–Propiedades y procesos psicosociales de los referéndums binarios–
© 2014
Josep Marc Laporta
El 18 de septiembre del 2014, Escocia celebra un referéndum
para decidir si debe ser un país independiente del Reino Unido. Asimismo, Cataluña ha elegido el 9 de noviembre del mismo año para realizar una votación
consultiva respecto a su futuro político. En el otro lado del charco, en 1995
se realizó un segundo referéndum en la provincia de Quebec para preguntar a los
ciudadanos si deseaban separarse de Canadá y convertirse en un Estado
independiente. El no fue el ganador de la consulta, con un ajustadísimo margen
respecto al sí: 50,58% contra el 49,42%.
Las votaciones por referéndum o consulta que deben elegir
entre el sí y el no de una cuestión o pregunta se convierten en
una especie de esgrima psicológica entre la positividad y la negatividad A
diferencia de otro tipo de elecciones en las que se vota a partidos políticos
con sus distintas y amplias propuestas o programas, el binomio sí-no
adquiere una serie de connotaciones psicológicas por su dialéctica monosílaba,
precisa y concluyente. El posibilismo del sí y el negativismo del no
obligan al elector a posicionarse desde distintas percepciones y enfoques
personales de inicio, que desde el sí en principio parecen postularse
como más plausibles de asumir y desde el no tienen un trasfondo más
reactivo. Son realidades psicosociales a tener en cuenta.
Un aspecto importante y no menos trascendente de este tipo
de votación binaria es la argumentación en la presentación, exposición y
propaganda de cada uno de los contendientes. El sí, por su posibilismo, tiene
a su favor un tipo de campaña más espontánea, franca y abierta. La capacidad de
motivación de partida se supone más alta porque nada es más estimulante que
subirse al carro de los se presentan positivamente. Y el sí, por su
propia declaración, parece más triunfador de salida, pese a que su propuesta fuere
irrealizable e imposible de alcanzar. Esta facultad posibilista le otorga una
capacidad de seducción argumental más favorable para sus intereses, pero, en
realidad y por el contraste reactivo con el no, resultará más complejo y
difícil de lograr.
En España, el referéndum de permanencia en la OTAN
convocado por el gobierno socialista fue una muestra de cómo el sí,
defendido en solitario por el presidente Felipe González y su partido, ganó al no,
aunque por muy estrecho margen. Al gobierno del país la campaña se le presentó
difícil y cuesta arriba, ya que las posiciones de las demás formaciones
políticas propugnaban al unísono la opción contraria, excepto el PP, que optó
por la abstención. Aparte de las dificultades políticas del momento y del
posicionamiento del propio PSOE –que anteriormente se había postulado
radicalmente en contra de la Alianza Atlántica– el sí a la afiliación a
un tratado militar tuvo como virtud la proposición y variedad de argumentos
positivos sobre un asunto que, en principio, prácticamente no tenía partidarios.
El estrecho margen del sí –52,5% a favor, 39,85% en contra, por 6,54% en
blanco y 1,11% nulos– es un ejemplo de cómo la propuesta de un sí, pese
a partir en clara desventaja con evidentes connotaciones negativas, obtuvo en
los argumentos positivistas la cualidad de discurso útil para el vuelco
electoral. Evidentemente el éxito del gobierno no dependió únicamente de la favorable
psicología de un monosílabo, ni mucho menos; pero es plausible que un sí
puede generar ciertas sinergias y asociaciones que, desde el punto de partida
de una campaña de difusión, establece mejores cualidades argumentales.
Por su parte, el no queda absorbido por un inicial destructivismo
respecto a las posiciones rivales. Su defensa obliga a una gran exuberancia de
razonamientos y argumentaciones, también influida por la negativa inicial, que obliga
a un discurso más mordaz y contundente. Pero generalmente –y así la historia de
las campañas políticas lo confirma– el discurso del no habitualmente se
nutre de la desconfianza, el recelo y el miedo. Es una asociación inductiva. En
psicología política queda muy bien definida la utilización social del miedo. Sus
atributos de coacción y duda provocan paralización y ansiedad en el ciudadano.
Nada ha sido tan útil para la dominación de las sociedades como la creación de
miedos imaginarios o reales que atenten contra su libertad de pensamiento: son
cementos rápidos de cohesión.[1]
La historia está repleta de ejemplos. La religión lo ha utilizado con mayor
profusión hasta el punto de dominar sociedades enteras mediante el temor y la
prohibición. También para los gobiernos dictatoriales y autárquicos, e incluso
democráticos, la llamada al miedo ha sido la perfecta fórmula para dirigir
pensamientos y voluntades.[2]
Sin embargo, el no posee
la virtud del acomodamiento, por lo que en la práctica tiene buenas probabilidades
de triunfo. La mayoría de las veces, la
elección del enunciado presenta el no como sinónimo de continuismo, de
estabilidad o de mantenimiento del status quo. Es una apuesta hacia la
conveniencia de lo conocido, hacia un inmovilismo útil, por lo que el sí
queda confinado a una apuesta rompedora e incierta. Y, por lo general, el ser
social no desea aventuras políticas o sociales sin buenas garantías de que en
el futuro continuará manteniendo su estatus, posición, derechos y privilegios
adquiridos.
Un hecho interesante a considerar
y analizar respecto a las campañas sociales y políticas a favor del no
en Cataluña y Escocia es la introducción del miedo como arma de persuasión. Incluso
la amenaza, la distorsión y la mentira resultan elementos útiles para tales intereses.
En Cataluña, aún sin haber empezado ninguna campaña oficial, los partidarios
del no han desplegado un gran arsenal de argumentos atemorizadores. Las
declaraciones de ministros españoles, de políticos del PP y PSOE o de afines al
unionismo son muy explícitas en cuanto a vaticinar catástrofes y desventuras que
podrían suceder si el Principado se independizara. Una de las más extemporáneas
fue la del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, cuando
después de innumerables andanadas dialécticas afirmó que ‘una Cataluña
independiente vagaría por el espacio por los siglos de los siglos’.[3]
O la del político Alejo Vidal-Quadras que aseveró que ‘la independencia
haría que los catalanes se convirtieran en seres marginales’.[4]
Pero si en España estas afirmaciones pudieran parecer incomprensiblemente
‘normales’ debido a la tajante prohibición del gobierno del estado a la
celebración de la consulta catalana, en el Reino Unido, país que ha acordado conjuntamente
con Escocia celebrar el referéndum, la defensa del no también tiene un
signo muy defensivo, con bastantes episodios negativistas y catastrofistas. Un
ejemplo evidente son los comentarios del destacado miembro del norirlandés Democratic
Unionist Party, Ian Paisley Jr.: «Un sí en Escocia sería un acicate para la
violencia republicana disidente, para desestabilizar Irlanda del Norte y para
desentrañar los beneficios del Acuerdo de Viernes Santo». Por su parte,
David Cameron, jefe del Gobierno de Londres y firmante del acuerdo de
referéndum, aludió al miedo cuando afirmó: "Hemos oído a los ruidosos
nacionalistas y ya es momento de oír a la mayoría silenciosa, la mayoría
silenciosa que no quiere correr un gran riesgo por el futuro de su país, por
ellos mismos, por sus empleos, por sus hijos y por sus nietos".[5]
En la misma línea, el exministro laborista Alistair Darling y jefe de la
campaña favorable a la unión ‘Mejor juntos’ se pronunció aludiendo a un
supuesto riesgo de empobrecimiento: «Escocia perdería un 5,5 % de su
producción económica si se separa del Reino Unido».[6]
Por lo general, los ejemplos de coacción se dan más entre
los defensores del no que en los partidarios de sí. Y aunque estos
últimos también lo pueden utilizar en alguna medida, la monosílaba positividad de
su propuesta genera otras expectativas de comunicación y transmisión del
mensaje. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en España, un talante más
dialogante y educado se observa en los británicos, tanto en una opción como en la
otra. Así se aprecia en la carta abierta que el exBeatle Paul McCartney escribió
recientemente en la que muestra su respetuosa opinión y anima a los escoceses
a continuar unidos.[7]
La diferencia estructural entre sí y el no radica
en que, habitualmente, el sí es una invitación al cambio. Las propuestas
electorales acostumbran a situar la papeleta positiva en el ámbito de la
transformación, la alternativa, la novedad o incluso en cierta revolución
social. Suiza, país acostumbrado a votar regularmente por diferentes asuntos
que atañen a la población y que ésta decide libremente tras recoger un mínimo
de 100.000 firmas,[8]
ha realizado referéndums con cuestiones tan dispares como la asignación de una
renta vitalicia para los adultos de 3.000 euros mensuales, el aumento de días
de vacaciones de cuatro a seis semanas[9]
o implantar cuotas y contingentes para limitar la inmigración.[10]
Por lo general, el sentido positivo del voto se presenta en la propuesta del
cambio, la alternativa o innovación. El sí siempre se relaciona con
asuntos que implican transformación social, por lo que es habitual que el no
triunfe. De hecho, en el país helvético, de 420 iniciativas populares entre
1891 y 2003, solo triunfaron 13,[11]
lo que permite conjeturar con bastante certitud que el no significa
continuismo, estabilidad o conservación de los derechos adquiridos, y su
propuesta negativa también contribuye y representa un estado social de temor y
desasosiego ante el cambio.
Sin embargo el sí
se está imponiendo en las últimas convocatorias. Los ciudadanos suizos están
perdiendo el temor a tomar decisiones más arriesgadas, habitualmente
representadas por el sí. La última
votación realizada este mismo año ha resultado favorable a imponer cuotas de
entrada a los vecinos europeos y acabar así con la libre circulación de
personas que rige entre ambos territorios desde 2002. El sí ganó por una
estrecha mayoría del 50,3%, lo que nos ofrece una clara perspectiva sobre la
dificultad que el sí tiene para imponerse en una votación, a pesar de su
capacidad posibilista, franca y abierta, y, también, de la realidad y clamor
social que pudiera representar. Todo indica de que la fuerza del no representa la contención, la prevención
y el conservadurismo, atrincherándose reiteradamente en su posición desconfiada.
Si el miedo no lograra inocularse mediante la propaganda de sus defensores, el
temor aparecerá espontáneamente en la psicología del elector, muy reticente a
los cambios, las innovaciones, novedades y aventuras sociales.
Por lo general, el sí tiene grandes posibilidades de
ganar en una consulta solo y cuando la realidad social a votación participe de
manera crucial respecto a la propuesta positiva, como por ejemplo en el caso suizo
con la imposición de cuotas de entrada a los vecinos europeos. La masiva
inmigración de los últimos años y la mezcolanza de etnias y lenguas que soporta
Suiza ha sacudido a la población impulsándola hacia el sí. A pesar de
ello, la estrecha mayoría del 50,3% descubre una significativa debilidad
psicosocial del sí. Y pese a que acostumbra a partir en ventaja por su
posibilismo y positivismo, su mayor rival no es exclusivamente el monosílabo no
y la tendencia de sus defensores a promocionarlo envuelto de amenazas, miedos o
tergiversación de la realidad, sino el conservadurismo que implícitamente representa. Los datos estadísticos así lo constatan: la bolsa de población de más de 60 años de edad son de ideología conservadora, por lo que la alta demografía en esta franja en las sociedades europeas da la llave al no, lo que muy probablemente decantará determinantemente la votación binaria.
[1] Kurt
Goldstein, psicólogo y testigo de la época hitleriana, escribió: “No existe
mejor manera de esclavizar a la gente y destruir la democracia que crear en las
personas un estado de miedo. Uno de los pilares básicos del fascismo es el
miedo”.
[2] Una
de las campañas que en democracia utilizó el miedo como instrumento de coacción
fue la del PSOE en las generales del 9 de marzo de 2008: «Si tú no vas,
ellos vuelven». Con esta máxima pretendían evitar el ‘peligro’ de que el PP
regresara al poder, para lo que utilizaron una imagen de los dirigentes
populares que recordaba una película de Quentin Tarantino, en la que se apreciaban
las sombras de Rajoy, Zaplana y Acebes de traje y corbata negros.
[3]
Afirmación realizada el 10 de marzo del 2014.
[4]
Aseveración realizada el 28 de febrero del 2014. Otras aseveraciones de
psicología negativa apuntan a que «los planes golpistas de la ANC y
Forcadell nos llevan de cabeza a una confrontación violenta en las calles»
(Juan Carlos Girauta) o que «Cataluña sabe que su jueguecito tiene un final
dramático» (Ramón Luís Valcárcel, vicepresidente del parlamento europeo).
[5]
Declaración realizada el 4 de julio del 2014.
[6]
Afirmación realizada el 26 de julio del 2014.
[7]
«La
decisión de abandonar nuestro país compartido es, por supuesto, absolutamente
vuestra y solo vuestra. Aun así, esa decisión tendrá un enorme efecto sobre el
resto del Reino Unido», indica la
misiva. «Queremos que tengáis presente
cuánto apreciamos los lazos de ciudadanía que nos unen a vosotros, así como
expresaros la esperanza de que vuestro voto servirá para renovar ese vínculo»,
continúa la carta firmada por el músico británico (29 de agosto, 2914).
[8] En
Suiza se organizan votaciones tres o cuatro veces por año. La cantidad de
proposiciones sometidas al criterio popular cada domingo de votación puede
variar. Si el tema tiene una real importancia, puede estar solo en el programa,
aunque lo más normal es que los ciudadanos se pronuncien sobre tres o cuatro
temas al mismo tiempo. Desde la creación del Estado federal en 1848, los suizos
se han pronunciado acerca de 562 temas, aparte de las votaciones legislativas
de cada cuatro años.
[9] La
pregunta consistía en si debían aumentar de cuatro a seis semanas las
vacaciones pagadas. El 67% de los votantes suizos votaron que no.
[10] El
febrero de 2014 los suizos aprobaron en referéndum con el 50,3 % de los votos
cambiar la Constitución para establecer cuotas a la entrada de trabajadores
extranjeros a partir del 9 de febrero del 2017. Esta aprobación popular ha
significado un serio encontronazo con las políticas europeas, ya que también
limitará la entrada residencial al país de ciudadanos europeos.
[11]
Aunque entre 1891 y 2003 solo triunfaron 13, en los últimos años ha aumentado
el número de iniciativas aceptadas. Tan solo entre 2004 y 2013 fueron 7.
como siempre querido Marc.... siempre das en el clavo. tanto en la elección del tema como en su desarrollo. lo comparto
ResponderEliminarEs relevante saber que en Suiza el no ha ganado casi siempre en casi 100 años. Dato importante porque significa que el no tiene tendencia. Que pasaría si se planteara la pregunta al revés? Sucedería lo mismo?
ResponderEliminarNo creo que un cambio de de pregunta cambiara la cosa. No se puede preguntar al revés cuando la propuesta ha de estar en la pregunta del si. Si un cambio fuera bueno seguro que ya lo habrian hecho.
ResponderEliminar