jml

· 25 de diciembre ¿fecha cierta?

Centro de las Artes de Sevilla
© 2010 Josep Marc Laporta


Es un día especial. Un día en el que las sociedades y culturas occidentales celebran un acontecimiento histórico. Para unos es una tradición más; para otros, una entrañable reunión familiar; y para una mayoría, la celebración del nacimiento de Jesús. Pese a que en los distintos grupos existen diferentes sensibilidades y formas de celebración, lo que es cierto es que esta fecha no pasa inadvertida por ninguno de ellos. Es un día único, lleno de villancicos, canciones, liturgias especiales, regalos, sorpresas, copiosas comidas, efervescentes bebidas y fiestas de todas las tendencias y gustos. Pero tras ello hay una pregunta importante o, como mínimo, interesante ¿de dónde viene la fecha de 25 de diciembre? ¿Realmente corresponde al momento histórico del nacimiento de Jesús? ¿Cómo eran las sociedades que instauraron la onomástica?
La Biblia ofrece algunas someras pistas. En principio, ni en los Evangelios ni en los Hechos de los Apóstoles se menciona tal fiesta de Navidad ni siquiera se apunta ninguna referencia del día. Una de las referencias bíblicas notifica que los pastores cuidaban sus rebaños durante la noche, cuando oyeron la noticia del nacimiento de Jesús (Lucas 2:8). Por este dato podemos suponer que Jesús nació en primavera, ya que, seguramente, en invierno las ovejas permanecerían guarnecidas en el aprisco. No obstante, muchos expertos pregonan prudencia cuando nos disponemos a extraer un detalle cuyo enfoque narrativo es absolutamente teológico.
No obstante, tampoco existen evidencias fuera de los escritos bíblicos. El primer y segundo siglo no ofrece datos sobre celebraciones del nacimiento. En los escritos de los primeros literatos cristianos, como Ireneo de Lyon (130-202 d. C.)[1] o Tertuliano (160-220 d. C.)[2], tampoco podemos recoger datos significativos. Orígenes de Alejandría (165-264 d. C.)[3] llega a burlarse de las celebraciones de los nacimientos romanos, calificándolos de paganos, por lo que tenemos un claro indicio de que el nacimiento de Jesús no estaba marcado en el calendario romano.[4]
Todas estas incertidumbres contrastan claramente con las tempranas tradiciones respecto a los últimos días de Jesús. Cada uno de los cuatro evangelios proporciona información detallada sobre los instantes centrales de su crucifixión. Según el evangelista Juan, Jesús es crucificado de similar manera que los corderos pascuales eran sacrificados. Este hecho habría sucedido el día 14 del mes hebreo de Nisán, justo antes de la fiesta judía, al anochecer (considerando que el día 15 ya habría comenzado, ya que según el calendario hebreo los días comienzan al atardecer). Sin embargo, en Mateo, Marcos y Lucas, la Última Cena se celebró después de la puesta del sol, en el comienzo del día 15. Y Jesús fue crucificado en la mañana siguiente, todavía siendo día 15.
Las fechas respecto a lo que nosotros consideramos como Semana Santa se concretaron mucho antes que la Navidad. En realidad, la Semana Santa se implantó como una reinterpretación progresiva de la Pascua cristiana en términos de la Pasión de Jesús. Su observancia, incluso podría estar implícita en el Nuevo Testamento: Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”  (1ª Corintios 5:7-8). La celebración pascual fue, sin duda, una conmemoración distintivamente cristiana de mediados del segundo siglo de nuestra era, ya que según el texto apócrifo conocido como la Epístola a los Apóstoles, Jesús instruye a sus discípulos a ‘hacer memoria de su muerte’, es decir, una nueva Pascua. Pero anteriormente, un escrito del evangelista Lucas también pone en palabras de Jesús la orden de celebración: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).
El ministerio de Jesús, sus milagros, pasión y resurrección, a menudo eran de mayor interés para los escritores del primer y segundo siglo cristiano que el propio nacimiento. Pero con el tiempo, los orígenes y ascendencia de Jesús se convertirían en una preocupación creciente. Este cambio y proceso se puede observar en el Nuevo Testamento. Los primeros escritos de Pablo y Marcos no mencionan el nacimiento de Jesús. Pero los Evangelios de Mateo y Lucas ofrecen la historia con distintas apreciaciones, aunque sin especificar ninguna fecha. En el siglo II aparecen más detalles del nacimiento del Mesías y de su infancia, pero están relacionados con escritos apócrifos como el evangelio de la Infancia de Tomás y el protoevangelio de Santiago. Estos textos ofrecen muchos datos, desde los nombres de Jesús, de sus abuelos, hasta los detalles de su educación, pero no la fecha de su nacimiento.
Por último, alrededor del año 200 d. C., un maestro cristiano en Egipto hace referencia a la fecha del nacimiento de Jesús. Según Clemente de Alejandría,[5] se habían propuesto diferentes días por diversos grupos cristianos. Por sorprendente que pueda parecer, el escritor no menciona el 25 de diciembre. Clemente escribe: “Hay quienes han determinado no solamente el año de nacimiento de Nuestro Señor, sino también el día, y dicen que se llevó a cabo en el año 28 de Augusto, y en el día 25 de Pajón (mes egipcio; 20 de mayo en el calendario). Y sobre su Pasión, con una precisión muy extrema, algunos dicen que fue en el año 16 de Tiberio, el 25 de Famenoth (21de marzo), y otros el 25 de Farmuthi (21 de abril), y otros dicen que el 19 de Farmuthi (15 de abril). Además, otros dicen que nació el 24 o 25 de Farmuthi (20 o 21 de abril)”.[6]
Es evidente que en el siglo II d. C. existía una gran incertidumbre, pero también había un gran interés por conocer o averiguar el día, el mes y el año del divino nacimiento. Sin embargo, en el siglo IV encontramos referencias a dos fechas que fueron ampliamente reconocidas: el 25 de diciembre en el Imperio Romano de Occidente y el 6 de enero en el Oriente, especialmente en Egipto y Asia Menor. La iglesia Armenia moderna continúa celebrando la Navidad el día 6 de enero, aunque para la mayoría de los cristianos el 25 de diciembre prevalecería. Con el tiempo, el 6 de enero llegó a ser conocido como la fiesta de la Epifanía, conmemorando la llegada de los Reyes de Oriente a Belén. El periodo comprendido entre ambas fechas (25 de diciembre y 6 de enero), más tarde se convertiría en los conocidos 12 días de Navidad.
La primera mención del 25 de diciembre como el cumpleaños de Jesús viene de un almanaque romano de mediados del siglo IV, que enumera las fechas de la muerte de varios obispos cristianos y mártires. La primera fecha en la lista es el 25 de diciembre, marcado con la leyenda ‘Christus natus en Betleem Judeae’ (Cristo nació en Belén de Judea).[7] En el año 400 d.C., Agustín de Hipona (354-430 d. C,)[8] menciona un grupo local disidente, los donatistas, que al parecer mantuvieron la Navidad el día 25 de diciembre, pero se negaron a celebrar la Epifanía el 6 de enero, considerándola como una innovación.[9]

Casi 300 años después del nacimiento de Jesús, finalmente se puede encontrar a fieles recordando la Natividad en pleno invierno. Pero ¿cómo se asentaron las fechas del 25 de diciembre y del 6 de enero?

Hay dos teorías. Una muy popular y otra mucho más antigua, que sólo se conoce en círculos académicos.[10] La teoría que posee más fuerza sobre los orígenes del día 25 de diciembre como el natalicio de Jesús es que fue tomada de las celebraciones paganas. Los romanos tenían su fiesta de Saturnalia a finales de diciembre y, al mismo tiempo, los pueblos bárbaros del norte y oeste de Europa tuvieron sus vacaciones en épocas similares. Para colmo, en el 274 d. C., el emperador romano Aureliano estableció la fiesta del nacimiento del Sol Invictus (el Sol invicto) el 25 de diciembre. El argumento es que la Navidad se instauró como una adaptación de estas fiestas solares paganas. Según esta teoría, los primeros cristianos eligieron deliberadamente estas fechas para propagar la Navidad y el cristianismo en todo el mundo romano. Si la Navidad se parecía a una fiesta pagana, más gente pagana estaría abierta a celebrar el nacimiento de Jesús.
A pesar de su popularidad, hoy esta teoría de los orígenes de la Navidad tiene sus problemas e incoherencias. En ninguno de los escritos cristianos antiguos de la época se aprecia una sola conexión entre el solsticio y el nacimiento de Jesús. El padre de la iglesia, Ambrosio (339-397 d. C.), describe a Cristo como el verdadero sol, que brilla aún más que los dioses caídos del viejo orden. Pero los primeros escritores cristianos nunca relacionaron una cosa con la otra de manera concreta, ni en sus calendarios especifican alguna referencia a dicha paridad. De todo ello podemos intuir que la fecha no fue elegida por la iglesia, mas bien parece existir una coincidencia de carácter providencial, como una analogía de que Jesús estaba por encima de los dioses falsos del paganismo.
No es hasta el siglo XII, en plena Edad Media, que nos encontramos con la primera sugerencia de que la celebración del nacimiento de Jesús fue creada deliberadamente respecto a las fiestas paganas. Una nota marginal en un manuscrito sirio del comentarista Dionisio Bar Salibi (-1171)[11]dice que en la antigüedad se trasladó la fiesta de Navidad del 6 de enero al 25 de diciembre, coincidiendo en la misma fecha que la fiesta pagana Sol Invictus.[12]
En los siglos XVIII y XIV, eruditos bíblicos impulsados por el nuevo estudio de las religiones comparadas, propugnaron y dieron fe a esta idea. Alegaron que, debido a que los primeros cristianos no sabían cuando nació Jesús, asimilaron la fiesta pagana del solsticio para sus propios fines. Pero estudios más recientes demuestran que muchos de los aspectos modernos de la fiesta no reflejan costumbres paganas. Esto es relevante si, además, tenemos en cuenta que el cristianismo se expandió en el norte y el oeste de Europa, asimilando otras costumbres. Por ejemplo, el árbol de Navidad se ha relacionado con prácticas druídicas medievales y ello ha animado a creer que la fecha del nacimiento tiene una gran tradición pagana. Son muchos los estudiosos que afirman esta tesis. No obstante, existen muchas incoherencias en esta popular teoría. Ahora bien, lo más significativo es que la primera mención del 25 de diciembre como fecha para la Navidad data aproximadamente del 200 d.C. y que las primeras fiestas que conocemos provienen del 250-300 d. C., época en que los cristianos no recibieron muchas ascendencias de las tradiciones paganas.
Pero no podemos obviar que la fe cristiana y su práctica no se formaron de manera aislada e incomunicada. Muchos elementos de los principios cristianos y su adoración cúltica, incluyendo tanto ágapes como el arte funerario en honor a los primeros mártires cristianos, fueron trasvases culturales y formales. Sin embargo, en los primeros siglos de nuestra era, la perseguida minoría cristiana tenía muy claro que debía distanciarse de las observancias paganas, tanto religiosas y públicas, como los sacrificios, los juegos y las fiestas. Ello es totalmente comprobable en la década de las violentas persecuciones a los cristianos llevada a cabo por el emperador romano Diocleciano (244-311 d. C.),[13] entre el 303 y el 312 d. C. Pero todo cambia después de que Constantino se convirtiera al cristianismo. Desde mediados del siglo cuarto nos encontramos con cristianos muy adaptados al Imperio Romano, con la cristianización de las fiestas paganas.
Un conocido autor de esta práctica propuesta fue el Papa Gregorio el Grande (540-604 d. C.),[14] quien en una carta escrita a un misionero cristiano del Reino Unido, en el 601 d. C., recomienda que no se destruyan los templos paganos sino que se conviertan en iglesias, y que las fiestas paganas se celebren como una fiesta de mártires cristianos. En esta época tardía, la Navidad bien podría haber adquirido algunas formas paganas. Pero no tenemos evidencias de que en el siglo III los cristianos adoptaran las fiestas paganas a su religión. Por lo tanto, es posible que la vinculación de la fiesta pagana del sol fuera una asociación puramente casual.
La fiesta del 25 de diciembre parece haber existido antes del 312 d. C., fecha de la conversión de Constantino. Como apunté anteriormente, los cristianos donatistas de África del Norte fueron los precursores de dicha fecha. Además, a mediados y a finales del siglo IV, los líderes de la Iglesia del Imperio Oriental introdujeron la celebración del cumpleaños de Jesús el día 6 de enero.
Pero existe otra manera de explicar los orígenes de la Navidad del 25 de diciembre. Por extraño que parezca, la clave puede estar en la datación de la muerte de Jesús en relación a la Pascua. Esta hipótesis fue sugerida por primera vez por el erudito francés Louis Duchense (1843-1922),[15] en el siglo XX, y desarrollada por el estadounidense Thomas Talley.[16] Aunque no fueron los primeros en observar la conexión entre la muerte de Jesús y su nacimiento.
Alrededor del 200 d. C., Tertuliano de Cartago (160-220 d. C.)[17] hizo el cálculo de que el día 14 de Nisán (el día de la crucifixión según el Evangelio de Juan) fue el equivalente al 25 de marzo en el calendario solar romano.[18] Por supuesto, del 25 de marzo al 25 de diciembre van nueve meses. Por lo tanto, se creía que Jesús había sido concebido y crucificado en el mismo día con una diferencia de nueve meses. Esta idea aparece en un tratado cristiano anónimo titulado ‘Solsticios y equinoccios’, aparecido en el siglo IV d. C. en el norte de África. El tratado establece: "Por tanto, nuestro Señor fue concebido en el octavo de las calendas de abril, en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la Pasión del Señor y de su concepción. Porque en este día en que fue concebido es el mismo que sufrió”.[19] En base a esto, el tratado de las fechas del nacimiento de Jesús coincide con el solsticio de invierno.
Agustín, que también conocía esta asociación, escribe en ‘Sobre la Trinidad’ (399-419 d. C.): "Porque él (Jesús) se cree que ha sido concebido el 25 de marzo, día en el que también sufrió, por lo que el vientre de la Virgen, en la que fue concebido, donde nadie de los mortales fue engendrado, corresponde a la nueva tumba en la que fue enterrado, en donde el hombre nunca fue previsto, ni antes ni después. Pero él nació, según la tradición, en diciembre, el día 25”.[20]
            También en el Este, las fechas de la concepción de Jesús y su muerte están vinculadas. Pero en  lugar de hacerlo desde el día 14 de Nisán del calendario hebreo, los orientales utilizan el 14 del mes de Artemisios, de su calendario local griego; el 6 de abril para nosotros. El 6 de abril es exactamente nueve meses antes del 6 de enero, fecha de la Navidad oriental. Del Este también tenemos documentos que prueban que abril se asoció con la concepción de Jesús y su crucifixión. El Obispo Epifanio de Salamina (315-403 d. C.)[21] escribe que el 6 de abril “el cordero estaba encerrado en el vientre purísimo de la Santísima Virgen, quien se llevó y se lleva en perpetuo sacrificio los pecados del mundo”.[22] Incluso hoy en día, la iglesia Armenia celebra la Anunciación a principios de abril (el día 7, y no el 6); y la Navidad, el 6 de enero.
De esta manera, en dos partes del mundo disponemos de documentación para calcular el nacimiento de Jesús en base a que su muerte y nacimiento tuvo lugar el mismo día: el 25 de marzo y el 6 de abril para la pasión, y el 25 de diciembre y el 6 de enero para el nacimiento. Para nosotros, los ciudadanos del siglo XXI, esta conexión entre nacimiento y muerte nos resulta extraña. Pero ello obedece a que en el mundo antiguo y medieval la totalidad de la salvación va unida, como si de una expresión cabalística se tratara.
Una de las expresiones más interesantes de esta creencia se encuentra en el arte cristiano. En numerosas pinturas de la Anunciación, el niño Jesús se muestra deslizándose hacia abajo, desde el cielo sobre una pequeña cruz,[23] como un recordatorio visual de que la concepción trae la promesa de salvación a través de la muerte de Jesús.
La idea de que la creación y la redención han de suceder en una misma sintonía del calendario, se refleja también en la antigua tradición judía, recogida en el Talmud. El Talmud de Babilonia conserva una disputa entre dos rabinos de principios del siglo II d. C. en el que comparten un mismo punto de vista pero no están de acuerdo en la fecha. El rabino Eliezer dice “"En Nisán el mundo fue creado, en Nisán los patriarcas nacieron, en la Pascua nació Isaac... y en Nisán ellos (nuestros antepasados) se restaurarán en el tiempo venidero”.[24]

Al final sigue latente la pregunta: ¿cómo es que el 25 de diciembre se ha convertido en el día de Navidad? En realidad, no podemos certificar una sola y exclusiva razón, pero sí que podemos considerar que algunos elementos de la fiesta se desarrollaron desde el siglo IV hasta nuestros días, pudiendo derivar de tradiciones paganas. Sin embargo, la fecha real podría provenir del judaísmo, de la muerte de Jesús en la Pascua, y de la idea rabínica de que las cosas importantes se harían esperar y deberían tener una asociación temporal. Por otra parte, el concepto de los ciclos y el retorno de la redención de Dios, tal vez pudo haber tenido relación con la tradición pagana y romana del Deus Sol Invictus, una manera de entender la renovación a través de la naturaleza.

 Hallar certera y definitivamente la razón de por qué celebramos la Natividad el día 25 de diciembre, es prácticamente una imposibilidad. A parte de las propuestas estudiadas, existe una adicional dificultad: la de las distintas sociedades que a lo largo de los siglos han participado en esta transformación. Al observarlas detenidamente, llegamos a la conclusión de que las condiciones de tradición oral de la antigüedad fueron determinantes en la propagación de la fecha del natalicio de Jesús. La tradición o transmisión oral es una estructura idiomática que facilita la comunicación de elementos propios de una cultura de manera empática y sin control establecido. Por lo tanto, los distintos conceptos estudiados y las conclusiones históricas del presente documento son también el resultado del constante devenir del boca a boca o de la transmisión sintomática. La tradición oral es verbal e inmediata, y sus significados, a la vez que son presentes, provienen desde formas de conocimiento fraguadas en el pasado con intención de futuro. Es un puente vivo desde un más atrás hacia otro más allá. La transmisión oral, como una forma verbal de la comunicación de las sociedades, establece una especie de juego de permanencias en el tiempo. Es un presente continuo donde se conjuga pasado y futuro. La transmisión histórica del natalicio de Jesús a nuestro 25 de diciembre actual nos ha llegado absorbido por la tradición oral, en lucha con la documentación histórica. No obstante, después de todo, tenemos referencias muy aproximativas que ofrecen bastante luz a la pregunta que nos ha ocupado. Pero lo que sí sabemos con absoluta certidumbre es que Jesús no nació un 25 de diciembre. Tal vez nació un día de primavera.



[1] Obispo de Lyon. Fue discípulo de Policarpo, obispo de Esmirna, quien le envió a las Galias (hacia 157)
[2] Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente conocido como Tertuliano, fue líder de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo segundo y primera parte del tercero.
               [3] Orígenes es considerado un Padre de la Iglesia, destacado por su erudición y, junto con Agustín y Tomás, uno de los tres pilares de la teología cristiana.
[4] Origen, homilía sobre el Levítico 8
[5] Clemente de Alejandría (Titus Flavius Clemens) fue el primer miembro de la Iglesia de Alejandría en recibir notoriedad además de ser uno de los más destacados maestros de dicha ciudad.
[6] Clemente, Stromateis 1.21.145. Además, los cristianos en la Egipto natal de Clemente parece haber conocido la conmemoración del bautismo de Jesús, a veces entendida como el momento de su elección divina y, por lo tanto, como una ‘encarnación’ alternativa (Stromateis 1.21.146). Véase sobre este punto, Origins of the Liturgical Year, 2 ª ed. (Collegeville, MN: Liturgical Press, 1991), pp 118-120, de Thomas J. Talley, sobre la base de ‘Basilidian Chronology and New Testament Interpretation’ Journal of Biblical Literature 42 (1923), pp 81-134, de Roland H. Bainton, y especialmente ‘The Appearance of the Light at the Baptism of Jesus and the Origins of the Feast of the Epiphany’ de Gabriele Winkler, ed, Between Memory and Hope: Readings on the Liturgical Year (Collegeville, MN: Liturgical Press , 2000), pp 291-347.
               [7] En el calendario Filocalian (354 d.M.) el 25 de diciembre es designado como Natalis Invictis, el cumpleaños del Invencible” (CIL 1, part 2, p. 236). Julián el apóstata, un sobrino de (el emperador) Constantino y un devoto de Mithra, dice con respecto a este festival pagano: “Antes del comienzo del año, al final del mes que es llamado en honor a Saturno (Diciembre) celebramos en honor a Helios (el Sol) los juegos más espléndidos y dedicamos el festival al Sol Invencible…”(Julian, Las Oraciones de Julian, Himno al Rey Helios, 155, LCL p. 429).
              [8] Agustín de Hipona, o San Agustín (en latín: Aurelius Augustinus Hipponensis), es junto con Jerónimo de Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia latina.
               [9] Donatistas: movimiento cismático surgido en la Iglesia norteafricana durante el siglo IV por obra de Donato. Teológicamente era un movimiento rigorista. Afirmaban que la validez de los sacramentos sufría menoscabo por la indignidad del ministro, es decir que la validez de los sacramentos depende de la dignidad de quien los administre. El movimiento dio origen a una actitud violenta y fanática que si bien fue combatida por el estado y condenada por los teólogos ortodoxos como San Agustín, se mantuvo hasta que el norte de África fue conquistado por los árabes durante los siglos VII y VIII.
[10] Los estudiosos de la historia litúrgica en el mundo de habla inglesa son particularmente escépticos sobre la conexión del ‘solsticio’, véase, ‘The Origins of Christmas: The State of the Question’, de Susan K. Roll, en Between Memory and Hope: Readings on the Liturgical Year (Collegeville, MN: Liturgical Press, 2000), pp 273-290, especialmente pp 289-290.
[11] Dionisio Bar Salibi (†1171), sumo representante del renacimiento literario sirio en el siglo XII, conocido como exegeta, pero autor de numerosos himnos eclesiásticos y tratados de teología litúrgica, entre los que destaca un comentario a la liturgia Eucarística.
[12] Glosado en un manuscrito de Dionisio Bar Salibi, d. 1171; ver Origins, pp 101-102, de Talley.
[13] Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto (Gaius Aurelius Valerius Diocletianus Augustus) fue emperador de Roma desde el 20 de noviembre del 284 hasta el 1 de mayo del 305.
[14] Gregorio Magno, Gregorio I o también San Gregorio fue el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica. Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia latina junto con Jerónimo de Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán.
[15] Louis Marie Olivier Duchesne fue un sacerdote francés, filólogo, profesor y un crítico historiador del cristianismo, su liturgia e instituciones católicas.
[16] Origines du culte Chrétien, 5th ed. (Paris: Thorin et Fontemoing, 1925), pp. 275–279.
[17] Quinto Septimio Florente Tertuliano, más comúnmente conocido como Tertuliano, fue un líder de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo segundo y primera parte del tercero. Nació, vivió y murió en Cartago, en el actual Túnez.
[18] Tertuliano, Adversus Iudaeos
[19] De solstitia et aequinoctia conceptionis domini nostri et Nativitatis Iesu Christi et iohannis baptistae.
[20] Agustín, Sermón 202
[21] Epifanio de Salamis o de Salamina, más conocido por Epifanio fue obispo y escritor bizantino, considerado como Padre de la Iglesia y defensor de la ortodoxia contra aquellas enseñanzas consideradas como heréticas, durante la difícil época para el cristianismo que siguió al Concilio de Nicea.
[22] Citado en Origins, de Talley, p. 98.
[23] Ver fotografía del detalle de la escena de la Anunciación, del Maestro Bertram (1340-1415), pintor, escultor e iluminador alemán, cuyo estilo ejerció una gran influencia en las generaciones posteriores de artistas del norte de Alemania.
[24] Rosh Hashanah 10b–11a.

© 2010 Josep Marc Laporta .

Licencia de Creative Commons

1 comentario: