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· La historia acelerada

La aceleración de la historia en lo regional y en lo global

 © 2013 Josep Marc Laporta

       El año 1989 terminó con la primera gran aceleración de la historia postmoderna. Y aunque para el mundo occidental pareció ser la última y definitiva, su trascendencia vendría a ser el embrión de futuras aceleraciones. El derrumbe del Berliner Maue, el Muro de Berlín o el Muro de la Vergüenza, significó el fin de la Guerra Fría y la caída de la estrategia política como única  direccionalidad social. Aquella noche del jueves del 9 de noviembre de 1989, el pueblo pasó por encima de las estructuras políticas, policiales y nacionales, sucumbiéndolas con la fuerza de los hechos y la realidad consumada.

La universalización en la que vivimos –también referida como globalización– nos ha impulsado a una velocidad de crucero cada vez más vertiginosa. El mundo ‘mundializado’ es un lugar donde todo sucede y se sucede con gran rapidez, donde nadie está seguro y nada tiene estabilidad y permanencia. Aquel primer derrumbe del Muro de Berlín, con la consecuente caída del bloque soviético, significó una de las pruebas irrefutables de que la historia entró en una aceleración de carácter endémico, en una universalización de fenómenos económicos, culturales y políticos que llevaría al planeta a un estrés social de magnitudes antes no concebidas. Es por ello que la globalización a la que estamos sometidos produce grandes intercambios universales, con cadencias rítmicas muchas veces asincrónicas, provocando sensaciones y sentimientos sociales de gran desfase y crisis.
En realidad, estamos ante un arrebato de evoluciones técnicas, sociales y culturales que nos convierte en juguetes de una historia lanzada sin control hacia un destino desconocido e indeterminado. Vivimos presos de la velocidad, sobrepasados por la propia rapidez, incapaces de controlar sus efectos, pero hechizados por la aceleración de los intercambios y embriagados por la rapidez de los tiempos. Corremos en una carrera sin fin, en una huida hacia adelante cuyos ritmos y trayectoria no controlamos y que, al mismo tiempo, nos producen asincronías, es decir, una llegada a destiempo con desajustes adaptativos entre congéneres.[1]

No obstante, la aceleración de la historia no es un asunto exclusivo y particular de la presente globalización. Todas las poderosas culturas del planeta se han derrumbado o transformado por sendas aceleraciones, propias y ajustadas a su época, uniendo dos dimensiones: espacio y tiempo, junto a un enclave geográfico social y político en subterránea ebullición. Por lo general, la historia ha deambulado por senderos gradualmente evolutivos, en una sucesión y progresión de hechos, acontecimientos y eventualidades más o menos estables. Pero las aceleraciones de la historia aparecen sorpresivamente con un repentino aumento de la velocidad de los componentes y advenimientos sociales que, aunque en principio no parecían activados, sí se estaban gestando lenta y silenciosamente con implacable ejecución.
El ejemplo del Muro de Berlín es significativo: las exigencias de libertad de circulación en la ex República Democrática Alemana, con masivas manifestaciones y las evasiones constantes hacia las embajadas de capitales de países del Pacto de Praga y Varsovia por la frontera entre Hungría y Austria,[2] fueron implacables gotas malayas que dinamitarían el Muro y la propia Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS). La presión de lo social hacia lo político fue una de las claves que haría estallar en pedazos la propia política para situar los acontecimientos en la vía de la aceleración histórica, cambiando en pocos días todo aquello que las anquilosadas estructuras del poder pretendían mantener para siempre.
Las aceleraciones históricas regionales acostumbran a acumular en su interior grandes movilizaciones sociales, en principio aparentemente adormecidas, pero progresivamente conscientes de su trascendencia intelectual e histórica. Aparentemente, la aceleración no parece disponer de fuertes estructuras sociales, pero nada más lejos de la realidad. Pese a simularse adormecidos, los grupos de pensamiento y acción se organizan muy silenciosamente, pero con determinación, aunque sin prever ninguna resolución efectiva y concreta a corto plazo, pese a la presión de sus propias y crecientes convicciones sociales. Sin embargo, a pesar de simular una pacífica semiclandestinidad, la fuerza social que acumulan detonará en el momento oportuno y pertinente.

La historia de España está en un proceso que lleva a una irreversible aceleración. La grave crisis económica, la ausencia de modelos políticos, la corrupción en todos los niveles de la administración, la crisis de valores sociales y morales, y la universalización de la economía, información y comunicaciones están provocando profundos cambios en la psicología social del país. El caldo de cultivo de la aceleración está servido. Uno de los primeros agentes de futuras transformaciones son los mayoritarios movimientos soberanistas en Cataluña. El ingente número de asociaciones, entidades, agrupaciones, iniciativas y propuestas[3] que en un espacio no mayor a diez años han aparecido de manera autónoma e independiente, están provocando una aceleración social y política de consecuencias muy determinadas y determinantes. Junto a ello, la crisis económica y política por la que atraviesa el conjunto del Estado español, con casos de corrupción que alcanza al armazón del propio sistema democrático, además de veleidades judiciales y constitucionales, son elementos que ya están condicionando el futuro social y la estructura política del país.
A expensas de las variables democráticas y eventuales que habrán de acontecer, podemos determinar que, sociológicamente, Cataluña ya ha decidido su futuro político fuera de España. Hace años que el volcán está en interna ebullición, rugiendo sin explosionar, con movimientos sociales muy estructurados y organizados y con una línea de pensamiento transversal que sitúa la independencia como la única posibilidad de crear un nuevo futuro, en una regeneración social y política de primer orden, en busca de la personalidad histórica perdida.
Los movimientos de base y sociales catalanes son los primeros que se han articulado integralmente hacia una nueva concepción del territorio, en una cohesión muy plural y psicológicamente estructurada que, de momento, todavía queda pendiente de su aceleración histórica. No obstante, en España también han aparecido algunos movimientos subterráneos que podrían ser el embrión de futuras aceleraciones. Uno de ellos, el de los ‘indignados’, se ha manifestado como el más combativo y representativo del malestar político y social que impera en el país. Pero a diferencia del soberanismo catalán que se muestra muy consolidado en el camino de su propia aceleración histórica con innumerables y disímiles grupos y asociaciones que se han organizado libre e independientemente en pro de un mismo fin, el movimiento de los indignados aún no ha logrado permeabilizar la conciencia de acción y cohesión de la población ni ordenarse psicológicamente hacia una causa común. La refundación política y estructural que supuestamente necesita el estado español, aún no posee esa concienciación colectiva, arraigada y consolidada que le permita una revolución estructural de fondo y forma. Esta diferencia entre ambos movimientos ciudadanos (el catalán y el de los indignados), nos permite observar cómo se gestan y activan las aceleraciones históricas, con un pósito que, desde una psicología social, previamente ha de ordenarse y sedimentarse de manera muy plural, consistente y transversal.

Más allá de las particularidades regionales, el mundo vive en un profundo cambio de paradigma. La globalización, el desarrollo de los territorios no occidentales y la crisis de representación, son temas vitales para la comprensión de la aceleración de la historia. La desoccidentalización del mundo, con los países emergentes asiáticos y africanos, echa por tierra la placidez que supuso vivir Europa y los Estados Unidos. Los países occidentales creyeron que con la patente de la democracia política, el Estado de Derecho y la economía de mercado se quedarían sin competidores en el planeta, con la certeza de que nadie ni nada podría sorprenderlos. Pero el final de la Guerra Fría significó el final de los dos bloques y con ello también llegó la devaluación geoestratégica de Europa, a pesar de la unión monetaria. Y la geografía mundial empezó a cambiar, fortaleciendo los países en desarrollo agrupados bajo el acrónimo BRIC (Brasil, Rusia, la India y China). Este renacimiento de grandes naciones en extensión, ha activado la conciencia de que el futuro de la historia se jugará fuera de Europa.
A nivel global, la aceleración de la historia nos podría llevar al final de nuestra propia historia. Pese al crecimiento de los países emergentes, la celeridad tecnológica, de las comunicaciones, de la información y las dependencias políticas y económicas, junto a la globalización de todas ellas, nos lleva a pensar que ya no podemos prescindir de la velocidad y del ritmo vertiginoso al que nos hemos subido. Si, además, constatamos la progresiva e imparable unificación mundial a través de los medios técnicos o problemas comunes (clima, materias primas, energía, etc.) y la creciente demografía e interdependencia política y económica, nos encontraremos con una velocidad de crucero planetaria que nos aboca a una constante, vertiginosa y desigual aceleración. Hemos acelerado tanto la historia, que ahora no sabemos cómo detenerla.



         [1] En la historia, nunca antes sucedió que los seres humanos llegaran desfasadamente y a destiempo a las realidades sociales que les tocaba vivir. Las sociedades eran grupos homogéneos que caminaban con similares pasos y conciencia social. En la actualidad, la sociedad avanza en innumerables grupúsculos, caminantes a destiempo del tiempo que les ha tocado vivir.
         [2] El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves, 9 de noviembre de 1989, al viernes, 10 de noviembre de 1989; 28 años después de su construcción. La apertura del muro, conocida en Alemania con el nombre de die Wende (El Cambio), fue consecuencia de las exigencias de libertad de circulación en la ex-RDA y las evasiones constantes hacia las embajadas de capitales de países del Pacto de Praga y Varsovia y por la frontera entre Hungría y Austria, que impuso menos restricciones desde el 23 de agosto. En septiembre, más de 13.000 alemanes orientales emigraron hacia Hungría. Hacia el final de 1989 comenzaron manifestaciones masivas en contra del gobierno de la Alemania Oriental. El líder de la RDA, Erich Honecker, renunció el 18 de octubre de 1989, siendo reemplazado por Egon Krenz pocos días más tarde.
         [3] El gran número de asociaciones, entidades y agrupaciones que tienen como denominador común promover la independencia de Cataluña, han permeabilizado el territorio catalán hasta el punto de ser prácticamente  imposible realizar un recuento exacto de todos ellos. Los más destacados son: ‘Consultes Populars’, iniciadas en junio del 2009 en Arenys de Munt, la Plataforma pel Dret de Decidir, la Plataforma Sobirania i Progrés, Catalunya Estat Lliure, Deu Mil per l'Autodeterminació, Decidim!, Centre Català de Negocis, Sobirania i Justícia, el Col·lectiu Emma, el Col·lectiu Wilson, la Associació de Municipis per la Independència (646 municipios asociados), los más de 190 municipios autodeclarados en pleno municipal ‘Territoris lliures d’Espanya’, Catalunya Acció, Decidim.cat, Defensem l'Escola en Català, Plataforma pel Dret de Decidir, Plataforma per la Llengua, Help Catalonia, Soft Català, Xarxa Independentista, Col·lectiu Oliba, Suma Independència, Veu Pròpia, Òmnium Cultural, Identitat.cat, Ateneu Sobiranista Català, Plaça 21, Free Catalonia, The Catlanders, Identitat.cat, Associació de Juristes en Defensa de la Llengua Pròpia, Catalonia Direct, Catalunya Diu Prou, Catalunya Nou Estat d'Europa, Centre d'Estudis Colombins, Catalan Nation, Cercle Català d'Estudis Heràldics, Col·lectiu Català Sempre, Conferència Nacional del Sobiranisme, Criteri, Àgora Iniciatives Catalanes, Som Escola.cat, Ara o Mai, Comissió de la Dignitat, 10 mil a Brussel·les per l'autodeterminació, Cercle d'Estudis Sobiranistes, Fundació Catalunya Estat, Horitzó.eu, Coordinadora d'Associacions per la Llengua, Fundació Catalunya Europa, Jubilats per la independència, Cobla per la independència, Marató per la independència, El Clauer.cat, Sobirania i progrés, Ciemen, Associació Catalana de Professionals, Cercle Català de Negocis, Ens de Comunicació Associativa, VilaWeb, Help Catalonia.cat, Economistes per la Independència, El Cas dels Catalans, Independèn&Cia Ràdio, Gent de la Terra, Fundació PuntCat, Federació en Defensa de la Llengua i Cultura Catalanes, Independentistas en Castellano, International Catalonia, Memorial 1714, La Fàbrica, Keep Calm, Institut de Projecció Exterior de la Cultura Catalana, Llengua Nacional, Plataforma Pro Seleccions Esportives Catalanes, Defensem l'Escola en Català, Diem Prou, Consciència Catalana, Sobirania i Justícia, Agència del Cens Nacional del Poble Català, Adec, Procesconstituent.cat, DNI.cat, Cat Demà, Cercle Català d'Història, Institut Nova Història y l'Assemblea Nacional Catalana.
         Las innumerables iniciativas populares y ciudadanas, organizadas pluralmente y de manera espontánea, fueron el gérmen y pósito que aceleraron la historia catalana. La pacífica manifestación del 11 de septiembre del 2012 fue la primera gran aceleración. La siguiente podría ser definitiva para los intereses catalanes.


© 2013 Josep Marc Laporta.

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1 comentario:

  1. Anónimo15:05

    Llevamos una aceleracion encima que como no la paremos acabaremos de cabeza contra el universo. Estos dias he leido q una familia emigro a unos terrenos vacios y se independizo del ritmo de vida de cada dia. Pero el ayuntamiento le ha presionado porqe no pueden vivir en un terreno q tiene prohibido la habitabiliadd. Que no se puede uno ni bajar del tren que nos han metido!

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