© 2015 Josep Marc Laporta
Toda
experiencia espiritual es una experiencia psicológica. Esta afirmación, que en
primera lectura podría parecer osada, es el ineludible punto de partida para
comprender que la espiritualidad humana existe porque precisamente hay un
soporte psicológico que la cobija. Si no hubiera una mente capaz de abarcar la
profundidad de las emociones, las sensaciones o los sentimientos, no existiría
espiritualidad. Es en la psique donde se conciben, forman y moldean todas las
insinuaciones, imaginaciones y realidades.
Estamos
ante un ente espiritual, a veces muy intangible para el análisis científico,
pero muy real en la expresión personal, que incluye aspectos morales, sociales
o culturales. En sí, la espiritualidad es el resumen psicológico de nuestras
creencias, valores, virtudes, deseos éticos o certidumbres de toda índole,
desde lo más terrenal hasta lo más trascendente. Es por ello que la forma de comunicar
y percibir la espiritualidad es a través de elementos de comprensión y
decodificación humana. La música, la alegría, la tristeza, la risa, el arte, lo
bello, lo evocador, la devoción, la religiosidad, el amor, el fervor, la
confianza, la amistad, la delectación o la sensibilidad son interpretaciones
del intelecto que dan contenido a aquello que no se puede expresar de otra
manera. Consecuentemente, la mente, con sus representaciones psicológicas o
psicoesquemáticas, puede tomar el control de la espiritualidad hasta el punto
de dar rienda suelta a sus evocaciones, generando nuevos y dispares estados de
conciencia.
EL
TEMPERAMENTO Y SUS INFLUENCIAS – Parafraseando a Ortega y Gasset[1]
podemos afirmar que «la espiritualidad es yo y mis circunstancias»[2].
El concepto que nos concierne y que muchas veces pretende pasar desapercibido
es que la espiritualidad es un ente tan elevado y supremo que no puede ser
considerada ni calificada en parámetros psicológicos. Sin embargo, como sugiere
la ilustración de Ortega y Gasset, la espiritualidad es, realmente, un asunto
de cómo somos y cómo actuamos en medio de las circunstancias, tanto terrenas como
trascendentes. Por tanto, la espiritualidad tiene que ver prioritariamente con
nuestro análisis psíquico respecto a las realidades humanas y cómo ordenamos
las prioridades que nos atañen y rodean.
El
temperamento es la dimensión más constitutiva o genética del carácter. Un texto
especializado del glosario de Freedman y Kaplan[3]
define el temperamento como «la predisposición intrínseca, constitucional a
reaccionar de determinada manera ante diferentes estímulos». Entre las
tipologías del temperamento, la del psiquiatra suizo Karl Gustav Jung[4]
aporta un esquema enriquecedor sobre la mente humana, muy útil para el análisis
que nos ocupa. Jung divide las personas en dos grupos principales: aquellos
cuya actitud general, interés y energía están dirigidos hacia fuera, los extrovertidos;
y el grupo cuyas actitudes generales están especialmente dirigidas hacia
dentro, los introvertidos. Estas actitudes no dependen explícitamente de
las influencias sociales o de la educación sino más bien de formas espontáneas
y automáticas de reacción. Pero Jung también clasifica el temperamento según la
función psíquica predominante, como un modo de adaptarse al mundo exterior y a
sí mismo en cuatro aspectos principales: el pensamiento, el sentimiento,
la sensación y la intuición.
Cada ser
humano posee una de las cuatro tendencias temperamentales, aunque en distintos
grados de evolución y manifestación. Por lo general, una de ellas está más
desarrollada que las otras: la función principal, reaccionando con mayor
espontaneidad. La segunda sirve de función auxiliar; mientras que la tercera y
la cuarta tienen bastante menos incidencia. Según Jung, gran parte de los
trastornos psíquicos provienen del desequilibrio entre estas cuatro funciones,
en la medida que una de ellas se desarrolla exageradamente en detrimento de las
otras.
PENSAMIENTO,
SENTIMIENTO, SENSACIÓN E INTUICIÓN – La personalidad se manifiesta desde la extroversión
y la introversión en estas cuatro tendencias del temperamento: pensamiento, sentimiento, sensación e intuición.
El tipo pensamiento
suele ser más racional, busca la lógica y lo objetivo sobre lo subjetivo. Los
principios acostumbran a estar por encima de las emociones, mientras que el
sentimiento es la parcela menos desarrollada. Es amante de los libros y la
lectura, disfrutando plenamente del mundo de las ideas. Clasifica, analiza y
discurre los temas que le preocupan, contrariamente a la atención que da a las
cuestiones que atañen a los sentimientos y las emociones espontáneas. Todo ello
le puede convertir en una persona poco sensible, causándole algunos problemas
en sus relaciones personales. Para él la espiritualidad es un proceso más
pensante que emocional. Se acerca a la divinidad con mentalidad racional y es
muy posible que no alcance una gran profundidad de relación, dada su mente
analítica, lo que le podría alejar de la fe o al menos de una fe vívida y
sentida en primera persona.
El tipo sentimiento
se aproxima a la realidad desde la conjetura emocional. Su pregunta típica es
¿amo o no amo?, ¿me gusta o no me gusta? La preocupación por lo cierto o no
cierto, por la definición o por la realidad contrastada queda supeditada a la
emoción. Es propio de artistas, poetas, músicos o de seres muy abiertos al
descubrimiento del ser humano en su esplendidez integral. Parece ser y
mostrarse más espiritual, con una capacidad de relación afectiva, íntima y
cálida. Para ellos, la espiritualidad es una emoción que hay que compartir y vivir
en plenitud. Se acercan más al subjetivismo que a la objetividad, por lo que
tienden a resumir su experiencia religiosa en ‘¿siento a Dios cerca o lo siento
lejos?’, ‘si lo noto lejos, mi fe no funciona’ o ‘si no me siento bien con
Dios, me siento culpable’. El análisis del tipo sentimiento sitúa la
espiritualidad como una actitud más que un acto, como un asunto integral del
ser humano más que una deducción racional; al contrario del tipo pensamiento.
El tipo intuición
ve más allá de las posibilidades de una persona y aprecia cosas y situaciones que
van más lejos de lo aparentemente visible. Ve lo que hay detrás, lo que se
esconde, prevé posibilidades y se anticipa. Dicho de un modo escueto y claro:
es un visionario. También es bastante innovador, pionero, emprendedor,
orientándose hacia el futuro. En lo espiritual, el tipo intuición parece
el más dotado para percibir lo religioso. En realidad se le podría definir como
el religioso por naturaleza, ya que posee una capacidad innata para las cosas
espirituales. De su natural subjetividad le atrae lo eterno, lo trascendental,
por lo que muchas veces se le encuentra metido en una constante búsqueda de lo
trascendente que le lleva a probar o experimentar distintas religiones o, en un
espectro más reducido, distintas espiritualidades y formas de culto dentro de
una misma confesión. Acostumbra a ser abstracto, idealista, imaginativo y
subjetivo, lo que le puede proveer de facultades místicas, extáticas y
contemplativas. En el caso de ser introvertido tiene tendencia a la
iluminación, o dicho en otros términos menos concluyentes, a las uniones
místicas e inspiraciones de carácter simbólico.
El tipo sensación
es percepción pura. Su función psíquica lo sitúa en el grupo de los que todo lo
perciben: las formas, los colores, los detalles o las particularidades. Son
espontáneos, transparentes y sinceros, llegando en ocasiones a la ingenuidad. Por
su gran dependencia al ambiente sufren altibajos con frecuencia. Aunque simulan
ser de carácter firme, se muestran cambiantes e inestables, especialmente
cuando les sobreviene alguna contrariedad, pero son capaces de superarla pese a
que sus bruscos cambios de humor pudieran llevarle a un descontrol. Sin
embargo, son hábiles en superar enfados y encontrar lo positivo en medio de la
adversidad. En referencia a lo espiritual, tienden a acercarse a la divinidad
con alma de niño, espontáneamente, pero con falta de aplicación y mínimo rigor
dada su mente hiperactiva y acelerada, y su espíritu directo e ingenuo.[5]
FONDO PSÍQUICO
DEL ILUMINADO RELIGIOSO – Pese a que no existe un prototipo definitivo de
iluminado religioso, el tipo intuición, como función principal, y sentimiento,
como secundaria, es el que mejor concuerda con las características psicológicas
analizadas (el inverso –sentimiento e
intuición– también se significa;
mientras que el tipo intuición de
primario y pensamiento de secundario, y
viceversa, igualmente aparece en los estudios, aunque en menor medida).
Las dos
funciones psíquicas predominantes mencionadas al principio de este apartado han
quedado constatadas extensamente en diversas investigaciones sobre distintos iluminados
espirituales, además de una introversión bastante acentuada.[6]
Es interesante observar cómo en muchos casos la dualidad de grupo se manifiesta
claramente, hasta el punto de que el iluminado es ambivalentemente introvertido
y extrovertido. Introvertido de origen y extrovertido
funcional.
La
introversión es característica común en los místicos y religiosos
contemplativos. Sin embargo, los iluminados espirituales del postmodernismo
acostumbran a desarrollar la novedosa habilidad de mostrarse notablemente extravertidos.
Interiormente son introvertidos, pero exteriormente en público, se muestran
abiertos, francos, afectuosos, expresivos, muy sociables y comunicativos. Esta curiosa
contradicción se advierte como una consecuencia de la globalidad expansiva, con
los gigantescos avances de la información, la tecnología, el transporte y las
comunicaciones. Para mostrar o alcanzar un misticismo verosímil en un mundo competitivo
y global, intercomunicado e interrelacionado, el iluminado contrapesa su
introversión natural con un decidido atrevimiento expresivo y comunicativo,
mostrándose atrayente, seductor y sugestivo. Este atractivo adicional, postizo
o aprehendido y, por lo general, teatralizado o fingido, acostumbra a atraer y
magnetizar a fieles que ven en él un ser único y especial.
La mezcla
entre el grado de sociabilidad y la función psíquica predominante, establece en
el iluminado una capacidad excepcional de interpretación de la realidad. La
introspección, muchas veces condicionada por otra variante temperamental como
la timidez, hace del sujeto un particular y oscuro intérprete de lo que sucede,
tanto de su mundo interno como del externo. La natural facultad de interiorizar
y procesar conceptos, impresiones, ideas, datos y creencias le otorga un pósito
de experiencia vital que le conduce a una personal y unívoca interpretación de
la realidad. En principio, la interiorización se presenta muy reveladora para
el iluminado; en segunda instancia, se pueden dar estados de neurosis obsesivas
que catalizarán determinantemente su espiritualidad.
LIBERACIÓN
PSICOLÓGICA DE LA INCERTIDUMBRE; Y CERTIDUMBRE – Por su predisposición temperamental
e introspección, el iluminado religioso tiende a una superlativa representación
psíquica de su convicción trascendente o espiritual. Es propenso a la
liberación psicológica de la incertidumbre, inseguridades existenciales y
temores, incitándose a estados de certitud en un procedimiento de confort
psicológico y seguridad vital, a veces con dispersiones místicas. Habitualmente
siente que su fe es un absoluto que todo lo abarca y todo lo alcanza, de manera
que su vida, actitudes y actividades participan o coadyuvan intensamente en lo
que cree. El equilibrio entre incertidumbre y certidumbre lo resuelve con un
progresivo proceso de liberación psicológica, convirtiendo en radical verdad
todo lo que se postulaba como irresoluble, duda o incierto, o se presentaba
como vacío existencial. La rotunda negación de la duda es uno de los mecanismos
psicológicos de control de la incertidumbre, amortiguando su influencia y
provocando estados de artificiosa seguridad.[7]
En algunos casos y con bastante facilidad puede llegar a mezclar o combinar
actividades muy cotidianas y terrenales con su creencia, otorgándoles
trascendencias espirituales. Bajo esta cohesión uniespiritual puede suceder que
vincule relaciones sexuales con procesos místicos, o usuales tareas cotidianas con
estados supraespirituales y prácticas iniciáticas. La necesidad de situarse
sobre la cotidianeidad y elevarse por encima de la realidad material, significa
para el iluminado un estado supremo de bienestar: una imperiosa necesidad de
aislamiento ante una existencia incomprensible.
NEGACIÓN DE
LA REALIDAD E INCOMPRENSIBILIDAD EXISTENCIAL HUMANA – La incompresibilidad
existencial humana es, por regla general, el punto de partida de los iluminados
religiosos. La negación de una realidad terrenal que, a sus ojos, se manifiesta
inexplicable, insatisfactoria o mundana es el antecedente común de este tipo de
introversión espiritual. Dicha incomprensión no parece poder ser resuelta
mediante procesos de asimilación, conformidad o aceptación, como sucedería en
una mente armonizada, sino que lo esquiva o lo rehúsa con un mecanismo huidizo,
exaltando aquello que es intangible o inmaterial como antídoto de la
incomprensibilidad humana. El inconformismo permanente frente a una sociedad
que no les representa o compensa como creen o necesitan, y una profunda e
irresoluble incertidumbre respecto al finito viaje humano son condicionantes
que le encaminan hacia una profunda introspección de liberación espiritual y,
por ende, psicológica. El camino escapatorio de esa incomprensibilidad pasa por
una interiorización mística, iluminando la mente mediante la meditación o el
desarrollo de capacidades psicológicas como la percepción sensorial, algunas
formas de hipnosis o iniciaciones telepáticas. Es por ello y por la base de su
tendencia temperamental primaria, que muchos iluminados religiosos son grandes
intuitivos que desarrollan un fuerte instinto empático con sus semejantes que
les reporta influencia y autoridad.
FACULTADES
PSICOLÓGICAS DE CAMPO – El poder psíquico que el iluminado adquiere y ejercita le
provee de posibilidades psicológicas como la clarividencia, la clariaudiencia,
la invención, el misticismo, formas iniciáticas de telepatía o incluso la
adivinación. El iluminado religioso se manifiesta, en primera instancia, muy
sociable y también puede ser un excelente conversador, locuaz y comunicativo.
La introspección psíquica le otorga grandes capacidades para la observación y
la inspección de caracteres. Es capaz de captar rápidamente peculiaridades y
singularidades en distintas situaciones, entornos y ambientes sociales, pues el
camino hacia su propio mundo interior le otorga el valor añadido de una atenta
reflexión activa. Su instintivo razonamiento le permite conocer y prever
comportamientos e idiosincrasias psicológicas de sus semejantes en tiempo real.
Esta cualidad, junto a una extroversión autogenerada o autoimpuesta, fácilmente
le puede convertir en un manipulador de la mente y del comportamiento humano,
por lo que no es de extrañar que el iluminado se llegue a sentir como un
enviado, un ser superior.
INFLUENCIA
DE LA PSICOLOGÍA TRANSPERSONAL – La ascendencia y proyección sobre las mentes
tiene como denominador común la aplicación de valores de psicología
transpersonal.[8]
Los estados de interconexión y unificación espiritual, las experiencias
místicas y los trances sistémicos con experiencias metafísicas de vida, hacen
del iluminado religioso un ser superior al que es fácil seguir por la fastuosa
credibilidad de sus públicos actos, pese a ser sencillos. El iluminado, a
diferencia del aislado ermitaño medieval,
no se concentra exclusivamente en su propia iluminación sino que se manifiesta
como un catalizador de espiritualidades que, a su vez, asumen el rol de adeptos
o prosélitos con miméticas repeticiones de formas y actitudes religiosas. En la
actualidad, la psicología del iluminado religioso se manifiesta muy dependiente
de sus seguidores. Sin incondicionales que soporten u homologuen su liderazgo
espiritual y social, su influyente autoridad se vería cuestionada y muy
probablemente no merecería su propio esfuerzo introspectivo. Esta variedad
respecto a siglos pasados obliga al iluminado a una posición muy dinámica y
activa, enormemente dependiente de los resultados, por lo que está abocado al
teorema de ‘lo más difícil todavía’. La carrera hacia lo imposible es paralela
a una incesante persecución hacia una espiritualidad más elevada o glorificada,
que progresivamente pretende alejarse, cada vez más, de las tensiones
terrenales, al menos en sus manifestaciones litúrgicas y rituales.
Por la
condición vital de espiritualidad religiosa y de ser un proyecto anímico que
llevado a su máxima expresión tiende a distanciarse de la objetividad, el
iluminado religioso es propenso a misticismos, arrebatos y enajenamientos
psicológicos, muchas veces confundidos con la aparición o descendencia de una deidad.
Ante el inicial desconcierto sobre lo que es insuflado por la divinidad o lo
que es provocado por una obsesiva introspección psicológica, el iluminado acostumbra
a optar por el confort psicológico. En la encrucijada entre realidad y exaltación,
la elección psicológica tiende a dar credibilidad a las experiencias
superiores, placenteramente introspectivas. La razón del no retorno a la
realidad terrenal estriba en el placer psicológico que genera el proceso
místico. Ese preciado bienestar mental, al mismo tiempo que narcotiza los
sentidos funcionales y aparenta conformar el alma, al iluminado le parece que
otorga plena validez y verificación al proceso espiritual. No en vano el ser
humano acostumbra a confundir placer con verdad y deseo con felicidad.
SOLO TIENES
QUE CREER – Esta máxima acostumbra a ser
el norte del iluminado espiritual. El mantra ‘solo tienes que creer’ es un
codiciado y poderoso amuleto de gran alcance psicológico. Prácticamente sin mucha
argumentación ni verificación, el iluminado avala su propuesta religiosa con la
propia y exclusiva experiencia o perspectiva, elevándola a su mayor potencia y probabilidad.
Su verdad es absoluta y dominante, postulándola como única y universal
referente, inaugurando un nuevo dogmatismo o readaptando a su acomodo el de la
religión de origen. Creer –solo creer– es el único postulado, muchas veces encumbrado a
los altares del dogma, anulando al mismo tiempo otros contenidos de la misma
fe, por lo que concentra la mente en un exclusivo objetivo psicoespiritual:
creer. Se trata de hacerlo ciegamente, como un acto mágico y milagroso, sin
argumentos y evidencias para seguir creyendo o para entender el auténtico
alcance de la verdad que se admite a pies puntillas. La unidireccional invitación
es tan fantástica, que de entrada anula cualquier relación con las leyes
naturales, obligando por su sola enunciación a que se cumplan los más supremos
y elevados deseos de creencia. Esta supresión de la realidad, del contexto y de
los contenidos, estimula al iluminado religioso a la magnificación de sus
capacidades psicológicas simuladas en la fe. Es decir, una intromisión de la
psicología humana en la deidad. Si creer fuera concentración psicológica hacia
un objetivo psicoespiritual, el iluminado recorre un gran trecho del camino de
la espiritualidad, obligando a la supuesta deidad a obedecer su gran fortaleza
psicológica e introspectiva.
PROCESOS
NEURÓTICOS REPRESIVOS – En psicología clínica entendemos como neurosis los
trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional y el adecuado funcionamiento
cognitivo a nivel social, familiar y laboral de las personas. Normalmente la
neurosis no guarda referencia con un trastorno mental con lesión orgánica, sino
con la presencia de un nivel elevado de angustia y una hipertrofia disruptiva
de los mecanismos compensadores de la misma. En el caso del iluminado
religioso, la neurosis suele aparecer cuando pese a mantener un aparente nivel
de conexión con la realidad, presenta la necesidad de desarrollar conductas
repetitivas y en muchos casos inadaptativas con objeto de disminuir el nivel de
estrés y presión mental causados por insistentes actividades religiosas e
introspecciones represivas. La condicionada y obsesiva práctica religiosa,
generalmente producida por una latente inadaptación social o reprobación de
ésta, produce estados autónomos de angustia, recurriendo a mecanismos de
defensa como la represión, la negación, la obsesión y el desplazamiento para
superarla. Si en el iluminado se observa persistencia y patrones crónicos de
mala adaptación, es posible que la neurosis, que en principio podría ser
temporal o pasajera, se presente como un trastorno de personalidad permanente
que muy probablemente acompañará al sujeto durante toda su vida.
CONCLUSIONES
– El iluminado religioso de ninguna manera es un ser extraño, aislado o de
difícil localización. En una sociedad que cada vez más se encamina hacia una vasta
globalización sin retorno, el iluminado vive, convive y también lidera a fieles
en distintas confesiones. Es en las nuevas espiritualidades que emergen en y desde
las religiones ya establecidas, donde se observa el mayor crecimiento del liderazgo
del iluminado religioso. En muchos casos ejerce su llamado con una fuerte
implicación social y comunicativa. Por lo general lidera congregaciones con el atributo
del verbo, muchas veces transformado en simple palabrería o charlatanería, o con
solícita locuacidad argumental. La palabra, la música y una puesta en escena extremadamente
dramatizada son el mejor formato de transmisión del mensaje a una audiencia de
por sí muy entregada.
Como apunté
anteriormente, ‘Solo tienes que creer’ es el mantra[9] que sintetiza el
mensaje del iluminado; transversal en todas las religiones del planeta.[10]
La fe se ofrece como el producto substancial de la mercancía espiritual, hasta
el punto de que todo gira a su alrededor como si fuera la gran pócima milagrosa.
Si bien es cierto que la fe es el componente cardinal de la espiritualidad
sobre que gravita cualquier creencia, también es evidente que mercadear con las
mágicas probabilidades de una fe forcejada es un mantra absolutamente reduccionista, pues degrada la acción a un
rito mágico que pretende solucionar todos los problemas y liberar de todos los
males.[11]
Por su propia y persistente interiorización e introspección, el iluminado
pretende alimentarse constantemente de una obsesión y empecinamiento
psicológico, pretendiendo forzar la voluntad de la mente sin movilizar las
profundidades del espíritu –en lenguaje freudiano, entiéndase como el superyo–.
Una de las
peculiaridades asociales del iluminado es la utilización de la religión como
excusa para construirse una vida más soportable. Posiblemente por su
incapacidad de aceptar el proceso de la muerte de manera coherente, de asumir una
aparente soledad cósmica a pesar de la trascendencia eterna o de soportar un irreal
sinsentido de la vida, el iluminado cree que para salvarse debe elevarse
hacia la divinidad con una extrema reclusión psicológica. Pero lo que muchas
veces hace es usar la espiritualidad como una muleta psicológica sin la cual no
podría sobrellevar sus cargas y desgracias, y no como una confianza creyente. En
realidad profesa una fe asustadiza, temerosa e inmadura, expuesta a la ventura
de sus propios miedos. En la medida en que el iluminado se exponga al
desequilibrio de las cuatro tendencias básicas del temperamento, permitiendo que
una de ellas se desarrolle exageradamente en detrimento de las otras, estará
abandonándose al trastorno psíquico y a la neurosis, que podrían llegar a ser patológicos
o tan solo transitorios.
Respecto a
la espiritualidad y la humanidad, el paleontólogo y filósofo francés Pierre
Teilhard De Chardin[12]
escribió: «No somos seres humanos con una experiencia espiritual; somos seres
espirituales con una experiencia humana». Lo cierto es que tenemos hálito de
vida y asiento psicológico para entablar una saludable relación espiritual con
la deidad. Nuestra psique está específicamente diseñada tanto para
relacionarnos espiritualmente con el mundo que nos rodea como para enlazarnos con
el Creador, de manera espiritual. Sin embargo, al mismo tiempo la mente también
atesora grandes capacidades cognoscitivas en procesos de desarrollo. El
mentalismo, la psicoquinesia, la precognición, la meditación, la clarividencia,
la sugestión, la concentración psicológica o la hipnosis son, entre otras, facultades
reales de hiperintuición y percepción mental. La pregunta capital que el tema
nos plantea es si la espiritualidad tiene límites psicológicos de elevación hacia
la divinidad o si, al contrario, se nos ha dado absoluta libertad para
inmiscuirnos en funciones introspectivas y expansivas en el ejercicio de la fe.
¿Creer es básicamente confiar? ¿O creer implica necesariamente una actividad
mental de concentración, elevación y conexión hiperpsicológica con la
divinidad? Y si desde la psicología –como es el documento que
nos ocupa– podemos escrutar las
disonancias psíquicas y conductuales del iluminado religioso, ¿se pueden
establecer valores y parámetros psicológicos más aptos para una espiritualidad
sana y sin contaminación hipersensorial? Y… ¿existe una falsa espiritualidad
creada en la ilusión de la mente?
© 2015 Josep Marc
Laporta
[1] José
Ortega y Gasset (1883–1955) fue un filósofo y ensayista español.
[2] «Yo
soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», frase
aparecida en Meditaciones del Quijote,
[3] Compendio
de psiquiatría, por Alfred
M. Freedman, Harold I. Kaplan y Benjamin J. Sadock. Salvat, 1977.
[4] Karl
Gustav Jung (1875-1961), Tipos psicológicos, 6ª ed. Sudamericana, 1954.
[5] Una
interesante aportación al tema es Psicología de la oración, de Pablo
Martínez Vila. Publicaciones Andamio, 2002.
[6] Context of Spiritual
Psychology; Diagnostic and Statistical Manual of
the American Psychiatric Association, 2003.
[7] Es interesante
la aportación del presbítero anglicano convertido al catolicismo, John Henry
Newman (1801–1890): «Creer es ser capaz
de soportar la duda».
[8] Los
orígenes de la Psicología transpersonal provienen de principios del siglo XX. El psicólogo estadounidense William James
(1842-1910) de la Universidad de Harvard impartió las llamadas ‘Gifford
Lectures’ en la Universidad de Edimburgo. En estas clases, que luego se
publicarían en formato libro titulado The
Varieties of Religious Experiences, James enfocó el estudio de las
experiencias religiosas desde un enfoque psicológico basado en el estudio de
las experiencias directas de personas individuales.
[9] El mantra es una frase, palabra o sílaba
sagrada que se recita como apoyo de la meditación o para invocar a la divinidad
en el budismo e hinduismo. Esta última espiritualidad sostiene que la
iluminación se logra con ejercicios de respiración (pranayama); meditación en
alguna forma de dios; meditación en los chakras (círculos de energía
espiritual); repetición de mantras; obediencia a un gurú (maestro espiritual);
y mantener posiciones de yoga.
[10]
Ninguna religión del planeta está exenta de iluminados espirituales. Tanto el
islamismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo, el taoísmo, el judaísmo o el
cristianismo en todas sus variedades, aglutinan distintos modelos de iluminismo
religioso.
[11] En
el caso del cristianismo, si Jesús afirmó ‘al que cree todo es posible’ (Marcos
9:23) o ‘no temas, cree solamente’ (Marcos 5:36) –palabras dichas dentro de un
contexto concreto–, el iluminado religioso reduce toda la dimensión y
eventualidad de la fe a la exclusividad ‘solo tienes que creer’. En realidad es
una manera de adelgazar las verdades bíblicas mediante un eslogan que pretender
ser liberador por su sola enunciación.
[12] Pierre
Teilhard de Chardin (1 de mayo de 1881–10 de abril de 1955) fue un religioso,
paleontólogo y filósofo francés que aportó una muy personal y original visión
de la evolución. Miembro de la orden jesuita, su concepción de la evolución fue
considerada ortogenista y finalista, equidistante en la pugna entre la
ortodoxia religiosa y científica.
Da mucho q pensar
ResponderEliminarY que hacemos con los paranoicos fanáticos del futbol¿? Tambien son psciológicamente unos ilumindos¿?
ResponderEliminarGran trabajo..... me ha parecido muy completo pese a que este tema podria llenar un libro , pero en poco espacio, unas 10 páginas en pdf, que eso no es mucho para un asunto asi, creo que se dan las claves para entender el tema perfectamente. Agradezco la concreción y los subtítulos, pues me permite seguir perfectamente el hilo y llegar a las conclusiones finales con aire. La única pregunta que tengo es si el artículo se podría dirigir a eso iluminados que todos tenemos en la cabeza o a muchos cristianos elevados que tenemos entre nosotros y todos conocemos
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