Recientemente, Francesc de Carreras, jurista y Catedrático
de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona, escribió un
artículo en el diario El País bajo epígrafe ‘Contra los referéndums’[1],
en el que depreciaba el valor de los referéndums o consultas ciudadanas
binarias. Sin entrar en valoraciones ideológicas, en las que de Carreras y un
servidor diferimos bastante, pero manifestando el alto respeto que le tengo
como profesor del que me precio haber sido alumno, creo conveniente apuntar
algunas observaciones desde la crítica conceptual en una perspectiva sociopolítica.[2]
1-
«El referéndum es un mal método de ejercer la democracia»
La base de esta aseveración del catedrático de Carreras es
que «la democracia no es solo votar, sino un proceso más
complejo en el cual diversas opciones deben deliberar, según unas reglas
preestablecidas, para alcanzar una solución al problema planteado y adoptar una
decisión final por mayoría».
Me sumo a la explicación posterior del epígrafe
inicial. Cierto. La democracia es más que votar. No obstante, que un referéndum
binario se califique de mal método de ejercer la democracia, en realidad no es
vinculante a la propia consulta o a la democracia en general, sino a cómo se
cultive y de qué manera se fomenten los mecanismos de información y
participación. En cualquier habitual y tradicional proceso electoral a partidos
políticos, cada uno de los actores insta a que le voten desde la difusión de
programas, debates, argumentos y razones. Por consiguiente, no es un defecto
del modelo referendatario o consultivo el que no se difundan o divulguen suficientemente
las distintas posiciones del sí o del no; en cualquier caso será carencia
de los actores políticos, de la ausencia de debate, de la incompetencia de los
impulsores de cada una de las opciones o de la inmadurez de un sistema
democrático determinado. Unas convenientes y preestablecidas reglas de difusión
y participación serán necesarias para activar la información y el conocimiento
de las distintas propuestas en el electorado.
2- «En una democracia
representativa, el ciudadano considera que estos grupos de personas están mejor
preparadas que él mismo para resolver los asuntos públicos»
Pese a que teóricamente esta afirmación tiene su sentido y
razón de ser, la directa vinculación con el tema que nos atañe, manifiesta una limitada
visión de la soberanía del pueblo y la participación ciudadana. En realidad otorga
un cheque en blanco por cuatro años a los políticos elegidos, dando por
supuesto que el electorado debe callar y despreocuparse de los asuntos comunes,
ya que unos expertos decidirán y solucionarán todo convenientemente. El
catedrático de Carreras parece presuponer que la ciudadanía es ignorante e
incapaz de valorar más minuciosamente los asuntos políticos y sociales que le
atañe. Es decir, por un lado le reconoce una excelente capacidad y competencia
para elegir a sus representantes –una aptitud sobre lo moral y empático, casi
una decisión de fe–; sin embargo le coarta y prácticamente le impide formarse
una opinión respecto a temas y asuntos que son de su total incumbencia. Este
contrasentido posicional es absolutamente incoherente en fondo y forma. Lo que
la mencionada perspectiva parece esconder es la creación, mantenimiento y
protección de una casta política superior, única y competente para interpretar
todos los asuntos de una comunidad. Esta consideración sociopolítica choca
frontalmente con el propósito de ser de las democracias avanzadas y maduras, cuyo
supremo fin es la saludable y beneficiosa participación de sus ciudadanos de
manera libre e ilustrada.
3- «Muchos ciudadanos desconocen
la problemática acerca de aquello sobre lo que les hacen votar, las opciones que se le ofrecen
son simples y poco matizadas, la propaganda gubernamental es arrasadora, el
ciudadano vota más con el corazón que con el cerebro»
Esta afirmación de Francesc de Carreras es trascendente por
el menosprecio que da al ejercicio público de la democracia. Si,
etimológicamente, democracia es el gobierno del pueblo, el catedrático desnuda
completamente la definición para situarla en el temor al pueblo y protección
del pueblo. La acusación de que el ciudadano vota más con el corazón que con el
cerebro, en cualquier caso sería extensible a las elecciones administrativas que
se realizan regularmente cada cuatro años, puesto que siempre hay múltiples
influencias de carácter empático, emotivo, estético o puramente ideológico que
determinarán el apoyo a un candidato u otro.
Los referéndums binarios son parte de la llamada democracia
directa que, en algunas ocasiones, son muy útiles para conocer la opinión y
determinación de la ciudadanía. Suiza, país que acostumbra a realizar una media
de tres consultas populares al año, sabe muy bien que en algunos asuntos es
necesario preguntar o permitir a la población inquirir o supervisar a sus administradores; claro está, sin que ello conlleve la
dejación de responsabilidades gubernamentales o se convierta en una fácil
válvula de escape política para huir de las decisiones complejas. No obstante,
si en el ejercicio del liderazgo administrativo y político, en ocasiones
pudiera suceder que la opinión de la ciudadanía fuera en contra de lo que opinen
sus gobernantes e incluso llegara a poner en entredicho su autoridad, en
realidad todo ello no será más que la regulación de la propia democracia y de
los posibles despotismos, anomalías o arbitrariedades que se pudieran acometer.
Es importante remarcar que contestar a una pregunta con un sí
o un no es, simuladamente, el prototipo habitual de las elecciones
presidenciales en los Estados Unidos o el modelo a dos de la segunda vuelta
francesa. La elección entre un presidente demócrata o republicano es, en
definitiva, un sí a uno y un no a otro; asimismo sucede en
Francia con la segunda vuelta. La contraposición entre dos opciones y la
visceralidad que supone para el elector votar a favor de uno para oponerse
frontalmente al otro es, en realidad, una consulta encubierta, aunque sin el
reduccionismo monosilábico y conceptual del modelo referendatario o binario.
En un momento en el que la complejidad social y política de
la globalización plantea un serio debate sobre quién o quiénes de verdad nos
gobiernan –en alusión a los mercados, las empresas del IBEX, el capital o la
macroeconomía– es irreemplazable la participación de la ciudadanía, tanto en el
conocimiento y debate como en el pronunciamiento sobre temas que le afectan
trascendentalmente. Y si, como podría suceder, se considerara que una
democracia no fuera lo suficiente fuerte y madura como para presuponer que la
población no tuviera suficiente sustrato cultural y democrático para
pronunciarse, la solución no pasa por quitarle protagonismo sino por construir
nuevas vías de conocimiento, información y participación mediante el
crecimiento cultural y pedagógico. La democracia no es sustituible, incluso por
incomparecencia de sus electores. Y, cómo no, la democracia no es sustituible, incluso por incomparecencia de sus elegidos en funciones públicas.
Algunos teóricos, como Mitchell Kosny, Joaquim Brugué,
Roger
Senserrich o Enrico Letta, sostienen que la mayoría de los asuntos
administrativos, municipales o estatales son demasiado complejos como para
responder con un sí o un no.[1]
Aunque con diferencias, vienen a decir que los asuntos políticos de enjundia
son difíciles de resumir y reducir a una consulta binaria, por lo que es
preferible dejarlo en manos políticas, evidentemente sujetas a negociaciones, posibles
pactos de transacción o alianzas de intereses partidistas. Sin embargo, el hábito de
ser preguntado es para el ciudadano una capacidad añadida de responsabilidad
social. En Suiza, un país con tres cantones, tres idiomas y tres modelos
culturales, son capaces de ponerse de acuerdo mediante el ejercicio de las
consultas binarias, siempre y cuando existan temas que sean de vital
importancia para la comunidad.[2]
Es evidente que preguntar por todo no es práctico ni viable, pero sí que es
factible tener claro que hay temas y aspectos de interés común que merecen dar
voz y voto a la opinión pública, aunque su resultado no necesariamente deba ser
vinculante.
4-
«Una de las lecciones del referéndum escocés es que se trata de un método de
participación democrática muy primitivo e imperfecto, que sólo es aceptable en
casos excepcionales y muy bien justificados, normalmente como complemento de la
democracia representativa»
El tendencioso supuesto de ‘lección del referéndum escocés’
es impropio respecto a lo que realmente sucedió en Escocia.[3]
Las garantías democráticas y la participación de la ciudadanía demostraron que
se puede consultar binariamente sobre temas emocionalmente y políticamente
delicados sin que se resquebraje la convivencia. Las democracias avanzadas, que
hacen pedagogía y permiten que el pueblo se pronuncie en libertad, no tienen
miedo a las preguntas, y ni mucho menos a las respuestas. La democracia directa
es un buen complemento para la democracia representativa, siempre y cuando
existan temas trascendentes –no específicamente ‘excepcionales y muy bien
justificados’– que por su importancia superen el marco y responsabilidad
parlamentaria y, por lo tanto, deban ser consultados con la población.
El miedo a las consultas binarias es, en realidad, miedo a
la democracia; miedo a que el pueblo asuma de verdad el control de la propia
democracia. Es el temor a que el ciudadano piense por sí mismo, se informe, documente,
llegue a conclusiones y se responsabilice de su voto. No existe verdadera
democracia si no se practica; como tampoco existe desarrollo cultural
democrático si no se da información, si no se debate, si no se contrasta, si no
se crean espacios o accesos de comprensión y discernimiento en el respeto de
las reglas. Es evidente que un aspecto innato a la democracia es que su
ejercicio implica obligatoriamente el respeto y aceptación de las mayorías; por
consiguiente, un voto es una opinión, pero también es el respeto a la decisión
del otro, sin permitir que la mayoría penalice a la minoría. Este es el alma de
la democracia.
El núcleo de la discusión no es qué modelo de votación es más
apropiado en tiempo y espacio, sino qué derechos se deben proteger en una
votación y resultados. Y de qué manera se promueve una amplia información y
participación, cómo no manipular al electorado por intereses partidistas y políticos promoviendo una votación binaria, cuáles son las garantías de las minorías y cuál es la
responsabilidad democrática del voto. Y aunque las constituciones modernas
acostumbran a dejar algunos temas fuera del alcance de la simple regla de la
mayoría (derecho a voto, igualdad ante la ley, derechos humanos o libertad de
asociación), todo lo demás es susceptible de opinión democrática mediante
distintos conductos, siempre y cuando sean convenientemente establecidos,
competentes y plenamente ejercidos en libertad.
© 2014 Josep Marc Laporta
[1] En
contraposición, Margaret Kohn, profesora de política en la Universidad de
Toronto, cree que los votos son un medio eficaz de educar a los ciudadanos en
los asuntos políticos y municipales. Sostiene que en los referendos en los
Estados Unidos y Suiza se ha demostrado que aumentar la participación de los votantes
fomenta el debate informado sobre el tema en cuestión.
[2] Con
la finalidad de hacer más democrática la propia democracia representativa o
indirecta, en Suiza se procuró introducir algunas formas de democracia
participativa o directa, como el referéndum, el plebiscito, la iniciativa
popular o la revocatoria de mandato.
[3] Los
datos de Escocia son muy contrastados:
1-
Un 85% de participación, la más alta en
los últimos 50 años;
2-
El 97% de la
población con derecho a voto se registró para votar
en el referéndum, lo que es,
técnicamente, un lleno total nunca antes visto;
3-
Ha sido la única cita
electoral que ha tratado todos los ámbitos públicos que afectan al ciudadano, incluyendo las pensiones, sanidad, educación, sistema fiscal, internacional, defensa, desarrollo, empresa, inmigración y un largo etcétera;
4-
Mucha gente ha entendido que la independencia es el medio para garantizar una vida mejor, siendo un fin, no un medio;
5-
Aunque salió
el no, el Scottish National Party
(SNP) –el partido independentista escocés– pasó de 25.000 a 75.000 afiliados en
poco más de dos semanas, lo que da una idea de la
democratización del resultado mediante una movilización política posterior. El
referéndum revitalizó el diálogo, la información, la discusión política y el
interés por la mejora general de la vida de los escoceses;
6-
Excepto algún
alterado de grupúsculos extremistas, circunscritos a la noche posterior de las
elecciones, no se observaron confrontaciones ni disputas; ni de los que ganaron
la votación respecto a sus contrincantes electorales, ni de los que salieron
perdedores.
(Extracto de algunos apuntes de Xavier Solano
(asesor del SNP) en ‘Diez reflexiones de Escocia’).
Comprobado... la lectura de autores excelentes, no otorga la excelencia. Así que directamente leer a de Carreras no quiere decir que seamos más intelgentes. Solo si se lee con mente crítica. Menos mal que alguien le para los pies al supercatedrático endiablado.
ResponderEliminarBRUTAL! no he llegit res tan ben fet i explicat, et felicito fill! i ho comparteix-ho tooooottttt!
ResponderEliminarMolt bon article, gracies!
ResponderEliminarComprobado... la lectura de autores excelentes, no otorga la excelencia. Así que directamente leer a de Carreras no quiere decir que seamos más intelgentes. Solo si se lee con mente crítica. Menos mal que alguien le para los pies al supercatedrático endiablado.
ResponderEliminarBRUTAL! no he llegit res tan ben fet i explicat, et felicito fill! i ho comparteix-ho tooooottttt!
ResponderEliminarComprobado... la lectura de autores excelentes, no otorga la excelencia. Así que directamente leer a de Carreras no quiere decir que seamos más intelgentes. Solo si se lee con mente crítica. Menos mal que alguien le para los pies al supercatedrático endiablado.
ResponderEliminarMolt interessant. Gràcies.
ResponderEliminarComprobado... la lectura de autores excelentes, no otorga la excelencia. Así que directamente leer a de Carreras no quiere decir que seamos más intelgentes. Solo si se lee con mente crítica. Menos mal que alguien le para los pies al supercatedrático endiablado.
ResponderEliminarBRUTAL! no he llegit res tan ben fet i explicat, et felicito fill! i ho comparteix-ho tooooottttt!
ResponderEliminarEgo subscriptio et signatio.
ResponderEliminarEs una maravilla que todos con respeto puedan dar su opinión. Creo muy acertado y atrevido el artículo del Sr. Laporta, Ánimos para continuar con esta valentía. Desenmascarar al enmascarado es lo que nos toca a los habitantes de este planeta contaminado de catedráticos C's.
ResponderEliminarEstá bien aunque no sé si a los Ciudadanos les gustará esta leccion de sociología. Me parece que es una repaso de sociología política contra el constitucionalismo reinante en las cátedras. Podria ser que la sociopolítica no se entendiera muy bien con el constitucionalismo? Es lo que me sugiere el artículo. De todas maneras creo que el repaso que le ha dado ha hecho historia.
ResponderEliminarQuina repasada de dalt a baix!
ResponderEliminarPues el alumno se le subió a las barbas al profesor..... Advierto, yo no pondría que soy alumno de alguien y después le daría ese repaso. . . Sin acritud, eh!!
ResponderEliminarLa democracia es el gobierno del pueblo pero también es la administración de la decisión de pueblo. Es complejo dejar al pueblo totalmente las decisiones. Yo entiendo que la democracia representativa es la mejor manera de gobierno del pueblo, y la democracia directa es un recurso muy puntual pero no hasta el punto que De Carreras lo pone , como algo muy esporádico. Los modelos democráticos se deben renovar y adaptarse a los tiempos. En este punto estoy más de acuerdo con Laporta. Si las democracias se vician, hay que encontrar nuevo modelos para revitalizarala si no se muere el sistema absorvido por los mercados. El tema es complejo, lo reconozco , pero si no ponemos remedio el sistema democrático solo sera un recurso de las élites.
ResponderEliminarMe pareció interesante la definición de que las votaciones a partidos en realidad son actos de fe. Sinceramente creo que muchos votamos por actos de fe en personas que simpáticamente nos caen bien y nos congraciamos con ellos dandoles nuestro voto. Por esto me ha parecido interesante la contraposición que hace con la votación binaria consultiva puesto que al no votar personas sino cosas o cuestiones que afectan directamente al pueblo , obliga a informarse más. Quiero decir que poner los votos a partidos como la mejor manera de ejercer la democracia es muchas veces un acto de fe y no les da mayor pedigrí que a las consultas binarias. No sé si me explico pero yo he votado mucho por simpatía, sin estudiarlas propuestas de lo spartidos. Y si lo he hecho así con las votaciones normales, porque no se me ha de decir que una consulta binaria voto condicionado por emociones etc? No lo entiendo ni lo entenderé. El argumento se cae por su propio peso. Es mi opinión.