–Proceso, desarrollo y estructura de las manifestaciones sociales–
© 2013 Josep Marc Laporta
Hegel explica en su
dialéctica que la historia no es más que la evolución en la consciencia de la
libertad humana, y que si no hay esta consciencia no hay historia.
A lo largo de los siglos –substancialmente en las últimas cuatro centurias–, los movimientos populares de manifestación y
protesta han sido determinantes en el devenir de los cambios sociales y políticos,
transformando la sociedad y alcanzando nuevas cotas de libertad y justicia. Impelida
por la presión social, la política
y sus instituciones administrativas tuvieron que responder a las demandas del pueblo, dando forma al mandato y a las transformaciones que previamente habrían ocurrido en el alma asociativa de las personas, avanzando hacia un nuevo y desconocido estadio de equilibrio social, con nuevas cordialidades políticas y administrativas.
y sus instituciones administrativas tuvieron que responder a las demandas del pueblo, dando forma al mandato y a las transformaciones que previamente habrían ocurrido en el alma asociativa de las personas, avanzando hacia un nuevo y desconocido estadio de equilibrio social, con nuevas cordialidades políticas y administrativas.
Se acostumbra a creer que
a las manifestaciones y movilizaciones populares se va a reclamar o reivindicar
derechos sociales, a rechazar políticas abusivas, por solidaridad con
alguna loable causa o para afirmación propia. Sin embargo, la verdadera razón
de fondo no guarda relación con ninguna de las anteriores suposiciones, sino que
son producto de la principal. El auténtico motivo es la reivindicación de la
dignidad de las personas, que se sienten vulneradas y heridas en su más
profunda razón de ser. Nada tiene más poder de movilización social que la
íntima exigencia de respeto propio que impele a reclamar o requerir a los
poderes públicos una extrema atención para el más elemental e imprescindible valor
humano: la dignidad; muchas veces oculto tras las manifestaciones de
reivindicación social, solidaridad o rechazo de políticas injustas.
Liberté, égalité,
fraternité
fue el lema de la revolución francesa (1830) que, entre otros enunciados de la época,
adquirió gran popularidad por su capacidad de sinopsis y concreción, llegando a
ser el emblema de la libertad francófona por excelencia. En una época histórica
carente de los beneficios comunicacionales actuales –Internet, redes sociales y medios de comunicación
masivos–, los franceses supieron
aunar ideas, pensamientos, convicciones y emociones en su lucha hacia un mundo
más justo y digno. Sin embargo, la revolución social no es patrimonio de un
pueblo; la historia está plagada de similares sucesos, con distintos actores,
argumentos y condicionantes ambientales.
Las movilizaciones en pro
de los derechos civiles de los negros afroamericanos en Estados Unidos (1945-1968); las protestas políticas
en las postrimerías de la dictadura del general Franco en España (1975); las manifestaciones de
la llamada Primavera Árabe con levantamientos populares en diferentes países
del norte de África (2010-2013); las movilizaciones de
los Indignados en España, que se reprodujeron en diferentes ciudades del
planeta (2011-2013);
las regulares
acciones activistas de grupos ecologistas como Green Peace o Ecologistas en Acción; o
la Via Catalana con casi dos millones de personas en las carreteras, unidas de
la mano de norte a sur en Cataluña (2103), son algunos ejemplos de cómo las asociaciones
humanas pueden provocar transformaciones sociales y políticas de gran alcance.
De manera algo similar a
lo que suele suceder en el ámbito de la individualidad, los procesos de
transformación colectivos están motivados por una clara conciencia de dignidad
e impulsados por un cambio de pensamiento, que es no exclusivamente una
posición electiva de la mente sino, también, una decisión emotiva. A los
grandes cambios sociales no se llega exclusivamente por la razón sino por la
emoción. La decisión finalista que impulsa una movilización no es solo un pensamiento
estructurado y organizado, sino un acto emocional y, como acompañante
indispensable, la madurez de consciencia.
Se puede establecer un
orden secuencial y gradual en el cuerpo estructural de las movilizaciones
sociales: agentes informativos, sensibilización argumentada, pensamiento
común, consciencia reactiva y emoción determinante. Estos cinco pasos,
aunque se suceden de distintas maneras, en distintos procesos y velocidades,
con diferentes ciclos o etapas y en dispares desarrollos, todos tienen como
denominador común un proceso evolutivo y ensanchador, empezando por el valor intelectivo
de la información y acabando por la determinación de la emoción.
AGENTES INFORMATIVOS
AGENTES INFORMATIVOS
Los agentes
informativos o la información, entendida como la transmisión y
aceptación de una realidad o verdad más o menos cierta, más o menos confirmada
y más o menos consistente, es el primer eslabón en la transformación social y
sus movimientos agitadores. Los actores de la información no son los conductos
oficiales o los mass media, sino diferentes y desalineados sujetos
transmisores que desde distintas plataformas privadas, individuales o microcolectivas
se organizan aislada e independientemente para compartir y transferir sus
tesis, teorías o proposiciones. Este proceso de información habitualmente se
gesta a contracorriente o de manera subterfugia, velado para una buena parte de
la opinión pública o los centros de poder. Sin embargo, en algunos casos tan
solo es una noticia o un hecho puntual que acelera el proceso de manera vertiginosa
y exponencial.
Un ejemplo de ello lo
encontramos en Cataluña con la movilización social hacia el estado propio. En
los últimos diez años se han multiplicado los colectivos o asociaciones
proindependentistas, que han transmitido por diferentes canales sus tesis de
manera clara y efectiva, creando opinión y debate constructivo. Más de trescientos
colectivos de profesionales, estudiantes, sectores sociales, publicaciones y
entidades asociativas y culturales de todo tipo han permeabilizado la sociedad
con sus propuestas, dando lugar a que la sociedad conociera y entendiera el
alcance económico, social, político y estructural de la independencia.
SENSIBILIZACIÓN ARGUMENTADA
SENSIBILIZACIÓN ARGUMENTADA
La sensibilización
argumentada es la principal respuesta activa a la información. Exponer,
explicar una razón, presentar una propuesta o recibir una clara y puntual
noticia no implica necesariamente la plena aceptación intelectual por parte del
receptor. La reacción se manifiesta esencialmente en la sensibilización hacia
lo expuesto o sucedido y en la vinculación racional por medio de la
emocionalidad; es decir, una respuesta sensiblemente condescendiente que
inclina la balanza de la atención hacia dichos postulados.[1]
Sin embargo, muchas veces la sensibilización sucede antes de que la información
llegue, ya sea por razones generacionales, históricas o curriculares. En muchos
casos no existen agentes informativos sino realidades a desafiar, que en si
mismas transportan toda la información necesaria provocando la consecuente
sensibilización. Esta forma potencia en el sujeto aún más la aproximación
sensitiva e intelectual.
En la Primavera Árabe
encontramos algunos ejemplos, como cuando en el 2010 el joven Mohamed Bouazizi,
de 26 años, se quemó a lo bonzo en la localidad turística de Sidi Bouzid, en
Túnez, al prohibir la policía vender sus productos agrícolas en la calle. Los
elementos informativos recibidos anteriormente sobre el paro (15%), el
empeoramiento de la situación económica y la corrupción del gobierno tunecino
fueron razones latentes que, tras la muerte de Bouazizi, detonarían
sensibilidades argumentadas que consecutivamente llevarían al país a una
revuelta popular protagonizada especialmente por los jóvenes.
PENSAMIENTO COMÚN
PENSAMIENTO COMÚN
El pensamiento común
es el paso hacia la colectividad. La información privada se descubre compartida
por más personas, por lo que se generan sinergias de vinculación, agrupación y
expansión. El proceso alcanza el afianzamiento del postulado, rescatándolo de
la minoría y proporcionándole valor e importancia social. Por lo general se
produce un gran sentido de autoestima y gratificación psicológica y
sociológica, generando nuevas expectativas de transmisión, comunicación y
propagación. Que una idea o concepto alcance rango de mayoría o influencia
social dependerá en gran parte de la consistencia del postulado, la
viabilidad y la idoneidad coyuntural. En este sentido, el pensamiento común ratifica, aprueba o protocola
la información y el inicial razonamiento, dotándole de credibilidad social.
La Revolución francesa, con
su inicial lema Liberté, égalité, fraternité, ou la mort!, experimentó
un proceso de pensamiento común muy dilatado en el tiempo. El primer clamor,
con reminiscencias a la muerte, fue abandonado rápidamente. Sin embargo, en el
siglo XIX se convirtió en el grito de republicanos y liberales a favor de la
democracia y del derrocamiento de gobiernos opresores y tiránicos de todo tipo.
Los revolucionarios de la Revolución francesa de 1830 retomaron el lema Liberté,
égalité, fraternité, aunque sin referencias a la muerte. Años más tarde, en
1848, fue establecido por primera vez como lema oficial del Estado por el
gobierno de la Segunda República francesa. Prohibido durante el Segundo Imperio,
la Tercera República francesa lo adoptó como lema oficial del país en 1880. El
pensamiento común es uno de los pasos más decisivos para la colectivización y
manifestación pública de un postulado o ideario.
CONSCIENCIA REACTIVA
CONSCIENCIA REACTIVA
La consciencia
reactiva acontece cuando el postulado se confronta frontalmente con la realidad
existente, vigorizándolo. La notoriedad que implica que un pensamiento común
adquiera mayoría de edad y sea socialmente hábil y viable, alcanza su máxima
expresión y contrapunto en hechos o situaciones sociales controvertibles. La agotada
o caducada realidad se confronta con la posibilidad de cambio o transformación,
facilitando la militancia activa y los movimientos a contracorriente, en
ocasiones de manera sorpresiva y precipitada. Por lo general, la consciencia
reactiva es un proceso de maduración, lento o rápido, gradual y progresivo, a
medida y en la cadencia en que el pensamiento común se absolutiza. Es la
madurez de la consciencia colectiva, que ya es capaz de tomar decisiones
definitorias sin temor a intimidaciones o amenazas.
El boicot de autobuses de
Montgomery, en 1955, es uno de los ejemplos de consciencia reactiva. Tras la
detención y multa a Rosa Parks, por negarse a salir de una fila para blancos en
la cola del autobús, la jefa del Consejo Político de la Mujer, Jo Ann Robinson,
imprimió y distribuyó un folleto a toda la comunidad negra de Montgomery
apelando a no tomar el autobús el siguiente lunes en protesta por el arresto y
juicio a Rosa Parks. Muy sensibilizada y con un pensamiento común ya construido,
la propuesta obtuvo un rotundo éxito en la población negra, produciendo una
absoluta ausencia de pasajeros en todos los autobuses en ese lunes y siguientes
días. Esta madurez colectiva y consciencia reactiva dio lugar a que el tribunal
del distrito federal dictaminara que las leyes raciales de Alabama de la
segregación en los autobuses eran inconstitucionales.
EMOCIÓN DETERMINANTE
EMOCIÓN DETERMINANTE
La emoción determinante
es el último estadio en la movilización social, concomitante con la consciencia
reactiva. La acumulación de conceptos, informaciones, datos, contenidos, sensaciones
y reacciones, transportará a la colectividad hacia un fuerte desasosiego,
palpitación y excitación de ámbito básicamente emocional. La espoleta que
movilizará el grupo hacia la acción es una decisión basada en sensaciones, como
si la emoción tuviera que definir cómo, cuándo y de qué manera deberá ser la acción.[2]
Si en lo individual, la emoción participa en buena medida en la toma de
decisiones de manera básicamente autónoma, variable y voluble, en lo grupal o
colectivo el proceso hacia lo emocional se construye de forma algo más
estructurada, si bien en diferentes procesos y velocidades. En realidad, la emoción
es el auténtico detonador de los procesos, pues entre la emoción y la
concienciación existe un estrecho hilo conductor que será lo que, en definitiva,
determine la movilización del grupo.
Un ejemplo representativo
es el movimiento de los indignados en España (2011). El mismo nombre –indignados–
anuncia el trasfondo de la decisión colectiva: una emoción. Tras una grave
crisis económica y una corrupción política y bancaria de gran alcance, la
manifestación de mayo de 2011 significó un cambio de tendencia social. Cuarenta
personas decidieron acampar esa misma noche en la Puerta del Sol de Madrid de
forma espontánea. La intención fue promover una democracia más participativa,
alejada del bipartidismo PSOE-PP y del dominio de bancos y corporaciones, así
como una auténtica división de poderes y otras medidas con la intención de
mejorar el sistema democrático. Las acampadas se reproducirían en muchas
ciudades del estado, como una culminación reactiva de hastío social.
El movimiento de los
afectados por las hipotecas (PAH) es otro ejemplo de cómo una valoración
empírica no es valor suficiente o exclusivo para desembocar en una decisión.
Los desalojos, el suicidio de afectados y los desamparos familiares son
elementos de decisión amparados en las emociones. Presenciar personalmente, por
círculo familiar, de amistades o por televisión los desalojos y sus consecuencias,
apela e impele a las emociones más allá de la retención informativa o el
razonamiento sobre un hecho.
A la movilización no se
llega exclusivamente por un análisis razonado sobre la situación política o
social del país; a la movilización se llega por la acumulación de datos, contenidos,
detalles y pormenores que obligan a sentir. Es por un proceso intelectivo de
emoción común que una colectividad se siente obligada a tomar la calle y a
pronunciarse. Sin embargo, la defensa y custodia de la dignidad del ser humano –aspecto de profunda emotividad–
es la autentica razón inductiva que propiciará toda protesta, manifestación o
reivindicación social.
És curiós com les emocions ens dominen, però són impulsades per tot un seguit d'informacions que ens provoquen a sentir... m'agrada molt aquest concepte de provocar a sentir. Bon i aclaridor article, Josep Marc!
ResponderEliminarGracias por sus artículos. Les sigo habitualmente ya que me resultan muy útiles y esclarecedores. Este en concreto es muy interesante. No encuentro como suscribirme a la página, me gustaria poder recibir las actualizaciones. Me podria indicar como? De todas formas le dejo mi email por si me puede añadir. Gracias. hgz832@gmail.com
ResponderEliminarInteresante....... Por lo que leo usted enalaza defensa de la dignidad humana con las emociones- En realidad las manifestaciones son entonces la defensa de la dignidada con toda la carga emocional que esto conlleva, por eso el titulo es lLa decisión de la emoción.. Vamos a las manifestaciones en realidad movidos por la emoción tras un pósito de inforamción y convivencia con una situacion? Estoy de acuerdo, aunque la movilización de los grupos agitadores también tendrán que tener alguna responsabilidad, no?=?
ResponderEliminarHola me parece qe el post acierta. No se si todas las manifestaciones se hacen de acuerdo con lo que aqui se dice pero creo qe ha tantos detales qe no se pueden controlar qe me parece imposible hacer una generalidad. Eso pienso.
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