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· Mariano Rajoy: fin de la cita

© 2013 Josep Marc Laporta

(Semiótica de la comparecencia de Mariano Rajoy en el Congreso por el caso Bárcenas)

El día 1 de agosto del 2013 pasará a la historia como una de las comparecencias de Mariano Rajoy más brillantes por su puesta en escena. Con un talante adusto y combativo desde el primer minuto, el presidente se presentaba ante los diputados del Congreso[1] muy seguro de sí mismo. No hay duda de que el Partido Popular dispone de los mejores asesores en comunicación. Lo ha demostrado repetidamente en anteriores elecciones y lo ha vuelto a evidenciar en esta comparecencia.
   El primer detalle semiótico a destacar es el atuendo del presidente. Acostumbrado a llevar un tipo de vestimenta poco ostentosa, más bien regia y sin concesiones a la moda, el diseño de la corbata rompió con su tendencia gris y anodina. A pesar de que suele llevarlas a rayas, siempre son bastante finas y poco llamativas; por lo que la novedad fue una de parecido estilo a las anteriores, por lo general azules, pero con franjas más gruesas y compartiendo el azul con el gris y el blanco. El punto de arrojo de la corbata dio a entender que iba a pasar al ataque. Y así fue.
En las primeras palabras de Mariano Rajoy ya se advirtió de nuevo su buena capacidad parlamentaria, especialmente leyendo; pero cuando debe improvisar y responder de manera natural y espontánea, aparecen sus flancos más débiles, tanto dialécticos como cenestésicos. En la lectura mantiene una buena dicción y comunicación, y solo la poca capacidad de improvisación y consecuente locución le hace bajar enteros en los debates. Este aspecto quedó claramente evidenciado ayer, pues incluso las réplicas a cada grupo las leyó; un hecho inadmisible tanto desde el concepto como del respeto al oponente político. No obstante, el tono general de su discurso fue especialmente firme y decidido, con voz alta y clara. 
     El presidente tenía una papeleta difícil: contradecir o dar una versión convincente respecto a las noticias que atañen a su partido por los sobres con dinero negro y el pulso que Luis Bárcenas ha estado ejerciendo a través del periódico El Mundo en las últimas semanas. Pero la trabajada puesta en escena de los comunicadores fue audaz, pues no solo estaba en juego la verdad ante la amenaza del extesorero o la credibilidad frente a los partidos de la oposición, sino que también estaba en juego la credibilidad ante Europa. Así que plantearon una comparecencia en clave española y europea: era necesario mandar un mensaje firme y convincente a los poderes políticos y económicos del continente. Y puesto que Mariano Rajoy está en el meridiano de su legislatura de cuatro años, y observando las tenues, lentas, pero supuestamente positivas perspectivas económicas del país con un posible repunte de la ocupación y posible salida de la recesión a no muy largo plazo, la táctica no podía ser otra: pasar al ataque con las mejores armas escenográficas, dialécticas y semióticas.
El tono de voz fuerte, claro y contundente no varió ni en su primera alocución ni en las subsiguientes réplicas a cada opositor parlamentario. Este hecho es significativo. Rajoy quiso mostrar su seguridad mediante la voz y el cuerpo. Aprovechando que el jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) tiene más edad, adolece de una ligera desviación en la espalda que le mantiene encorvado y su voz no es tan clara y potente, el presidente supo sacar toda la ventaja desde el primer minuto. Su posición erguida, firme, con voz segura y buena locución parlamentaria, le dieron una posición ganadora desde el primer minuto del debate.

Si antes decía que el Partido Popular tiene los mejores asesores de comunicación del país, no es por una valoración precipitada, baladí o superficial. El guión y argumentarlo del discurso así lo notificaron. Dos detalles a observar nos indicarán el nivel comunicativo. El primero tiene que ver con la apostilla ‘fin de la cita’. Fue repetida hasta una decena de veces; siempre para finalizar la referencia, que en algún momento del pasado político habría pronunciado algún parlamentario de la oposición u otro personaje público.
El hecho de que nunca citara el nombre del autor de la frase y sí la acabara con la apostilla ‘fin de la cita’, tenía una doble función: no colmar la alocución con nombres que recargara, confundiera o desordenara el discurso, y provocar a los oyentes a encontrar la razón de la peculiar posdata (‘fin de la cita’) y quién podría ser el autor. Por supuesto que muchas de las citas eran de diputados del mismo hemiciclo, por lo tanto, indudablemente unos se darían por aludidos y en otros provocaría una interpelación confusa, difícil de afrontar directamente.
Descarto, por supuesto, que en el discurso escrito, las palabras ‘fin de la cita’ estuvieran entre paréntesis para informar a Rajoy de que podía cambiar la inflexión de la voz, la intención léxica o el tono. Sostengo que estaba muy preparado para provocar una cierta confusión y desconcierto, y para, de esta manera, diversificar los puntos de anclaje del discurso y abandonar a los diputados y a la población en general a un interrogante irresoluble que permitiera descargar la tensión mediática de la comparecencia. Sin embargo, tampoco descarto que los comunicadores presidenciales tuvieran la pretensión de incitar a la creación de un hashtag en Twitter o en otras redes sociales, para desclareder o difuminar otros peliagudos y espinosos aspectos que Rajoy no resolvió ni contestó en su discurso. El efecto mediático de un reproducido hashtag podría llevar a una cierta y positiva aceptación del presidente, tan solo por el ingenio y por su tono de voz contundente y estéticamente convincente.

El segundo detalle de observación fueron las palabras clave del discurso: ‘Me equivoqué. Señorías, lo lamento, pero fue así. Me equivoqué en mantener la confianza en alguien que no la merecía’. Este fue el reconocimiento a medida del error, en un perfecto diseño comunicacional. Son palabras similares a las de rey Juan Carlos, cuando saliendo de la habitación de la clínica, donde se recuperó del accidente en Botswana, admitía su culpa diciendo ‘Me equivoqué, no volverá a pasar’. El reconocimiento a medida del culpable, desembarazándose de las causas y faltas propias es una perfecta estrategia para pasar página rápidamente y poner el escenario de debate en otro lugar. Seguidamente, el presidente dijo otra frase clave: “Ni voy a dimitir ni voy a convocar elecciones legislativas. Que quede muy claro”. Resuelto su problema por la vía rápida de una parcial aceptación de responsabilidad –aunque no fuere toda la deseada por la oposición–, el escenario del conflicto había avanzado unos cuantos metros, situándose en terreno del contrincante.

Para terminar esta breve revisión semiótica y comunicativa del discurso de Mariano Rajoy, quiero destacar un aspecto de su gestualidad. Habitualmente el presidente acostumbra a mover más los brazos y manos con dirección oblícua y horizontal, para indicar, apoyar o explicar conceptos, delatando algunos detalles de su estado emocional. En la comparecencia ante los diputados del Congreso el jueves día 1 de agosto del 2013, el presidente mantuvo sus manos encima del púlpito, reposándolas junto a los papeles. Tan solo cuando tenía que hacer alguna afirmación categórica, agitó los brazos firmemente en perpendicular al cuerpo y en sentido absolutamente vertical. Este movimiento de firmeza tan específico, junto a otros aspectos dialécticos y comunicacionales, como el tono seguro y confiado de la voz, parece delatar que Mariano Rajoy mantiene una cierta confianza en que el episodio de Luis Bárcenas puede estar superado. Aunque esa seguridad gestual también podría expresar dos cosas: que previamente ensayó el discurso de manera oral y cenestésica, y que psicológicamente obtuvo una buena preparación; o lo ya referido: que interiormente tiene la convicción de que el asunto Bárcenas no puede causarle problemas mayores. Por la manifestada seguridad gestual y cenestésica, no dudo de la primera, aunque también me inclino por la segunda opción y sus entresijos políticos y legales.




[1] En este caso, y por obras en el hemiciclo del Congreso, el debate fue en las dependencias del Senado.

© 2013 Josep Marc Laporta  

Documento en PDF:  http://www.josepmarclaporta.com/llumdenit/Mariano-Rajoy-fin-de-la-cita.pdf.

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2 comentarios:

  1. Flor15:48

    Me ha parecido interesante. No habia advertido algunas cosas que usted explica.

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  2. Anónimo13:51

    Vaya con lo del fin de la cita! De buenos si que son los asesores pero ya podriamos tener un presidente español mas presentable, porque MIENTEEEEEEEEEEEE como un bellaco!! Barcenas pasará por encima de us cadaver politico y tendremos nuevas elecciones y acabaremos peor. Tiempo al tiempo.

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