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· Proclamación real de gestos y símbolos

        © 2014 Josep Marc Laporta

              'Muchas gracias. Moltes gràcies. Eskerrik asko. Moitas grazas'. Así acabó su discurso el recién proclamado rey de España, Felipe VI, con un tenue guiño a la realidad plurinacional del estado, insuficiente e incompleto por su brevedad. El complejo contexto sociológico de la España del siglo XXI es imposible resumirlo en dos simples palabras
escuetamente traducidas a los distintos idiomas oficiales del estado. El gesto, medido y muy calculado, pretendió congraciarse estéticamente con aquellas comunidades históricas más reticentes a la ya tradicional uniformización del país. Sin embargo, la contención parlamentaria del rey con su conciso saludo final en cuatro lenguas fue la simbología que utilizó para describir el continuismo monárquico respecto a las otras culturas históricas del país.

        Más allá de las palabras y expresiones audibles, la proclamación tuvo algunos detalles significativos. En primer lugar, la presencia de dos maceros detrás de los monarcas con el escudo de Castilla y León en el tabardo, es un distintivo que ejemplariza la castellanidad de las Cortes españolas. El ostensible escudo en el pecho declara el verdadero pasado de tan alta institución del estado. El Real Decreto de 28 de mayo de 1785 rubricado por Carlos III exponía cuál debía ser el diseño que debía lucir la bandera por él escogida para su Armada Naval; bandera que dio origen a la actual enseña del estado español. En virtud de dicha disposición se establecía: «usen mis buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total y la de en medio amarilla, colocándose en ésta el escudo de mis Reales Armas reducido a dos cuarteles de Castilla y León con la Corona real encima».
El tiempo trasladaría el escudo hasta vincularlo con las Cortes castellanas, diferenciándolo de los símbolos reales. Curiosamente, los tabardos de los maceros de las Cortes identifican la cámara baja española con la antigua Corona de Castilla y León, un emblema que aviva todas las suspicacias sobre la realidad política del país. Es decir, el antiguo reino castellano erigido como origen y final de los destinos de España.

        Un detalle muy significativo fue la ausencia de misa posterior a la ceremonia de proclamación de Felipe VI, en la que tampoco se produjo el tradicional juramento sobre los Evangelios ni hubo presencia del crucifijo de plata que el Congreso de los Diputados utiliza para estos solemnes actos. El Rey juró sobre la Constitución que sostenía el presidente del Congreso, Jesús Posada, y sólo la corona y el cetro símbolos de la monarquía estaban sobre el cojín. Pero además, no hubo ni una sola referencia a la religión ni una mención a Dios en todo el discurso pronunciado ante las Cortes. Desde la lógica de la tradición monárquica parece difícil explicar la ausencia total de elementos religiosos en un día tan señalado, especialmente si se tiene en cuenta que Felipe VI es, entre una treintena de títulos, rey de Jerusalén y que, tradicionalmente y aunque la fórmula haya caído en total desuso, a los reyes españoles se les denominaba como "Su Católica Majestad".
        Pero el estado español es, desde hace casi cuarenta años, aconfesional, lo que a estas alturas no debería sorprender a nadie, admitiendo que el gesto del nuevo rey español es lo consecuente con la letra y espíritu de la Constitución y con la variedad y libertad de religiones que profesan los españoles. Sin embargo y posteriormente, una profunda contradicción se produjo en el Salón del Trono del Palacio Real en el que los reyes saludaron uno por uno a los más de tres mil invitados. Tras las innumerables genuflexiones en el llamado desfile del besamanos, en la larga cola aparecieron dos
cardenales, uno de ellos Antonio María Rouco Varela. Sorprendentemente, las genuflexiones y besamanos de los invitados a Felipe VI y Letizia, repentinamente se transformaron en reverencias de los monarcas al prelado. ¿Quién se debía a quién? La contradicción e incoherencia fue tan evidente, que la confusión prevalece por encima de toda razón. El gesto y el símbolo se contradicen flagrantemente.
       
        Las prohibiciones tajantemente impositivas y restrictivas pueden llegar a ser tan ridículas como caricaturesco puede llegar a ser que un detalle de color se convierta en la parodia de la misma prohibición. En los aledaños del Congreso, en las calles adyacentes y frente al Palacio Real, la policía requisaba cualquier bandera o símbolo republicano, incluso hasta la detención por la fuerza. La bandera tricolor estuvo totalmente prohibida, con escenas delirantes y grotescas, como cuando un grupo de policías nacionales detuvieron y censuraron un pequeño pin que una chica llevaba en el pecho cuando se dirigía hacia la casa de una amiga. La perplejidad se apoderó de la joven, con respuestas de sorpresa y estupefacción. El forcejeo dialéctico llegó rápidamente a su fin: el pequeño pin fue obligatoriamente retirado para poder proseguir su camino.
        Mientras tanto, en el interior del Congreso, los diputados, senadores, parlamentarios, exministros, presidentes de gobiernos autónomos y variopintos invitados, hablaban plácidamente en tanto esperaban la llegada de los monarcas. Uno de ellos, el aspirante a candidato a la Secretaría General del PSOE, Pedro Sánchez, lucía
atrevida y pretendidamente una corbata de color violeta. El color republicano se infiltró sibilinamente en el hemiciclo, mientras que en el exterior la Policía Nacional detenía a once personas, entre ellas el expolítico del PP y PSOE, Jorge Verstrynge, cuando se manifestaba a favor de la república y el derecho a decidir. El símbolo prohibido y perseguido fuera se disfrazó de corbata violeta dentro.


        Uno de los gestos más destacados por los analistas políticos lo protagonizaron los presidentes de los gobiernos autonómicos de Cataluña, Artur Mas, y del País Vasco, Iñigo Urkullu, al no aplaudir el discurso del monarca. El gesto fue todo un símbolo de la realidad sociopolítica de las dos comunidades. Detrás de la declaración silenciosa se esconden múltiples palabras ta vez nunca dichas y entendidas en su auténtico contexto histórico, pero llenas de argumentos que recogen la sensibilidad de dos pueblos
incómodos con el actual modelo conceptual de España. Tal vez uno de ellos pudiera tener que ver con la representación e imagen castrense del nuevo rey en su solemne proclamación. Luciendo las galas de capitán general de las Fuerzas Armadas, Felipe VI mostró su aspecto más militar y, consecuentemente, más beligerante. Sin lugar a dudas, la Constitución lo ampara. Pero ya bien avanzado el siglo XXI e inmiscuidos políticamente en la Europa de las libertades, parece bastante extraño e insólito evidenciar cómo un nuevo jefe de estado se presenta ante sus conciudadanos engalanado de honores militares símbolo de lucha y guerra. Sin embargo, el reino de la democracia símbolo de dialéctica y debate parlamentario claramente debería rechazar las referencias castrenses para dar paso al verdadero y productivo gesto: la palabra. 

© 2014 Josep Marc Laporta

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4 comentarios:

  1. Salva14:40

    el lenguaje de los símbolos es tan importante como el de los gestos. Muy interesante la descripción de algunos como el de los maceros....

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  2. Killian01:44

    No sabia lo de los maceros de las cortes castellanas. Y pienso como puede ser que aun estemos asi con simbolos antiguos. Como dices tiene mucho significado o simbologia.

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  3. Halisco Bonito00:27

    No es por nada pero el Verstringe es un chaquetero. Ha estado en los dos grandes partidos españoles y ahora se ha convertido al activismo republicando. Mierda!!... este hombre tiene una gran personalidad.....!

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  4. JIla Hdez02:18

    Buena y fina mirada a la coronación del Felipe. Los gestos y los símbolos muchas veces hablan más que las palabras. Me gusta cuando analiza los temas desde la semiótica. Tiene mucha miga!

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