publicando en 1725 un panfleto informativo titulado Letter and Brethen of
the Baptised Churches. En esta obra Wightman denomina el canto «una ordenanza
olvidada durante mucho tiempo», analizando cuatro aspectos vitales: «Es un deber de los
creyentes gentiles» bajo el Evangelio, «es un deber moral»,
«qué es cantar» y «cómo de sebe cantar». Por lo general, los argumentos que
presentaba fueron los mismos que los que usó Benjamin Keach y otros Bautistas
Particulares de finales del siglo XVII. No obstante, documentalmente no se
conoce ningún otro panfleto que elogiara el canto común.
Elias Keach |
A las discusiones sobre conveniencias
musicales se añadieron otras de también teológicas. Cuando Elias ya había
abandonado las congregaciones bautistas de Middletown y Burlington en Nueva
Jersey, regresando a Inglaterra en 1692, la iglesia de Pennepek, que anteriormente
había pastoreado, recibió una gran afluencia de emigrantes de diferentes
iglesias de Europa. Los recién llegados trajeron consigo controversias acerca
de la predestinación absoluta, la imposición de manos, la distribución de los
elementos, el sábado como día de descanso o el canto de salmos. Pero un cambio
importante en las congregaciones bautistas fue la adopción de la Confesión de
Fe de Londres de 1689 por la Asociación Bautista de Filadelfia, incluyendo los
artículos que Benjamin y Elias Keach incorporaron sobre el canto. Poco a poco
fue adoptada por otras asociaciones, como la de Charleston en Carolina del Sur
en 1767. El proceso, aunque lento y con bastantes reticencias, encontró
afiliación en muchas congregaciones, como en la First Baptist Church de Cashaway,
que incluyó un artículo que decía: «Creemos que cantar salmos, himnos y cánticos
espirituales vocalmente es una ordenanza del Evangelio que deben cumplir los
creyentes y que a cada uno se le debe dar toda la libertad para usarla».
Una de las grandes influencias para la
adopción del canto por muchos bautistas fue el primer Gran Despertar, acontecido
en las colonias durante el segundo cuarto del siglo XVIII. El ministerio y los
escritos del congregacionalista Jonathan Edwards (1703-1758) y del
presbiteriano Gilbert Tennent (1703-1764), que el metodista George Whitefield (1714-1770) expandió,
significaron una gran renovación espiritual y musical para los bautistas. Tanto
desde los congregacionalistas como desde los presbiterianos y especialmente de
los metodistas, el pueblo bautista fue bendecido, incorporando himnos de mayor
calidad musical y literaria, además de otras temáticas de la vida cristiana.
Asimismo también aplacó las tensiones arminianas y calvinistas en las
congregaciones bautistas que tantas disputas y discrepancias habían causado.
Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, las diferentes ramas bautistas ya empiezan a mostrar sus futuras discrepancias y peculiaridades históricas. Si bien la mayoría de los bautistas del norte aceptaron el canto congregacional de manera muy mayoritaria hacia mediados del siglo XVIII, los del sur todavía mostraban ciertas reticencias, y hasta los dos últimos decenios de la misma centuria no se generalizaría el canto. Es entonces cuando en el siglo XIX ya se observa una cierta igualación, pese a algunas reservas en el sur en cuanto a ciertas posiciones teológicas ya mencionadas que, asimismo, influenciarán en el canto congregacional.
2- CANTOS E HIMNARIOS PRIMITIVOS
Además de la gran importancia de la música
en la adoración, la mayoría de los treinta y un grupos bautistas en América del
Norte tuvieron una fuerte orientación misionera, enviando misioneros a otras
partes del mundo para evangelizar y establecer iglesias. Pero el crecimiento
bautista en el norte dio un gran salto adelante como parte de los movimientos
de avivamiento del llamado 'Gran Despertar'. Fueron tres épocas de gran avivamiento
religioso que tuvieron lugar desde la década de 1740 hasta prácticamente
entrado el siglo XX: Primer Gran Despertar (décadas de 1730 y 1740); Segundo Gran
Despertar (décadas
de
Como vemos, a estas alturas de la historia
el canto ya era habitual y común en el protestantismo; pero después de
responder afirmativamente a la cuestión de si los bautistas debían o no cantar
en el culto público, la siguiente pregunta es qué cantaron. En líneas
generales, los bautistas siguieron las tendencias de canto congregacional de la
época, con grandes influencias de otras denominaciones. En un primer momento
las iglesias adoptaron el patrón calvinista de la salmodia de manera
prácticamente exclusiva. La tesis de base era que la única música merecedora de
ser cantada era la que Dios mismo había dado mediante los Salmos. Y la razón de
fondo era que de esta manera la Palabra de Dios llegaría a la mente y al
corazón de los fieles.
Salterio de Sternhold y Hopkins |
Los colonos trajeron consigo las primeras
ediciones pautadas de los Salmos. Desde 1562 hasta 1565, unos pocos refugiados
hugonotes franceses se establecieron en una colonia de corta duración en
Florida, trayendo consigo el Salterio de Ginebra, y existe
documentación que afirma que enseñaron las tonadas de salmos franceses a los
indígenas de esa región. Sin embargo, los arribados a la costa oriental eran
mayormente británicos (refugiados anglicanos, inconformistas y católicos) con algunos
calvinistas holandeses y hugonotes franceses. Los protestantes de habla inglesa
trajeron consigo la antigua versión del Salterio de Sternhold y Hopkins desde
Inglaterra y el Salterio de Ainsworth, que los puritanos habían producido
en Amsterdam en 1612. El primer libro de himnos de importancia impreso en las
colonias por los puritanos, el Bar Psalm Book (1640), respondía a
la gran demanda por tener una revisión de los textos de los Salmos. En la
mayoría de las congregaciones, los Salmos eran recitados por un diácono o preceptor,
una línea a la vez y frase por frase para ayudar a quienes no tenían libros o
no sabían leer. Por lo general, todos los Salmos eran cantados con muy pocas
tonadas, intercambiándose unas con otras gracias a las similitudes métricas. No
obstante, dejaba mucho que desear ya que, como los salterios contenían
únicamente la letra, la música fue pasando de una generación a otra mayormente
por tradición oral.
Los bautistas podrían haber cantado del Salterio de Sternhold
y Hopkins (1562) o del Salterio de Ainsworth (1612), o incluso del
Salterio
anglo-ginebrino recopilado para los refugiados ingleses en Suiza en 1556. The Booke of Psalms de Thomas
Sternhold y John Hopkins fue el más usado entre diversos grupos británicos y probablemente
entre los bautistas. The Book of Psalmes Englished both in prose and Metre de
Henry Ainsworth llegó gracias a los peregrinos de Plymouth y es posible que cantaran
de él algunos bautistas tras la llegada al Nuevo Mundo. Y el Salterio
anglo-ginebrino, que había sido compilado por un grupo de
ingleses expatriados en Ginebra, pudo haberse utilizado ocasionalmente por
alguna congregación bautista. Sin embargo, del Booke of
Psalms in Meter de William Barton (1644), no se
tienen referencias de utilización o alguna inclusión en las prácticas cúlticas de
los bautistas.
En el transcurso del siglo XVIII se vivió
en las iglesias británicas una gran revolución en el canto congregacional,
básicamente por la influencia de A New Version of the Psalms (1696),
de Nahum Tate y Nicholas Brady; por el Hymns and
Spiritual Songs de Isaac Watts (1707); y por
el The Psalms of David Imitated in the Language of the New
Testament (1719). Realmente los tres
volúmenes significaron una eclosión musical sin precedentes en la composición y
edición de canciones religiosas. Y aunque en las iglesias bautistas británicas
todas aquellas publicaciones no las afectaron plenamente ni se popularizaron en
demasía, paradójicamente sí que su influencia las alcanzó en Norteamérica.
Algunas iglesias bautistas americanas usaron en sus reuniones el himnario de
Isaac Watts; otras el de Tate y Brady; y tal vez unas pocas la recopilación de
Barton. La First Baptist Church de Boston votó en
No obstante y a pesar de los avances musicales, las divisiones de iglesias continuaron. En junio de 1770 quince creyentes fueron despedidos de la First Baptist Church de Nueva York, estableciendo la Second Baptist Church de la ciudad. Según el pastor de la Primera Iglesia, John Gano (1727-1804), la separación se produjo cuando «surgió una gran disputa en la iglesia respecto al canto de los Salmos». Sin más información que ésta, más tarde algunos apuntes sugieren que tenía que ver con el repertorio musical de la congregación en lugar de si se debía cantar o no. Otro episodio similar surgió en la iglesia de Stanford, en Nueva York, congregación hija de la First Baptist Church de Swansea, Massachusetts, cuando en 1759 tuvo conocimiento de que la iglesia madre cantaba salmos de Watts, lo que les «ocasionó mucho dolor, intentando convencer a la iglesia madre de su error, aunque sin resultados». Después de una década sin relación, ambas congregaciones volvieron a tener compañerismo cristiano, aunque algunos de los que discrepaban fundaron una tercera iglesia en Stanford. El crecimiento por división parece que fue la tónica durante gran parte de la historia antigua y moderna de la Iglesia.
Isaac Backus |
La música de Watts permeabilizó la música de los bautistas. En 1753, Isaac Backus escribió en su diario que en una conferencia de iglesias «se incluyó el canto del salmo 116 de la versión del Dr. Watts». Tres años más tarde, Backus citó una estrofa de un himno de Watts en su diario, y en 1766 registró que John Wadsworth de Milton, en Massachusetts, cantó el mismo himno en el culto familiar (el octavo del segundo libro y el número 62 del primer libro). Otros, como Samuel Jones en 1763 en Filadelfia, incluyó el himno número 14 del segundo libro y el 128 del primer libro de Watts Hymns and Spiritual Songs. Y así sucesivamente se narran numerosos casos donde los fieles habitualmente cantaban los himnos de Watts. Daniel Fristoe, un creyente bautista de Virginia, escribió en su diario de 1771 que en un bautismo que se celebró ese año «cantamos esas encantadoras palabras del Dr. Watts», y que la multitud cantaba, lloraba y sonreía entre lágrimas, levantando sus manos y rostros hacia el cielo.
Isaac Watts |
Poco a poco las composiciones del Padre de la himnología inglesa fueron los himnos de cabecera de los bautistas. A diferencia de Europa, donde los cantos de Isaac Watts no tuvieron tanta predilección entre los bautistas de los siglos XVI al XIX, en el Nuevo Mundo sus cantos copaban las reuniones. Si al principio se utilizaban en uno o dos momentos del culto como, por ejemplo, la Santa Cena, poco a poco participaron en otras, como en ordenaciones, reprensión a miembros descarriados, readmisión de miembros excluidos, en la imposición de manos o en los entierros. Si bien los salmos fueron la primera etapa musical de los bautistas, y la incorporación de cantos de Watts y otros como Sternhold y Hopkins una segunda época, no fue sino hasta la adopción de la Selección de Rippon en la década de 1790 cuando empezaron a aparecer colecciones creadas por bautistas que al mismo tiempo que se usaban en éstas, también comenzaron a usarse ampliamente en todas las iglesias estadounidenses.
En cuanto a la manera de cantar, durante
el siglo XVII los bautistas lo hicieron como las demás denominaciones. Es
decir, unos poemas versificados, cantados al unísono y sin acompañamiento de
ningún instrumento. El sacerdocio del creyente significaba que cada adorador
era responsable de expresar su alabanza: Dios no debía ser adorado vicariamente
a través de otras personas. De manera que se excluyeron los coros, los solistas
y cualquier interpretación que no fuera una simple y fácil melodía, para que
todos pudieran cantarla. Puesto que «toda nuestra justicia es como
trapos de inmundicia» (Isaías 64:5-7) y
Dios no se impresiona con la apariencia exterior, el argumento era que el canto
cristiano debía caracterizarse por la modestia y no por instintos ruidosos y
música coral compleja.
Tanto en Inglaterra como en América, una
de las características de la práctica congregacional bautista fue el lining out, que
ya se había desarrollado en Gran Bretaña a principios del siglo XVII como medio
de superar la falta de libros y la capacidad de leer o entender música por
parte de muchos fieles. El ‘precentor’ que generalmente era un diácono, aunque
a veces la tarea la hacía el pastor, leía cantando una línea del salmo o himno,
para que la congregación la repitiera lo más parecido posible. A principios del
siglo XVIII la belleza del canto de muchas iglesias puritanas e inconformistas
americanas había degenerado, llegando a ser calificada como «ruidos
confusos y desordenados», sin una dirección
congregacional ni instrumentos para ayudar a mantener el tiempo y la melodía,
llegando a hacer saltos melódicos, alterando ritmos e incluso cambiando
melodías. En un mismo himno se podían oír una especie de diferentes
heterofonías donde cada uno podía llegar a interpretar una línea melódica
distinta.
La solución que propusieron fue patrocinar
escuelas de canto en las que los fieles se reunían una o dos tardes a la semana
en un período de tres meses para recibir principios básicos de notación musical
y una breve instrucción sobre el canto. En realidad y a pesar de unos inicios
muy dubitativos y con bastante oposición, al final esta fórmula fue muy bien
aceptada, hasta el punto que cuando llegó el siglo XX muchas escuelas
florecieron con éxito por distintos rincones del país. El proceso de
aprendizaje fue vital para el gran salto cualitativo en lo artístico, que daría
sus frutos en el tiempo, abandonando definitivamente el lining out. En un
acta de la First Baptist Church de Boston de 1759 se anotaba que «en este
día, la congregación comenzó a cantar sin que se leyeran los Salmos, línea por
línea, considerándose muy agradable, aunque la iglesia no aprobó ningún voto al
respecto». En algunos casos la figura del coro parece
imponerse como guía de los cantos o, en su lugar, el director congregacional,
como en la First Baptist Church de Middleborough, en Massachusetts, donde el 2
de junio de 1760 señalaron: «la congregación eligió al
diácono Shaw y al hermano Daniel Snow para establecer y dirigir la melodía en
nuestro culto público». En la misma reunión donde
queda reflejado este apunte, también se lee lo siguiente:
«La iglesia comprendió que nuestro anterior método de cantar en nuestra adoración pública leyendo línea por línea no es tan edificante. La iglesia acordó que tan pronto como pudieran se sumergirían en las versiones del Dr. Watts de los Salmos de David, y así entrarían en un método de cantar juntos sin leer línea por línea: y entrarían en este método al menos en los siguientes doce meses, practicando así en la mayor parte de nuestro canto público».
El abandono de la línea por línea se fue
generalizando en muchas iglesias del Nuevo Mundo. La congregación de
Wallingford en Vermont, fundada en 1780, acordó en 1801 «cantar una
vez al día leyendo línea por línea». Pero pasar del lining out al
canto coreado más espontáneo no sería tan sencillo, y no fue hasta el siglo XIX
cuando se establecería en la mayoría de las congregaciones. Sin embargo, otro
tema que repetidamente surgió en algunas iglesias bautistas fue la idoneidad de
la dirección del canto. En su diario del 9 de mayo de 1776, Isaac Backus
observó: «Hicimos una reunión en la iglesia, en la que tuvimos una
avivada discusión sobre el empleo de cualquier persona para ordenar los salmos
cantados, excepto los miembros de la iglesia». En
1813 la misma congregación de Wallingford decidió que «ninguna
persona que no sea miembro de la iglesia debe ser llamada a liderar el canto o
predicar en la iglesia». Más tarde, en 1816,
volvieron a tratar el tema, decidiendo que si hubiera personas presentes que
estuvieran calificadas para dirigir el canto, aunque no fueren miembros, podría
considerarse su participación.
Respecto al coro, aunque la mayoría de las iglesias habían rechazado su uso en todo el siglo XVII, aludiendo costumbres de funcionariado anglicano: «vicarios, corales, aparadores, organistas, cantantes, epistolarios, evangelistas y oficios similares», pasados cien años aceptaron los coros plenamente. Poco a poco se fueron introduciendo en los cultos como dirección del canto, ubicándose en el balcón o palco trasero del templo. Esta disposición invitaba a los fieles a girarse instintivamente hacia la parte trasera para seguir la melodía o para mirar curiosos lo que sucedía allá arriba, de manera que el canto se convirtió en una actividad comunitaria entretenida y de gran interés social. Realmente la aceptación del coro fue, principalmente, resultado de las escuelas de canto. Y aunque en principio surgieron serias discusiones sobre si debían ensayar dentro de las instalaciones del templo, poco a poco la práctica musical se fue normalizando siguiendo la pauta levítica.
En el siglo XIX la música y el canto ya
gozaba de gran aceptación en las iglesias bautistas del norte. Un apunte de
1797 en el diario de William Remley, pastor de la East Congregational Church de
Salem, observaba que la música vocal era excelente. Nuevamente, el 25 de mayo
de 1803 escribía que «la música vocal de esta
congregación excede con creces a cualquier otra cosa que se haya escuchado en
otro lugar». El XIX fue el siglo de los coros, que mayormente
fueron cambiando su ubicación hacia la parte delantera del templo. La iglesia
de Middle-borough en Massachusetts, determinaría que «nuestro
bretherin (sic) Solomon Fobes y Solomon Alden junior fueron elegidos para
dirigir el canto en nuestro culto público, con la ayuda que puedan obtener de
los que se puedan unir a ellos, que se sentarán en las gradas delanteras». Las
actas de la First Baptist Church de Provende, en Rhode Island, indican que ya
en 1791 se estaban «reservando asientos para quienes pudieran unirse
a la música». Dos años más tarde parece ser que surgieron
algunos problemas, por lo que el 15 de julio de ese año se nombró a John Whiple
«para atender a todas las mujeres de esta sociedad que ocupan ahora
el asiento de coristas en el templo», e instar «a quienes
han dejado el asiento a que vuelvan».
Benjamin Randall |
La introducción de coros en las iglesias bautistas del norte continuó en las primeras décadas del siglo XIX. En algunas se formaron coros para dedicaciones de nuevos templos, como en la iglesia bautista de New London, en New Hampshire, dirigiendo a la congregación con tres himnos. Lo mismo sucedió con la iglesia de Willington, en Connecticut, que ya en 1829 dedicaron su capilla con tres himnos dirigidos por un coro formado para la ocasión. Sin embargo, la oposición continuó en algunas iglesias, especialmente por razones de idoneidad de quienes debían dirigir a la congregación. La pregunta de si personas que no eran miembros de la iglesia debían dirigir la música fue una reiterativa cuestión a resolver. En New Durham, New Hampshire, Benjamin Randall (1749-1808), fundador del movimiento Free Will Baptist in the Northeast y pastor de la iglesia, señaló que «tan sólo el servicio espiritual puede agradar a Dios», y que «conociendo muy bien las reglas de la música tan sólo se puede hacer el ministerio del canto sin el espíritu, tocando solamente el oído de los hombres y no por el gran Dios que es quien escudriña el corazón». Randall concluyó diciendo: «creemos que no puede agradar a Dios que demos nuestro consentimiento para que su adoración sea dirigida por nadie más que aquéllos que son creyentes en Cristo». No obstante, su observación no parecía que iba dirigida expresamente al coro, sino a que éste estuviera formado por personas que no eran miembros de la iglesia, aunque es posible que existiera algún prejuicio contra los coros en general.
Curiosamente, las iglesias bautistas del
sur tardaron bastante más tiempo en incorporar coros al servicio cúltico. Las
iglesias bautistas de Charleston, en Carolina del Sur, y Savannah, en Georgia,
fueran las primeras de la región en tener coros, probablemente en la segunda
década del siglo XIX. En la First Baptist Church de Richmond, Virginia, la
iglesia votó para trasladar el coro a un lugar discreto del templo. La mayoría
auspició que el coro estuviera en otro enclave, aunque los opositores no
cejaron en su empeño de abortar su participación en la disposición que fuera.
No fue hasta 1859 cuando, tras otra votación, los contrarios a las voces
corales fueron derrotados contundentemente, por lo que el coro se convirtió
definitivamente en parte imprescindible del culto.
Es evidente que, históricamente, los bautistas del norte fueron más proclives a la música y al canto que los del sur. Estos, más reticentes y moralistas que los del norte, pusieron más inconvenientes a la innovación musical. En algunas iglesias incluso se llegó a impedir comprar libros de música para el coro, con votaciones realmente muy extrañas: se admitía el coro, pero no se permitían los libros de canto. Sin embargo, a mediados del siglo XIX los coros se fueron imponiendo en todas la iglesias, creando una cantera de buenos músicos y buena música que traspasaría los siglos y que sería una de las marcas distintivas de las iglesias norteamericanas.
3- INSTRUMENTOS MUSICALES PRIMITIVOS
Si los coros fueron un campo de batalla
dialectal en el tiempo hasta lograr su implantación general, los instrumentos
musicales fueron la siguiente controversia que se avecinaba. Las razones para
oponerse al canto coral era que el Nuevo Testamento no lo refrendaba y que tendían
a usurpar el canto congregacional. Pero cuando llegó el turno de los
instrumentos musicales, la excusa era que no tenían ni alma ni voz y que tenían
“intrigas mecánicas o de madera” que violaban las palabras del apóstol Pablo de
no usar lenguas desconocidas en la adoración, ya que podrían formar palabras
inteligibles.
El rechazo de los instrumentos no fue un
asunto exclusivo de los bautistas. Tanto los padres de la iglesia primitiva
como los reformadores Calvino y Zwinglio o los puritanos ingleses y peregrinos
que llegaron a América, abogaron por prohibir el uso de los instrumentos
musicales. Así que la posición de los bautistas norteamericanos era parte de
una dilatada herencia religiosa. El razonamiento evolucionado decía que los
instrumentos no se mencionaban específicamente en el Nuevo Testamento y que las
referencias en el libro del Apocalipsis se debían explicar de manera alegórica
y no real. Otro de los pretextos era que el texto de Amós 6:1-5 los
reprobaba: «Ay de los reposados de Sión y de los confiados en el
monte de Samaria (…), que gorjean al son de la flauta, e inventan instrumentos
musicales, como David». Si a todas estas
objeciones añadimos que inicialmente las iglesias bautistas habitualmente eran
pequeñas, tenían pocos recursos económicos, no tenían posibilidad de adquirir
conocimientos musicales, y que los instrumentos no eran accesibles económicamente,
tendremos una foto fija bastante aproximada de la situación.
Con que a menudo los bautistas habían sido
objeto de persecución por parte de otras comuniones que hacían uso de
instrumentos, todo ello condujo a algunos bautistas del siglo XVII y principios
del XVIII a asociarlos con la intolerancia y el fanatismo, por lo que lo más
normal era rechazarlos en el culto público. No obstante, la prohibición fue
deponiéndose poco a poco hacia el siglo XIX.
Bass Viol (Bridgeman Art Library) |
Uno de los primeros instrumentos en aparecer en la escena musical de muchas iglesias fue el diapasón y, seguidamente, la viola baja, la flauta de pico y más tarde una rudimentaria armónica de tonos. Con que el director congregacional no tenía suficiente instinto musical para acertar con la altura del himno y a veces le quedaba demasiado alto o demasiado bajo, para compensar esta dificultad algunos líderes empezaron a usar alguno de estos instrumentos de afinación para guiar el inicio del canto. The Bass Viol o la viola baja, antecesora del actual violoncelo, fue muy aceptada y utilizada durante el siglo XVIII y muy usada en las escuelas de canto. Probablemente por causa de su utilización en dichas escuelas fue que franqueó los muros y pasó con cierta celeridad a los templos para ayudar a dar el tono inicial de los salmos e himnos y, posteriormente, acompañar más disimuladamente el canto congregacional.
Pero, como ya sabemos por otras
innovaciones, la viola baja también encontró oposición interna. En algunas
congregaciones, como en la First Baptist Church de Newport, en Rhode Island, y
en la First Baptist Church de Haverhill, en 1804 y 1810 respectivamente, los
que se oponían a la renovación solían manifestar su disgusto saliendo del
templo durante el canto para regresar a tiempo para escuchar el sermón. El
asunto incluso llegó a que en 1809 un predicador invitado amonestó a la iglesia
que visitaba por «tocar y cantar con la viola baja antes de que
comenzara el servicio». En otra ocasión, un
miembro robó la viola baja para evitar que se tocara durante servicio.
Por otra parte, las campanas y sus campanarios tampoco fueron aceptados, puesto que se vinculaban a las iglesias anglicanas y católicas. Así que los bautistas las rechazaron por considerarlas superfluas y nada bíblicas. Sin embargo, cuando en el siglo XIX el coro y los instrumentos fueron tomando su lugar en el canto congregacional, poco a poco las campanas anunciadoras se fueron instalando en lo alto de algunos templos, llamando a los fieles a la adoración del servicio público.
Tanto los bautistas del norte como los del
sur experimentaron parecidas dificultades respecto a la introducción de
instrumentos. Pero en el sur la oposición tardó más tiempo en disuadirse.
Jeremiah B. Jeter, pastor de la First Baptist Church de Richmond, Virginia, de
«No soy nada favorable al uso de la música
instrumental en la adoración a Dios, ni está justificado por precepto. Por
ejemplo, bajo la nueva disposición. Sobre este punto hay poca divergencia de
opinión entre los bautistas de Virginia».
Por veredictos como éste, es probable que
la viola baja tuviera menos aceptación en el sur que en el norte. En realidad
no fue tan popular ni su penetración fue tan rápida. En la First Baptist Church
de Louisville, Kentucky, el sábado 17 de febrero de 1844 la iglesia aprobó una
resolución que prohibía toda música instrumental. Pero al siguiente lunes se
nombró un comité para investigar por qué se había usado una viola baja en un
intermedio del culto dominical. Las relaciones eclesiales empeoraron cuando el
coro renunció en masa a ejercer su ministerio como manera de protesta por la
acción fiscalizadora. Finalmente regresaron a sus puestos, suponiendo que
probablemente la viola baja habría sido aprobada en el culto público.
El siglo XIX, y especialmente su segunda
mitad, fue el tiempo de la aceptación de los instrumentos en los templos. Fue
un proceso gradual para romper con prejuicios y obsesiones. Como un paso
intermedio entre la viola baja y los instrumentos, el órgano tomó su lugar. Los
bautistas se habían opuesto durante mucho tiempo al órgano debido a su
asociación con la pompa de las catedrales y el poder del prelado. Pero con la
creciente prosperidad económica y social de los bautistas y la influencia de
otras denominaciones, los armonios y órganos acabaron instalándose en muchos
templos.
Según un eminente historiador de la época,
David Benedict, el primer órgano en una iglesia bautista en América se instaló
en el templo de Pawtucket, Rhode Island, hacia el año 1819. Pero el instrumento
se instaló de forma inusual. La iglesia había dado permiso a la Sociedad Mozart
para dar una serie de conciertos en el templo. Para la ocasión adquirieron un
pequeño órgano que se ubicó en el balcón trasero. Acabado el ciclo de
conciertos, la congregación vio con buenos ojos que el órgano se usara en los
servicios de adoración regulares.
Similares sucesos acontecieron en otras
iglesias. La First Baptist Church de Boston adquirió en 1827 el que sería el
segundo órgano de las iglesias bautistas en Norteamérica. En 1829, la First
Baptist Church de Filadelfia otorgó permiso en votación cerrada para instalar
un órgano sin costo alguno para la iglesia. De este suceso y de otros parecidos
se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los órganos fueron donados o
prestados a las iglesias por individuos. Sería lógico pensar que las objeciones
de algunos miembros podrían haber influido en esta fórmula. En muchos casos el
acordeón fue un eslabón hasta llegar a la instalación de un órgano. La
versatilidad y maniobrabilidad del instrumento también lo hizo muy popular en
acontecimientos campestres extralitúrgicos.
El paso del órgano a los instrumentos musicales
fue muy natural en algunas iglesias, aunque en otras supuso nuevas
discrepancias. No obstante, en bastantes congregaciones el proceso fue a la
inversa: primero se aceptaron los instrumentos, y cuando se vio que el órgano sonoramente
abarcaba más y en realidad suplía la función de aquéllos, se optó por él como
instrumento principal. Cuando éste obtuvo su primacía musical, poco a poco el
piano fue convirtiéndose en su aliado congregacional, creando en el futuro bellos
duetos musicales.
First Baptist Church de Savannah |
Como ya señalé anteriormente, las iglesias del sur tuvieron una iniciación más tardía en la introducción de instrumentos musicales. Los avances de las iglesias metodistas en la instalación de órganos, animó a que los bautistas tuvieran los suyos propios. En algunos casos, como los bautistas de Georgetown, en Carolina del Sur, «construyeron una iglesia elegante, diseñada para un campanario y un órgano», según escribía en su diario el obispo metodista Francis Asbury en 1804, recordando la anterior aversión de la denominación. Este detalle nos hace suponer que muy pronto algunas congregaciones fusionaron la arquitectura del templo con las campanas y la instalación del órgano, modelo que poco se fue implantando en otras muchas congregaciones. Otra referencia es la First Baptist Church de Savannah, en Giorgia, cuando a finales del verano de 1856 inauguraron su órgano con himnos y salmos. En la First Baptist Church de Augusta, también en Giorgia, ya en 1849 se habían iniciado conversaciones para la instalación de un órgano, pero en principio se aprobó una resolución que decía: «se considera conveniente prescindir del uso del órgano y de los servicios de un coro durante doce meses». Sin embargo no se señala el motivo de tal restricción. Aparentemente el supuesto problema acabó más rápidamente de lo previsto, puesto que la resolución prohibitiva se rescindió en octubre del mismo año.
Pero el maridaje entre piano y órgano en
algunos casos parece que fue a la inversa. Primero llegó el piano y después el
órgano. En la First Baptist Church de Savannah, Giorgia, según un acta de la
iglesia de 1816 parece describir que se había utilizado un piano antes de que
se instalara el órgano. Estas variables fueron diversas en muchas
congregaciones, con tiempos de aceptación y aprendizajes distintos.
Jeremiah B. Jeter |
El caso de la iglesia de Richmond fue
curioso por la contrariedad que vivió su pastor. Jeremiah B. Jeter (1802-1880), prolífico escritor y pastor ganador de almas, había afirmado categóricamente
en 1840 que los bautistas de Virgina tenían clara su posición respecto al
rechazo de los instrumentos. Pero pronto se dio cuenta de que en su propia
congregación las opiniones eran distintas y dispares. En 1844 se hizo una
moción para introducir el órgano en el culto público de forma experimental.
Jeter pronunció un enérgico sermón en contra de la música instrumental y,
consecuentemente, el grupo pro-órgano fue silenciado temporalmente. Sin
embargo, el asunto continuó provocando controversias. Y precisamente el órgano
fue la razón de que Jeter renunciara a ser pastor de la congregación. Años más
tarde, en 1849, Jeter pasó a ser pastor de la Segunda Iglesia Bautista en St.
Louis, Missouri, aunque irónicamente su destino le llevó a descubrir que su
nueva iglesia ya poseía un órgano ‘ruidoso’. Después de reflexionar, decidió no
oponerse al uso de instrumentos donde ya estaban establecidos. Pero, curiosamente,
la antigua iglesia de Jeter en Richmond, finalmente dio permiso para la
instalación de un órgano en 1861, prácticamente dos décadas después del primer
intento.
En ocasiones, el pastor o el coro parece haber sido la fuerza impulsora detrás de la adquisición de un órgano. En otras, otros grupos de iglesia promocionaron el instrumento. En una iglesia rural de Kentucky, el superintendente de la escuela dominical solicitó permiso para colocar un órgano en el templo para ser usado en las clases con sus alumnos. La solicitud fue concedida, entendiéndose que no se utilizarían los fondos de la iglesia. Sin embargo, en la Iglesia Bautista Boiling de Carolina del Sur, algunos jóvenes recolectaron dinero para comprar un órgano para la iglesia y la escuela dominical. Se votó y aprobó, y la organización femenil también se sumó a la iniciativa con el fin de recaudar los fondos necesarios para la compra del instrumento.
Aparte de las convenciones del norte y del sur, y de las occidentales, otras iglesias bautistas de menor número, como las primitivas y regulares, rechazaron el creciente arminianismo, la actividad misionera y la estructura centralizada de los bautistas de principios del siglo XIX. Asimismo la música también quedó afectada, rechazando incluso el uso de coros e instrumentos. En algunos casos, desde principios del siglo XIX hasta el último tercio del XX el costumbrismo musical se mantuvo prácticamente similar que los siglos XVII y XVIII. Los cantos mantuvieron durante bastante tiempo los lining out, y aunque se cantaban salmos de Watts, el ritmo de interpretación pausada y sin director congregacional visible fue la norma en muchas congregaciones. No obstante, el siglo XXI llegaría con cambios más sustanciales para aquellas iglesias bautistas primitivas.
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Bibliografía:
http://josepmarclaporta.com/Baptistes-musica-anglo.html
© 2022 Josep Marc Laporta
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