© 2023 Josep Marc Laporta
1- Motivos para
dos libretos corales
2- Sociología de
los coros eclesiales
1- Motivos para dos libretos corales
El pastor y
escritor Samuel
Vila fue pionero en la edición y publicación de literatura evangélica. En 1947,
en las páginas de El Eco de la Verdad se anunciaba: Paquetes
de libros para Navidad, presentando una treintena de títulos,
destacando, entre otros, ‘A las fuentes del cristianismo’ del mismo Vila, ‘El
camino hacia Dios’ de Dwight Lyman Moody (1837-1899), o ‘Todo de gracia’ de Charles
Haddon Spurgeon (1834-1892). Y a pie de encartado
se especificaba: Pídase a D. S. Vila – Galvani, 113, Tarrasa.
Sin embargo el pastor Vila no se detuvo
en su empeño de abastecer a los creyentes y las iglesias de material adecuado para
las necesidades del momento. Junto a la edición del Himnario
de las Iglesias Evangélicas de España, de libros de su autoría
y otros importados, también se embarcó en la publicación de música para las congregaciones
y coros de las iglesias. Su preocupación por mejorar la calidad le llevó a
preparar dos pequeños libretos. Uno en 1949 – Colección de himnos y
cantos para coro–, y otro en 1951 –Cantos para coro–. El de 1949 fue
un volumen en forma de cuaderno o libreta flexible, dividido en dos partes: cincuenta
y siete himnos, y dieciséis cantos para coros. Las dos secciones abastecían
necesidades evidentes de la música cúltica. Por un lado ofrecer a los organistas
las partituras de algunos cantos del Himnario de las
Iglesias Evangélicas de España que no tenían suficiente correspondencia
en los libros de música foráneos y, por otra, proporcionar a las formaciones
corales composiciones de mayor calidad, expresividad y esmero interpretativo. Samuel
Vila había observado que la mayoría de los coros cantaban himnos a cuatro voces
con el simple arreglo que venía escrito para los organistas; por consiguiente,
la interpretación era más bien pobre, armónicamente vertical y sin variaciones
entre estrofas. Así lo narraba Vila en el prólogo de la primera edición: «Algunos
coros evangélicos se dedican a ensayar a voces los mismos himnos cantados por
la congregación. Ello es un buen medio para que éste se habitúe a entonarlos
con mejor ritmo: pero muchos tienen una armonización tan simple que no
satisfacen los deseos de un coro bastante hábil en el arte del canto y los
directores tienen que andar buscando afanosamente en colecciones diversas
himnos que se salgan de lo común».
El siguiente libreto de 1951 –Cantos para coro–, fue la continuación del anterior, pero con partituras exclusivas para las formaciones corales de las iglesias, tal como lo anunciaba Samuel Vila en la introducción: «Como decíamos en el prólogo de aquél, su objeto inicial fue proveer un cuaderno de músicas para aquellos himnos del Himnario de las Iglesias Evangélicas de España cuyas melodías no se encuentran en los himnarios de música corrientes, sino sólo en manuscritos o libros agotados y de difícil obtención, a la vez que respondía con un carácter secundario a la necesidad sentida desde tantos años por las Iglesias Evangélicas de habla española de música adecuada para los coros de las Iglesias. Esto obligó a incluir en el volumen I himnos muy buenos para el canto congregacional, pero que tenían poco interés para los coros a voces. En cambio, el presente volumen ha sido compuesto pensando exclusivamente en los coros de las iglesias. Para ello se han escogido solamente composiciones musicales de gran efecto para ser cantadas en coro, que, al par de no ser excesivamente difíciles, ofrezcan las más variadas y atractivas combinaciones musicales».
2- Sociología de los coros eclesiales
A finales de
los años cuarenta, los coros bautistas disfrutaban una gran vitalidad y
pujanza, habitualmente formados en las respectivas Uniones Bautistas de Jóvenes
y con importantes intervenciones en los servicios cúlticos regulares, y, también,
en otras actividades religiosas más festivas. En algunos casos existía una
carrera de fondo y forma entre los distintos coros de las iglesias por ser el
más experimentado o por disponer del mejor repertorio. En realidad, la
participación en los cultos se convertía en uno de los momentos más álgidos del
servicio: por una parte los coristas disfrutaban del canto y del mensaje,
mientras que los oyentes se deleitaban espiritualmente de un tiempo de mejor
música. Es por ello que en el prólogo de Cantos para coro, Samuel Vila
señaló: «Es
muy de lamentar cuando el canto religioso se convierte en un simple arte, cuyo
objetivo es admirar al público. Este es el propósito musical en el teatro, pero
no en la Iglesia». Y también advirtió que «Los
jóvenes cristianos que se congregan en el Coro deben sentir que su labor y
esfuerzo es un ministerio sagrado, tan sagrado como el de la predicación.
Creemos que es una buena costumbre para fomentar este espíritu en los coros de
las Iglesias terminar los ensayos con una breve oración; así como la
celebración de reuniones de oración entre los elementos más piadosos de Coro,
pidiendo la bendición del Señor sobre tal actividad».
La advertencia de Vila también tenía que
ver con cierta suplantación del canto congregacional por el ministerio del
coro, coyuntura que venía de muchos años atrás cuando en las reuniones unidas
de las iglesias los coros ejercían una función directiva del canto
congregacional, incluso, a veces, sustituyéndolo. Las crónicas de época del año
1947 ofrecen algunas pistas a esta disfunción: «El coro de la iglesia
cantó con gran afinación varios himnos a cuatro voces. Mientras entonaba [el
coro] el himno final ‘Siempre feliz’, hízose poner de pie a todos los niños de
las diversas Escuelas Dominicales…». O en otra ocasión,
también en Barcelona: «El coro, dirigido por don Samuel López, entonó
al final uno de sus bellos cánticos». O en una excursión unida
de las iglesias catalanas a la Floresta: «Los coros de Sabadell,
Terrassa y Barcelona cantaron inspiradas composiciones entre unos y otros
mensajes, dando fin con sus voces al solemne culto». En Reus, con
motivo de la visita del coro de Terrassa: «después de algunas
palabras de bienvenida dirigidas por don José Francés, pastor de esta iglesia,
a los jóvenes egarenses, dieron éstos principio a su selecto programa de himnos
a cuatro voces que fueron escuchados con marcado deleite por todos los
presentes». Y en 1948, en la inauguración del templo bautista en
Sabadell se comenzó el culto con el himno ‘Santo, Santo, Santo’, «que fue
entonado por la congregación y los coros de Sabadell, Barcelona y Terrassa,
previamente situados en la galería».
La influencia y supremacía eclesial de
algunos coros de aquella época, en cierta manera podría asemejarse a la que en
la actualidad ejercen los grupos de alabanza que presiden los cultos, con cierta
dominación sonora y escenográfica sobre el canto congregacional. Y aunque prácticamente
no existen similitudes respecto a estilos y formas, sí que hay una relación que
sitúa a ambos en una posición hegemónica en la alabanza cantada. A colación y
como evidencia de esta realidad, es interesante observar cómo en la
inauguración del templo bautista en Sabadell anteriormente citada (1948), solamente
se cantaron dos himnos, uno al principio y otro al final –‘Santo, Santo, Santo’
y ‘Dios nuestro apoyo en los pasados siglos’–, mientras que los coros de
Sabadell, Barcelona y Terrassa tuvieron siete participaciones en solitario: tres,
dos y dos, respectivamente.
Poco a poco aquella disfunción coral y congregacional se fue corrigiendo. En el prólogo de Colección de himnos y cantos para coro, Samuel Vila resumió el proceso histórico y advirtió: «El canto congregacional a una simple voz no bastaba para satisfacer el gusto musical de las congregaciones y debía ser alternado con el canto en coro por los elementos de las mismas mejor dotados con dones musicales. Decimos alternando y no substituido, porque nada debe privar al más sencillo creyente de la satisfacción de alabar a Dios con su propia boca y de su propia alma».
Desde finales del siglo XIX los coros
bautistas fueron mejorando sus prestaciones musicales. De cantar a dos voces en
los albores del siglo XX a consolidarse las tres voces en los primeros años de
la década de los veinte, se aprecia una interesante transformación en la
armonización coral evangélica. Es en las postrimerías de los años treinta cuando
se va consolidando el canto coral a cuatro voces. Como ejemplo del año 1926, en
Alacant «el
coro de jóvenes cantó varios himnos a cuatro voces». Y Ramón
Rodrigo relataba una década más tarde que «el coro de la iglesia
cantó a cuatro voces un himno aprendido de antemano para estos actos». Hay más
referencias en aquella etapa prebélica, como en Albacete, València o Madrid. Pero
después de la guerra y tras la reapertura de las iglesias, los cronistas también
lo especifican, y cuando no lo notifican expresamente, probablemente sea por
descuido o desatención del redactor. Este podría ser el caso de la formación
coral la IEB de Madrid, dirigida por Francisco Dorado, quien según aseguraba El
Eco de la Verdad que «el coro de la iglesia cantó cuatro himnos a
voces», sin
especificar cuántas. Igualmente, en otra ocasión el mismo remitente anunciaba
que «el
coro de la iglesia amenizó la ceremonia con el canto de dos himnos a voces…».
Sin embargo, en la segunda mitad de los años cuarenta los datos que aparecen en el rotativo denominacional bautista son aún más explícitos. En 1946, en la inauguración del templo de Barcelona «El coro cantó dos hermosos himnos a cuatro voces…». En una actuación del coro de Terrassa en Vilafranca del Penedés, también se afirma que «cantaron hermosos himnos y composiciones musicales a cuatro voces…»; mientras que la habitual interpretación de la formación egarense de ‘La Creación’ de Joseph Haydn o el ‘Aleluya’ de Georg F. Händel, da lugar a pensar que cantarían la partitura original, totalmente polifónica.
No obstante, la calidad musical de los
coros de los años cuarenta poco tiene que ver con la de las formaciones
bautistas actuales. Si, como premisa histórica, asumimos que socialmente la
educación musical de aquellos tiempos era bastante precaria, podremos
vislumbrar las dificultades que tendrían los directores para enseñar himnos a
cuatro voces y hacerlos cantar con una mínima calidad. No obstante, que los
coros fueran parte de las Uniones Bautistas de Jóvenes de las iglesias invita a
pensar que ellos, los jóvenes, eran los elementos más aptos o capaces para
emprender este ministerio.
Es evidente que a través de los años la
educación musical y la capacidad de aprendizaje de la población ha ido
creciendo progresivamente. A modo de ilustración de este proceso, en las
iglesias de los años cuarenta los coristas tenían muy pocas posibilidades de
leer una partitura y, consecuentemente, de aprender fácilmente una de las
cuatro voces de la polifonía. Aún así, algunos coros destacaban de entre la
media por la buena capacidad musical de sus coristas y directores, y por la mejor
disposición de algunos instrumentistas que integraban las pequeñas orquestas de
pulso y púa, habitualmente tocando de oído. El aprendizaje de oído era la
fórmula habitual de ensayo, sin partituras, y solamente con la memorización
como medio y referencia.
El siguiente ejemplo sonoro del coro de
la Primera Iglesia Bautista de Alacant en el cambio de década de los sesenta a
los setenta, es muy explícito sobre la calidad musical de aquellos coros. Y si
hiciéramos una mirada retrospectiva de veinte años atrás a partir de esta
grabación, podríamos vislumbrar cómo sonarían los coros bautistas de finales de
los años cuarenta.
(Bibliografía)
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