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Chicago (United States) © 1989 Josep Marc Laporta
Tal vez este sea el quid de la cuestión. Si una emoción nos mueve y la transmisión musical se transmite esencialmente por el canal emotivo, la pregunta básica es: ¿quién mueve las emociones?.
En un estudio realizado en el año 1994, pudimos comprobar el grado de influencia de la música en la emotividad individual y, consecuentemente, la incidencia del hombre en ella. (1) En una experimentación colectiva, un grupo de personas estuvieron sometidas a diferentes sesiones musicales, dividiéndose la investigación en cinco secciones sucesivas de 12 minutos. En cada uno de los apartados los individuos presentes escucharon distintas canciones muy relacionadas con un sentimiento concreto. La primera sección constaba de melodías relacionadas con la emotividad del amor, la segunda de temor, la tercera de alegría, la cuarta de miedo, y la quinta de felicidad. Sin embargo, antes de comenzar la audición se tuvieron unas breves entrevistas individuales con cada una de las personas que iban a participar. La finalidad de esta toma de contacto fue determinar cuál era la situación afectiva de cada uno de los individuos, conociendo los últimos sucesos familiares, sociales, personales y su estado anímico respecto a ellos y respecto a sí mismo.
Durante la audición se estuvo observando el comportamiento de cada persona. Con los datos personales que resultaron de la entrevista se pudo establecer una relación entre el estado anímico y el comportamiento ante la música de cada sección. La conclusión fue que las personas que tenían algún trastorno emotivo resultaban mucho más afectadas por la incidencia de la música que las que se les consideró anímicamente más estables. La afectación se evidenciaba con desproporcionadas risotadas, excesiva extroversión o contrariedad cuando la música era alegre, con manifiesta ansiedad cuando era de temor, e incluso con melancolía cuando la música era romántica.
Otro de los objetivos del estudio era establecer el grado de incidencia humana en la creación de sentimientos emotivos y subjetivos por medio de la música. La continuada audición de distintas melodías en sucesivos bloques de 12 minutos cada uno conllevó una constante y fácil adaptación emocional. A pesar de que cada individuo tenía su propio estado anímico, la música cambiaba las reacciones emotivas de una manera rápida, sutil y automática. Esto determinó, por un lado, la vulnerabilidad de las emociones como receptoras de la realidad externa, y por otro, la facilidad de manipulación emotiva que el ser humano puede ejercer. ¿Pero quién mueve las emociones?, ¿la música...? o ¿el hombre...?.
Existen unos límites éticos de influencia humana en la transmisión musical. Si en la actividad terapéutica en individuos con problemas, limitaciones físicas o psíquicas, la música ejerce una ayuda importante para la rehabilitación, en las actividades sociales en las que la música interviene, la influencia de ésta puede afectar, en algunas ocasiones, al equilibrio individual.
Cuando las emociones son alteradas por una manipulación externa, ya sea colectivamente o individualmente, el equilibrio individual se siente alterado y condicionado. Por ejemplo, una de las principales funciones de la reacción de tristeza consiste en ayudarnos a asimilar un pérdida irreparable (la muerte de un ser querido o un desengaño). La tristeza que es generada por el propio organismo como reacción propia posibilita la admisión y produce nuevas capacidades de reacción; más la tristeza que procede de una manipulación externa, desestabiliza la personalidad. Esta máxima se puede comprobar en algunas actividades religiosas que alimentan por medio de proclamas o música la individualidad emotiva.
En un referencia de la Biblia (1ª Samuel 16: 14 a 23), Saúl es atormentado por un espíritu malo de parte de Dios. Aquejado por el tormento, Saúl precisa de alguien que toque música en una acción básicamente terapéutica, y pese a que según parece ser no hay una acción directa de Dios por medio de ella, sí que el beneficio incluye al Espíritu de Dios:¨porque el Señor estaba con él¨, con David.
El relato tiene tres aspectos básicos:
1. ¨El Espíritu de Dios se apartó de Saúl y le atormentaba un espíritu malo¨.
2. Saúl solicita: ¨buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo¨.
3. David es llamado porque sabía tocar y ¨porque Dios estaba con él¨.
De este cita sagrada se desprende que la acción de la música es emoción actuando sobre lo paralelo, la emotividad, e influyendo decididamente sobre el espíritu del hombre; pero la música no ejerce emoción por si sóla, sino que la vivencia del intérprete es la que aporta su estado vivencial. ¿Quién mueve las emociones?: sin duda, el espíritu del ser humano, ya sea propio o ajeno, ya sea por la propia regulación afectiva o por la ajena incidencia de otro ser o agente espiritual. El hombre tiene libre albredío para regular y enfocar su emotividad, ya sea por su propia decisión o por externa acción. Detrás de una emoción siempre hay un espíritu que determina la belleza y profundidad de esa emoción.
1) IV European Congress of Music Therapy, 1994.
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Las emociones y la msuca no ha estado muy tratado. Me parece que este articulo o documento tiene mucho que ver con otros posteriores o antterios. Hay que leerlos todos para coger el punto al tema.
ResponderEliminarY pienso qe al final el musico es quien mueve las emociones. El objeto no seria nada sin sujeto. Queda dicho.