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· Semiótica de la disculpa pública del rey

© 2012 Josep Marc Laporta

La declaración de disculpa pública del rey Juan Carlos I es la segunda en la historia contemporánea en que un monarca admite y asume una conducta errónea o impropia. Sin embargo, el acto equivocado no queda especificado en la disculpa. Evitar las razones o los hechos, aunque sólo sea una parte o la totalidad, indica un deseo de pasar página lo antes posible y, en parte, eludir ciertas responsabilidades públicas. El contexto, la presión ciudadana y la opinión pública y publicada, ha supuesto para el monarca una determinante influencia en la forma y el contenido de su breve comparecencia.
La puesta en escena, saliendo de una habitación o una estancia, atendiendo a los medios informativos al aparecer por la puerta, muestra unas intenciones de superar rápidamente la dura prueba y, al mismo tiempo, zanjar el tema y pasar cuanto antes el mal trago de la declaración.
El rey se ha mostrado ante las cámaras, frágil y desvalido. Con ayuda de unas muletas y con movimientos muy lentos —exagerados o no—, ha transmitido una sensación de gran debilidad, muy provechosa para favorecer una sentencia pública menos agresiva y más atenuada.
La breve comparecencia ha estado preparada hasta el último detalle. La pregunta de un periodista —pese a que pareciera ser la más propia del momento (Majestad, ¿cómo se encuentra?)—, ha sido acomodada para favorecer que el monarca pronunciara un mensaje bocadillo. Es decir, responder con un primer mensaje positivo: “Mucho mejor, agradezco a todo el equipo médico y a la clínica… en fin, cómo me han tratado… estoy deseando retomar mis obligaciones…”,  para pasar a otro negativo de asunción de error, muy breve: “y… lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Para finalizar, otro mensaje positivo: “Y gracias por vuestro interés en estos días y estar aquí tanto tiempo”. Con esta fórmula se busca el control de los prejuicios y diluye el mensaje negativo con dos mensajes positivos.
Por lo que se refiere al lenguaje corporal, al pedir disculpas mira hacia el suelo, como muestra de humildad y búsqueda de refugio. Huye del contacto visual directo, muestra arrepentimiento y mantiene una mirada pretendidamente cándida, con los ojos vidriosos, para reforzar la imagen de inocencia y clemencia. En unos breves instantes de la confesión, mira al periodista que le hace la pregunta —supuestamente bien conocido por el monarca— para mantener un punto de confianza que fortalezca su emotividad. Pese a que la comparecencia ha estado preparada hasta el último detalle, la parte negativa del bocadillo —la disculpa pública— ha mostrado una alta sinceridad, no atribuible exclusivamente a la disculpa, sino posiblemente a la gran incomodidad de pedir perdón públicamente. La mirada cándida y temerosa no indica sólo solicitud de perdón; indica solicitud de misericordia y comprensión pública.
Curiosamente, solamente ha recibido una pregunta, y la respuesta ha durado exactamente 21 segundos; justo el tiempo para un corte televisivo, para dar tiempo a que los medios audiovisuales pudieran ofrecer la comparecencia completa y sin recortes posteriores de los editores.

© 2012 Josep Marc Laporta.

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4 comentarios:

  1. Estupenda reflexión. Me ha encantado lo del mensaje "bocadillo", no lo había oído nunca, y es que contigo siempre se aprende algo nuevo.

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  2. veintitres15:23

    Excelente. Me parece que usted ha dado en el clavo. Todo previsto, todo decidido y con una buena puesta en escena. Espero que el rey lo lea y se dé cuenta de que lo tenemos vigilado. jeejeje

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  3. Plumero real15:47

    Muy buenno El Rey ha querido ponerse como el bueno de la película pero no le ha salido muy bien . Se le ha visto el plumero.

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  4. eli herreros22:56

    ¡Genial Josep! me encantan tus reflexiones

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