© 2019 Josep Marc Laporta
1-
Tipologías caracterológicas
2-
Personalidad y espiritualidad
TIPOLOGÍAS CARACTERIOLÓGICAS
Una de las particularidades
de la postcristiandad es el culto al conocimiento del individuo, de sus
posibilidades y recursos, y de cómo lograr una mayor estabilidad afectiva y emocional.
En definitiva, un mejor autoconocimiento que repercuta en su salud física,
mental y también espiritual. A diferencia de la cristiandad en que la persona parecía
quedar más desatendida en su psicología íntima y conductual, en la
postcristiandad toda ciencia psicológica y psiquiátrica gira en torno a la
estabilidad y superación integral del individuo. Si antes, pastores, sacerdotes
y clérigos eran, en realidad, los psicólogos de cabecera de unas sociedades
altamente cristianizadas mediante la supervisión pastoral, los confesionarios y
las expectativas religiosas focalizadas en el individuo, ahora aquellas
referencias se han ido diluyendo progresivamente en favor de otras referencias
como los gurús de la autoayuda o los profesionales de la psicología.
Sin embargo, la
ascendencia académica y profesional de la psicología en el ser humano es notabilísima,
incluso en el tratamiento y atención pastoral. Muchos ministros eclesiales usan
diversas técnicas psicológicas para tratar con sus feligreses, hasta el punto
de que la relación pastoral se ha convertido en una mera atención de la
personalidad y comportamientos sociopsicológicos. Y aunque de ello hablaremos
en otro capítulo, con todas las conveniencias e inconveniencias que implica, no
por ello habremos de dejar de atender una parte esencial de las confluencias psicológicas
entre carácter y espiritualidad; entre personalidad caracterológica y
personalidad espiritual.
El temperamento de cada
ser humano afecta o influye en la construcción de su espiritualidad. Cada
temperamento o personalidad caracterológica es una marca fisiológica, en gran
parte estable y hereditaria, que se convierte en el armazón donde se integran
progresivamente las experiencias personales y del medio configurando lo que
denominamos carácter. Aunque en realidad no existen dos personalidades
idénticas, en el ámbito de la investigación psicológica se han ido configurando
una serie de teorías y modelos para describir la pluralidad de manifestaciones
de la esencialidad humana. En el ámbito de la psicología hay muchas
clasificaciones sobre temperamentos. La tipología de Hipócrates, a pesar de su
antigüedad, goza todavía de gran predicamento. La categorización en melancólico, colérico, sanguíneo
y flemático
ha calado hondo en la psicología popular, con gran aceptación.
Pero uno de los modelos
más controvertidos y al mismo tiempo universalmente más aceptados es el
desarrollado por el psiquiatra y psicólogo suizo Karl Gustav Jung (1875-1961),
quien afirmó que las personas utilizamos cuatro funciones o procesos mentales
básicos denominados sensación, intuición, pensamiento y sentimiento que
dan lugar a las mismas cuatro tipologías. Cada ser humano posee las cuatro y le
son innatas, pero en grados de evolución diferente. Así que, básicamente, una
de las cuatro es la que despunta por encima de todas, aunque las restantes
también influyen o participan en menor medida. No obstante, este cuarteto –sensación, intuición, pensamiento
y sentimiento– se asocia con dos conceptos muy comunes en el ser
humano que Jung fue el primero en determinar: introversión y extraversión,
dando lugar a un total de ocho tipologías que pueden ser combinativas; es
decir, cada una de las cuatro primeras se relaciona con introversión
o con extraversión. Sin entrar en un profundo
análisis de las ocho posibilidades resultantes, sí que una rápida mirada a cada
una de las cuatro tipologías básicas –sensación, intuición, pensamiento
y sentimiento– y su relación con la introversión y la extraversión
nos permitirá obtener un zócalo caracterológico para posteriormente abundar en
la intersección con la espiritualidad.
1- La primera
tipología, el tipo sensación, tiene que ver con la interiorización de lo externo
al individuo (entorno, medio ambiente, etc.)
por la vía de los sentidos. Las personas en las que predomina este modo de
percibir la realidad tienden a centrarse en las experiencias inmediatas: son realistas,
prácticas, poseen capacidad de observación y memoria por los detalles. Suelen
ser espontáneas e impulsivas y, consecuentemente, poco dadas a la concentración
y la perseverancia, además de tendentes a la inconstancia. Cuando el tipo sensación
innatamente conecta con la introversión, el individuo suele enfocarse en los fenómenos más
subjetivos y abstractos, siendo común en personas que se dedican al arte o las
artesanías. Pero cuando el tipo sensación es extravertido tiende a la interacción con las personas en una
búsqueda del placer relacional, siendo muy abiertos a experiencias nunca antes
vividas.
2- El tipo
intuición
implica la captación de posibilidades por medio de la perspicacia y la sagacidad,
permitiéndole ir más allá de lo empírico. Las personas intuitivas buscan nuevas
formas de tratar las cuestiones, son imaginativas, creativas, orientadas al
futuro y con capacidad de abstracción. Advierten lo que se esconde detrás de lo
aparente, prevén las posibilidades y las anticipan. Son innovadoras, pioneras;
les atrae lo nuevo, lo desconocido, son idealistas pero poco realistas. Su rol
en los proyectos es más de iniciador que de continuador de los mismos. Cuando
el tipo es intuitivo-introvertido,
la personalidad tiende a ser muy soñadora, centrándose más en el futuro que en
el presente, con un manifiesto desapego de la realidad inmediata, prefiriendo
dar más espacio a la imaginación y la utopía. Sin embargo, cuando el tipo es intuitivo-extravertido,
éste se caracteriza por emprender todo tipo de proyectos y aventuras de medio o
largo plazo, con deseos de exploración y nuevos acontecimientos, planes y
empresas.
3- El tipo pensamiento
relaciona las ideas con conexiones lógicas, apoyándose en el principio de
causalidad y efecto, con una estructura vital básicamente más impersonal. Las
personas cuya orientación básica es el pensamiento desarrollan la capacidad de
análisis, objetividad, espíritu crítico, distinguiendo los hechos de las
interpretaciones. La lógica predomina sobre el sentimiento de la misma forma
como lo objetivo prima sobre lo subjetivo. Les gusta pensar, reflexionar,
buscar la verdad, disfrutando en el mundo de las ideas. Todo ello les convierte
en personas poco sensibles que no siempre captan las necesidades afectivas de los
demás. Cuando el tipo pensamiento confluye con la introversión,
se da una alta dosis de reflexión y están más centrados en elucubraciones de
carácter teórico, con perspectivas más filosóficas y modos de ver la vida. Si
el tipo pensamiento
converge con la extraversión, el individuo tiende a crear explicaciones acerca
de todas las cosas que observe a su alrededor, muchas veces intentando imponer
su manera de ver el mundo a otras personas.
4- Y, por último, el tipo sentimiento
se apoya en una comprensión de los valores personales y los del grupo, y es,
por ende, bastante subjetivo. Las personas que se mueven preferentemente por sentimientos
son sensibles, desarrollan la comprensión por los demás, la empatía, el interés
por los aspectos humanos, el deseo de armonía, el pacto y el entendimiento, la mediación,
la preservación de los valores, proporcionando calor y afecto en su entorno de
relación. Cuando el tipo sentimiento coincide con la introversión,
las personas parecen poco habladoras, aunque son empáticas y simpáticas, con
facilidad para crear vínculos afectivos, pese a que en muchos casos no sepan
cómo manifestar acertadamente sus sentimientos o les falte espontaneidad para
expresarlos. Si el tipo sentimiento es extravertido, acostumbran a ser
personas muy empáticas, con gran facilidad de conexión social, disfrutando
mucho de la compañía y las relaciones. No obstante, tienen una baja propensión
a la reflexión y al pensamiento abstracto.
Cada uno de los cuatro
tipos de personalidad tiene en la introversión y extraversión distintas
variables que presentan una amplia perspectiva de las personalidades y el
carácter del individuo. Sin embargo, no siempre se puede catalogar a las
personas estrictamente en uno de los ocho presupuestos. Es muy probable que en
algunos casos confluyan dos en un mismo individuo, e incluso tres, pero por lo
general el cuadro de Jung nos permite disponer de un aproximado apunte
psicológico, e incluso filosófico, para asimismo desvelar algunos aspectos de
la espiritualidad humana y sus connotaciones y conexiones caracterológicas.
PERSONALIDAD Y ESPIRITUALIDAD
La personalidad no es
más que la integración dinámica y funcional de los factores biológicos, psicológicos,
sociales y espirituales sobre los cuales se estructura la dimensión
esencialmente humana del homo sapiens. Es la parte formativa de nuestra manera de ser y de
manifestarnos y expresarnos al mundo. Y como otro aspecto intrínseco a la
personalidad íntima, la espiritualidad es el mundo de los valores –efímeros/humanos
o trascendentes/deificados– que nos hacen
encontrar un sentido o significado de vida que nadie nos puede ofrecer y mucho menos
imponer. A diferencia del carácter o la personalidad que básicamente nos viene
dada por diversos factores biológicos, familiares y sociales, la espiritualidad
se puede heredar en parte, pero por lo general es una experiencia de encuentro
personal e íntimo con la deidad o con la conciencia de trascendencia.
La confluencia entre
personalidad y espiritualidad, según el cuadro de Jung, ofrece una interesante
perspectiva respecto al comportamiento humano de la postcristiandad,
especialmente si atendemos a las injerencias o influencias de la misma
postcristiandad, con la gran globalización de creencias, el laicismo, el lento
desvanecimiento de la religión formal o las múltiples socializaciones. El
cristiano que se considera sincero en sus creencias, que se reúne regularmente
en una comunidad evangélica o neocatólica y es parte de un propósito
neotestamentario de Ekklesía, indudablemente vive inmerso en esa confluencia
caracterológica-espiritual que determinará su implicación y complicidad
eclesial. Sus respuestas vitales como cristiano forman una entidad
personalísima que deberá coincidir o congeniar con otras en la medida de que
sea capaz de relacionar bien, por un lado, autoconocimiento y, por otro, sometimiento
y cooperación en un proyecto comunitario.
El cuadro Jung nos servirá
de referencia para introducirnos en esa apasionante y, también, compleja tarea
de conocer las distintas formas de personalidad espiritual cristiana dentro del
cristianismo de la postcristiandad. Como todos los supuestos y teorías, es
necesario atender a la generalidad, por lo que la exposición no entra en
excesivas particularizaciones o personalizaciones.
1- Por lo general, el tipo sensación
se orienta a Dios de un modo natural y espontáneo. Cualquier detalle estético:
una puesta de sol, un paisaje, un niño o una flor le orienta hacia Dios,
dándole un sentido primero y último de vivencia cristiana. De pensamiento
sencillo, el tipo sensación vive y se acerca a Dios con el alma de un niño,
confiado. Normalmente es idealista y puede estar expuesto a ciertos altibajos en su vida emocional y espiritual. También
puede manifestar un alto sentido del deber y de la obligación, y suele ser
normativo. Tiene cierta tendencia a la inconstancia, pues la disciplina
personal y el método le representan un esfuerzo. No obstante se siente cómodo
empleando recursos espirituales como la contemplación y la oración, por lo que
es probable que sea un fiel asistente a reuniones de oración o actividades
netamente espirituales.
Si el tipo sensación
es introvertido,
es muy probable que tenga una gran predilección por aspectos subjetivos y algo abstractos
de la espiritualidad en comunidad. La música, la alabanza y la adoración en la iglesia
es una de sus experiencias más entusiastas, donde más se implica o se siente
realizado espiritualmente, aunque por lo general tiende a una privatización de
su experiencia cristiana, por lo que no parece ser muy activo en el
evangelismo. Sin embargo, en lo que se refiere a la fe compartida en comunidad,
puede ser poco expresivo, aunque muy sentido. A modo de ejemplo, a veces
pastores del tipo sensación-introversión suelen transformarse
en líderes muy extravertidos y carismáticos, ya que su introversión,
contrapesada con el liderazgo, impulsa actitudes ministeriales de gran
superación personal, muy vitales. Los creyentes de este tipo tienden a ser muy
fieles en las actividades regulares de iglesia, aunque no siempre se involucran
con suficiencia, dejando una parte importante de su espiritualidad para sí
mismos.
Si es del tipo sensación-extravertido
es muy probable que por naturaleza se convierta en líder de un grupo
ministerial. Al desear la interacción con otras personas y querer compartir su
fe de manera natural y espontánea, encuentra gran goce en relacionarse con sus
semejantes creyentes así como con los no conversos. Pero también puede que
mantenga una gran lucha interna por la santidad, la superación o el progreso
espiritual, de manera que no es muy extraño que busque en otras comunidades
respuestas a ese impulso. Consecuentemente, es un tipo de personalidad que
fácilmente puede ir de una iglesia a otra sin encontrar su definitivo lugar.
Igualmente anhelará prácticas cúlticas más centradas en la espiritualidad
espontánea y la viva consciencia de la manifestación del Espíritu Santo,
buscando experiencias nunca antes vividas.
Por las referencias
caracterológicas registradas en los evangelios, el apóstol Pedro podría ser uno
de los prototipos de sensación-extravertido. Su espontaneidad,
naturalidad y expresividad le hacen ser uno de los iconos más representativos. Como
reflejan algunos pasajes bíblicos, Pedro acostumbraba a ser el primero en
responder a las preguntas de Jesús, de manera impulsiva e intuitiva y muy
extrovertidamente: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas»
(Mateo 14:28); «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca»
(Mateo 16:22); «Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
siete?» (Mateo 18:21); «Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré»
(Mateo 26:35); «Nosotros lo
hemos dejado todo, y te hemos seguido» (Marcos 10:28); «Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y
hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías»
(Lucas 9:33); «Señor, no sólo
[has de lavar] mis pies, sino también las manos y la cabeza»
(Juan 13:9); «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti»
(Juan 13:37). Esta personalidad tan espontánea, pero al mismo
tiempo tan convencida y segura de su verdad, nos puede dar una idea de cierto
tipo de personalidad que abunda en cualquier grupo humano y, cómo no, en las comunidades
de fe.
2- El tipo intuición
acostumbra a tener una sensibilidad innata o inteligencia espiritual para las cuestiones
religiosas. Muy predispuesto a la experiencia y vivencia de la fe, se orienta
hacia símbolos y metáforas. Es más bien místico y puede tener falsos asientos
de espiritualidad, en el sentido que puede ser más platónico que bíblico. Puede
entusiasmarse con los contenidos religiosos de naturaleza más emocional (cantos
de adoración, Santa Cena, etc.), pero es poco dado a la
reflexión conceptual que puede provocar la predicación o el estudio bíblico
sistemático. Que la forma estética o lo emocional tome el lugar del fondo es su
principal riesgo. La experimentación antecede al pensar y suele contraponer la
libertad al método. Impregnado por los rasgos de la cultura postmoderna, suele
crear las condiciones ideales que facilitan la expresión emocional. En lugar
del ‘pienso, luego existo’; todo es ‘siento, luego existo’. Por lo general, sus
recursos espirituales suelen ser el silencio, la meditación, la contemplación y
la oración; no obstante, la innata impulsividad tanto puede ser una ventaja
como un inconveniente.
Cuando es del tipo intuitivo-introvertido,
la personalidad espiritual tiende a ser muy soñadora e idealista. Acostumbra a
vivir más en el futuro que en el presente y fácilmente puede desligarse del
latir cotidiano de la comunidad por una cierta tendencia a la utopía religiosa
y espiritual. Por lo general busca su realización personal por encima de la
realización espiritual del grupo. Al moverse por ‘sentir y, consecuentemente, existir’
y por su innata introversión, no tiene mucha conciencia de su lugar en el
grupo, situándose en la periferia del
proyecto común, participando con interés pero sin excesiva implicación. Su
peculiar misticismo le hace sentirse único y muy singular, aunque haga
esfuerzos por ser parte de la comunidad a la que pertenece. Religiosos españoles
como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús serían unos claros representantes del
tipo intuición-introversión.
Por su parte, el tipo intuitivo-extravertido
es muy sociable e integrado en el grupo, con gran capacidad de ponerse a
disposición del pastor y de los ministerios a emprender. Es un buen líder en
quien confiar para comenzar nuevos proyectos, aunque no siempre tiene la
suficiente disciplina, método y regularidad para conducirlos a buen puerto. No
obstante, lucha con ahínco por conseguirlo, pues habitualmente es consciente de
sus limitaciones. Su espiritualidad es muy contagiosa y, por lo general, muy
capaz de transmitir y comunicar su fe con naturalidad y empatía. Sin duda puede
ser más evangelista que administrador, aunque su versatilidad emocional y
vivencial le permite ser capaz de adaptarse a distintos ministerios eclesiales.
El discípulo amado de Jesús,
Juan, podría ser un prototipo bíblico de intuitivo-extravertido.
El apodo que junto a su hermano Santiago recibió del Maestro de ‘hijos del
trueno’ invita a pensar que eran de temperamento fogoso y enérgico, ya fuere
por herencia familiar o por características propias. En Lucas 9:51-56 el
evangelista explica que ya cercana su partida de este mundo, Jesús decide ir a
Jerusalén, pasando por una aldea samaritana en la que, al mandar emisarios para
su alojamiento, son rechazados: «Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que
mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma’».
Jesús les reprendió, diciendo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha
venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas».
El episodio de la madre de Santiago y Juan ordenando a que Jesús sentara en su
reino a sus dos hijos, uno a la derecha y el otro a la izquierda, invita a
pensar que familiarmente poseían un tipo de carácter impulsivo y expansivo, una
ambición desmedida en sus aspiraciones espirituales.
3- El tipo pensamiento se acerca a Dios con mentalidad
racional. Lo importante para esta personalidad no es tanto sentir a Dios, sino
el caudal de nuevas ideas que se le generan desde la experiencia de fe. Le
cuesta ponerse a orar o meditar, porque la oración es relación y expresión de
sentimientos, mientras su interés es saber y conocer. Como persona ordenada,
disciplinada y metódica, se orientará a una lectura y estudio sistemático de la
palabra de Dios buscando la armonía conceptual y la coherencia argumental, orientándose
hacia la teología y sus aplicaciones prácticas. También acostumbra a interceder
en favor de otras personas o situaciones en casos de injusticia o necesidad. Su
riesgo es una espiritualidad teórica. Debe esforzarse para equilibrar la
dimensión conceptual de la fe con la dimensión vivencial de la misma a fin de
alcanzar una espiritualidad más equilibrada que le permita experimentar toda la
riqueza de la vida de fe. Los recursos espirituales que suele emplear son la
compasión y la misericordia, orar con la Biblia y otros textos espirituales y
llevar un diario espiritual.
Cuando el tipo pensamiento
confluye con la introversión, la espiritualidad resultante tiene una gran dosis
de estudio y erudición. Por lo general es un estudioso de la Biblia o de cualquier
disciplina que tenga relación con la religión y posee gran capacidad de
síntesis y exposición. En comunidad suelen aportar una buena didáctica
teológica y teórica al grupo, siendo notables profesores de Escuela Dominical o
predicadores regulares. Su acostumbrada metodología y pensamiento científico la
suelen llevar a cualquier actividad eclesial, sin embargo es muy probable que
no tengan una trascendente implicación en el latir de la vida cotidiana de
iglesia, ya que prefieren su privacidad y ser requeridos o solicitados más que
ofrecerse. Por las referencias bíblicas podríamos concretar que el evangelista
Lucas es uno de los representantes de esta tipología. Médico, escritor,
estudioso, afiliado al ministerio del apóstol Pablo en distintos viajes
misioneros o lugares confluyentes, por su faceta de investigador y recopilador
de sucesos socioeclesiales y teológicos aportó a las Escrituras una gran
información que quedó documentada en su propio evangelio y en los Hechos de los
Apóstoles.
Si el tipo pensamiento
converge con la extraversión, el individuo se muestra en comunidad como un
avivador o agitador de mentes. Su gracia y apostura, tanto didáctica como
empática y simpática, le confiere un talante de líder revolucionario. Un
personaje histórico que podríamos encuadrarlo como tipo pensamiento-extraversión
es el reformador Martín Lutero. Su gran capacidad de estudio, visión contextual
desde la Palabra y habilidad de relación social podría ser un buen ejemplo del
tipo referido. Las particulares y especiales aptitudes del Reformador
encuadradas en este tipo de personalidad espiritual confluyeron de manera
excepcional en pro de una gran e histórica revolución eclesiástica. Y si bien y
como es evidente no todos los incluidos en esta tipología puedan tener la
trascendencia universal que tuvo Lutero, sí que se puede patentizar que dentro
de las comunidades cristianas de la postcristiandad muchos pastores,
predicadores o líderes de iglesias han ejercido una gran influencia en la
exposición bíblica, renovación espiritual y visión de congregaciones o familias
cristianas.
El apóstol Pablo también
podría encuadrarse perfectamente en el tipo pensamiento-extraversión.
Su buena preparación hebrea y cultural en general (Filipenses
3:5), su formación escritural y discipulado a los pies
de Gamaliel (Hechos 22:3; Gálatas 1:15-16) y
su gran extroversión y facilidad de relación y alocución (Hechos
9:28-30; 13:16, 46; 14:11; 15:36; 16:28) le facultaron para un
ministerio de apostolado único y necesario para la edificación de la Iglesia
primitiva.
4- Como último, el tipo sentimiento
siente lo sagrado de forma muy sensible. La bondad, la compasión y la misericordia
divina serán los atributos de Dios más atractivos para él. Busca la inspiración,
lo devocional, la intimidad con el Señor. Entiende la fe como una relación de
amor. Muy expuesto a la tiranía de los sentimientos, puede vivir momentos de
gran riqueza espiritual, compromiso comunitario o, por el contrario, tener
serias dudas sobre la autenticidad de su fe. En lugar de predominar la cabeza,
en él predomina el corazón. Por lo general debe aprender a depositar su
confianza en las promesas de Dios y no tanto en sus propios sentimientos. Se
siente cómodo empleando recursos espirituales como la compasión y la
misericordia, el silencio, la contemplación y la oración con la Biblia.
Cuando el tipo sentimiento
coincide con la introversión, el creyente puede aislarse muy fácilmente,
creándose un particular espacio de santidad ajeno al latir de su comunidad.
Aunque tienen facilidad de ser empáticos y crear vínculos afectivos, al no
saber cómo expresarse o manifestar su vida interior adecuadamente, muchas veces
se pueden sentir heridos, incomprendidos o sentirse recelosos, suspicaces y
desconfiados, e incluso a veces pueden llegar a ser catastrofistas. Un ejemplo
bíblico de esta tipología es Tomás, discípulo de Jesús que en algunos textos se
refleja su gran emocionalidad y retraimiento. En algunos momentos se muestra
demasiado sensible y apesadumbrado ante posibles sucesos junto a Jesús: «Vamos también nosotros, para que
muramos por él» (Juan 11:16);
en otros siente confusión e intriga «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?» (Juan
15:5); y en su última aparición en los Evangelios se
expresa bajo la tiranía de los sentimientos delatando desconfianza e
incredulidad: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar
de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré»
(Juan 20:24-29). Otro ejemplo de este temperamento es Jeremías, el profeta
sensible, cuya personalidad se manifiesta especialmente en el libro de
Lamentaciones.
Si el tipo sentimiento
es extravertido,
el creyente suele vivir su fe de manera extremadamente relacional y empática,
con expresiones y manifestaciones muy francas y abiertas. No obstante,
arrastrados por el dictado de sus sentimientos y emociones, padecen de suficiente
reflexión y pausa en el análisis bíblico y contextual, estado íntimo que con
facilidad comparten públicamente, provocando controversia y, en ciertas
ocasiones, una latente desestabilización espiritual a su alrededor. No
obstante, su tesón y perseverancia espiritual es muy bienvenida en su
comunidad, siendo muy apreciado por todos. Bernabé sería un claro ejemplo de esta
tipología. Su ministerio esforzado, entregado a la causa y con buena relación
con sus compañeros fue vital en la expansión misionera, destacando su gran
relación afectiva y ministerial con el apóstol Pablo.
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