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· Psicología de la espiritualidad (5)

(Cristianismo en la postcristiandad)


© 2019 Josep Marc Laporta

1-     Tipologías caracterológicas
2-    Personalidad y espiritualidad

TIPOLOGÍAS CARACTERIOLÓGICAS


Una de las particularidades de la postcristiandad es el culto al conocimiento del individuo, de sus posibilidades y recursos, y de cómo lograr una mayor estabilidad afectiva y emocional. En definitiva, un mejor autoconocimiento que repercuta en su salud física, mental y también espiritual. A diferencia de la cristiandad en que la persona parecía quedar más desatendida en su psicología íntima y conductual, en la postcristiandad toda ciencia psicológica y psiquiátrica gira en torno a la estabilidad y superación integral del individuo. Si antes, pastores, sacerdotes y clérigos eran, en realidad, los psicólogos de cabecera de unas sociedades altamente cristianizadas mediante la supervisión pastoral, los confesionarios y las expectativas religiosas focalizadas en el individuo, ahora aquellas referencias se han ido diluyendo progresivamente en favor de otras referencias como los gurús de la autoayuda o los profesionales de la psicología.
Sin embargo, la ascendencia académica y profesional de la psicología en el ser humano es notabilísima, incluso en el tratamiento y atención pastoral. Muchos ministros eclesiales usan diversas técnicas psicológicas para tratar con sus feligreses, hasta el punto de que la relación pastoral se ha convertido en una mera atención de la personalidad y comportamientos sociopsicológicos. Y aunque de ello hablaremos en otro capítulo, con todas las conveniencias e inconveniencias que implica, no por ello habremos de dejar de atender una parte esencial de las confluencias psicológicas entre carácter y espiritualidad; entre personalidad caracterológica y personalidad espiritual.

El temperamento de cada ser humano afecta o influye en la construcción de su espiritualidad. Cada temperamento o personalidad caracterológica es una marca fisiológica, en gran parte estable y hereditaria, que se convierte en el armazón donde se integran progresivamente las experiencias personales y del medio configurando lo que denominamos carácter. Aunque en realidad no existen dos personalidades idénticas, en el ámbito de la investigación psicológica se han ido configurando una serie de teorías y modelos para describir la pluralidad de manifestaciones de la esencialidad humana. En el ámbito de la psicología hay muchas clasificaciones sobre temperamentos. La tipología de Hipócrates, a pesar de su antigüedad, goza todavía de gran predicamento. La categorización en melancólico, colérico, sanguíneo y flemático ha calado hondo en la psicología popular, con gran aceptación.
Pero uno de los modelos más controvertidos y al mismo tiempo universalmente más aceptados es el desarrollado por el psiquiatra y psicólogo suizo Karl Gustav Jung (1875-1961), quien afirmó que las personas utilizamos cuatro funciones o procesos mentales básicos denominados sensación, intuición, pensamiento y sentimiento que dan lugar a las mismas cuatro tipologías. Cada ser humano posee las cuatro y le son innatas, pero en grados de evolución diferente. Así que, básicamente, una de las cuatro es la que despunta por encima de todas, aunque las restantes también influyen o participan en menor medida. No obstante, este cuarteto sensación, intuición, pensamiento y sentimiento se asocia con dos conceptos muy comunes en el ser humano que Jung fue el primero en determinar: introversión y extraversión, dando lugar a un total de ocho tipologías que pueden ser combinativas; es decir, cada una de las cuatro primeras se relaciona con introversión o con extraversión. Sin entrar en un profundo análisis de las ocho posibilidades resultantes, sí que una rápida mirada a cada una de las cuatro tipologías básicas sensación, intuición, pensamiento y sentimiento y su relación con la introversión y la extraversión nos permitirá obtener un zócalo caracterológico para posteriormente abundar en la intersección con la espiritualidad.

1- La primera tipología, el tipo sensación, tiene que ver con la interiorización de lo externo al individuo (entorno, medio ambiente, etc.) por la vía de los sentidos. Las personas en las que predomina este modo de percibir la realidad tienden a centrarse en las experiencias inmediatas: son realistas, prácticas, poseen capacidad de observación y memoria por los detalles. Suelen ser espontáneas e impulsivas y, consecuentemente, poco dadas a la concentración y la perseverancia, además de tendentes a la inconstancia. Cuando el tipo sensación innatamente conecta con la introversión, el individuo suele enfocarse en los fenómenos más subjetivos y abstractos, siendo común en personas que se dedican al arte o las artesanías. Pero cuando el tipo sensación es extravertido tiende a la interacción con las personas en una búsqueda del placer relacional, siendo muy abiertos a experiencias nunca antes vividas.

2- El tipo intuición implica la captación de posibilidades por medio de la perspicacia y la sagacidad, permitiéndole ir más allá de lo empírico. Las personas intuitivas buscan nuevas formas de tratar las cuestiones, son imaginativas, creativas, orientadas al futuro y con capacidad de abstracción. Advierten lo que se esconde detrás de lo aparente, prevén las posibilidades y las anticipan. Son innovadoras, pioneras; les atrae lo nuevo, lo desconocido, son idealistas pero poco realistas. Su rol en los proyectos es más de iniciador que de continuador de los mismos. Cuando el tipo es intuitivo-introvertido, la personalidad tiende a ser muy soñadora, centrándose más en el futuro que en el presente, con un manifiesto desapego de la realidad inmediata, prefiriendo dar más espacio a la imaginación y la utopía. Sin embargo, cuando el tipo es intuitivo-extravertido, éste se caracteriza por emprender todo tipo de proyectos y aventuras de medio o largo plazo, con deseos de exploración y nuevos acontecimientos, planes y empresas.

3- El tipo pensamiento relaciona las ideas con conexiones lógicas, apoyándose en el principio de causalidad y efecto, con una estructura vital básicamente más impersonal. Las personas cuya orientación básica es el pensamiento desarrollan la capacidad de análisis, objetividad, espíritu crítico, distinguiendo los hechos de las interpretaciones. La lógica predomina sobre el sentimiento de la misma forma como lo objetivo prima sobre lo subjetivo. Les gusta pensar, reflexionar, buscar la verdad, disfrutando en el mundo de las ideas. Todo ello les convierte en personas poco sensibles que no siempre captan las necesidades afectivas de los demás. Cuando el tipo pensamiento confluye con la introversión, se da una alta dosis de reflexión y están más centrados en elucubraciones de carácter teórico, con perspectivas más filosóficas y modos de ver la vida. Si el tipo pensamiento converge con la extraversión, el individuo tiende a crear explicaciones acerca de todas las cosas que observe a su alrededor, muchas veces intentando imponer su manera de ver el mundo a otras personas.

4- Y, por último, el tipo sentimiento se apoya en una comprensión de los valores personales y los del grupo, y es, por ende, bastante subjetivo. Las personas que se mueven preferentemente por sentimientos son sensibles, desarrollan la comprensión por los demás, la empatía, el interés por los aspectos humanos, el deseo de armonía, el pacto y el entendimiento, la mediación, la preservación de los valores, proporcionando calor y afecto en su entorno de relación. Cuando el tipo sentimiento coincide con la introversión, las personas parecen poco habladoras, aunque son empáticas y simpáticas, con facilidad para crear vínculos afectivos, pese a que en muchos casos no sepan cómo manifestar acertadamente sus sentimientos o les falte espontaneidad para expresarlos. Si el tipo sentimiento es extravertido, acostumbran a ser personas muy empáticas, con gran facilidad de conexión social, disfrutando mucho de la compañía y las relaciones. No obstante, tienen una baja propensión a la reflexión y al pensamiento abstracto.

Cada uno de los cuatro tipos de personalidad tiene en la introversión y extraversión distintas variables que presentan una amplia perspectiva de las personalidades y el carácter del individuo. Sin embargo, no siempre se puede catalogar a las personas estrictamente en uno de los ocho presupuestos. Es muy probable que en algunos casos confluyan dos en un mismo individuo, e incluso tres, pero por lo general el cuadro de Jung nos permite disponer de un aproximado apunte psicológico, e incluso filosófico, para asimismo desvelar algunos aspectos de la espiritualidad humana y sus connotaciones y conexiones caracterológicas.

PERSONALIDAD Y ESPIRITUALIDAD


La personalidad no es más que la integración dinámica y funcional de los factores biológicos, psicológicos, sociales y espirituales sobre los cuales se estructura la dimensión esencialmente humana del homo sapiens. Es la parte formativa de nuestra manera de ser y de manifestarnos y expresarnos al mundo. Y como otro aspecto intrínseco a la personalidad íntima, la espiritualidad es el mundo de los valores efímeros/humanos o trascendentes/deificados que nos hacen encontrar un sentido o significado de vida que nadie nos puede ofrecer y mucho menos imponer. A diferencia del carácter o la personalidad que básicamente nos viene dada por diversos factores biológicos, familiares y sociales, la espiritualidad se puede heredar en parte, pero por lo general es una experiencia de encuentro personal e íntimo con la deidad o con la conciencia de trascendencia.
La confluencia entre personalidad y espiritualidad, según el cuadro de Jung, ofrece una interesante perspectiva respecto al comportamiento humano de la postcristiandad, especialmente si atendemos a las injerencias o influencias de la misma postcristiandad, con la gran globalización de creencias, el laicismo, el lento desvanecimiento de la religión formal o las múltiples socializaciones. El cristiano que se considera sincero en sus creencias, que se reúne regularmente en una comunidad evangélica o neocatólica y es parte de un propósito neotestamentario de Ekklesía, indudablemente vive inmerso en esa confluencia caracterológica-espiritual que determinará su implicación y complicidad eclesial. Sus respuestas vitales como cristiano forman una entidad personalísima que deberá coincidir o congeniar con otras en la medida de que sea capaz de relacionar bien, por un lado, autoconocimiento y, por otro, sometimiento y cooperación en un proyecto comunitario.
El cuadro Jung nos servirá de referencia para introducirnos en esa apasionante y, también, compleja tarea de conocer las distintas formas de personalidad espiritual cristiana dentro del cristianismo de la postcristiandad. Como todos los supuestos y teorías, es necesario atender a la generalidad, por lo que la exposición no entra en excesivas particularizaciones o personalizaciones.

1- Por lo general, el tipo sensación se orienta a Dios de un modo natural y espontáneo. Cualquier detalle estético: una puesta de sol, un paisaje, un niño o una flor le orienta hacia Dios, dándole un sentido primero y último de vivencia cristiana. De pensamiento sencillo, el tipo sensación vive y se acerca a Dios con el alma de un niño, confiado. Normalmente es idealista y puede estar expuesto a ciertos  altibajos en su vida emocional y espiritual. También puede manifestar un alto sentido del deber y de la obligación, y suele ser normativo. Tiene cierta tendencia a la inconstancia, pues la disciplina personal y el método le representan un esfuerzo. No obstante se siente cómodo empleando recursos espirituales como la contemplación y la oración, por lo que es probable que sea un fiel asistente a reuniones de oración o actividades netamente espirituales.
Si el tipo sensación es introvertido, es muy probable que tenga una gran predilección por aspectos subjetivos y algo abstractos de la espiritualidad en comunidad. La música, la alabanza y la adoración en la iglesia es una de sus experiencias más entusiastas, donde más se implica o se siente realizado espiritualmente, aunque por lo general tiende a una privatización de su experiencia cristiana, por lo que no parece ser muy activo en el evangelismo. Sin embargo, en lo que se refiere a la fe compartida en comunidad, puede ser poco expresivo, aunque muy sentido. A modo de ejemplo, a veces pastores del tipo sensación-introversión suelen transformarse en líderes muy extravertidos y carismáticos, ya que su introversión, contrapesada con el liderazgo, impulsa actitudes ministeriales de gran superación personal, muy vitales. Los creyentes de este tipo tienden a ser muy fieles en las actividades regulares de iglesia, aunque no siempre se involucran con suficiencia, dejando una parte importante de su espiritualidad para sí mismos.
Si es del tipo sensación-extravertido es muy probable que por naturaleza se convierta en líder de un grupo ministerial. Al desear la interacción con otras personas y querer compartir su fe de manera natural y espontánea, encuentra gran goce en relacionarse con sus semejantes creyentes así como con los no conversos. Pero también puede que mantenga una gran lucha interna por la santidad, la superación o el progreso espiritual, de manera que no es muy extraño que busque en otras comunidades respuestas a ese impulso. Consecuentemente, es un tipo de personalidad que fácilmente puede ir de una iglesia a otra sin encontrar su definitivo lugar. Igualmente anhelará prácticas cúlticas más centradas en la espiritualidad espontánea y la viva consciencia de la manifestación del Espíritu Santo, buscando experiencias nunca antes vividas.
Por las referencias caracterológicas registradas en los evangelios, el apóstol Pedro podría ser uno de los prototipos de sensación-extravertido. Su espontaneidad, naturalidad y expresividad le hacen ser uno de los iconos más representativos. Como reflejan algunos pasajes bíblicos, Pedro acostumbraba a ser el primero en responder a las preguntas de Jesús, de manera impulsiva e intuitiva y muy extrovertidamente: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas» (Mateo 14:28); «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca» (Mateo 16:22); «Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?» (Mateo 18:21); «Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré» (Mateo 26:35); «Nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido» (Marcos 10:28); «Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías» (Lucas 9:33); «Señor, no sólo [has de lavar] mis pies, sino también las manos y la cabeza» (Juan 13:9); «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti» (Juan 13:37). Esta personalidad tan espontánea, pero al mismo tiempo tan convencida y segura de su verdad, nos puede dar una idea de cierto tipo de personalidad que abunda en cualquier grupo humano y, cómo no, en las comunidades de fe.

2- El tipo intuición acostumbra a tener una sensibilidad innata o inteligencia espiritual para las cuestiones religiosas. Muy predispuesto a la experiencia y vivencia de la fe, se orienta hacia símbolos y metáforas. Es más bien místico y puede tener falsos asientos de espiritualidad, en el sentido que puede ser más platónico que bíblico. Puede entusiasmarse con los contenidos religiosos de naturaleza más emocional (cantos de adoración, Santa Cena, etc.), pero es poco dado a la reflexión conceptual que puede provocar la predicación o el estudio bíblico sistemático. Que la forma estética o lo emocional tome el lugar del fondo es su principal riesgo. La experimentación antecede al pensar y suele contraponer la libertad al método. Impregnado por los rasgos de la cultura postmoderna, suele crear las condiciones ideales que facilitan la expresión emocional. En lugar del ‘pienso, luego existo’; todo es ‘siento, luego existo’. Por lo general, sus recursos espirituales suelen ser el silencio, la meditación, la contemplación y la oración; no obstante, la innata impulsividad tanto puede ser una ventaja como un inconveniente.
Cuando es del tipo intuitivo-introvertido, la personalidad espiritual tiende a ser muy soñadora e idealista. Acostumbra a vivir más en el futuro que en el presente y fácilmente puede desligarse del latir cotidiano de la comunidad por una cierta tendencia a la utopía religiosa y espiritual. Por lo general busca su realización personal por encima de la realización espiritual del grupo. Al moverse por ‘sentir y, consecuentemente, existir’ y por su innata introversión, no tiene mucha conciencia de su lugar en el grupo, situándose en la  periferia del proyecto común, participando con interés pero sin excesiva implicación. Su peculiar misticismo le hace sentirse único y muy singular, aunque haga esfuerzos por ser parte de la comunidad a la que pertenece. Religiosos españoles como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús serían unos claros representantes del tipo intuición-introversión.
Por su parte, el tipo intuitivo-extravertido es muy sociable e integrado en el grupo, con gran capacidad de ponerse a disposición del pastor y de los ministerios a emprender. Es un buen líder en quien confiar para comenzar nuevos proyectos, aunque no siempre tiene la suficiente disciplina, método y regularidad para conducirlos a buen puerto. No obstante, lucha con ahínco por conseguirlo, pues habitualmente es consciente de sus limitaciones. Su espiritualidad es muy contagiosa y, por lo general, muy capaz de transmitir y comunicar su fe con naturalidad y empatía. Sin duda puede ser más evangelista que administrador, aunque su versatilidad emocional y vivencial le permite ser capaz de adaptarse a distintos ministerios eclesiales.
El discípulo amado de Jesús, Juan, podría ser un prototipo bíblico de intuitivo-extravertido. El apodo que junto a su hermano Santiago recibió del Maestro de ‘hijos del trueno’ invita a pensar que eran de temperamento fogoso y enérgico, ya fuere por herencia familiar o por características propias. En Lucas 9:51-56 el evangelista explica que ya cercana su partida de este mundo, Jesús decide ir a Jerusalén, pasando por una aldea samaritana en la que, al mandar emisarios para su alojamiento, son rechazados: «Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma’». Jesús les reprendió, diciendo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas». El episodio de la madre de Santiago y Juan ordenando a que Jesús sentara en su reino a sus dos hijos, uno a la derecha y el otro a la izquierda, invita a pensar que familiarmente poseían un tipo de carácter impulsivo y expansivo, una ambición desmedida en sus aspiraciones espirituales.

3- El tipo pensamiento se acerca a Dios con mentalidad racional. Lo importante para esta personalidad no es tanto sentir a Dios, sino el caudal de nuevas ideas que se le generan desde la experiencia de fe. Le cuesta ponerse a orar o meditar, porque la oración es relación y expresión de sentimientos, mientras su interés es saber y conocer. Como persona ordenada, disciplinada y metódica, se orientará a una lectura y estudio sistemático de la palabra de Dios buscando la armonía conceptual y la coherencia argumental, orientándose hacia la teología y sus aplicaciones prácticas. También acostumbra a interceder en favor de otras personas o situaciones en casos de injusticia o necesidad. Su riesgo es una espiritualidad teórica. Debe esforzarse para equilibrar la dimensión conceptual de la fe con la dimensión vivencial de la misma a fin de alcanzar una espiritualidad más equilibrada que le permita experimentar toda la riqueza de la vida de fe. Los recursos espirituales que suele emplear son la compasión y la misericordia, orar con la Biblia y otros textos espirituales y llevar un diario espiritual.
Cuando el tipo pensamiento confluye con la introversión, la espiritualidad resultante tiene una gran dosis de estudio y erudición. Por lo general es un estudioso de la Biblia o de cualquier disciplina que tenga relación con la religión y posee gran capacidad de síntesis y exposición. En comunidad suelen aportar una buena didáctica teológica y teórica al grupo, siendo notables profesores de Escuela Dominical o predicadores regulares. Su acostumbrada metodología y pensamiento científico la suelen llevar a cualquier actividad eclesial, sin embargo es muy probable que no tengan una trascendente implicación en el latir de la vida cotidiana de iglesia, ya que prefieren su privacidad y ser requeridos o solicitados más que ofrecerse. Por las referencias bíblicas podríamos concretar que el evangelista Lucas es uno de los representantes de esta tipología. Médico, escritor, estudioso, afiliado al ministerio del apóstol Pablo en distintos viajes misioneros o lugares confluyentes, por su faceta de investigador y recopilador de sucesos socioeclesiales y teológicos aportó a las Escrituras una gran información que quedó documentada en su propio evangelio y en los Hechos de los Apóstoles.
Si el tipo pensamiento converge con la extraversión, el individuo se muestra en comunidad como un avivador o agitador de mentes. Su gracia y apostura, tanto didáctica como empática y simpática, le confiere un talante de líder revolucionario. Un personaje histórico que podríamos encuadrarlo como tipo pensamiento-extraversión es el reformador Martín Lutero. Su gran capacidad de estudio, visión contextual desde la Palabra y habilidad de relación social podría ser un buen ejemplo del tipo referido. Las particulares y especiales aptitudes del Reformador encuadradas en este tipo de personalidad espiritual confluyeron de manera excepcional en pro de una gran e histórica revolución eclesiástica. Y si bien y como es evidente no todos los incluidos en esta tipología puedan tener la trascendencia universal que tuvo Lutero, sí que se puede patentizar que dentro de las comunidades cristianas de la postcristiandad muchos pastores, predicadores o líderes de iglesias han ejercido una gran influencia en la exposición bíblica, renovación espiritual y visión de congregaciones o familias cristianas.
El apóstol Pablo también podría encuadrarse perfectamente en el tipo pensamiento-extraversión. Su buena preparación hebrea y cultural en general (Filipenses 3:5), su formación escritural y discipulado a los pies de Gamaliel (Hechos 22:3; Gálatas 1:15-16) y su gran extroversión y facilidad de relación y alocución (Hechos 9:28-30; 13:16, 46; 14:11; 15:36; 16:28) le facultaron para un ministerio de apostolado único y necesario para la edificación de la Iglesia primitiva.

4- Como último, el tipo sentimiento siente lo sagrado de forma muy sensible. La bondad, la compasión y la misericordia divina serán los atributos de Dios más atractivos para él. Busca la inspiración, lo devocional, la intimidad con el Señor. Entiende la fe como una relación de amor. Muy expuesto a la tiranía de los sentimientos, puede vivir momentos de gran riqueza espiritual, compromiso comunitario o, por el contrario, tener serias dudas sobre la autenticidad de su fe. En lugar de predominar la cabeza, en él predomina el corazón. Por lo general debe aprender a depositar su confianza en las promesas de Dios y no tanto en sus propios sentimientos. Se siente cómodo empleando recursos espirituales como la compasión y la misericordia, el silencio, la contemplación y la oración con la Biblia.
Cuando el tipo sentimiento coincide con la introversión, el creyente puede aislarse muy fácilmente, creándose un particular espacio de santidad ajeno al latir de su comunidad. Aunque tienen facilidad de ser empáticos y crear vínculos afectivos, al no saber cómo expresarse o manifestar su vida interior adecuadamente, muchas veces se pueden sentir heridos, incomprendidos o sentirse recelosos, suspicaces y desconfiados, e incluso a veces pueden llegar a ser catastrofistas. Un ejemplo bíblico de esta tipología es Tomás, discípulo de Jesús que en algunos textos se refleja su gran emocionalidad y retraimiento. En algunos momentos se muestra demasiado sensible y apesadumbrado ante posibles sucesos junto a Jesús: «Vamos también nosotros, para que muramos por él» (Juan 11:16); en otros siente confusión e intriga «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?» (Juan 15:5); y en su última aparición en los Evangelios se expresa bajo la tiranía de los sentimientos delatando desconfianza e incredulidad: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré» (Juan 20:24-29). Otro ejemplo de este temperamento es Jeremías, el profeta sensible, cuya personalidad se manifiesta especialmente en el libro de Lamentaciones.
Si el tipo sentimiento es extravertido, el creyente suele vivir su fe de manera extremadamente relacional y empática, con expresiones y manifestaciones muy francas y abiertas. No obstante, arrastrados por el dictado de sus sentimientos y emociones, padecen de suficiente reflexión y pausa en el análisis bíblico y contextual, estado íntimo que con facilidad comparten públicamente, provocando controversia y, en ciertas ocasiones, una latente desestabilización espiritual a su alrededor. No obstante, su tesón y perseverancia espiritual es muy bienvenida en su comunidad, siendo muy apreciado por todos. Bernabé sería un claro ejemplo de esta tipología. Su ministerio esforzado, entregado a la causa y con buena relación con sus compañeros fue vital en la expansión misionera, destacando su gran relación afectiva y ministerial con el apóstol Pablo.





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